EPÍLOGO
No quería despertar de aquel sueño que parecía tan real, tan bonito que debería estar prohibido. Aquel té que pretendía relajarme, cuyo efecto comenzó a aletargar mi cuerpo, se esfumó al escuchar tal estruendo que me hizo estar alerta de un posible intruso.
Sabía que venían en busca de Sebastián, pero yo iba a defenderlo de cualquiera que entrara en mi casa. Pero quien estaba ahí era la persona que menos esperaba y que más eché de menos.
Ahí estaba él, tan guapo e inmenso, tan hermoso como una noche despejada. Mis manos no pudieron soportar el peso de aquella minúscula taza y aquella bienvenida me supo a gloria.
Su voz era tan profunda, un canto a la vida que me habían quitado hacía años atrás. Lo que más había sufrido era el no saber de él, de mi familia y el no poder hacer nada por cuidarlos o defenderlos.
En aquel momento, todo el dolor que tenía en el cuerpo, los cardenales y arañazos que aun decoraban mi piel, parecían simples tonterías frente a la imagen de Nicolae.
Estaba muda, como nunca jamás lo había estado. Yo, que siempre había presumido de ser una mujer sin pelos en la lengua, ahora parecía una adolescente frente al amor de su vida.
Sus pasos eran lentos y me admiraba como el mayor de los tesoros a pesar de tener puesta una bata que probablemente tenía más años que yo y el pelo despeinado. Tampoco me alimentaba bien y mi pena había consumido mi cuerpo, pero Nicolae me miraba de la misma forma.
Su mano se posó en mi rostro, tan suave como el viento fresco de la madrugada. Hizo que mi cabeza quedara a la altura de sus cristalinos ojos grises, que me hipnotizaban más que nunca.
Mis labios se abrieron dejando salir el aire que tenía guardado en mi interior. Sus ojos viajar a mis labios y se relamió de forma sensual sin apartar los ojos de mí.
-Ahora, voy a ocuparme de ti. Debo de cuidarte y tengo que compensar el tiempo perdido.
Sonreí ante aquella sugerencia y no opuse resistencia cuando él me tomó en brazos. Pero, en vez de ir a su dormitorio o el mío, fuimos a su estudio donde nos unimos por primera vez en aquella deliciosa noche.
Cuando mis pies tocaron el suelo, él alargó la mano y cerró la puerta con pestillo con una diabólica sonrisa; sabía claramente cuáles eran sus intenciones.
-La noche es larga amor mío y tenemos la eternidad por delante.
Sus susurros cosquilleaban mi piel ardiente y esperaba con impaciencia que me besara hasta consumirme las fuerzas. Me apretó contra él con tanta pasión que me convertí en lava ardiente entre sus manos. su lengua se introdujo en mi boca con una precisión deliciosa haciéndome estremecer y gemir al mismo tiempo. Comencé a llorar a la misma vez que Nicolae mezclándose nuestras lágrimas en nuestras bocas que se devoraran sin tregua.
Aún no había dicho una sola palabra, tan solo gruñidos o gemidos respondiendo a la llamada del amor.
-Nicolae...dime que eres tú...dímelo por favor...
Mis lágrimas llenaban nuestras caras y pecho y, aunque intentara retenerlas, los sentimientos y la felicidad que sentía eran demasiado grandes.
Él me sujetó de las mejillas y me dijo:
-Estoy aquí princesa y no voy a marcharme jamás de tu lado. Nunca más voy a estar lejos de ti, no quiero perder más tiempo, aunque tengamos la eternidad por delante.
Lo abracé con fuerza apretándolo contra mi pecho. En aquel lugar donde nos prometimos todo y una vez nos despedimos en silencio, ahora nos recibía con un abrazo amistoso y era testigo de todo lo que sentíamos el uno por el otro.
Las cosas iban a ponerse difíciles ahora que nos declararían personas no gratas en la sociedad vampíricas. Guerras se avecinaban contra nosotros y teníamos la larga tarea de aliarnos con todas las especies mágicas que pudiésemos encontrar, pero con mi familia de lado no temía a nadie.
Mi hermana y el resto de los Bartholy estaban fuera esperándonos, lo sabía porque los escuchaba hablar en el salón, pero ellos entendían que necesitábamos un tiempo a solas. Aquella vida que temía cuando era humana y la vida se escapaba entre mis dedos, era ahora el motivo de mi felicidad y lo que me hacía querer seguir viva. La balanza se inclinó hacia un lado que pensaba que jamás lo haría. Recordé las sabias palabras de Antonella cuando me dijo que tenía suerte y que fuera feliz porque todos tenemos una segunda oportunidad de ser felices.
Nicolae y yo nos recostamos en el sofá de su estudio abrazados nuestras manos el uno del otro. El amor y la pasión nos consumía lentamente conforme la noche iba avanzando despreocupadamente. Nuestras sonrisas cómplices nunca habían sido tan radiantes; sabía que aquel era el momento exacto y, por lo que vi en su mirada, él me había leído la mente:
-Nicole, ¿Quieres casarte conmigo y hacerme aún más feliz de lo infinitamente dichoso que soy?
Comencé a reír y le tomé del rostro para darle un largo beso a lo que le contesté:
-Sólo si prometes que aguantarás mi carácter para siempre-Le dije guiñándole el ojo.
Nicolae me abrazó con más fuerza que nunca y me dijo con voz tierna:
-Sabes perfectamente que eso es lo que más me gusta de ti, señora Bartholy.
Y aquel beso me supo a gloria.
FIN DE LA TERCERA PARTE
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