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CAPÍTULO 51: LA LLEGADA AL CENTRO DE INVESTIGACIÓN


DROGO

Tras dejar nuestro equipaje, Nicolae y yo aprovechamos la ausencia de las chicas que estaban descansando para informarnos de un medio de transporte para ir al desierto de Rann de Kucht donde se encontraba la empresa que indicaba dicha tarjeta.

Fuimos a recepción y les comentamos que éramos nuevos trabajadores que nos habíamos incorporado a última hora pero que no conocíamos el camino. El recepcionista, con gran amabilidad, hizo una reverencia y nos dio un mapa en el cual él comenzó a escribir.

Señaló en rojo el camino a seguir además de indicarnos que el hotel tenía servicio de transporte de camellos. Nos parecía una buena forma de no llamar la atención por lo que accedimos a alquilar cinco de ellos para poder ir por el desierto sin problemas.

El hombre nos dijo que estarían todos listos en varios minutos por lo que nos marchamos a nuestra habitación la cual era una para todos para evitar problemas al estar en territorio enemigo.

Cuando entramos, las chicas estaban relajándose en la cama viendo la televisión casi dormidas. Pero no había tiempo de eso:

-Chicas es hora de irnos. Dejaremos las cosas en el hotel y tomaremos un camello para seguir el camino que nos indicó el recepcionista. Debéis de encontrar algo para cubriros la cara lo mejor que podías para evitar ser reconocidas.

Madeline sonrió y dijo:

-No hay problema, traje sombreros de todas clases para cualquier ocasión.

¿Pero qué demonios traía en esa maleta? ¿Y cómo lo había hecho para meter todo aquello?

Maddy me lanzó una mirada divertida y, con la maleta abierta rebuscando en ella, nos lanzó a Nicolae y a mí dos pañuelos. El mío era amarillo y el de Nicolae anaranjado.

-Traje mis pañuelos de seda; veo que los colores os sientan bien-Dijo mientras ponía una mano en su boca para evitar estallar en carcajadas.

El resto de nuestro público estaba riéndose a nuestra cosa muy a nuestro pesar, pero aquellos extraños disfraces nos hacían falta para ocultarnos. Así que, con la ayuda de Maddy, nos colocó los pañuelos y ellas se pusieron los sombreros. Nos cambiamos de ropa para combatir el calor del desierto e ir más cómodos encima de los camellos, agenciándonos unas gafas de sol para combatir los rayos solares.

Todos preparados y listos, bajamos las escaleras hasta el hall del hotel donde nos esperaba el recepcionista con una enorme sonrisa; era normal, había cobrado una buena suma de dinero por el alquiler de aquellos enormes bichos.

El hombre nos dio unas clases rápidas sobre cómo ir en camello y no morir en el intento, cosa que agradecimos profundamente. Con una reverencia se despidió de nosotros deseándonos un primer día en el trabajo productivo y un viaje tranquilo.

Con el corazón en un puño, salimos del hotel a paso ligero trotando por las doradas arenas de aquel desierto que no parecía tener fin. Según el recepcionista, el edificio quedaba a unos veinte minutos del hotel ya que muchos de los que trabajaban allí se alojaban en el hotel. Muchos de ellos trabajaban de forma temporal en aquel edificio por lo que salía más rentable el alquiler de una habitación que de una casa.

Conforme seguíamos el mapa, el paisaje iba cambiando lentamente apareciendo algo de vegetación. Parecía que estábamos llegando a un oasis típico de los libros, escuchando un rumor de agua cada vez más cerca de nosotros. Catherine dijo:

-Rann de Kutch es el mayor desierto de arena salada que existe y tiene un ecosistema realmente variado, aunque no lo parezca. Hay desde llanuras hasta ríos pasando por refugios de aves por lo que no es raro que el paisaje vaya cambiando poco a poco. Además, este desierto está bordeado por el mar Arábigo así que es normal que haya rumor de agua por los ríos que atraviesan este desierto. Además, si ese edificio gestiona productos de índole médica, es necesario que tengan agua, por lo que no sería raro que se instalase cerca de algún río.

Todos nos giramos en dirección a Catherine visiblemente asombrados. Aquel despliegue de conocimiento nos sorprendió a todos admitiendo que era realmente útil contar con mi cosita no sólo para alegrarme la vista sino para ayudarnos a manejarnos por aquellos parajes que no conocíamos en absoluto.

Cuando llevábamos quince minutos de recorrido, un enorme edificio se alzaba entre varios árboles no muy lejos de un río. Mi cosita tenía razón al pensar la ubicación del edificio.

Tomé la tarjeta que encontró Lorie y miré fijamente el logo de la empresa el cual coincidía con el del edificio; estábamos en el lugar adecuado:

-Lo hemos encontrado, estamos finalmente aquí-Dije con un hilo de voz.

Nicolae se acercó a mí y me dio una palmada en la espalda. Estábamos seguros que este edificio guardaba relación directa con el Exilio por lo que debíamos de ser cautelosos a la hora de investigar.

-Debemos esconder los camellos en la parte trasera del edificio para evitar que los trabajadores piensen que hay gente por la zona-Dijo Nicolae.

La voz de Lorie nos sobresaltó a todos:

-A...allí...allí están los demás...allí guardan sus monturas...

Miré en la dirección que Lorie me indicaba, descubriendo un pequeño corral lleno de camellos que de seguro pertenecían a los que estaban dentro del edificio. Me acerqué a ella y le pregunté:

-Lorie cielo, ¿Es que puedes ver?

Ella negó con la cabeza con una enorme tristeza, a lo que añadió:

-Sólo...sólo supe...escuchar...

- ¿Pero entonces como viste la tarjeta en el bolsillo de aquellos hombres? -Le pregunté preocupado.

Lorie bajó la cabeza y me dijo en voz baja:

-Cuando...cuando estábamos en peligro...me puse muy...nerviosa y...y...pasé de verlo todo negro a...borroso...distinguiendo...formas y...entonces pude ver por...un instante...Entonces...me fijé bien...y entonces la vi...pero al pasar los nervios...mi vista me dejó de nuevo...

La abracé con fuerza sintiendo su pena al pensar que quizás había recuperado su vista, pero aquella falsa alarma la sumió de nuevo en aquella enorme tristeza. Cómo lo sentía por ella...

Pero Lorie, a pesar de ello, se liberó de mi abrazo y me dijo con seriedad:

-Yo...yo no seré un lastre...puedo seros de ayuda...percibo cosas que...no podéis percibir el resto...No soy estúpida y ...y...no voy a ponerme en peligro...seré...vuestra guía.

Todos la mirábamos sorprendidos sin poder entender la última frase. Ella nos hizo un gesto para que la siguiéramos a la entrada del edificio donde nos escondimos tras varias columnas. Ella nos dijo en voz baja:

-Vienen...vienen dos hombres...debéis escuchar...

Justo en unos minutos, dos hombres trajeados muy elegantemente salieron del edificio hablando animadamente. Todos agudizamos nuestro oído:

-Oh vamos, dime quién te ha diseñado ese trapito; desde luego tiene pinta de ser caro.

-Por supuesto y más que ahora voy a ver a nuestro jefe Víktor; si lo sorprendo podría elegirme como uno del Clan de los Diez.

-Oh vamos, ese Bartholy tiene mucha gente de poder a su alrededor para elegir a pobres científicos como nosotros.

-Quizás tengas razón, pero lo mejor es que voy a poder ver a esa preciosidad de chica.

- ¿Te refieres a la señorita Claudette?, esa tía tiene un poder que ni tu ni yo imaginamos, además que es la mano derecha de Víktor, así que no me acercaría para evitar problemas.

¿Claudette estaba aquí con Viktor? ¿Qué tipo de juego era ése?

-Además, recuerda que hoy vamos a darle la bienvenida al nuevo integrante del Exilio, ¿Cómo mierda se llamaba?

-Ah sí tío, tenía un apellido muy raro... ¡Ah si ya me acuerdo, Alexei Bridanuos!

Un leve quejido escuché detrás de mí, encontrándome a Madeline con la mano en la boca ahogando un grito, ¿Qué le ocurría?

Pero no me dio tiempo a preguntarle ya que ellos dijeron algo importante:

-Debemos de ir a esa fiesta lo antes posible ya que estarán todos los miembros importantes del Exilio. Lo bueno es que van a poder hablar acerca de los avances de nuestras investigaciones.

-¿Cogiste los pases de la fiesta? Ahí sale la ubicación de la mansión de Víktor.

-Sí que los tengo, pero no hay problema ya que dentro del edificio dejaron varios encima del mostrador por si se nos perdía la invitación.

Tras aquella charla tan larga, esos hombres se fueron del lugar y pude socorrer a Madeline. No paraba de respirar fuerte y parecía que le faltaba el aire:

-Eh, eh Maddy, ¿Qué te ocurre?, respira por favor, tranquila.

Apreté mis manos contra las suyas para ayudarla a relajarse. Cuando por fin pudo recopilar el aliento, dejó caer una enorme bomba:

-Alexei...Alexei es mi marido...

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