capitulo O3.
—¡Papi, papi, papi! —Natty entró corriendo al despacho de la alfa con expresión afligida, incluso podían apreciarse atisbo de lágrimas.
Rosé no dudó en abrir sus brazos y recibir a la pequeña cachorrita entre ellos. La sintió afianzarse a su cuello y rodar la carita en un vil intento de llenarse del aroma protector.
—¿Qué sucede, cachorra? —inquirió con su loba alterada por no entender el porque de la situación.
—Mami... Elmira... Papi. —Natty apenas podía formular palabras entre tantos sollozos.
La alfa frunció aún más el ceño, preocupándose todavía más cuando Lisa fue nombrada. Se puso de pie, con Natty entre sus brazos y se encaminó fuera de la habitación.
Recorrió parte de la casa, sin encontrar rastros de su omega o cachorrita menor. Entrando ya en una especie de pánico, apresuró el paso fuera de la casa.
Cerca del corral de las gallinas, Lisa se encontraba arrodillada a un lado. Danielle, a su lado, movía los bracitos en el aire, ajena a toda la situación.
Cuando Natty notó que su padre se acercaba a ese sector, escondió de nuevo su rostro en la curvatura de su cuello y tembló entre sollozos.
Rosé sintió el aroma de tristeza de su omega esparciéndose por todo el espacio, pero al encontrarse de espaldas a ella, no pudo apreciar con precisión que sucedía. Por lo que, estiró una de sus manos y tocó la espalda encorvada de la menor.
—Alfa... —gimoteó Lisa con lagrimitias diminutas.
Al girarse, las manos de la omega estaban cubiertas con sangre, pero antes de siquiera poder reaccionar, Lisa ya estaba cargando a Danielle para posteriormente apretarse contra su pecho, en el lado contrario de dónde se encontraba su hija.
—Lisa, cariño, ¿Por qué tienes sangre? —Rosé preguntó alarmada mientras olfateaba entre los rizos de su pareja en busca de alguna herida, sin embargo, nada encontró.
—Pasó algo terrible, Rosie. —murmuró la omega, a la vez que buscaba consuelo en su aroma, muy parecida a como su hija había hecho minutos atrás.
Para ese punto, parecía ser que Danielle notó el conjunto de feromonas y aromas apesadumbrados porque de la nada empezó a hacer pucheritos y luego desató en llanto. Ahora, Rosé tenía tres personas en su pecho, llorando entre sus brazos y una alfa desesperada en su pecho que gruñía y arañaba buscando calmarlas.
Desesperada, se dejó caer al suelo con cuidado, para posteriormente dejar sobre su regazo a sus dos hijas y omega. Luego, las cubrió con potentes feromonas, incluso ella llego a sentirse un tanto adormilada, y lamió las lágrimas una por una.
Una vez más calmada, Lisa levantó los ojitos rojos por el llanto y dijo:
—Elmira murió.
Rosé siguió con la mirada el lugar donde apuntaba su omega. Allí, encontró a la gallina recostada en el césped, probablemente colocada en esa posición por Lisa, parte de su plumaje faltaba y el resto estaba cubierto del liquido viscoso rojo. No había posibilidad de confundirla, la pequeña manchita negra en su patita izquierda lo dejaba fuera de dudas.
—¿Cómo sucedió eso? —murmuró a cambio.
Para muchos podría tratarse de una simple gallina, un animal que sirve para simplemente producir y sacarle ganancias, pero para ellas era parte de la familia, todos sus animales lo eran. Para Natty era prácticamente su mascota, la alimentaba, cuidaba y limpiaba su gallinero todo el tiempo, por lo que ahora comprendía el estado en el que fue a buscarla.
—No lo sé... Vine con las cachorras a alimentarlas como de costumbre y la encontré así, varias más también están muertas. Alfa, no sé que sucedió... Juro que no lo sé.
Lisa estaba empezando a hiperventilar otra vez y a emanar feromonas afligidas. Rosé la volvió a apretar contra su pecho y marcó con su aroma mientras besaba las tres cabezas. Para ese momento, Natty y Danielle habían caído dormidas, producto de tantas emociones fuertes y feromonas.
—Amor, las llevaré al nido y vendré a revisar que sucedió. No puede ser que hayan aparecido en este estado porque sí —Lisa iba a replica, pero fue interrumpida por los labios de la rubia—, nada de esto fue tu culpa omega, por desgracia se trata de la ley de la vida... Vamos, arriba.
Se puso de pie con sus dos hijas en brazos y Lisa a un lado. Las cuatros regresaron a la casa, en donde la alfa las dejó bien arropadas en el nido, liberó su aroma una última vez y cuando las vio dormidas y tranquilas, regresó sobre sus pasos.
La verdad era que ninguna justificación posible se le venía a la cabeza, nada por el estilo había sucedido antes.
Se acuclilló a un lado de Elmira y con ambas manos tomó al animal. Revisándola, notó como una marca de un par de colmillo aparecían clavados en parte del torso. Aquí anda algo raro, pensó mientras volvía a depositar el cuerpo en el suelo.
Decidió recorrer el perímetro de la granja para asegurar que lo que sea que estuviera molestando ya no estuviera o, por el contrario, se fuera.
Tomó una pinza Herpetologica, que guardaba en el cobertizo de herramientas para alguna emergencia, y emprendió camino. Sus sentidos alfa estaban más agudizados que nunca, intentando captar cualquier sonido o movimiento fuera de lugar. Así se mantuvo por un largo tiempo y cuando estaba a punto de darse por vencida, vio algo arrastrándose a lo lejos.
Sin perder tiempo, corrió en esa dirección, abrió la pinza y la cerró a la misma velocidad sobre el cuello del animal. Una serpiente de aproximadamente un metro luchaba contra el agarre, mostrando sus dientes y sacudiéndose. Ahí estaba la responsable de la muerte de Elmira.
Volvió al centro de la granja, y del cobertizo extrajo un machete. No quería hacerlo, pero no tenía opción. Era demasiado tarde como para llamar a alguien que se encargara de ella y ese tipo de alimañas eran muy peligrosas en el sector. Hoy había matado a tres gallinas, mañana podría morder la pierna de alguna de sus cachorras, dado que solían vagar por esa zona.
De un limpio movimiento, cortó la cabeza del reptil. Hizo una mueca de disgusto mientras limpiaba el sudor de su frente, repitiéndose mentalmente que lo había hecho para proteger a su familia. Por supuesto que no le comentaría ningún detalle a Lisa, la omega sería capaz de llegar a caer.
Enterró lejos de la casa principal el cuerpo de los cuatro animales. Una vez finalizado, el atardecer ya estaba cayendo, dándole a entender la cantidad de tiempo que le había llevado resolver el problema.
El lazo con su omega ya tiraba, generándole una especie de incomodidad y malestar. Probablemente Lisa estaría preocupada.
Cuando entró a la casa, el olor de la cena la golpeó de lleno. Inhaló la delicia que Lisa estaba preparando, y sus pasos la llevaron a la cocina.
—¡Alfa! —Lisa suspiró aliviada cuando notó su presencia. Dejó la cuchara de madera a un lado del recipiente que reposaba en el fuego y fue a su encuentro.
—Hola, amor.
—¿Estás bien? ¿Encontraste la razón de la muerte de Elmira?
—Sí, ya no hay nada de que preocuparse. —besó sus labios castamente y luego su marca.
—Gracias, alfa. Lamento el estado en el que me puse.
—Nada de eso, tienes un corazón enorme así que no puedes evitarlo y sabes que amo eso de ti.
Lisa rio sonrojado por el cumplido antes de estirarse por otro besito. Unos pasitos las interrumpió.
Natty venía cargando a Danielle a duras penas, por lo que rápidamente la alfa fue a su rescate.
La cachorra mayor aún lucía decaída por lo acontecido, así que simplemente se sentó en su silla especial y esperó a la cena.
Ellas sabían que debían hablar con su bebé, por lo que cuando todo estaba en la mesa, se dispusieron a eso.
—Natt, bebé, tenemos que hablar de lo que le ocurrió a Elmira —Lisa empezó con suavidad, captando enseguida la atención de la alfita—, todos los seres vivos en algún momento moriremos, es parte de la vida.
—¿Qué significa modid, mami? —ladeó la cabeza confundida.
—Bueno... Cuando alguien muere significa el corazón no hace más pum pum, no respira, no se mueve ni siente más dolor.
—¿Es como dormir?
—No, mi amor, Elmira no despertará porque no está dormidita. No es lo mismo.
—¿Por qué pasa eso? —Natty no parecía triste ni molesta, más bien, interesada en el tema.
—Todos tenemos un ciclo —tomó esta vez la palabra Rosé—, ¿Viste como las flores de mami? Primero son una semillita chiquita, luego un tallito, una flor grande grande y por último se ponen marroncitas y mami las entierra.
—¡Sí, papi!
—Bueno, lo mismo pasa con las personas y los animales, porque todos estamos vivos. Algunos se ponen marroncitos antes y otros después.
La verdad era que estaban haciendo un gran esfuerzo para que su hija entendiera lo mejor posible. Consideraban tener esta charla un par de años después, pero se adelantó. Por lo que, conscientes de que en algún momento tendrían que repetirla, se decantaron por hacerlo ahora de una forma más simplificada. No querían que Natty se quedara con la incógnita del porque del estado de Elmira.
—¿Eso significa que Elmira está entre-enterrada y no la voy a ver más? —murmuró la niña mientras jugaba con sus deditos.
—Así es, amor, Elmira no jugará más contigo. Es parte de la vida, y sabemos que duele y puede que estés triste o enojada, pero debemos aceptarlo y seguir adelante.
Lisa tomó la mano de su alfa por sobre la mesa, necesitando el contacto y la contención.
Rosé entrelazó sus dedos, dejando pequeñas caricias esporádicas con su pulgar.
—Bueno, mami. ¡Voy a extrañar mucho a Elmira!
—Lo sabemos, amor.
—Fue una buena gallina...
—Lo fue.
Dieron por concluido el tema. Cenaron en familia, se ducharon y continuaron con sus tareas previas al sueño.
Natty nunca olvidaría a su primera mascota, pero por lo menos los bonitos recuerdos, cómo decía su mami, nunca dejarían la pequeña cabecita.
¡Gracias por leer!
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