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capitulo O4.

Abrió sus ojos lentamente, como si en realidad no tuviera ni siquiera intención de hacerlo. Estaba durmiendo tan bien que le pareció extraño cuando se vio interrumpida.

Levantó un poco su cabeza, la cual se encontraba recostada sobre la almohada de su alfa, para posteriormente sentarse sobre las sabanas. Ahora todo tenía sentido. Rosé no estaba a su lado como solía serlo, por lo que, su omega no dudó en notar el vacío.

—Mami, duedme. —murmuró Natty entre sueños.

Frunció el ceño al ver a ambas cachorras a su lado, dado que estaban intentando que empezaran a dormir en sus propios cuartos. Seguramente Rosé las había dejado con ella antes de irse.

—Lo siento, cachorrita. —respondió en el mismo tono mientras tomaba a Danielle para mecerla entre sus brazos cuando la sintió inquietarse.

—¿Papi? —llamó la alfita.

—No lo sé, amor, pero supongo que ya no debe de tardar.

Liberó un poco del aroma de la miel, dulce y materno, para que sus hijas volvieran a caer en sueños. Ella también intentó regresar a dormir, pero le fue sumamente complicado, nada más daba vueltas y vueltas en la cama intentando encontrar una posición que no detonara tanto la falta de su alfa.

Terminó por ponerse de pie, colocar sobre sus hombros una bata afelpada junto a sus pantuflas, arropó mejor a sus cachorras y bajó.

Mientras fregaba sus ojos para disipar los últimos rastros de sueño, se dirigió a la cocina en busca de alguna infusión que calmara a su loba alterada. Odiaba cuando no tenía clara la razón de algunos hechos.

Puso el agua a hervir, a la vez que tomaba un saquito de té y lo introducía en una taza de porcelana. Afuera todavía no había ni un atisbo de luz solar, por lo que podría deducir que aún era de madrugada.

Ese día no tenían que ordeñar, por lo tanto, esa justificación a la repentina desaparición de la alfa quedaba descartada. Tampoco recordaba nada sobre las cosechas o los demás animales.

Decidió sentarse en la sala junto a su té a esperar que Rosé regresara. Muy probablemente la alfa no había llevado consigo su teléfono celular, cómo comúnmente sucedía, por lo que ni siquiera se gastó en llamarla. Sin embargo, una parte de sí se mantenía tranquila al no notar ninguna mala emoción ni sentimiento por medio del lazo, Rosé estaba tranquila y eso la tranquilizaba a ella también.

En algún momento llegó a cabecear por el sueño, pero se mantuvo firme en su espera.

Al rato, y viendo que la temperatura seguía descendiendo, tomó una manta que dejaban siempre en la cabecera del sofá y la pasó por sobre sus hombros. Se acurrucó como si de una oruga bebé se tratase mientras bebía sorbos de té e intentaba comunicarse con la alfa por medio del lazo que compartían. Por lo menos no estaba recibiendo nada negativo, cosa que la tranquilizaba un poco.

—Amor, ¿Qué haces aquí?

Se giró directamente al origen de la pregunta. Suspiró sonoramente cuando divisó a Rosé dejaba sus zapatos a un lado de la puerta junto a su gruesa chaqueta.

La alfa completó los pasos que lo separaban de la dulce omeguita, se sentó a su lado para posteriormente acurrucarla en su pecho y besar su frente.

—No estabas. —fue lo único que respondió mientras dimuntos ronroneos llenaban el espacio.

—Tuve que ir a la ciudad de urgencia por un imprevisto en la empresa.

Lisa asintió con los ojos cerrados, suspirando de goce cuando el aroma de su alfa la cubrió de pies a cabeza.

—Podría haberte acompañado. —murmuró medio en reclamo medio dormida.

—Nada de eso. Afuera hace demasiado frío. Nunca las expondría a ti y a las cachorras a algo así, y menos en la madrugada.

—Está bien, pero por favor la próxima vez por lo menos avísame a dónde vas, tenías a mi loba preocupada.

—Lo siento, amor —besó varias veces entre su cabello despeinado—, prometo hacerlo, y hablando de las cachorras, ¿Dónde están?

—En nuestra cama, durmiendo.

—Vamos con ellas entonces.

Y sin previo aviso, se pusó de pie con Lisa en brazos y las trasladó al dormitorio principal. Allí, se acurrucaron en la cama, sintiendo como automáticamente sus hijas buscaban su calor. Rosé recibió a Natty de un lado, a Lisa del otro y a Danielle en el centro de su pecho.

Así durmiendo todo el resto de la noche y parte del día.

A la mañana siguiente, pequeños murmullos despertaron a la omega. Nunca solía dormir hasta tarde, demasiado acostumbrada a levantarse por la demanda de alimento de Danielle o algo relacionado con los animales de la granja, pero al haberse desvelado en la madrugada, su cuerpo continuó durmiendo más de lo previsto.

Volvió a colocarse la misma bata y las mismas pantuflas antes de abandonar la habitación y dejarse guiar por las risitas y susurros.

—Cachorra, no hables tan alto, despertarás a mamá. —reprimió Rosé sacándole una sonrisa.

—¡Perdón, papi!

Cuando asomó su cabeza lentamente por la abertura que conectaba la cocina con el salón, allí las vio, sus dos cachorritas sentadas en la encimera, Danielle en su sillita especial y Natty simplemente sobre el mármol, mientras Rosé preparaba lo que parecían ser sus famosos waffles.

La alfita menor tomaba pedacitos de frutas de un tazón y los llevaba a su boca disimuladamente. Rosé ni siquiera lo notaba, demasiado concentrada en que la comida no se quemara.

Pareció ser que sus cachorritas sintieron su aroma porque enseguida chillaron emocionadas para luego girarse en torno a ella.

—¡Mami está despierta! —Natty anunció muy alegre antes de intentar bajar por su propia cuenta del alto mueble.

—Nada de eso, cachorra, sabes que no puedes bajar sola. Podrías lastimarte. —Rosé fue más rápido al colocar una mano delante del pecho de la pequeña para evitarlo.

Siento, papi. —Natty frunció la nariz pero de igual maner volvió a intentarlo.

La alfa mayor quitó sus ojos de la estufa y los posó sobre la niña. Frunció el ceño y chasqueó la lengua, empezando a disgustarle el que Natty la desobedeciera. Lisa tomó el cambio de aroma de su alfa como pie de intervención.

—Cachorrita, ya oíste a papá, no puedes bajar por tu cuenta, podrías lastimarte. —Lisa se acercó a las tres, tomó a Natty en un lado de su cadera y a Danielle en el otro.

Rosé se relajó notablemente cuando la menor colocó un beso en su mejilla y la miel cubrió de pies a cabeza a toda la familia.

—Pídele perdón a papá por desobedecer, ella siempre quiere que todas nosotras estemos bien.

Siento mucho, papi. —murmuró Natty un tanto cohibida.

—Está bien, cachorra.

El resto del desayuno pasó en relativa calma. Los Waffles de la Australiana estaban deliciosos, junto con el té, café y fruta picada. Lisa se saboreaba las comisuras de los labios al igual que sus hijas, teniendo una escena que definitivamente fue inmortalizada en una fotografía.

Luego de eso, alfa y omega bañaron a las cachorras y a ellas mismas por separado. La realidad era que no tenían planes para ese día más que relajarse, por lo que, se introdujeron las cuatro en el nido y se apretaron unas con otras.

Danielle no tardó en gatear hasta el pecho de su papá y apoyar su cabecita ahí. Últimamente la cachorrita menor estaba mucho más apegada a su madre alfa, pero no era nada de que preocuparse, más bien el médico les había dicho que probablemente se trata de que presentaría como omega.

Rosé estaba encantada con la idea.

Decidieron ver una de las películas favoritas de Natty, Toy Story 2.

Las carcajadas de las niñas eran como bálsamo para los oídos y sentidos de las mayores, quienes no tardaron en compartir besos esporádicos y caricias perdidas. Liberaron sus feromonas protectoras, sintiendo a sus hijas acurrucarse cada vez más en ellas.

Lisa sonrió en grande, esperaba que esas tardes de películas y cariño nunca acabaran.

¡Gracias por leer!

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