CAPÍTULO 25: MI GRAN CONDENA
Nicolae en la foto(L)
Maratón día 2(2/2)
Capítulo corto debido a que hoy era el cumple de mi madre y no pude escribir demasiado.Espero os guste^^
NICOLAE
Tras escuchar aquellas palabras que tanto me aterraban escuchar de los labios de Drogo, una descarga terrible me hizo doblarme en dos. No podía creer que mi princesa Nicoletta nunca jamás podría estar conmigo de nuevo...no podía creer que se había marchado para siempre.
El dolor era tan profundo que parecía estar quemándome hasta la misma existencia. Si tuviera un corazón funcionando, se habría fragmentado en millones de trozos. Unas enormes lágrimas de color rojo indicaban la enorme agonía que estaba padeciendo y lo peligrosamente cerca que me encontraba de perder el juicio.
Mi cuerpo estaba en el suelo con las rodillas clavadas en él. Un Drogo silencioso me miraba desde arriba sin decir una sola palabra porque bien sabía que no podría consolarme jamás.
Iba a padecer la condena de una existencia vacía sin aquella persona que me completaba y eso era algo que no podía permitir.
Miré a mi hermano con la mirada cubierta de sangre cruzando la suya que tenía un gran pesar. Hice una petición desesperada:
-Mátame...mátame Drogo. Concédeme la libertad de dejar de sufrir. No puedo soportarlo más...no puedo vivir sin ella...
Él abrió los ojos con una enorme sorpresa que se transformó en rabia. Sabía que mi comentario había levantado la ira de Drogo, pero no podía evitar decir aquello que sentía y pensaba.
Él me tomó de la camisa y me levantó del suelo de golpe. Con la cabeza aturdida tuve que apoyarme en la pared para evitar caerme de nuevo pero las manos de Drogo me sujetaban con firmeza. Los ojos de mi hermano centelleaban de impaciencia viendo como me desvanecía lentamente como si mi alma me estuviera abandonando.
Pero la voz nada amable de Drogo impactó contra mi cráneo:
¿Cómo cojones puedes pedirme eso? ¿Acaso sientes algo de amor por mí o por tu hermana? ¿O por Nicole?¡Si la quieres tanto como dices ella no querría que murieses y menos a manos de mí mismo!
Me quedé callado porque no tenía más que decirle. Me había abandonado hasta tal punto que nada de lo que me pasara me importaba.
Drogo puso su brazo alrededor de mi cintura para ayudarme a caminar. Me sentía tan apagado que no sentía mi cuerpo, aunque Drogo me estaba llevando.
Bajamos las escaleras que conducían al salón donde Drogo me sentó en el sillón. En el sillón contiguo, una figura humana envuelta en una manta estaba acostada y parecía dormir, ¿Sería Lorie?
Drogo se acercó a ella lentamente y le preguntó con mucho cariño:
- ¿Cómo te encuentras, pequeña? ¿Te duele o estás bien?
Pude escuchar un leve sollozo ahogado proveniente de aquel bulto envuelto en una manta, ¿Qué le ocurría? ¿Estaba herida?
Tras besar su frente, Drogo me miró ahora con sus ojos tristes como si quisiera decirme algo.
Al ver mi confusión, arropó a la que pensaba que era Lorie y se acercó a mí.
-Nicolae, esa es Lorie. He podido sacarla del sótano donde Claudette la estaba torturando. Por desgracia...le han quedado secuelas.
Sentí de nuevo aquella ola de frío, ¿Hasta qué punto la habían llamado?
Tras una pausa, su nerviosismo dio lugar a una profunda pero triste mirada que parecía no augurar nada bueno.
-Lorie ha perdido un ojo,Nicolae. Parece ser que...se quedó ciega.
- ¿Qué...qué?
No podía articular una palabra mientras la noticia se repitió una y otra vez
Intenté levantarme para poder ir hasta ella, pero me sujetó con fuerza para evitar que me levantara del lugar donde estaba. Pero necesitaba verla; habían sido demasiados años sin ver ni hablar con ella a la que sus consejos eran algo que siempre escuchaba.
-Debemos de llevarla a un médico y te necesito por si hay que manipular a alguien en el proceso. Quiero saber si a Lorie se le devolverá la visita o si es un estado permanente.
Sabía que Drogo tenía razón y que debía de intentarlo por ella. Lo merecía a pesar de que yo era como si había dejado de existir. Quería destrozar a Claudette en cuanto apareciera en mi campo de visión sin ningún tipo de remordimiento. Nada nos ataba a quedarnos en la mansión y sabíamos además de que nos perseguirían allá donde fuéramos.
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