capítulo 18.
—Natt, ¿Le diste de cenar a Leo? —inquirió desde su lugar.
—¡Sí, mami! Una tacita.
—Eso es, buena cachorra.
Rosé sonrió de lado cuando sintió un leve tirón a su pantalón. Quitando la mirada de la olla que tenía al fuego, dio con dos ojitos juguetones y muchos ricitos.
—Hola a mi otra cachorrita bebé, ¿Escapaste de mami, Dani?
—¡Sí! —la niña rio sonoramente mientras apresaba la pierna de su padre entre sus pequeños bracitos.
La alfa la mantuvo lo más lejos posible de la cocina caliente, aunque la niña se aferrara a ella y gimoteara cada vez que la movía unos centímetros. No pasó mucho tiempo cuando una frenética omega hizo acto de presencia. Su aroma, normalmente amielado y dulzón, se encontraba opacado por el nerviosísimo y la ansiedad pero todo pareció relajarse cuando divisó a sus bebés junto a su padre.
—¡Danielle, ahí estás! —corrió a tomarla entre sus brazos para posteriormente marcarla con su aroma un par de veces—. ¿Qué hemos dicho de huir de mamá de esa forma? Por favor no vuelvas a hacerlo.
—Siento, má.
—Está bien, bebé —besó tiernamente su nariz antes de dirigir sus ojos a la alfa que observaba todo con una diminuta mueca divertida—, fui un segundo al baño mientras dejaba a esta traviesa cachorrita esperando por un cambio y cuando regresé se había esfumado.
—Eso creí, amor —Rosé rio—, lo bueno es que aprendimos la lección con Natty y ahora cerramos todas las puertas y ventanas con sus seguros.
—Hablando de eso, ¿Dónde está mi cachorra mayor?
—Hace unos minutos estaba alimentando a Leo, así que supongo que se entretuvo con eso. El almuerzo casi está listo. —aclaró en voz alta para que el resto de las integrantes oyera.
La verdad era que a la alfa no se le daba de maravilla eso de cocinar, pero por lo menos lo intentaba. Había un par de platillos seleccionados que le quedaban deliciosos, por lo que de vez en cuando su omega le cedía el control de su amado espacio y le permitía encargarse de alguna de las comidas. Ese día había decidido prepara lasaña, receta especial de su madre.
En la tarde debía ir a la empresa a cerrar balances de fin de año y dejar todo finiquitado para la próxima temporada, por lo que decidieron que sería bueno llevar a las niñas para que paseen por la ciudad y conozcan un poco más. Sumado a esto, las decoraciones navideñas empezaban a desempolvarse y colocarse a lo largo de Seúl y las diferentes viviendas y ellas tenían muy en claro lo amante que Natty era de las lucecitas.
Además, aprovecharían a comprar nueva decoración para su propia casa, debido a que Lisa argumentaba que la anterior ya se encontraba obsoleta y no tenía ese brillo que la navidad se merecía.
Rosé no era una neta fan de la festividad, y todo se debía a que sus padres nunca estaban en casa para esas fechas, ni siquiera decoraban, por lo que el espíritu navideño, como solía denominarlo su omega, no se había desarrollado en su interior. Se prometió con el primer nacimiento de sus hijas que iba a intentar dar lo mejor de si para que las menores si lograran atesorar buenos recuerdos y para nada fue difícil con la pareja tan apasionada con la que contaba.
Almorzaron entre charlas divertidas protagonizadas por sus cachorras. Natty estaba tan emocionada por ir a la ciudad que lo dejaba notar a través de las olas aromáticas que difícilmente pretendía controlar.
—¡Ayudo a papá! —la alfita chilló mientras se ponía de pie de golpe y tomaba dos vasos con cada una de las manos, depositándolos dentro del fregadero y repitiendo la acción con el resto de la vajilla utilizada.
Entre las cuatro terminaron con todo y rápidamente se dispusieron a prepararse para el viaje. Tenían dos horas de recorrido en coche, siendo algo tedioso para las pequeñas aunque seguramente terminarían durmiendo. De igual manera, Lisa había previsto la situación y ya tenía una mochilita de Miracoulus repleta de libros para colorear, crayones y algún que otro peluche.
Se envolvieron en cálidos abrigos de lana y pantaloncitos que las hacían lucir más tiernas que de costumbre. Rosé optó por un traje de tres piezas y zapatos brillantes. Muy pocas veces se vestía de esa manera pero el día lo ameritaba debido a la reunión de inversionistas anual. Lisa no se quedó atrás, con un lindo cuello tortuga tejido a mano, pantalones claritos de vestir y un sobretodo largo a juego.
—Estamos listas, alfa. —informó con una dulce sonrisita mientras sostenía una mano de cada niña.
—Están hermosas, mis amores. —Rosé se inclinó a besar cada mejilla y posteriormente los labios de su pareja siendo correspondido por un casi imperceptible ronroneo.
Como habían previsto, Natty y Danielle cayeron dormidas apenas tocaron sus asientos, dejando a la pareja sumida en una burbuja de tranquilidad y amor. De vez en cuando liberaban feromonas para que el ambiente se mantuviera tranquilo y para que esa atmosfera de protección perdurara. Besitos esporádicos eran depositados en la afilada mandíbula de la alfa, devolviendo a cambio diminutos gruñidos juguetones.
Cuando menos lo esperaron un imponente edificio de más de treinta plantas se alzó delante de ellas. Intentaron que Natty y Danielle despertaran para que pudieran deleitarse con la entrada de Seúl decorada y con todo el movimiento al que no estaban acostumbradas, pero las niñas parecían aferrarse a los sueños.
Sin alternativa, descendieron del vehículo y cada una tomó a una de las cachorras, yendo Natty con Rosé y Dani con Lisa. Dos guardias les abrieron las puertas y pronto se vieron envueltas en el bullicio constante. Gracias a una de las políticas más importantes de la empresa, ningún aroma podía sentirse más que el leve aromatizante que utilizaban en el sector de limpieza. No se les exigía a los empleados que consumiera supresores, debido a que cada uno era libre de vivir su sexualidad como mejor le pareciera, pero sí eran requeridos los spray inhibidores, aquellos que se rociaban como fragancias en sus glándulas aromáticas y que evitaban la segregación durante las horas de trabajo. No eran para nada perjudiciales en cuanto a salud se trataba y ayudaban a que el ambiente laboral se mantuviera pacífico.
Empleados les sonreían al divisarlas, algunos otros las miraban con muecas inconformes y otros tantos soltaban sonidos enternecidos ante las pequeñas criaturas en sus brazos.
Lisa suspiró en alto cuando logró llegar a la oficina de su alfa. Dejó a Danielle en el sofá de dos plazas para posteriormente estirar sus brazos y espalda. Tal vez debía volver al yoga, pensó cuando un particular pinchazo la invadió.
—¿Todo bien, amor? —inquirió la rubia desde el otro extremo, ya sentada detrás de su escritorio y con la alfa menor sobre su regazo completamente dormida.
—Si, alfa, solo me duele un poco la espalda.
Rosé le indicó que se acercara con un pequeño ademán a lo que ella siguió. Cuando llegó a su lado, besó la cabecita de su hija y pronto una de las manos de su alfa estaba masajeando y brindando calor en la parte baja de su espalda. Tuvo que sostenerse del escritorio de caoba cuando un gemido de puro placer se le escapó de entre los labios. Sus mejillas se enrojecieron cuando pecaminosos recuerdos la atacaron, sintiendo su alma y cuerpo calentarse desde lo más profundo de su ser.
Se separó de golpe cuando una juguetona nalgada la trajo de nuevo a la realidad.
—Alfa tonta... —murmuró antes de cargar a Natty contra su propio pecho.
—¿Tu espalda está mejor? —quería borrarle esa sonrisita socarrona.
Atinó a encogerse de hombros para después besar delicadamente sus labios y encaminarse al sofá. Depositó a ambas niñas juntas y se entretuvo con observar a su alfa trabajar tan imponente.
Casi al acabar la tarde, Rosé había por fin terminado con todas sus reuniones y trabajos pendientes. Las cachorras habían despertado hace tiempo, corriendo emocionadas hasta uno de los ventanales, el cual les permitía tener visión completa de la ciudad.
—¿Papi podemos tener chocolate caliente? —preguntó Natty con una sonrisita pequeña.
—¡Dulce! —apoyó su hermana.
—Claro que sí, cachorras, solo déjenme terminar aquí y podremos ir las cuatro.
Cumpliendo su promesa, guardó todo minuciosamente y dio por fin por terminado el día.
Las calles estaban atiborradas de personas, tal como solía ser característico de tan concurrida ciudad. Hacía tanto frío que incluso llegaba a colorear las mejillas y puntas de las narices. Frenaron en uno de los tantos restaurantes que había por la gran avenida y tomaron rápidamente un mesa.
Natty apenas y podía tomar entre sus manitos el vaso con chocolate caliente debido a que su madre la había envuelto en capas y capas de abrigo. La bebida de Danielle fue colocada en un vasito entrenador que tenían en la mochilita y la de las adultas en dos tazas. Acompañaron todo con pretzel y churros.
Rosé amaba tanto ver a su familia tan feliz y emocionada. Permitió que su loba se alimentara y regocijara con las risas y besitos de todos hasta que se viera satisfecha, aunque sospechaba que nunca lo estaría.
Recorrieron un poco más y compraron la tan anhelada decoración navideña que Lisa quería y cuando sus pies se sentían cansados y los ojitos de las menores se entrecerraban decidieron que era hora de regresar a la granja.
Como cada noche la alfa recorrió los alrededores para cerciorarse de que todos los animales estaban en sus corrales y apagó todas las luces de la casa. Su familia la esperaba en el nido de la omega y le fue imposible negarse. Había sido otro increíble día en familia.
penúltimo antes de que acabe esta bomnita historia, uwu
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro