VI
Valezca llega a A.B.C.D y estaciona su camioneta en el garaje para luego entrar a las instalaciones y dirigirse hacia las habitaciones.
Cris vestido con un jeans negro, zapatillas negras con blanco, una camiseta blanca y una chaqueta negra sin abrochar sobre la camiseta, juega en una consola conectada a la televisión hasta que escucha un golpe en la puerta, lo que lo hace poner pausa al juego.
—Te dije que al mediodía —comienza Valezca desde afuera y su hijo se para de la cama para abrir la puerta.
—Son las dos y media de la tarde —recrimina Cris mirando seriamente a su madre.
—Bueno, el compromiso que tenía me tomó más tiempo de lo que imaginé. Perdóname —pide Valezca juntando sus manos y mirando con ternura a su hijo.
—Está bien —acepta Cris muy frío.
—Ay por favor, esta es la primera vez que me atraso, es mejor comparado con las cientas de veces que tu padre... —intenta razonar Valezca, pero es interrumpida por Cris.
—Si lo sé mamá, no tienes que recordarme que a mi padre no es que le importe mucho —dice Cris y su madre apoya sus manos en sus hombros.
—Escucha hijo... Tu padre te adora —corrije Valezca.
—¿Entonces por qué siempre que me toca ir para allá me quedó solo gran parte del tiempo! —reclama Cris enojado y su madre no le da respuesta hasta unos segundos después, donde se le ve más calmado.
—Así son los trabajos, mi cielo —responde Valezca y seca una lagrima que salió del ojo izquierdo de su hijo—. Dudo que el me haga caso, pero si te hace sentir mejor, lo llamaré —Cris asiente y abraza fuerte a su madre, quien le corresponde y le acaricia el pelo—. ¿A dónde quieres ir hoy?.
Mientras tanto, nuestro protagonista y su novia salen a comprar cosas para el almuerzo y cena.
—¿No has pensado en tener otra compañera? —pregunta Emma mientras camina tomada de la mano de Diego.
—No creo que debamos hablar de esto aquí —elude Diego.
—Cierto, perdóname —pide Emma y Diego le abre la puerta de la tienda a la que van a entrar—. Que caballeroso.
—Ya que nadie sabe el contexto me tomaré la libertad de responder. Por experiencia sé que tres son multitud —contesta Diego.
—Por favor, en Call of Duty estuviste en un equipo de más de cinco —dice Emma y mira hacia el casero de la tienda—. Buenas tardes, diez panes, margarina, cuatro paltas, fideos, unas vianesas, una caja de huevo y aceite por favor.
—Es diferente —habla Diego.
—¿Qué tiene de diferente? —duda Emma.
—Es que sé que te refieres a ti —responde Diego—. No pienso correr ese riesgo, no puedo —el casero los mira dudoso—. El riesgo de que... ¡Le pase algo en el paracaidismo! —el casero se ríe y sigue reuniendo las cosas que Emma le pidió.
—Tranquilo, sólo era para saber que responderías —revela Emma y Diego asiente con la cabeza.
—Aquí tiene, señorita —avisa el casero dejando una bolsa con cuatro paltas, otra bolsa con pan, una bolsa con una botella de aceite, una margarina, un envase de fideos y unas vianesas, y la caja de huevos en el mostrador.
—A ti no te gusta el huevo —menciona Diego.
—Pero a ti si —dice Emma y saca su tarjeta de crédito—. ¿Por qué crees que llevo tanto pan?.
—De acuerdo, pero el pan y los huevos los pagó por separado —acepta Diego sacando su tarjeta.
—Acepto —aprueba Emma y le sonríe a nuestro protagonista.
Unas dos horas más tarde, Valezca y su hijo comen en un restaurante de comida rápida, ella come una hamburguesa mientras que el unas papas fritas, cada uno con su respectiva gaseosa, ambos hundidos en un eterno silencio incómodo.
—¿Ya tienes novia? —pregunta Valezca para intentar romper el hielo.
—Pensé que sólo papá rompería el silencio con esa pregunta —dice Cris y echa una pequeña sonrisa.
—¿No te molesta que pregunte? —duda Valezca.
—Digamos que ya estoy acostumbrado —responde Cris—. Aún no tengo, pero hay un par de personas que tal vez podrían serlo, osea, solo una.
—Hay dos contendientes —resume Valezca y su hijo asiente—. ¿Puedo saber sus nombres?.
—Bueno... Papá no está de acuerdo con una de las opciones —contesta Cris.
—Sabes que tú padre exagera muchas cosas, solo dímelo, no te juzgaré independiente de lo que contestes —pide Valezca.
—Pues sus nombre son... Katherine y... C-Camilo —responde Cris.
—Oh... —dice Valezca luego de entender lo que su hijo quiere decir—. Bueno... ¿Por quién te inclinas más?.
—Es complicado, mamá —dice Cris algo rojo.
—A tu edad tuve problemas similares... —dice Valezca—. Por favor, independiente de a quien elijas al final... Cuídate, ¿si?.
—¡Mamá! —reclama Cris muy rojo y mira a todas partes.
—Solo digo, ya tienes quince años, estás floreciendo —intenta justificarse Valezca y Cris se calma al notar que nadie escuchó lo que dijo su madre.
—Perdón por alterarme, mamá... Es que es obviamente más fácil hablar de esto con papá —se disculpa Chris.
—No te preocupes, fue mi culpa, debí suponer que te incomodaría hablar de eso aquí —perdona Valezca y se termina su gaseosa.
—¿En qué momento! —se sorprende Cris al ni ver la comida de su madre.
—Poderes de madre —responde juguetona Valezca y su hijo se ríe—. Na, las madres acostumbran a ser más finas para comer... o al menos eso creo.
—Eres la mejor cómo eres —confiesa Cris y su madre le sonríe.
—Gracias hijo —gratifica Valezca y ve que hay gente esperando mesas—. Termina rápido para que alguien más se pueda sentar.
—Bueno —acepta Cris y se dispone a terminar sus papás fritas.
Santiago de Chile, dos horas más tarde
Diego se despide de Emma por el día y se dirige hacia otra comuna de la ciudad, dónde se encuentra en una parada de Bus con su Madre Marion, su hermana del mismo nombre y su padre Cristóbal.
—¡Hermano! —grita la pequeña Marion al ver a nuestro protagonista y corre a abrazarlo.
—No creí que me extrañarías —confiesa Diego.
—¡Y no lo hice! Solo... ¡Mamá me dijo que lo hiciera! —se excusa Marion disimulando, pero su hermano no le cree.
—¿Cómo estás, hijo? —pregunta el padre de nuestro protagonista.
—Algo cansado, ha sido una semana larga, ¿y ustedes? —responde Diego.
—Fue un viaje agotador —contesta la madre de Diego y este al ver que ella lleva un bolso en su mano izquierda a parte de su mochila y maleta, decide ayudarla con eso—. Muy bien.
Dicho esto, Diego embarca a su familia en un taxi que los llevará al lugar donde se quedarán a dormir por esos días.
Mientras tanto en Buenos Aires, Valezca y Chris pasean por la ciudad mientras esta oscurece y este último ve en una especie de centro comercial, una tienda de videojuegos a la que le encantaba ir de pequeño.
—Ve y cómprate algo —autoriza Valezca y le da dinero a su hijo, quien la mira dudoso.
—¿No vendrás? —pregunta Cris.
—Debo ir al baño y sabes que no me gustan los públicos, no tardaré —explica Valezca y su hijo asiente para luego ir a la tienda, por lo que ella caminando rápido, se dirige a A.B.C.D.
Al llegar, va a su oficina y entra a su baño privado, dónde hace todo lo que iba a hacer y sale de ahí, pero se distrae al ver el maletín que obtuvo ese día por la mañana.
—Supongo que vale la pena echar un vistazo rápido —dice Valezca para sí misma y abre el maletín.
Cris sale de la tienda con una notable preocupación mientras guarda lo que compró en la mochila, su angustia se debe a cuánto ha tardado su madre, y esta empeora al ver que hay sujetos mirándolo a lo lejos, por lo que se da la vuelta para ir a la otra salida, pero ve que ahí también hay sujetos con la mirada fija en él.
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