capítulo 19.
¡Era año nuevo!
Natty corría emocionada por toda la casa con su hermana siguiéndolo de cerca mientras escapaban de una frustrada Rosé. La alfa mayor tenía encomendada la tarea de bañar a las pequeñas y prepararlas para recibir el año nuevo con sus blancos atuendos inmaculados.
La familia entera tendría una cena de despedida de año, simplemente ellas, para comodidad de todas.
Lisa se había pasado la mañana y parte de la tarde limpiando y purificando la casa debido a que consideraba que el año nuevo era para llevarse lo innecesario, ayudar al otro y atraer energías positivas; por lo tanto, separó varias bolsas de ropa de las niñas y propia para donar a la caridad. También Natty había seleccionado, por propio incentivo, un par de juguetes que ni ella ni su hermana utilizaban y que estaba segura que le alegraría el nuevo año a muchos cachorritos.
Había terminado agotada y todavía faltaba acabar de hornear un pastel para el postre. Ambas adultas habían finalizado la cena un par de horas antes, por lo que eso no era una preocupación que sumara al ajetreo.
—¡Mami, mami! —gritó Danielle antes de aferrarse a su pierna. La omega comenzaba a perder la paciencia, pero de igual manera suspiró en alto y le dedicó una sonrisa.
—¿Qué hacen aquí? Deberían estar en el cuarto de baño con papá.
—No nos queremos bañar, mami. —acotó la mayor.
—Alfita, deben bañarse —intentó consolar—, no querrán recibir el año nuevo oliendo como cochinitos.
—Amor, lo siento tanto —Rosé entró en escena jadeante—, cachorras, al baño ahora.
Y las pequeñas se ve que pudieron notar que la oración carecía de toda broma porque enseguida se separaron de la omega para desaparecer por el pasillo.
—Estas agotada, omega, ¿Por qué no vas a tomar un baño y descansar un poco? Solo somos nosotras.
—No es por eso, alfa, sé que cenaremos las cuatro solas como todas las noches, pero de verdad quiero que sea algo lindo.
—Y lo será —la mayor se acercó con tranquilidad y besó sus labios un par de veces mientras la cubría con su aroma para apaciguarle—, ya está casi todo listo, me encargaré de las niñas y luego vendré a sacar el pastel del horno.
Y Lisa aceptó porque su cansancio era tal que terminaría descargándose sobre quienes menos se lo merecían.
Cómo le había dicho su alfa, tomó un baño de burbujas, preparó su atuendo para que no se arrugara y luego se acobijó hasta caer en sueños.
Un par de horas después despertó renovada, se cambió, peinó y maquilló sutilmente. Oía la risas y voces de su familia en la planta baja, Rosé murmuraba algo que no lograba descifrar y las cachorras reían a carcajadas.
—¡Que bonito!
La mesa del salón estaba cubierta de un mantel balcón con olanes en las orillas. La mejor de sus vajillas estaba colocada con suma delicadeza y estrategia en los cuatro lugares y los cubiertos de plata generaban un lindo contraste. En el centro brillaban unas velas incrustadas en el mismo material.
—¡Hicimos esto para nuevo año, mami! —Natty le sonrió desde abajo mientras su camisita a líneas se alzaba sobre su ombligo al estirar los brazos en su dirección.
Lisa la recibió entre sus brazos con cariño y besó sus mejillas repetidamente hasta que las risitas resonaron en sus oídos.
—Esto es muy lindo, mi amor, gracias.
—Papi dijo que teníamos que dejar descansar y nosotras no fuimos.
Le sonrió con ternura contenida, sus hijas eran tan amables y cariñosas que cada día estaba más orgullosa del enorme esfuerzo que llevaban adelante junto con su alfa y que día con día dejaba ver increíbles resultados.
—Hola, mi amor, ¿Tuviste un buen descanso? —la alfa mayor ingresó al salón con las manos enguantadas y lo que parecía ser lasaña entre ellas. Estaban tan guapa, con una camisa y pantalón a juego oscuro y su cabello cayéndole con gracia sobre sus hombros.
—Así es, mi alfa. Gracias por encargarte de todo.
—No hay nada que agradecer. Natty, ¿Quisieras ir a ayudar a tu hermana en la cocina? traigan con cuidado las servilletas y la canasta de pan.
—¡Sí, papi! —y la alfita fue depositada en el suelo luego de besar un par de veces la mejilla de su madre.
Lisa avanzó los pasos que la separaban físicamente de su alfa y luego de que la lasaña fue depositada sobre un individual en la mesa, se fundió entre sus brazos. Amaba tanto a esa mujer que su loba no podría seguir adelante si algo llegaba a sucederle y es que el destino siempre había tenido un plan para ellas, solo era cuestión de esperar.
Se mantuvieron en la misma posición por unos segundos, simplemente dejándose llevar por el aroma y la compañía de la otra, pero, como era de esperarse, gritos y llantos de cachorras las hizo retroceder. Buscó con la mirada a sus hijas y las encontró en el arco que conectaba ambas habitaciones peleando por quien sería la que llevaría las servilletas a la mesa.
—Okey, niñas, ambas pueden ayudar —intervino—. Natty, puede cargar la sesta y Danielle las servilletas.
Pasaron su noche deleitándose con la mezcla de sabores de las diferentes comidas, las cachorras ensuciaron un poco a su alrededor, aunque pusieron en práctica lo que sus padres les habían enseñado y limpiaron lo mejor que pudieron. La cena había estado deliciosa y el pastel un poquito quemado por el descuido de la mayor. Lisa solo le sonrió por, por lo menos, haberlo intentado ocultarlo con una capa de chocolate y chispitas de chocolate.
Esa noche Lisa brindó por haber seguido sus instintos y dejándose llevar por la encantadora jefa de ojos cerúleos, por haberle permitido a su loba amar una vez más y por dejar atrás la ajetreada ciudad que la consumía día con día. No sabe que habría sido de ella si se hubiese negado a seguir a la alfa a las profundidades campestres.
Brindó, a su vez, por sus dos más grandes tesoros, aquellas niñas que con el pasar de los días dejaban de ser cachorras para convertirse en jóvenes hambrientas de aventuras y experiencias. No se permitía a si misma torturarse con el día en el que tendría que dejarlas ir, pero si las acompañaba de la manito en cada paso.
Elevó su copa por años de abundancia y prosperidad, por su huerto y los animales de la granja; por haber amado, y más que nada, por la unión de sus almas.
Lisa era feliz, amaba y recibía tanto amor a cambio que nunca en la vida imaginó que sería digna. Por un nuevo año lleno de emociones y páginas por rellenar. Por un año acompañado.
FIN.
¡Gracias por leer!
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