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CAPÍTULO 34: VIAJE A LA FRONTERA


NICOLE

Pasé la noche prácticamente en vela pensando en que en unas horas volvería a casa. La ansiedad se apoderó de mí haciendo que mi cabeza no parase quieta pensando en los diferentes escenarios que podría encontrarme.

Tenía una extraña sensación dentro de mí que no me dejaba en paz, era como si hubiera algo a mi alrededor que me llamase, que intentara hacerse notar delante de mí. Era como una especie de alarma interior cuya naturaleza no podía distinguir. Pero debía de descansar porque partiría al amanecer con aquella mujer y montaría por primera vez en camello. No sabía si tendría facilidad para ello pero debía de mostrarme lo más normal posible encima de ese bicho para evitar llamar la atención.

Cerré de nuevo los ojos para llamar al sueño y que viniese de una vez. La brisa de la noche se colaba débilmente por la ventana ligeramente abierta de mi habitación, sintiendo como un aroma familiar se colaba en mi nariz antes de caer dormida.

Como un espejismo, ese olor familiar me hizo recordar al perfume de Peter, el olor que impregnaba su habitación, esa mezcla de madera y frescor típico de la hierba cuando cae el rocío de la mañana.

Ese espejismo hizo que me relajara y pudiera dormir; otra vez los recuerdos me ayudaban a mantenerme tranquila.

Pero la puerta de mi cuarto se abrió lentamente, notando como alguien entraba en su interior. Levanté la cabeza asustada pero me encontré con el rostro de esa mujer que venía vestida de forma menos llamativa.

-Buenos días señorita; es hora de enseñarle un par de cosas antes de partir. Debes de vestirte con algo menos llamativo que las ropas del Exilio, por eso te traje un recambio de ropa. Te espero fuera.

Asentí y tomé la pila de ropa doblada entre mis manos. Me froté los ojos y vi que era realmente temprano; apenas había salido la luz en el horizonte.

Caminé hasta el baño para poder darme una ducha y espabilarme; necesitaba tener todos mis sentidos alerta para poder lograr salir de aquí. No hice esperar demasiado a esa mujer porque tampoco quería esperar mucho más para irme. Abrí la puerta y ella me esperaba con una pequeña bolsa en sus manos. Se tomó la molestia de guardar las cosas que traía para que no las perdiera y le agradecí en silencio mientras ella me hacía una señal para seguirla.

Caminamos por el pasillo de aquella enorme casa admirando la memoria de aquella mujer porque yo, ni viviendo varios años en esa casa, me hubiera aprendido cada recoveco de esa enorme mansión.

Finalmente, llegamos a la entrada de casa donde la chica que me atendió al llegar nos esperaba con una sonrisa y un aspecto impecable. Hizo una pequeña reverencia cuando nos vio y la señora de la casa se le acercó levemente:

-Micaila, necesito que cuides de la casa en mi ausencia. Tardaré por lo menos dos días, así que confío en ti para que cuides de la casa y de Peter. Cualquier cosa que necesites, llámame al teléfono.

-Si señora, confíe en mí.

Micaila nos abrió la puerta y salimos al exterior. Una sensación extraña volvió a invadirme como la noche anterior que noté ese aroma familiar. El nombre de Peter saliendo de los labios de esa mujer me hizo reaccionar. Mi rostro se transformó por completo pero no podía ser el Peter que yo buscaba porque sería mucha casualidad que él estuviera aquí.

-Bueno, es hora de que aprendas a montar en camello. El mío ya lo conoces ahora falta que conozcas al que va a ser tu compañero de viaje. Es el hijo de Pastelito, así que cuídalo bien.

Entramos en una zona del jardín que estaba vallado formando un enorme corral. Un sonido que ya conocía me hizo darme cuenta que Pastelito estaba por la zona. Cuando Antonella abrió la pequeña puerta, aquel enorme monstruo que casi me mató del susto en el pasado, comenzaba a lamer la cara de aquella mujer que ahora comenzaba a reírse. Cuando ella estaba con ese animal, parecía ser otra persona menos seria y más cariñosa; ella lo trataba como si fuera su pequeño bebé aunque de pequeño no tenía nada.

-Bueno, lo primero es que conozcas a Muffin.

-¿Muffin?, No fastidies...-Dije con la boca abierta cuando salió otro camello tras Pastelito. Era de un color un poco más claro y tenía la lengua colgando como si el calor le afectase de verdad. Yo lo miraba alucinada pero Antonella veía normal esa situación.

-Veo que no estás familiarizada con estos animales...

-En Mistery Spell no hay camellos; lo que más hay son lechuzas-Le dije intentando tocar a Muffin para que me conociera un poco más.

-¿Eres de Mistery Spell?-Me preguntó con curiosidad.

-Si, ahí es donde me dirijo y de donde es mi familia. Estoy deseando ver si están bien.

Ella me sonrió levemente y tomó las riendas de ambos camellos. La rienda de Muffin me la dio y comenzó a explicarme:

-Debes de ponerte este sombrero de ala ancha para protegerte del sol y para ocultar tu identidad lo mejor posible. Primero, voy a enseñarte a subir al camello.

Ella realizó un leve tirón para que Pastelito se quedara sentado sobre sus patas. Aunque estaba sentado, el animal seguí siendo realmente enorme. Sin soltar las riendas, ella se subió encima de la pila de mantas que llevaba tras la joroba. De un movimiento rápido, ella se sentó y le dio una palmada al animal para avisar que ya estaba subida. Cuando se puso en pie, no pude evitar sentir un poco de vértigo.

Con poca seguridad, hice justo lo que Antonella me había mostrado para que Muffin me hiciera caso. Tiré de la rienda para que se sentara pero, en vez de ello, me hizo una pedorreta pringándome de babas:

-¡¡Maldito guarro!!¡Saco de pulgas!-Le grité sin poder evitarlo. Esperaba que Antonella no se ofendiera.

Pero al mirarla, ella estaba reprimiendo la risa por respeto a mí pero, en unos segundos, estalló en carcajadas aunque a mí no me hacía especial gracia. Lo intenté de nuevo y ese saco de pulgas pareció querer redimirse de esa burla que me había hecho.

Tras varios intentos, pude subir y admirar la enorme distancia que quedaba entre yo y el suelo; desde luego no debía de caerme.

-Coloca bien tu postura; espalda recta y deja que tu cuerpo fluya con el movimiento del animal. Si no estás cómoda, el animal no lo estará así que eso es esencial.

Asentí y me senté lo más cómoda posible. Toqué la mejilla de Muffin, indicándole que ya estaba lista. Con las riendas en la mano, esperé a la señal de Antonella para comenzar el viaje:

-Estupendo, ahora rumbo a la frontera. Si nos preguntan cuando lleguemos, tú eres una gran amiga mía y vuelves a casa por un asunto familiar. Vienes conmigo en mi Jet por esa razón para evitar las colas del aeropuerto. Es necesario que hables lo menos posible, solo cuando directamente te pregunten y lo más simple posible.

-Está bien, ahora solo necesito saber una cosa más, ¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar a la frontera?

Antonella comenzó a reírse suavemente y yo temí su respuesta. Por su cara, precisamente no iba a ser un viaje corto:

-Espero que disfrutes de las dunas porque vas a verlas durante un buen rato. Si no paramos demasiado y no tenemos ningún tipo de percance, llegaremos en unas 8 o 10 horas.

Con la boca abierta, Antonella comenzó a dar la orden para ponernos en marcha. El sol no había salido con toda su fuerza pero el calor comenzaba a intuirse. La humedad de la noche comenzaba a disiparse dando lugar a una humedad pegajosa que hacía sudar a cualquiera. Esperaba que el viaje se me hiciera corto porque, con ese saco de pulgas que no paraba de soltar babas, el viaje iba a ser movido.

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