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V

Diego se levanta del sillón y camina por el departamento hasta llegar al balcón, el cual tiene barandas de vidrio y tubos de acero, además de piso de cerámica gris oscuro y techo blanco, dónde ve a Emma vistiendo una blusa azul, pantalón jeans y unos zapatos azules con negro, la cual se encuentra peinando su pelo.

—Buenos días —saluda Diego.

—¿Cómo dormiste? —pregunta Emma y termina de peinarse.

—¿Bien, y tú? ¿Hace cuánto te levantaste? —interroga Diego.

—Estoy lista para otro día, y respecto a tu segunda pregunta, no hace más de media hora —contesta Emma.

—¿Ya desayunaste? —pregunta Diego.

—A eso iba, ¿Te vas a duchar? Porque si es así pues te espero y desayunamos juntos

—Voy —acepta Diego y con intención de que Emma no espere mucho, activa su supervelocidad para tomar su mochila, llevarla al baño, quitarse su ropa y meterse a la ducha, pero al prenderla recuerda que si el va rápido, el agua empezará a ir lento y por tanto le tomará todavía más tiempo, así que decide bañarse cómo normalmente lo haría.

Al terminar unos siete minutos después, sale de la ducha y se viste con ropa de cambio que trajo en su mochila el día anterior.

Emma termina de preparar el desayuno y ve a Diego, quien viste una playera verde oscuro sin mangas, un short negro, y zapatillas negras con toques verdes.

—Justamente te iba a preguntar si trajiste ropa de cambio —menciona Emma al verlo.

—Bueno, mi mamá me indujo el hábito de siempre llevar ropa de cambio si voy a salir por varias horas —explica Diego y se sienta a comer viendo una sartén en la mesa con huevos revueltos, jugo y pan en una panera—. Tradicional, me gusta.

—Muchas gracias —gratifica Emma sonriente y se sienta junto a el.

—¿Tus padres no tienen problema con que invites a alguien a su departamento? —duda Diego mientras le echa huevo al pan.

—No lo saben —responde Emma mientras se sirve jugo en un vaso.

—Todavía me odian —asume Diego.

—No te odian, bueno, mi padre te aborrece un poco... Pero a mí madre le eres indiferente, eso es mejor a qué te odie —corrige Emma para luego tomar jugo.

—Que consuelo —se burla Diego y echa una risa.

—Creí que habías dicho que no te interesaba si les agradabas o no —dice Emma.

—Y no me interesa, solo quiero mantenerme al tanto —confirma Diego y come su pan con huevo.

—Si tu lo dices —le cree Emma y empieza a echarle huevos a su pan.

Simultáneamente a las afueras de Buenos Aires, Argentina

Valezca espera en una camioneta azul en un estacionamiento hasta que llega una furgoneta negra, desde la cual el un hombre baja el vidrio derecho y la mira, por lo que ella baja.

—¿Tienen lo que pedí? —comienza Valezca notablemente nerviosa y en lugar de recibir respuesta de los hombres, recibe una llamada—. ¿No te parece poco discreto hacer esto a mitad del día?.

—De todos modos jamás hay un policía por ahí —se justifica la mujer del teléfono y de la parte de atrás de la furgoneta sale un hombre vestido completamente de negro—. Las muestras de sangre que pudimos obtener y también los registros de los científicos.

El hombre abre el maletín apoyándolo en la puerta de la furgoneta y muestra que tiene lo que la mujer mencionó.

—Perfecto, gracias —gratifica Valezca e intenta tomar el maletín.

—Un momento —detiene la mujer y el hombre de la ventana de la furgoneta le apunta con un arma que no se ve nada común—. Así no funciona esto. Primero la paga, luego el maletín.

—Que precavida —dice Valezca y saca un maletín de los asientos de atrás de su camioneta, lo abre y le muestra el dinero a los hombres.

El hombre que está afuera toma el maletín del dinero y vuelve a la parte trasera de la furgoneta mientras que Valezca toma el maletín que le corresponde y lo mete dónde estaba el otro.

—Confío en que no dirás de dónde salió lo que te dimos en caso de que seas descubierta, y que cubrirás bien la ridículamente gran cantidad de dinero que pasaste de tarjeta a efectivo —explica la mujer.

—Tienes mi palabra —acepta Valezca y corta la llamada.

La furgoneta se retira y seguido de eso, Valezca se sube a su camioneta y se retira en ella.

En la furgoneta, el conductor recibe una llamada y su compañero la contesta en alta voz.

—En cuánto nadie los pueda ver, regresen a la base, acabo de recibir otra oferta de trabajo, pero conviene contratar a terceros, les explicaré mejor aquí —dice la mujer al teléfono y cuelga la llamada.

Mientras tanto en el balcón del departamento de Emma, ella y nuestro protagonista miran la ciudad.

—Nunca me has llevado a la base de la D.I.S.H —reclama Emma.

—Y jamás lo haré, la triste verdad es que cualquier persona relacionada con la D.I.S.H puede ser un blanco de alguien que esté en su contra, independiente de sí la persona pertenece o no a la división —explica Diego.

—Solo bromeaba —admite Emma y apoya su cabeza en el hombro de Diego, quien junto a ella está apoyado en la baranda del balcón—, aunque técnicamente al tener contacto contigo, que tienes contacto directo con gente que si pertenece a la D.I.S.H al cien por ciento y que de hecho una de esas personas es la propia directora de la división, ya corro peligro.

—Mentira, nadie fuera de los Revolutionaries y algunas personas cercanas a Jennifer saben que soy Faster Man, por lo tanto mis allegados no corren peligro —niega Diego.

—Te olvidas de tu primo —le recuerda Emma.

—Si Ilusionistic quisiera dañar a mis seres queridos ten por seguro que ya habría atacado —dice Diego—. ¿Te conté que lo encontré en mi última misión?.

—¿Lo atraparon! —pregunta Emma con una gran emoción en su rostro.

—No, pero no nos derrotó —responde Diego.

—¿Luchaste junto a Darya? —consulta Emma.

—¿Celos? —duda Diego.

—Claro que no, sólo quiero saber porque si es así, me alegra que no estés solo en tus misión, que alguien te cuide la espalda, además tu lo dijiste, Darya se ha convertido en una hermana para ti y en ese caso, es una cuñada para mí —contesta Emma.

—Pues si, lo enfrentamos juntos —responde Diego y Emma le sonríe—. ¿Pasa algo?.

—¿No le ves lo bueno a esto? —pregunta Emma.

—¿A qué te refieres? —pregunta Diego.

—Ahora socializas con más de una persona que cuando sólo eras Diego Solis —contesta Emma—... Hablando de esa persona, ¿hablaste con el?.

—Si, lo fui a ver de hecho y dije que lo llamaría... Eso creo ja, ja —ríe Diego y Emma lo mira.

—Llamalo ahora, tal vez puedas ir otra vez uno de estos días —sugiere Emma.

—Buena idea —aprueba Diego y toma su celular para llamar a Vicente, pero no contesta—. Debe estar ocupado.

—Pues intentarás después —dice Emma y mira a su novio, quien también la mira mientras se acercan lentamente para terminar besándose.

El beso que ya lleva cinco segundos llevándose a cabo, es interrumpido por una llamada en el celular de Emma, por lo que ella se separa y mira la pantalla.

—Son mis padres, ya vuelvo —avisa Emma y se pone de pie para caminar hacia su habitación mientras nuestro protagonista la mira sonriente.

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