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CAPÍTULO 31: PREPARANDO EL VIAJE

DROGO

Desde la llamada de Madeline, comencé a pensar en el viaje que teníamos que hacer para traerla de vuelta pero había algo que tenía que hacer antes de marcharme. Estaba claro que no iba a irme sin Catherine ahora que no había peligro de momento de que Claudette le hiciera daño. No sabía bien donde vivía porque nunca había ido a su casa pero no dudaba buscarla por toda la ciudad si era necesario. Ella no volvería a separarse de mí mientras quedara un atisbo de aliento en mis pulmones.

Dejé a Lorie al cuidado de Nicolae que aun parecía estar dentro de su pena. Todo se nos estaba complicando demasiado y no sabía bien cómo íbamos a solucionarlo y lo peor de todo era que mi hermana había pagado sin tener la culpa.

Lorie parecía que iba aceptando su condición de ceguera aunque no le habíamos dicho nada de su operación pero pronto lo haríamos porque quedaban poco más de 24 horas.

Ahora no sufría de ataques de pánico y parecía que estaba descansando mejor. Pero ahora el que más me preocupaba era Nicolae porque no hablaba una sola palabra. Él me escuchaba pero parecía un muñeco inerte que había dejado de sentir o de actuar por libre albedrío. Desde que Nicole desapareció de nuestras vidas, todos sentíamos un enorme vacío que bien sabíamos era imposible de llenar.

Fui a mi cuarto para cambiarme de ropa e ir más presentable a buscar a Catherine. Recordé el hotel donde la llevé años atrás cuando parecía una simple turista en busca de una aventura en soledad. El destino fue caprichoso con nosotros y nos impidió ser la pareja que deseábamos ser y el ser de diferentes especies no ayudaba en absoluto. Pero la eternidad no iba a impedirme estar con ella porque, a pesar de mis esfuerzos por alejarme de ella, me era imposible olvidarla.

Ese sentimiento iba creciendo lenta pero constantemente, dejando raíces y levantando las murallas que había construido con el paso del tiempo. Mi frío corazón pareció resurgir gracias a su calor, gracias a que ella me demostró que cualquiera puede encontrar la horma de su zapato.

Salí de la mansión poniendo todos mis sentidos alerta. Caminé lentamente por las calles transitadas por ser tan solo las seis de la tarde, observando cada detalle para poder dar con Catherine. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude ver una melena rubia que me era muy familiar y un aroma que me recordaba a aquel día que probé su sabor.

La seguí de cerca y entonces la vi entrar a una casa que estaba más bien en medio del bosque de Mistery Spell; un lugar poco seguro para una humana porque estaba rodeado de lobos.

Llegué a su puerta con el pulso acelerado y los nervios atascados en mi estómago. Me sentía como un adolescente que va a escondidas a ver a su novia o a su amor platónico de instituto, pero Catherine era algo más que alguien a quien quería.

Era la primera mujer que no me miraba con el descaro del deseo o como un trofeo a conseguir para fardar sino como el hombre que ocultaba ser frente a los demás.

Toqué la puerta y esperé a que ella apareciese con ese rostro angelical que tanto adoraba. Su olor se iba aproximando lentamente en mi dirección y supe que estaba al otro lado.

Su rostro se cubrió de sorpresa cuando nuestras miradas chocaron entre sí; una colisión digna de sentir. Ella parecía estar mirando a un fantasma, como si no se creyera que realmente estaba ahí. Estaba tan preciosa con esa camiseta larga y ancha y sus calcetines de osos blancos que me tentaba a echarme en sus brazos.

No lo pensé ni un instante y la abracé fuertemente contra mi pecho. Ella se agarró a mí con necesidad, con pasión y emoción; para mí esa era la mejor bienvenida que cualquier hombre podía tener al llegar a casa. La iba a llevar conmigo sin importar nada, sólo ella era el centro de mi mundo y sin ella no existía nada más.

No iba a desperdiciar más nuestro tiempo.

-He venido a por ti y no acepto un no por respuesta.

Y entonces, la tomé en brazos y la llevé a la mansión.

NICOLE

Aquella chica me acompañó al interior de aquella casa sacada de la típica película de jeques árabes que estaban podridos de millones. El estilo recargado pero clásico de la casa no dejaba dudas el motivo por el que la consideraban "la reina", sólo esperaba que su juicio no fuera demasiado volátil y pudiéramos llegar a un acuerdo.

Ella me llevó a un pasillo donde había varios asientos, indicándome que iba a avisar a la señora de la casa. Las paredes eran muy altas pero lo que más me llamaba la atención era que el techo era transparente, dejando ver el cielo nocturno como si no existieran barreras. Era tan increíble mirar arriba y no ver paredes sino la tranquilidad bajo la noche estrellada.

Siempre me había gustado la noche pero ahora era importante para mí por ser una vampira. Era parte de mi existencia y lo que me hacía tener los poderes latiendo bajo mi piel; gracias a la noche yo estaba sentada en aquel sofá que quizás costaba más que mi casa entera.

Sumida en ese silencio, me sentía por fin a salvo tras cuatro años batallando con mi verdugo. La esperanza de volver a casa era cada vez mayor, dejando mi mente volar lejos hacia lo que consideraba mi hogar.

-"¿Estarás mirando el cielo en estos momentos,Nicolae?¿Piensas en mí como yo he pensado en ti todos estos años?"

Un leve chirrido me hizo despegar los ojos del techo, encontrándome con la chica que me había llevado al interior de la mansión. Ella me sonrió y me dijo:

-Veo que admiras la gran obra que la señora mandó construir, a ella le encanta mirar el cielo por la noche a través del cristal. Venga conmigo, la está esperando en su despacho.

La seguí a paso decidido mostrando que no me encogía ante nada. No podía demostrar debilidad porque eso podría ser mi sepultura y mi ticket al exterior sería un mero sueño.

Al entrar, una mujer de porte elegante estaba sentada en su gran sofá de cuero rojo. De fondo, una melodía de piano me hizo recordar a Peter por la melancolía de sus teclas, notando un ligero temblor en mi corazón al pensar en él.

https://youtu.be/PBQd8sQVp7Y


Respiré profundamente y aquella mujer se puso de pie en cuanto se percató de mi presencia:

-Micaila, puedes retirarte.

Ella hizo una reverencia y cerró las puertas tras de sí. El piano sonaba a través del tocadiscos de forma insistente haciendo que el momento fuera menos incómodo. La mirada de esa mujer analizaba cada rastro de mi persona y yo temía no ser del agrado de ella. Una leve sonrisa fue cubierta por su dedo índice:

-Me recuerdas a mí; tienes la mirada profunda y marcada por el sufrimiento. Eres como mi pasado y eso es algo que echaba de menos ver en alguien. Nadie sabe el aprendizaje que hay tras el sufrimiento, tan solo unos pocos lo sabemos y ese tipo de personas levantan en mí una simpatía que no tengo con el resto de los que tienen vidas perfectas. Me recuerdas mucho al pianista que suena en estos momentos; una vida marcada por el dolor y la soledad que supo sacar en forma de talento.

La miré con cierta sorpresa disimulada intentando averiguar el cómo había sacado esa información con tan solo mirarme. Aquella mujer era un absoluto misterio y su presencia era cada vez más impresionante. Sus silencios eran su arma más mortífera porque entre ellos pensaba y observaba cada detalle de su alrededor.

-Sé que has venido por alguna razón, no solo porque encontraste a mi camello. Si eso fuera así, no estarías tan triste y ansiosa por elegir tus palabras. Veo que no es algo de dinero sino es un favor más importante que eso.

-El dinero nunca significó nada para mí, señora-Le contesté sin mirarla a la cara.

Ella se acercó lentamente arrastrando su largo vestido por el suelo de madera. Sus tacones se clavaban con fuerza en el suelo y su mirada grisácea me miró de cerca.

-¿Qué es lo que te ha traído aquí?, eres una vampira y no has usado tus poderes para conseguir las cosas a la fuerza, por lo que veo quieres pedir algo de forma honrada.

-No soy estúpida, sé bien que en el mundo no hay solo humanos sino muchas otras criaturas que pueden ser unos buenos rivales y que pueden causarme graves daños. Tampoco es mi estilo tomar las cosas a la fuerza siempre y cuando le pueden llevar a acuerdos donde salir beneficiados sin necesidad de montar un alboroto.

Aquella mujer se cruzó de brazos sin borrar su sonrisa de satisfacción. Parecía que mi respuesta la había agradado porque se la veía de buen humor. Aquella extraña caminó hasta la ventana y posó sus manos en el borde del cristal, abriéndola para dejar pasar el fresco de la noche. Con su voz seria y elegante, me preguntó:

-Dime que es lo que deseas de mí y te lo concederé; te lo has ganado.

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