CAPÍTULO 50: LOS ENEMIGOS OCULTOS DE LOS VAMPIROS
SOPHIE
Cuando entré a la sala, la mirada de Víktor la pude sentir como un puñal en lo más profundo de mi vientre. Me di cuenta que Antonella estaba hablando con él animadamente, pero había algo en su expresión que me preocupaba. Sentía en el ambiente que algo iba mal pero no podía mostrar ningún tipo de debilidad y menos ante él.
Me acerqué a paso firme, seguro y marcando el movimiento de mis caderas. Uno de mis puntos fuertes eran mis largas piernas y de eso tomó buena nota Víktor conforme me iba acercando. Aquella mujer que parecía estar siempre a su alrededor, había quedado relegada a un segundo plano totalmente ignorada, lo que arrancó una gran sonrisa de satisfacción.
Tomé una copa de la bandeja de los camareros y bebí un sorbo mientras que mantenía el contacto visual con aquel hombre que había permanecido enlazado a mí durante tantos años que había perdido la cuenta. Hacía muchísimo tiempo que no me miraba así porque siempre estaba ocupado con cientos de mujeres a su alrededor, pero esta noche parecía que me miraba de nuevo como la primera vez. Me sentía extraña, asustada, pero a la vez con una vaga esperanza que deseaba no tener. En el fondo de mi corazón esperaba que él cambiase y ser un matrimonio normal, pero, cuando pensaba en todo lo que nos hizo y el dolor que nos causó, me era imposible perdonarlo. Pero, a veces, mi cuerpo le llamaba y deseaba que me besara o me tocara como antes.
Me odiaba en esos días en los que era tan débil, pero era mi gran realidad. Era un amor imposible destinado a estar muerto desde el comienzo de los tiempos, pero lo peor de todo es que en mi vida siempre fue así. El padre de Peter fue mi primer amor y las cosas fueron de mal en peor y tras conocer a Víktor, las cosas se desbordaron.
Tampoco tengo la posibilidad de hacer mi vida con alguien porque estoy atada para siempre a él, por lo que olvidarle se me hacía imposible.
Tenía el objetivo y el plan de la noche en mente; debía de seducirlo para sacarle toda la información posible. Tras unos minutos lanzándole miradas desde lejos, me acerqué hasta ellos con una enorme sonrisa.
Víktor tomó mi mano y la besó, inclinándose en una reverencia caballeresca. Aquella mujer que estaba tras de él tenía truenos en los ojos. La voz ronca de Víktor me indicaba lo deseoso que estaba de darme un bocado:
-Mi más bella esposa ha hecho aparición para mi gran placer. Hacía tanto tiempo que no te vestías tan bella para mí; es un grato honor poder verte de esta forma, aunque he de admitir que estoy francamente celoso.
Lo miré pestañeando ligeramente. Puse mi mano en su hombro, hablándole suavemente como sabía que le gustaba:
-No te preocupes querido, bien sabes que sólo tengo ojos para ti.
Cuando le dije aquello, una angustia me invadió al pensar que en su caso no era así; era un traidor y un mujeriego de los peores, pero, en estos momentos, yo era la única a la que le interesaba por lo que iba a aprovecharlo a nuestro favor.
Él me tomó de la cintura y se giró hacia aquella mujer rubia que nos miraba con cierto disgusto; parecía querer presentármela para mi desgracia:
-Querida, ésta es Claudette y es una de mis manos derechas en cuestión de la gestión del Exilio. Por orden de su padre que es un gran amigo mío, me aconsejó que ella fuera una de las piezas fundamentales del consejo, aunque no pertenece al clan de los diez como su padre. Desde luego, sus conocimientos han sido de gran ayuda para todos nosotros.
- ¿Qué tipo de conocimientos si puede saberse? -Pregunté con el tono más amable que pude. Aquella mujer explicó:
-Tengo grandes conocimientos de legislación sobre todo de leyes vampíricas gracias a mi familia. He estudiado mucho a lo largo de mi existencia además de saber multitud de idiomas, lo que nos puede abrir puertas con otros vampiros de otros países, creando así alianzas mejores.
-Oh, eso suena interesante, entonces la nueva ley que aprobaste, ¿Fue idea tuya?
Claudette se cruzó de brazos ante mi interrogatorio, pero Víktor no parecía para nada ofendido. Era normal interesarme por los asuntos de mi especie y más si yo era la esposa de Víktor. Como ella no respondía, Víktor lo hizo en su lugar:
-No querida, la idea no la tuvo ella sino nuestro nuevo integrante en el Clan. Digamos que viene de una familia poderosa y nos va a ayudar a crear una nueva sociedad vampírica más poderosa e indestructible.
Intenté buscar nuevas excusas para seguir sacando información; desde luego cada vez se me hacía más difícil. Pero la clave estaba en ser melosa, cariñosa y seductora sin tener un comportamiento demasiado extraño.
-Pero cariño, ¿No somos ya lo suficientemente poderosos?¡Tenemos el mundo bajo nuestros pies y lo sabes! -Le dije con una sonrisa encantadora a lo que él se sintió profundamente halagado. Parecía un recién enamorado mirándome con aquella devoción.
-Amor mío, no sabes lo feliz que me haces al decirme eso, pero por desgracia nuestros enemigos han encontrado nuestro punto débil y eso hace que muramos a manos de ellos. Pero ese tema ya lo está gestionando nuestra querida Claudette.
-Por supuesto-Dijo ella con una sonrisa diabólica, ¿Qué enemigos y qué habían hecho?
Tenía que averiguar más, pero, por el momento, no iba a preguntar más porque sería demasiado sospechoso. Era hora de pausar la charla y dorarle la píldora a Víktor para tenerlo distraído. Era el turno de Peter y estaba segura que iba a hacerlo a la perfección.
Tomé del brazo a Víktor y le dije al oído:
-Querido, me apetece que estemos a solas en un lugar más tranquilo; me tuviste abandonada mucho tiempo y me encantaría tenerte un rato para mí.
Víktor ni siquiera contestó, sino que se limitó a tirar de mi brazo con una expresión lujuriosa. Al verme, Antonella me hizo un guiño para verificar que todo iba en orden y según lo acordado. Justo cuando pasamos por delante de la puerta de las cocinas, un camarero de cabello rubio por los hombros salió con una bandeja. Justo cuando no miraba Víktor me hizo una señal con la cabeza, entonces me di cuenta que era Peter.
Estaba irreconocible, lo que me alegró profundamente al pensar que no estaba en peligro por el momento. Le deseé toda la suerte del mundo esperando que aquel tormento cesara de una vez por todas.
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