CAPÍTULO 9: DEVORÁNDOTE
DROGO
Tan pronto como mis manos se cerraron alrededor de su cintura y mis labios se posaron en los suyos tan tibios como los rayos del sol de la mañana, mi cabeza estalló como si de una bomba de relojería se tratase. La mesura con la que trataba a Catherine cuando estaba con ella había desaparecido y el Drogo enamorado y loco por aquella hermosa mujer salió a la luz. Ambos chocamos por las paredes del comedor, tirando varias mesitas y jarrones por el suelo pero nada me importaba en el mundo que quedarme en los brazos de aquella mujer que me robaba el sueño.
Parecía que aquellos cuatro años habían sido una eternidad. Ella no había envejecido prácticamente nada, mostrando la jovialidad de siempre. Todo estaba en su sitio y ahora podía tocarlo con total libertad y ella se mostraba muy participativa en el proceso.
De sus hermosos ojos castaños brotaron lágrimas de confusión y emoción, justo lo que yo sentía al verla de nuevo:
-Drogo...dime que esto es un sueño...dímelo...
Tomé su rostro entre mis manos y le dije con la voz aún emocionada al verla tan de cerca:
-No puedo decirte mentiras, preciosa.
-¿Cómo...cómo es posible que estés aquí?...ella...ella me dijo que os habíais marchado de Mistery Spell desde que mi hermana y Peter fueron al Exilio.
-No preciosa, eso no es así. En realidad, estamos secuestrados por esa mujer y no podemos escapar de aquí. Si no acatamos sus órdenes, Peter y Nicole morirán.
La cara de Catherine palideció ante esas palabras. Ella no podía estar más tiempo en la casa porque temía que Claudette viniera y se diese cuenta de su presencia. En cuanto a los destrozos, le diría que no sabía nada y que quizás alguien entró a la mansión.
No quería despedirme de mi ángel, pero quería protegerla a toda costa. La abracé con la mayor fuerza y amor que pude sin dañarla y le acaricié el rostro mientras la besaba.
-Drogo...no me abandones por favor...
-Debes de irte...ella vendrá y si te ve...no quiero imaginar lo que hará contigo-Le dije con el corazón encogido; aquella mujer era capaz de cualquier cosa.
Pero la seriedad volvió al rostro de Catherine y me dijo con total convicción:
-No renunciaré a ti tan fácilmente. Voy a marcharme, pero porque voy a conseguir ayuda y voy a sacaros de aquí a ti y a tus hermanos. Esa mujer no va a salirse con la suya.
Me besó apasionadamente dejándome temblando como un chiquillo adolescente y salió corriendo de la mansión. Aquella promesa sabía que la cumpliría, porque las hermanas Hudson siempre cumplían su palabra fuera cual fuese.
CATHERINE
Me marché de la mansión con la mayor cautela posible sin levantar sospechas y fijándome en todos mis movimientos. No quería que esa mujer me descubriese y dañase a mi familia y al hombre que adoraba como una estúpida.
Sebastián se marchaba esta noche debido a la época del celo de su clan. Yo no quería que se marchase porque me hacía falta estar a su lado, pero él me prometió protección mientras él estaba fuera.
No sabía cómo ocultarle lo de Drogo porque era evidente que algo me había pasado. Mi rostro cubierto de rubor y lleno de felicidad indicaba que había estado con alguien que revoloteaba mis hormonas.
Pero lo que más rondaba mi cabeza era como entrar de nuevo a la mansión y poder hacer algo con respecto a los Bartholy. Necesitaba ayuda extra, pero era evidente que los lobos no iban a ayudarme debido a la gran enemistad con los Bartholy. No tenía a quien recurrir y eso me aterraba.
Al llegar a casa, Sebastián estaba sentado en la mesa de la cocina con un café cargado. Acababa de terminar el turno de noche y se notaba por sus ojeras que la falta de sueño le estaba afectando. Al verme entrar por la puerta, él abrió sus brazos para acogerme en ellos, arrullándome con gran cariño:
-Cómo te amo querida mía, ¿Te ha venido bien el paseo?
-Sí, me ha servido mucho para despejar las ideas y ponerme a escribir.
Ambos nos sonreíamos con tristeza porque bien sabíamos que pronto estaríamos varios meses sin vernos. Tenía ganas de llorar hasta secarme, pero no era justo para él mostrarme triste porque él también iba a pasarlo mal sin mí.
Él carraspeó levemente y me dijo con un hilo de voz:
-Querida, el coche me espera fuera. Acaban de venir a por mí y tengo que marchar ya porque hay varias mujeres del clan que son madres primerizas y me necesitan.
Abracé a Sebastián poniendo la mejor cara posible y le dije con gran cariño:
-Debes de ir porque te debes a los demás. Has vivido y estudiado para ello y eres el mejor médico que conozco así que ve y haz que me sienta orgullosa de ti.
Sebastián tomó la maleta que descansaba en la entrada de casa y me besó con pasión antes de salir por la puerta. A pesar de lo buen amante que era, no sentí lo mismo como cuando, minutos atrás, mis ojos se posaron en Drogo y su ardiente pasión me devoró por completo. A pesar de haber sido un instante tan corto, nunca me había sentido tan encendida como aquel momento. Sentía una gran tristeza por Sebastián y lo peor de todo era que los planes que tenía en mente ya no era capaz de realizarlos, porque con quien deseaba estar era con Drogo.
Los problemas eran muchos y las soluciones más bien escasas y para colmo me quedaba sola y desprotegida. No tenía con quien hablar porque no había congeniado con nadie de la ciudad para poder compartir alguna conversación o inquietudes.
Como no tenía nada que hacer y me sentía terriblemente confundida, salí de casa aprovechando la luz de la tarde. Caminé por toda la ciudad sin un rumbo determinado hasta el escaparate de antigüedades cercano a la universidad de Mistery Spell. Miré detenidamente un vestido de novia del siglo XX el cual era realmente precioso. Siempre me habían atraído las antigüedades y las cosas barrocas del antaño, pero los precios no eran compatibles con mi sueldo de escritora.
Me quedé admirándolo un rato más, imaginándome como sería tenerlo puesto de verdad. Era tal mi ensoñación que no me di cuenta de la mujer que estaba de pie a mi lado.
Cuando la miré, me quedé sobresaltada, pero ella se disculpó educadamente:
-Disculpa querida, no pude evitar darme cuenta que admirabas una de las joyas de este establecimiento.
-Oh si, realmente es precioso, pero no puedo costearlo. De todos modos, necesitaría un novio para poder lucirlo.
La mujer comenzó a reír y yo me sentí un poco mejor al poder hablar con alguien. Aquella mujer que aparentaba unos largos cincuenta años me respondió con simpatía:
-El vestido nunca es el problema querida, a veces ni siquiera tampoco el novio es el problema sino el momento. A veces no sabemos elegir el momento adecuado, aunque lo intentemos, pero eso no significa que no se pueda realizar tu deseo.
Me quedé con la boca entreabierta sin saber qué decir, pero aquella mujer parecía tan segura de lo que hablaba que casi parecía leerme la mente. Antes de meterse de nuevo en la tienda, se giró en mi dirección y me dijo con una sonrisa:
-Las puertas de mi humilde tienda siempre estarán abiertas para ti y tu hermana; nunca lo olvides.
Y con una mayor sorpresa que antes, me quedé frente al escaparate donde aquel vestido ahora era el pensamiento que menos ocupada en mi cabeza.
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