CAPÍTULO 54: LA MANO AMIGA
ANTONELLA
La noche pintaba realmente agradable pero lo que menos me esperaba era encontrarme a un viejo amigo. Lo reconocí por su largo cabello y la marca distintiva que tenía en su mejilla que siempre me pareció que le daba aún más atractivo.
Él me sonrió en cuanto se dio cuenta de mi presencia, ¿Hacía cuanto que no nos veíamos? ¿Cuantos años?
-No puedo creer lo que mis ojos ven, te conservas realmente bien, querido-Le dije brindando con una enorme sonrisa, había olvidado lo guapo que se veía de cerca.
-Y tú tan encantadora como siempre, Antonella. Es un verdadero gusto poder volver a verte.
Era extraño que estuviera en esta fiesta porque no sabía de su afiliación con el Clan o con el Exilio, pero, como esa sociedad era tan cerrada, no me extrañaba que hubiera caras conocidas para mí en aquel universo tan inhóspito como era esa sociedad.
Lo que no sabía era si estaba a favor o en contra de todo lo que le rodeaba a dicha sociedad y a esas leyes tan restrictivas o, como yo, deseaba destruirlo desde dentro. El problema era que no sabía cómo preguntarle acerca de mis dudas sin ponerme al descubierto.
El vio mi rostro de dudas y se acercó a mi oído para mi sorpresa:
-Tranquila, soy un buen aliado y tengo el mismo objetivo que tú. Sé bien tus intenciones; te conozco desde hace siglos, Antonella, incluso conoces a toda mi familia. Siempre hemos sido realmente cercanos y, casi sin problema, casi puedo adivinar lo que pasa por esa cabecita. Yo quiero la libertad al igual que tú por lo que debes de saber todo lo que te ocultan de lo que está ocurriendo en el Exilio, en concreto, en la zona más profunda.
Lo miré aun con el corazón encogido al ver que estaba unido a nosotros por la misma causa que yo y eso me esperanzaba. Él era un guerrero formidable de mi misma especie que luchaba por el interés de todo; siempre lo había admirado desde mi tierna infancia cuando él no era más que un cachorro y mi hermano se empecinaba con que me alejara de él.
Pero ahora no era ese niño risueño que soñaba con ser un espadachín sino un hombre con causas nobles como espada y una fuerza descomunal. Era un valioso aliado que nos beneficiaría enormemente.
Justo cuando iba a avisar a Peter, un sonido en mi teléfono me hizo sobresaltar: él había pulsado el botón azul, el que dijimos de pulsar cuando las cosas se torcieran.
Al ver en la pantalla el aviso, un nudo se me formó en la garganta y él lo notó de inmediato:
-Eh Antonella, ¿Qué ocurre?
-Es mi protegido; está en problemas por lo que algo me dice que han debido descubrirle o algo así. Es un gran aliado muy importante para mí que lo saqué del Exilio y si lo ven estará en problemas.
-No te preocupes, yo me encargaré de todo. Tú reúne al resto de los que vayan contigo y te avisaré por teléfono en todo momento. Prometo cumplir con mi palabra.
Le puso la mano en el hombro y él la cogió para besarla con cariño. Con voz segura le dije:
-Siempre cumples tus promesas y eso es lo que más me gusta de ti.
PETER
En aquel preciso instante que escuché esa voz supe que mi cabeza había terminado de enloquecer. La echaba tanto de menos y mi corazón gritaba tanto su nombre que parecía que la tenía tras de mí con esa voz angelical que tanto adoraba escuchar.
Pero no me resigné a escuchar su voz porque quería, aunque fuera un espejismo, ver su rostro. Me quité el disfraz para descubrir mi identidad y sentirme libre, girándome lentamente esperando que nada estuviera tras de mí, pero no era así; ella estaba realmente ahí.
Sus enormes ojos castaños se abrieron de par en par en cuanto me vió y yo no pude evitar comenzar a temblar como si estuviera a punto de darme un ataque. Aquella mujer siempre me había sido prohibida pero no podía soportar más su lejanía. Cuando la vi delante de mí tenía claro que recibiría cualquier herida por dolorosa que fuera con tal de permanecer con ella para siempre. Sus labios dijeron mi nombre y mi alma voló tan alto que traspasó el firmamento entero y me devolvió de golpe las ganas de vivir.
Cuando comencé a acercarme a ella, una voz me alertó y su voz, cargada de odio, me indicó que era un enemigo realmente cruel que quería vernos muertos.
No lo pensé dos veces y la tomé en brazos para echar a correr con ella. Aquel tipo era un vampiro como yo y corría a gran velocidad, pero algo pasaba en el salón que evitó que corriese tras de mí.
Una espesa niebla del color de la ceniza se expandió ocultándonos de cualquiera que estuviera a nuestro alrededor. Una voz desconocida de un hombre me llamó entre la espesa niebla que nos rodeaba, ¿Acaso era un aliado de Antonella?
-Por aquí chico, sé bien donde debemos ir. Te prometo que estaréis a salvo.
- ¡Espera Peter, tus hermanos están fuera del edificio esperándome!¡Debemos de avisarles!
Aquella voz nos contestó:
-Os llevaré a la entrada; por aquí.
Una mano surgió entre la niebla y tiró de nosotros con fuerza. Mientras la gente gritaba alarmada por el gran estropicio, nos habríamos paso rápidamente con una gran facilidad, ¿Quién había sido partícipe de aquella niebla extraña? ¿Había sido ese desconocido?
Y de la nada, el cielo se apareció ante nosotros cuando por fin pudimos salir de aquel lugar. Comenzamos a respirar aliviados y con el aliento entrecortado; pensaba que no lo contábamos.
Cuando por fin estábamos fuera, la miré con ese amor tan inmenso que tenía guardado para ella. La muerte estuvo a punto de zambullirnos a ambos a las profundidades del más allá, pero una vez más demostramos que ambos juntos éramos imparables.
La tomé en brazos y la besé con una fuerza que no sabía que tenía dentro, pegándola a mi cuerpo hasta hacerla suspirar entre mis brazos. Aquello era un deleite tan grande que aliviaba, pero quitaba la respiración; un equilibrio perfecto que te hacía sentir un leve dolor en los pulmones, unos pinchazos en el corazón y una exquisita angustia al tener un sentimiento tan grande que parece despuntar hasta casi destruirte.
Un carraspeo nos hizo girarnos sobresaltados, encontrándonos con las miradas atónitas de mis hermanos y de la hermana de Nicole. Estaban tan pasmados que ni siquiera me di cuenta de aquel hombre que teníamos justo al lado. Era tan alto que parecía no ser de verdad y,por la enorme sonrisa que mostraba, algo me decía que se trataba de nuestro salvador.
Mi hermano Drogo fue el que primero pudo hablar:
- ¿Y no me vas a dar un beso a mí? ¿Cuantas veces te he cuidado, hermanito? ¿O cuantas veces he salido a comprarte helado porque te quedaste hasta tarde componiendo sonatas para esta encantadora dama?
Comencé a reírme, pero las lágrimas salieron a la misma vez; sentía una emoción tan profunda de ver a mi familia reunida que no podía correr hasta ellos. Pero ellos vinieron a mí con un torrente de energía tan grande que no podía dejar de temblar.
Y aunque no estuviera en Mistery Spell, ahora sí estaba en casa.
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