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capítulo O8.

—¡Mami! ¡Mami! ¡Mira! —la vocecita se extendió por toda la estancia.

—¡Te estoy viendo, Natty, lo haces excelente! —Lisa devolvió el llamado con ambos pulgares hacia arriba, aunque en realidad muy en el fondo estaba muerta de nervios.

Rosé le estaba enseñando a su hija mayor a montar a caballo. Si bien Natty todavía era pequeña, era una buena edad para empezar a adquirir un poco de práctica. Además, su papá estaba justo detrás de ella agarrándola fuertemente de la cintura haciéndole saber que nunca le sucedería nada en su presencia. 

—Mira, bebé, debes tomar las riendas con fuerza pero sin llegar a lastimar al caballo. No jales, solo mantenlas para sentirte segura y hacerle saber que tienes el control. —instruyó la alfa.

Natty, con toda la fuerza que sus pequeñas manitos le otorgaban, tomó ambas tiras y apretó. De igual manera, Rosé la ayudó cubriendo con su propia mano. Dieron un par de vueltas a la gran estancia, acostumbrando al animal a su peso y control. Si bien las yeguas de su propiedad eran amables y tranquilas, no estaban demasiado acostumbradas a ser montadas, por lo que debían andar con un poco más de cuidado. 

La niña reía cada vez que el viento alborotaba su cabellos mientras Rosé solo pensaba en que debían cortarlo porque ya se encontraba a la altura de la espalda baja. Lisa se negaría, definitivamente, aunque ambas respetarían la decisión que Natty quisiera tomar. Si lo quería largo, así sería, y sino, también estaba bien.

De vez en cuando los talones de la cachorra rebotaban en la silla de montura, dado que todavía no llegaba a los estribos. Reía en alto cuando el animal relinchaba y ronroneaba poco después cuando su papá besaba sus mejillas.

Estaba disfrutando a pleno la experiencia.

Dieron un par de vueltas más cuando decidieron que ya era suficiente. Rosé bajó de un salto y luego estiró sus brazos para recibir allí a su bebé. Posteriormente, la dejó en el suelo riendo apenas cuando la vio corretear hacia su madre.

—¿Te divertiste con papá, cachorra? —murmuró Lisa una vez la recibió entre sus brazos.

—¡Sí! no tuve miedo, mami... Papá estaba ahí.

—Me alegra escuchar eso. Sabes que con papá siempre estaremos para ti y tu hermana.

—¿Danielle? —susurró cuando no la encontró.

—Está tomando su siesta, ¿Te gustaría acompañarla?

Natty no respondió sino que simplemente asintió con la cabeza. El viaje con su padre justo debajo del sol la había dejado agotada. Por más que el verano se estuviera yendo para dar paso al otoño, el calor aún se sentía demasiado fuerte.

Lisa se puso de pie con rapidez, su vestido ondeando por detrás y el sombrero de paja balanceándose entre sus rizos. Afianzó a Natty a su cintura y se dio la vuelta para ingresar de nuevo a la casa.

La cachorrita menor ronroneaba entre sueños en un pequeño nido que la alfa mayor había hecho para ellas justo en una de las esquinas del salón. Natty fue depositada con delicadeza a su lado y pronto ambas se abrazaron en busca del calor contrario.

—Duerman bien, mis cachorritas... —murmuró antes de marcar con su aroma a las dos pequeños y besar sus frentes.

Sintió el aroma de su alfa incluso antes de verla. Poco después, su cintura fue apresada por ambas manos y el calor le cubrió la espalda.

No perdió tiempo al darse vuelta y enganchar sus propios brazos detrás del cuello contrario. Tuvo que ponerse de puntillas, pero logró llegar a sus labios y besarla.

Rosé la apretujó aún más contra su pecho, afianzando el beso. Sus aromas se mezclaron y las feromonas bailaron entre ellas.

—Rosie... Tranquila, despacio... Las niñas duermen. —murmuró sobre sus labios.

Un gruñido retumbó en el pecho de la mayor, pero no se detuvo. En un momento bajó a la marca y lamió con fuerza, logrando que los labios de Lisa se entreabrieran y un jadeo escapara.

Estaban a punto de subir a la habitación cuando un golpecito a la pierna de Rosé las sacó de la burbuja.

Al bajar la mirada, un ceño fruncido y manitos apretadas en puño las observaba.

—¡Aléjate de mami! ¡Lastima a mami! —chilló Natty con las mejillas enrojecidas.

Rosé frunció el ceño y sin soltar la cintura de su omega se agachó. Lisa se arrodilló a su lado y fijó su mirada en ambas alfas.

—Alfa, ¿Qué sucede? —Rosé preguntó calmada.

—¡Lastima a mami!

—No grites, cachorra. Si me gritas, no comprenderé lo que quieres decir. —Rosé volvió a tomar la palabra.

Los ojitos de la bebé se llenaron de lágrimas de un momento a otro, estirando enseguida sus bracitos en torno a su madre. Sin dudarlo, Lisa la abrazó contra su pecho en un vil intento de tranquilizar la situación.

—Te hice una pregunta, Natt, ¿Podrías decirme qué sucede? —Rosé se mantuvo firme en su petición pero sin llegar a ser grosera o intimidante, simplemente seria.

—Tú... Lastimas a mami —murmuró desde los brazos de Lisa mientras se fregaba en la curvatura de su cuello— ¡No lastimes!

—Ven conmigo, cachorra. —Rosé extendió sus brazos en su dirección. En un principio Natty dudó, pero cuando su madre le susurró un par de cosas terminó cediendo.

Rosé la recibió, besó su frente un par de veces y se meció de atrás hacia adelante con suavidad.

—Natty, escúchame —conectó su mirada con los ojos tan parecidos a los de ella—, no estoy lastimando a mamá, nunca lo haría. ¿Alguna vez he lastimado a alguna de ustedes? —Natty negó—. ¿Entonces qué te hace pensar que lo estoy haciendo ahora?

—Mamá se quejaba... —Natty gimió.

—Ella no se quejaba por eso, amor, no estaba sufriendo —aclaró—, pero papá promete no volver a hacerlo con ustedes aquí, fue muy irresponsable e irrespetuoso de mi parte. Lo siento, cachorra, ¿Perdonarías a papá?

Y es que en verdad Rosé estaba arrepentida. No debería haber subido las cosas de nivel con sus cachorras en la misma habitación, mucho menos si todavía estaban en la laguna entre el sueño y la realidad.

Lo que sucedía era que su celo estaba cerca y por consecuente el de su omega también. Al estar enlazadas estas se sincronizaban, y muchas veces no podían controlar las cosas. Siempre habían procurado que en esos días las niñas estuvieran con alguno de sus familiares o amigos, siempre bien cuidadas obviamente, pero está vez la fecha se acercaba peligrosamente y se ve que los síntomas se adelantaron un tanto.

Sin embargo, no consideraba que fuera una excusa. Ella era la adulta y la alfa, sabía que sus feromonas afectaban más a Lisa, incluso más al estar cerca de sus celos. Por lo tanto, se prometió a si misma y a su hija tener control de su naturaleza en futuras ocasiones.

—Perdonada, papi —Natty besó su mejilla antes de girarse a observar a Lisa—. ¿Mami bien? ¿No duele?

—No, mi bebé, papá nunca me haría daño y a ustedes tampoco. Papá nos protege.

—¡Papá protege! —volvió a sonreír.

Y todo terminó en eso, una confusión y posterior explicación: aunque tendrían mucho más cuidado en ese tipo de actos. Incluso si sus cachorras eran pequeñas sabían que en el fondo alguno de esos recuerdos podían fijarse en sus subconscientes. Mantendrían las muestras de afecto leves para que sus hijas tuvieran en claro que el amor físico era algo bueno y necesario, pero no se excederían. Querían que entendieran las señales cariñosas de la forma adecuada.

¡Gracias por leer!

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