CAPÍTULO 6: UNA NUEVA ALIADA
NICOLE
Era probablemente la décima vez que Víktor me usaba como su juguete personal. En días como aquel, mis piernas no podían cerrarse debido a la violencia de sus envestidas en mi frágil cuerpo que parecía tan enfermo como cuando la enfermedad me azotó siendo humana.
Aquellos tiempos eran felices para mí a pesar del saber que iba a morir. Quizás fuera ése el secreto: el disfrutar como si fueras a morir mañana sin pensar en nada más.
La vergüenza ya no era un sentimiento que sintiera, hacía mucho tiempo que eso dejé de sentirlo. Lo único que me quedaba era el hormigueo en mi bajo vientre después de ser abusada y el frío del suelo de piedra donde estaba encadenada como un perro.
La ropa ya no tocaba mi piel, Víktor opinaba que era innecesario ocultarle mi bello cuerpo con el que se deleitaba cada día. No tenía ánimos ni de contestarle, hacía mucho que había dejado de hacerlo.
Al principio lo arañaba y le propinaba golpes en cuanto la ocasión me lo permitía. Ese fuego le maravillaba a Víktor, por lo que abusaba más de mí que de costumbre cuando era yo misma, así que decidí ser una sumisa silenciosa. Y desde entonces, las veces al día que me visita se han reducido considerablemente.
Pero en mi silencio, unas ganas de rajarle el cuello y bailar sobre su cuerpo corrompido y putrefacto hasta que se me borren los pies, seguía latiendo bajo mis pensamientos. No había dejado de ser yo misma porque esa promesa siempre iba a cumplirla.
Nadie iba a derrotarme jamás, ni me doblegaría a ser aquello que no era.
Pensaba en mi familia, mi hermana y por supuesto, en Nicolae. El miedo a que él estuviera sufriendo a manos de Claudette me ponía incluso peor que el ver qué era lo que hacían conmigo. Al fin de cuentas, es peor el no saber.
Mis rodillas estaban hincadas en el suelo mientras un hilo de sangre brotaba desde mi pezón derecho hasta el ombligo. Esta vez, Víktor había ido muy lejos y sus dientes se habían clavado por todas partes y bebido de mí hasta casi matarme. Estaba tan exhausta y débil que mi cabeza colgaba de mi cuello sin fuerza.
Temía por mi muerte, porque eso significaba el no poder ayudar a Peter a salir de aquel infierno y condenarlo al mismo destino que yo. Me sentía responsable de él y de todos; yo era la que debía de acabar con todo aquello, pero no sabía cómo hacerlo.
La puerta del cuarto a mis espaldas chirrió y se cerró con cerrojo. Comencé a suplicar dentro de mí que no fuera él, porque en mi estado no podría soportar ni una más.
Pero una voz de una mujer visiblemente impactada por lo que veía, me hizo levantar la vista:
-Dios mío...qué te ha hecho...
Yo no podía hablar, un chirrido sonaba de mi garganta seca debido a que no me alimentaba desde no sabía cuánto tiempo. Aquella mujer lo sabía bien porque me dio una bolsa de plasma que parecía provenir de un hospital. Al estar encadenada, fue ella la que abocó la bolsa para permitirme beber.
Mientras que me ayudaba, pude ver su rostro joven marcado por la dureza de sus sentimientos de pena al verme de aquella forma, pero, ¿Quién era aquella mujer?
Gracias a aquella sangre, me sentí con más fuerza y los cardenales de mi cuerpo comenzaron a sanar de forma normal acorde a la capacidad de un vampiro. Me sentía agradecida pero confundida: Víktor nunca permitiría que nadie me ayudase, pero, ¿Por qué se arriesgaba?
Mi cara llena de preguntas hizo a aquella mujer sonreír. Estaba claro que ella era una vampira como yo; podía reconocer a cualquiera que fuera de mi especie con solo mirar sus gestos o su aura atractiva.
-Soy enfermera, así que sé cómo cuidar de ti.
- ¿Quién te manda?, está claro que Víktor no ha sido el que lo ha hecho...
La sonrisa de aquella mujer se hizo ligeramente más grande y se acomodó aún más cerca de mí, apartándome el pelo de la cara para poder verla bien:
-Digamos que soy alguien que lo conoce bien y tengo ciertos privilegios con respecto a mi posición. Él me ha dado permiso para ejercer mi profesión en el Exilio para que todos los que estén encerrados reciban asistencia médica.
- ¿Por qué si puede saberse?
-Porque una vez muerto dejas de sufrir-Dijo con voz dura y con un rictus amargo. Estaba claro que ella no estaba de acuerdo con lo que ocurría en aquel lugar.
La mujer fue hacia la entrada del cuarto y trajo con ella varias prendas de ropa dobladas y planchadas para poder vestirme. Hacía años que mi cuerpo no estaba tapado por algo suave y cálido.
-voy a bañarte como es debido y te vestirás como una persona normal. Víktor tendrá licencias para ciertas cosas, pero yo también.
Ella sacó unas llaves de pequeño tamaño, abriendo los grilletes de mis esposas por primera vez en cuatro años. Un sollozo salió sin quererlo: la sensación de la libertad hizo que se liberara todo aquello que fui callando día tras día.
- ¿No temes que me...escape? -Le pregunté a aquella desconocida.
-Sé que eres buena e inteligente, así que sé que no lo harás, ven conmigo.
Aquella mujer me levantó del suelo, poniéndome de pie después de mucho tiempo. Me costó llegar hasta el cuarto de baño debido a que mis piernas les costaba moverse por el poco uso que le había dado. Al llegar, olí un sinfín de aromas que procedían de la bañera de gran tamaño que había en aquel cuarto.
Aquellas aguas me devolvieron la sonrisa y la calma. Era increíble como algo tan sencillo como un baño era tan revitalizador.
Tras varios lavados, me sentía limpia al menos por fuera y aquella mujer me colocó un camisón de color crema con una seda tan fina que no hacía que mis moratones me doliesen. En mis pies, unas zapatillas cómodas como una nube, me hacían impedir sentir el frío suelo de la sala.
Por primera vez en todo ese tiempo, pude usar la cama del fondo y mi espalda fue la que más lo agradeció. Todas mis caras de alivio hacían que esa mujer sonriese por mi bienestar y yo no podía sentirme más agradecida.
Pero mi cabeza iba para alguien más que para mí, ¿Qué había sido de Peter?
-Necesito saber...qué ha sido de Peter, el preso que trajeron conmigo...
El rostro de aquella mujer se puso aún más feliz y yo no podía comprender su reacción:
-Él es libre por ahora; busqué la forma de hacerle escapar para que él pueda encontrar a sus hermanos. Sé que él es listo y encontrará el modo.
Aquella noticia, me hizo incorporarme y escucharla con atención. La mano de aquella mujer me acarició la mejilla y me dijo con voz tierna:
-Y tú, pronto serás libre; te lo prometo.
Aquella mujer se dio la vuelta para irse, pero la retuve del brazo para preguntarle una última cosa:
- ¿Quién eres?
-Soy Sophie, la esposa de Víktor y madre de Peter.
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