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CAPÍTULO 45: INFILTRADO

Peter en la foto(L)


PETER

Mientras que estaba escribiendo en el cuaderno una poesía dirigida a Madeline, un leve golpe en la puerta me hizo cerrar repentinamente el cuaderno. El rostro conocido de Micaila se hizo visible en el umbral de la puerta:

-Señorito Peter, la señora Antonella ya está en la casa y desea verlo para pasear. Sabe que lo necesita y a ella le vendrá muy bien su compañía.

Asentí y le sonreí a Micaila prometiéndole que me vestiría pronto para ir a verla a su despacho. Con una reverencia, ella se marchó y yo me preparé lo más rápido que pude para no hacerla esperar.

Bajé rápidamente las escaleras sintiendo mi fuerza volver a mí. Físicamente me encontraba como siempre pero no podía decir lo mismo anímicamente. Lejos de mi familia y de mi amada, estaba condenado a mi eterna melancolía para el resto de mi existencia si no escapaba del lugar donde me encontraba.

Tras llegar a la puerta del despacho de Antonella, llamé a su puerta varias veces. Su voz profunda y con rastros de preocupación, me indicó que pasara.

Ella estaba sentada en su escritorio con varios papeles entre sus manos ojeándolos con gran detenimiento; parecía bastante ocupada. Cuando levantó la vista, la arruga de su frente desapareció al verme:

- ¡Oh querido, como me alegro de ver que estás bien!, vamos a pasear; la noche es muy agradable en los alrededores, ¿Alguna vez viste las estrellas en medio de un desierto?, es de los mejores lugares del mundo para verlas.

La miré con seriedad como si quisiera ocultarme algo, pero antes de que ella cambiara su expresión era evidente que algo estaba ocurriendo.

Acepté su invitación con el pretexto de querer saber más y porque tenía curiosidad con ver el cielo nocturno en un lugar tan inhóspito como éste. Ella se levantó del escritorio y me hizo una señal para que la siguiera al exterior con una sonrisa enigmática. Aquella mujer era aún desconocida para mí, pero me trataba con una familiaridad extraña que aún no comprendía bien, quizás se había encariñado conmigo o veía en mí a alguien importante.

Ella me explicó se papel en el Exilio, sus planes para destruirlo desde dentro y el papel fundamental que yo jugaba en ello. Pero lo que menos me esperaba, era saber que la ley que prohibía la caza de humanos se había abolido por el nuevo fichaje del Exilio a manos de Víktor.

Aquel hombre siempre estaba tras las desgracias de todos y comenzaba a hartarme demasiado. Sabía que él era poderoso y que no era una amenaza yo solo, pero si conseguía más aliados, podría destruirlo para que dejara de destruir el mundo donde vivíamos pacíficamente.

Mientras caminábamos, un silencio se instaló entre nosotros como si fuera necesario para asimilar toda la información. Antonella me dio mi espacio de forma paciente mientras caminábamos el uno al lado del otro con la única luz que proporcionaba la luna.

De pronto, una pregunta que tenía en mi interior, salió de mis labios:

-Sé que no eres humana porque los humanos no pueden pertenecer al selecto Clan de los diez. Entonces, ¿Qué eres?

Ella se frenó en seco como si mi pregunta la afectara. Notaba su tensión, pero era evidente que esa pregunta la haría tarde o temprano. Su sonrisa me demostró que ella bien sabía que me lo preguntaba, por lo que comenzó a explicarme:

-No soy una enemiga Peter, nunca lo he sido ni lo seré. Es cierto que no soy humana pero tampoco vampira porque, como ves, no me alimento de sangre. Quedan no muchas posibilidades que barajar, ¿No crees?

La miré fijamente y pude ver un ligero cambio en sus ojos. En la presencia de la noche, sus ojos grisáceos brillaban más intensamente y unas motitas amarillentas comenzaban a aparecer alrededor de su iris. Fue entonces cuando supe lo que era.

-Eres una mujer lobo, ¿Verdad?

Ella comenzó a reírse, tapando su boca con la mano; no parecía afectarle el haberlo averiguado.

-Esa es la respuesta fácil, pero soy más que eso; soy una variedad de mujer lobo muy atípica. Soy una loba cambiaformas, una maestra del disfraz.

Aquella respuesta me hizo dar varios pasos hacia atrás. Los lobos cambiaformas era una leyenda recurrente en los libros de Mistery Spell y nunca se habían encontrado ninguno. Pero ahora tenía delante a una de ellos...

Al ver que no le respondía, ella comenzó a explicarme:

-Aunque sea una maestra del disfraz, necesito que tú seas mis ojos y mis oídos en la oscuridad. Quiero que te infiltres conmigo en la fiesta de presentación del nuevo miembro del Exilio y que recopiles información de todos los que allí estén. Debemos averiguar quién de todos ellos pertenece al clan y así obtener más información sobre ellos para poder destruirlos.

-No digo que no me parezca bien, pero será fácil descubrirme entre toda esa gente-Le dije con tono preocupado, pero ella no parecía en absoluto en ese estado.

-Mientras que seas sigiloso y rápido podrás hacerlo. Te daré ropa y una apariencia diferente para que puedas pasar desapercibido. Una peluca ayuda bastante, ya lo verás.


Aun bastante nervioso, acepté ser el infiltrado de Antonella ya que, sin su ayuda y la de aquella mujer que me sacó del exilio, no podría ser libre como lo era ahora.

SOPHIE

Tenía la gran suerte de que Víktor no pasaría la noche en casa, cosa que me hizo pensar que pasaría la noche con esa mujer. A pesar del pasar de los siglos, admitía que sentía ciertas cosas por él y me costaba no sentir celos, aunque él nunca me habló de amor o de pareja. Aunque se casó conmigo sin yo quererlo, fue por meros papeles y por el poder que le confería sobre mí y sobre mi hijo a ojos de la ley vampírica.

Al haber sido convertida por un Original, le debía obediencia y respeto en todo momento y el divorcio estaba prohibido. Al menos mientras estaba casada con él podía mantener a mi hijo a salvo y eso al menos me hacía sentir aliviada.

Cuando convirtió a Peter, lo alejó de mi lado con la intención de enseñarle todo lo que él sabía además de controlar la sed de sangre. Supe dónde estaba la mansión, pero Víktor nunca me dejó salir de aquí.

Lo peor de todo es que mi sed de sangre la pasé encadenada en el sótano de casa y era alimentada una vez al día por orden de uno de los sirvientes que antes trabajaba en la mansión. De esa forma, pasé un total de tres años, sin mi hijo y sola en un zulo lleno de humedad y ratas que, a veces, se paseaban delante de mí y me proporcionaban alimento extra.

Pasé de ser enfermera y ayudar a las vidas que me rodeaban a ser un peligro para ellas en cuestión de unos instantes. Todavía siento los colmillos de Víktor en mi piel, aunque había pasado mucho tiempo.

Ahora debía de enfrentarme a la fiesta y volvería a ver a Peter de nuevo. Deseaba abrazarle y decirle todo aquello que él había olvidado por culpa de Víktor. Quería que me recordara, pero no podía decirle quien yo era hasta acabar con todo el asunto del Exilio. Cuando eso pasara, me mudaría con él a la mansión y recuperaría el tiempo perdido.

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