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ᴬⁿᵈʳᵒᵐᵉᵈᵃ ᵀʰᵉᵒᵈᵒʳᵒᵘ
Capítulo 2:
El novato destroza un baño.
Salí de la enfermería tras Perseo.
—Oye Ricitos de Oro —dije tratando de parar a Perseo.
El chico se detuvo y me miró.
—¿Qué quieres? —preguntó algo seco. Empezó a caminar en busca de su padre.
—Antes que nada, no encontrarás aquí a tu padre —dije. El chico me miró de reojo pero siguió caminando.
—¿Y por qué no? —preguntó algo molesto.
Tragué saliva antes de hablar.
—Verás idiota, aquí solo hay un dios, Dionisio. Si él es tu padre, enhorabuena, pero todo el mundo sabe que no es así. Y segundo, si fuese tan fácil no habría grupo de gente sin reclamar —hablé borde. Me molestó su comentario.
Me miró. Parecía que iba a hablar pero me fui. No tenía ganas de oír nada.
Lo duro que es ser la mejor semidiosa que existe a tus once años y que aún así mi madre no quiera reconocerme, duele. Me quité el anillo y me puse a jugar con el.
Caminé hasta llegar a mi cabaña. Me tumbé en la cama y suspiré. Poco a poco fui cerrando los ojos hasta caer dormida.
“Al abrirlos sólo veía oscuridad. Apreté mis puños lista para combatir. Caminé en silencio tratando de observar a mi alrededor. Oí un ruido a mi espalda y me giré.
—Buenas tardes, Andrómeda Theodorou —habló una voz dulce. Me fijé que había unos ojos color dorados flotando en el aire. Me miraban fijamente.
—¿Qué quieres? —pregunté bruscamente.
Toqué el anillo y apareció Pax. Miré alrededor al oír más ruidos. Fijé mi vista en los ojos flotantes.
—Ayudarte —respondió la voz. Miré fijamente y negué. No podía ayudarme, ni siquiera sabía que quería —. Sé que quieres ser conocida por tu madre y yo puedo ayudarte.
Los ojos se movieron hasta que apareció un hombre. Tenía la piel bronceada, sus ojos dorados combinaban con la ropa y su pelo rubio brillante. Vi que tenía en la espalda un arco y que llevaba una corona como los dioses.
—¿Apolo? —pregunté al verle.
El dios asintió con la cabeza. Se acercó y se arrodilló frente a mí. Nerviosa, guardé mi espada.
—Hablaré con ella y te diré su razón. Y si aún así quieres ser reclamada, lo serás.
Me dedicó una sonrisa antes de desaparecer.”
Al abrir los ojos me encontré en mi cabaña, bueno, en la del bisabuelo Zeus. Suspiré y me incorporé. Pronto sería la partida de atrapa la bandera y volveríamos a ganar.
Salí de mi cabaña y pude ver a Quirón junto a Perseo. ¿Por qué no? Pensé antes de acercarme.
—Doce cabañas para doce dioses del Olimpo —le pude oír explicar.
Miré a mi alrededor. Eran hermosas las cabañas pero no me parecía justo que no todos los dioses pudieran poseer su propia cabaña y que Hermes acogiera hasta los hijos de los dioses menores. Si mi madre fuese una de ellas, realmente no me importaría no ser reclamada, al final sería lo mismo.
—Cada una aloja a los hijos que ese dios ha reclamado —terminó de explicar Quirón.
—Genial —habló Perseo —. ¿En cuál estoy?
Me acerqué para intervenir.
—¿Al final encontraste a tu padre? —pregunté con un poquito de brusquedad.
Quirón me miró. Él me conocía mejor que nadie y sabía lo que hacía (incluso mejor que yo).
—No — me respondió de manera borde. Entonces tras mirarme miró a Quirón esperando una respuesta.
—A tí no te han reclamado Percy —oir esas palabras siempre me duele.
Era mi realidad. Una hija olvidada pero la favorita del Olimpo, ¿tiene mucho sentido?, porque yo no lo veo.
—¿Y cuándo me van a reclamar? —preguntó.
Miré a Perseo con pena. Era yo quién se hacía esa pregunta día tras día. ¿Le importo a mi madre? Aguanté las ganas de llorar, yo no lloro.
—Los dioses revelan sus designios a su debido tiempo, no antes —explicó Quirón.
—Vamos, tu padre te podría reclamar ahora, la semana que viene, el año que viene, tras una partida de atrapa la bandera o... —empecé a hablar. Poco a poco me fui callando ya que la voz se me estaba quebrando.
—Nunca... —susurró Perseo mientras me miraba. Le dediqué una pequeña sonrisa —. Ni siquiera ahora quiere saber nada de mí —esas palabras se las había dicho ya con anterioridad a Quirón. No solo una vez, sino miles...
Quirón me miró y me acarició levemente la espalda. Su mirada se posó en mí antes de volver a mirar a Perseo.
—No sé que hago aquí, aquí no hay sitio para mí... —su voz se iba quebrando. Se sentía como yo y únicamente era su primer día... lo que le esperaba...
—Sí hay un sitio para tí —habló Quirón. Miró a la cabaña número once y la señaló mientras decía —. Aquí.
Perseo se volteó para mirarla. Los tres empezamos a movernos para poder entrar en la cabaña. Algunos semidioses me saludaron mientras avanzamos.
—Hermes —explicó Quirón —, dios de los viajeros. Su cabaña alberga tanto a sus hijos como a los no reclamados.
Entramos en la cabaña. Estaba repleta de semidioses, aunque aún habían algunos fuera.
Nos paramos y Quirón trató de llamar la atención de los campistas.
—Escuchad —pidió.
Perseo le miró y trató de detenerle.
—Espere un momento... —pidió en vano.
—Siempre igual —susurré. Miré a los campistas y reconocí a algunos de los que había.
—Escuchad —dijo más fuerte esta vez —. A ver —aplaudió para llamar la atención —. Atención todos, por favor. Este es Percy Jackson —dijo mirándolo —. Asistidlo en todo lo que necesite.
Perseo miró alrededor. Todos los demás habían vuelto a lo suyo. Miré a Perseo y decidí despedirme. Aunque llegó Luke a hablar conmigo mientras Perseo buscaba un rincón.
—Adiós rubito —traté de hacerme oír. Él me miró y se despidió con la mano —. ¿Qué quieres, Castellan? —pregunté al verle a mi lado.
—Aún puedes cambiar de bando y venirte a nosotros —dijo.
Yo me reí y negué con la cabeza.
—Lo siento mucho, pero no será así.
Entonces, dejándole con la palabra en la boca, me fui. Caminé a la cabaña número diez para poder hablar con Dominique sobre el suelo que tuve.
—¿Rosita? —pregunté al entrar y ver la cabaña algo vacía.
Su cabellera castaña apareció frente a mí. La sonrisa iluminó su rostro. Se notaba que el miedo se le fue de la cara porque lucia como una verdadera hija de Afrodita que es ella.
Me llevó a su cama para sentarnos a hablar.
—Te debo contar algo —dije mirándola.
La cara de Dominique se iluminó. ¿Qué estará pensando? Me pregunté al mirar su cara bien cuidada.
—¿Te llama la atención el nuevo o algún chico? —me preguntó impaciente. Yo solamente negué con la cabeza —¿Entonces qué pasa? —preguntó ya preocupada.
—Es sobre un sueño que he tenido... —fui cerrando los ojos hasta desmayar o caer dormida.
“Al abrirlos volví a ver a Apolo. Junto a él estaba una mujer, con unas alas a su espalda. Tenía un hermoso cabello rubio y un cuerpo deportivo.
—Te dije que lo lograría —dijo Apolo. Miré a la mujer. ¿Sería ella? —. Aquí está tu madre.
La mujer me dedicó una sonrisa. Yo se la devolví tristemente.
—Hija... —empezó a hablar la mujer —, sé que no es excusa, pero soy un diosa menor y al final sería lo mismo, no tendrías lugar donde estar... Realmente es una mala excusa...
Me miró. Se notaba que lo decía de verdad y la podía llegar a entender, al final era lo mismo haber sido reclamada o no.
—No pasa nada, solo quiero saber quién soy —dije. Por favor reclámame.
—Antes de que acabe el verano, prometo reclamarte...”
—¡Andy! —escuché a Dominique.
Me incorporé y empecé a tratar de tranquilizarla, para una vez ya tranquila contarle todo.
Me miraba en silencio mientras oía cada palabra. El primer sueño con Apolo y su promesa y el segundo sueño con mi madre y su promesa.
Entonces lo recordé. Iba a ser reclamada en cualquier momento. Sentí una emoción recorrer mi cuerpo. La sonrisa apareció en mi rostro y me tumbé en la cama.
°°°
La noche llegó y salí de la cabaña de Afrodita para irme a la mía (bueno, a la de Zeus). Por el camino vi a Annabeth y me acerqué a ella.
—Chase —dije al verla —. ¿A dónde vas? —pregunté cuando me miró.
Me acerqué a ella. Su mirada se posó en mí.
—Creo que mañana podremos ganaros —dijo con una sonrisa orgullosa.
Yo me reí suavemente. Negué. Eso no iba a pasar conmigo viva.
—No lo creo —dije.
Me miró y señaló con la cabeza el baño por dónde entró Clarisse y dos chicos de la cabaña de Ares arrastrando a Perseo. Confundida seguí a Annabeth quién se adelantó para cotillear. Al entrar me sorprendió ver cómo estaba Perseo a punto de meter la cabeza en el retrete.
—¡Si es la reina! —habló al verme Clarisse.
Sonriendo tiró de mí para ver la escena. Las risas se me escaparon, era gracioso ver esto aunque no me molase. Aunque está vez sentí que era diferente y que nos llevaríamos una sorpresa.
—Dime qué te has inventado todo sobre el minotauro y que todo lo hizo Andy y te dejo en paz —habló Clarisse cuando sus amigos se preparaban para meter su cabeza en el retrete.
—No me he inventado nada, ella me ayudó —respondió asustado Perseo.
—Vamos rubito, demuestra de lo que eres capaz.
Clarisse señaló el váter a sus amigos y ellos llevaron a Perseo hasta el.
—Algunos tienen que aprender por las malas —dijo Clarisse.
Miré a Annabeth quién miraba con confianza la escena. Yo solo apreciaba como podría acabar.
Le hicieron agacharse y su cabeza estaba a punto de meterse en el váter. Clarisse rió y sentí como Annabeth tiró de mí. Oí algo extraño. ¿Había sido el agua?
Los amigos de Clarisse se alejaron sorprendidos pero Clarisse se asomó y Annabeth se encargó de que yo no hiciese lo mismo. Unos segundos después, tres chorros de agua salieron disparados a Clarisse y a sus amigos. ¿Poséidon? Sería hijo de Poseidón...
Los chorros cesaron y los tres se fueron sin antes Clarisse mirar mal a Perseo. La mirada del chico era de total confusión. Nos miró y trató de ver que decía.
—Puedo explicarlo —dijo.
—¿Realmente puedes? —pregunté mirándole.
—No, realmente no puede —me respondió Annabeth antes de volver a mirar al rubio.
—Vale —dijo desviando la mirada —. Oye yo te conozco —dijo hacia Annabeth.
—No que va —dijo únicamente ella.
—Si... —habló dudoso —, pero estabas allí, aquella noche, en la enfermería, junto a tu amiga —dijo señalándome. Me iba a sentir ofendida, pero aún no sabe mi nombre ya que nunca se lo dije.
—Sí —respondió Annabeth al fin —. Soy Annabeth.
—¿Me estás espiando Annabeth?
—Sí.
—Vale... ¿por qué?
— He estado esperando para ver si pasaba algo así —dijo señalando al baño —, para saber si podías ayudarme.
¿Iba a unirse a su atrapa la bandera? Muy lista Annabeth. Sabes que Clarisse querrá acabar con él y nos hará perder. Menos mal que me tienen a mí.
—¿Ayudarte a qué?
—A ganar captura la bandera.
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