CAPÍTULO 27: MIS PIERNAS ME ARDEN, JODER
Maratón día 3(2/2)
NICOLE
- ¡Qué bonita es la puta arena, si me gustaba poco la playa ahora tengo ganas de vomitar sobre ella! -Gritaba en medio de la nada mientras pateaba aquel maldito manto de color dorado. La noche había pasado casi en su totalidad y el amanecer estaba cerca. El temido sol haría acto de presencia amenazando con freírme el culo y las neuronas.
Aunque no podía ponerme morena por mi condición de vampiro, cuando era humana odiaba quemarme porque mi piel ya de por sí era pálida. Cuando iba a la playa, siempre estaba bajo la sombrilla con el cuerpo aún más blanco por las capas de protector solar que tenía sobre la piel.
No sabía cuántas horas llevaba andando, pero ya se me habían acabado las barritas energéticas. La necesidad de sangre me estaba poniendo de un humor peor que el de costumbre yeso era peligroso. No deseaba perder el control porque supondría que si me topaba con alguien lo pagaría caro.
Entonces, mi mente entumecida pegó un salto cuando veía el agua del río correr.
- ¡He sido una completa gilipollas!¡En el río hay peces, joder!
Había pasado hambre tontamente teniendo un supermercado a mi lado sin darme cuenta. Los peces eran abundantes y, gracias a mi velocidad, no eran difíciles de pescar.
La sangre de los peces era asquerosa y su piel realmente resbaladiza y gelatinosa. Me daban arcadas, pero tenía que sobrevivir. Por fin pude sentir como la energía volvía lentamente a mí, aunque me condenase a oler a pesado un tiempo.
Aprovechando, me remojé un poco al no ser las temperaturas tan frías. Los peces, que me veían ahora como una enemiga, huían hacia todos lados y yo comencé a hablarles:
- ¡Tranquilos chicos, mi barriga ya está llena!
Desde luego, el hablar con los peces me dio un aviso de que estaba perdiendo la cabeza. Me dio un ataque de risa y agradecí que en esos momentos estuviera sola.
Con la mochila más ligera, seguí caminando en línea recta con las fuerzas renovadas. Decidí que ya era hora de correr y dejar el caminar para los humanos.
El río ahora parecía una autopista cuando me encontraba corriendo a esa velocidad. El terreno de repente cambió como si hubiera cruzado una frontera. La arena parecía ir transformándose en tierra húmeda y me sobresalté al sentir que mis pies no se hundían al correr. Frené en seco y mis ojos comenzaron a ver árboles, vegetación por doquier y el rumor del río que me acompañaba.
- ¿Acabé en la selva amazónica? ¿Tanto había corrido? - Me pregunté, pero al ver una casa a lo lejos, el corazón me saltó del pecho peligrosamente.
Corrí hacia ella y me di cuenta que estaba pegada a un lago mucho más grande y profundo que el río. Ambos estaban conectados, pero en esa zona, había pequeñas balsas de lo que parecían algas, flotando sobre el agua.
Mi vista se posó sobre el mapa y entonces me da cuenta que había llegado al pantano.
- ¿Entonces la casa...esa casa?¡Es la casa del barquero!
Intenté disimular el grito porque ahora quizás ya no estaba sola. No quería que aquel hombre se formase ideas equivocadas sobre mí si deseaba que me llevase a dónde yo quería.
Un leve portazo sonó a mis espaldas y un señor que parecía bastante anciano me miraba de arriba abajo. Su rostro parecía entre molesto y pensativo, ¿Qué demonios le pasaba?¿Se había levantado de mal humor?
Se me acercó lentamente y yo le sonreí forzosamente a pesar de que me moría de ganas de gritarle que dejara de mirarme como si tuviera cuatro brazos. Debía de aguantarme las ganas de mandarlo a paseo porque quizás ese viejo era el billete a mi salvación:
- ¿Eres humana?
Esa pregunta tan seca y directa me hizo pararme en seco, ¿Por qué demonios me preguntaba eso? ¿Debía serle sincera?
Al ver que estaba muda, aquel hombre me dijo de la misma forma igual de seca:
-Si mientes, no sales que aquí.
No podía tomarme a la ligera a aquel hombre. Bien sabía que algunos fenómenos extraños podían ocurrir y que muchas criaturas sobrenaturales están extendidas por todo el mundo, ¿quién me decía a mí que ese viejo no era algo parecido a un brujo?
-No soy humana. Necesito salir de aquí, por favor. Necesito poder tomar el autobús del asentamiento de la zona Oeste, el que está atravesando la cordillera de Aravalli.
- ¿Saber que hay seguridad y por eso querer colarse con barca?
Suspiré y decidí contarle todo; a fin de cuentas, ese hombre no parecía tener una gran fuerza contra mí.
-Tiene razón, no quiero ser vista porque me escapé del Exilio. Me condenaron a algo injusto-Le dije con gran tristeza.
La mirada del hombre se endureció y temí que él decidiera no ayudarme, pero comenzó a caminar hacia la barca que flotaba en el agua. Se giró en mi dirección y me dijo con voz nerviosa:
- ¡Será mejor correr, te estarán buscando!
Con una señal de que me acercara, suspiré aliviada al ver que aquel viejo antipático se había apiadado de mi alma.
A pesar de lo débil que parecía, aquel hombre comenzó a remar sin conectar el motor de la barca. Me quedé extrañada por lo que le pregunté:
- ¿Por qué no conecta el motor?
-Porque nos escucharían, niña tonta. Debemos ser cautelosos como pez en agua y más dónde vamos.
Tenía razón; aquella zona parecía ser de suma importancia porque había mucha seguridad. Decidí relajarme y disfrutar del viaje porque al menos por el momento parecía que todo estaba tranquilo.
Aquel pantano no parecía tener final y esperaba que aquel viejo supiera dónde íbamos. Desde luego no iba a quitarle los ojos de encima porque nada ni nadie es lo que parece, ¿Y si aquel abuelo iba armado?
Decidí comenzar una conversación para relajar el ambiente:
- ¿Dónde vamos exactamente?, hábleme de la zona.
-Tener que tomar pase especial para poder viajar en autobús. Si desear poder ir a ciudad grande y poder tomar monstruo con alas de metal, debe de tener un pase de señora Antonella. Ella manejar asunto bien; ella jefa de la zona.
- ¿Jefa de la zona?
-Ser buena y rica; vivir años muchos aquí.
"pues tiene que estar poco cascada la pobre- me dije interiormente.
Aquella mujer parecía ser como una especie de monarca del lugar. Quizás, si le causaba simpatía, podía escapar de aquí y poder volver a Mistery Spell, así que era hora de comenzar a ensayar la simpatía.
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