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CAPÍTULO 24: DIME LA VERDAD

Maratón día 2(1/2)


CATHERINE

Aunque dudaba demasiado, decidí entrar definitivamente a aquella pequeña tienda de antigüedades. Aún con el impacto de las revelaciones acerca de mi embarazo y lo que esa extraña parecía saber de mí, era evidente que cuanto menos podía estar al borde de la histeria.

Pero no podía encontrarme en ese estado porque haría daño a mi hijo que no tenía culpa de nada. Cuando mencionaba a mi bebé, una espina se me clavaba en mi interior al pensar en Sebastián y en su ausencia, pero otra posibilidad que no había pensado se cernía sobre mí como una sombra, ¿Qué pensaría Drogo de esto? ¿Cómo se tomaría que me hubiera embarazado de otro y encima de un hombre lobo?

Aquella extraña que caminaba delante de mí llevándome por toda la tienda, parecía que había averiguado cómo me encontraba sin mirarme a la cara. De nuevo, sus palabras extrañas me pillaron desprevenida:

-No te angusties con todo de golpe, querida; no tiene sentido querer solucionar todos los problemas de golpe porque si no te comerán.

Me quedé muda porque no entendía como era capaz de leerme sin mirarme, ¿Qué demonios era esa señora?

Cuando pasamos por debajo del arco donde descansaba la foto de mi madre y de ella, con su mano desplegó la cortina para que entrase a la sala que había tras de ella. Un salón que parecía sacado del siglo pasado, estaba en perfecto estado de conservación y sin una mota de polvo. En una esquina alejada, una cama que parecía ser usada por el pequeño vaso de agua que descansaba sobre una de las mesitas, me hizo pensar que quizás esa señora vivía aquí.

Era triste no tener una casa donde vivir y tener que convertir tu vida en tu trabajo.

Ella me hizo el gesto de sentarme en la mesa redonda que había en el centro del salón. Sobre ella, varios tapetes de encaje blanco típicos de té, estaban dispuestos alrededor de un jarrón que presidía justo en el centro. Unas hermosas rosas blancas junto con unos narcisos amarillos le daban al salón un aroma floral muy agradable.

-Creo que el té te gusta con poco azúcar, un chorrito de limón y sin leche, ¿Me equivoco?

Me quedé congelada sobre la silla y mis ganas de salir corriendo aumentaron, pero el saber que aquella extraña conocía a mi madre me carcomía las entrañas.

-De seguro te apetecen unas galletas y seguro que a tu pequeño también-Me dijo con una sonrisa amable. Asentí tímidamente mientras me retorcía las manos de impaciencia.

A los pocos minutos, aquella extraña apareció con dos tazas de té y un plato lleno de galletas encima de una bandeja que depositó sobre la mesa. Lentamente, se sentó en la silla de enfrente de mí con su expresión risueña que parecía no variar nunca.

-Bueno, puedes comer todo lo que quieras, que las galletas no muerden...

- ¿Y qué me dice a mí que no están envenenadas?

Ella tomó una entre sus dedos y la comió entera con una sonrisa. A pesar de ser tan cortante, ella no parecía molesta por mi comportamiento tan antipático.

-A pesar de lo que parece por fuera, en realidad tu hermana y tú tenéis el mismo carácter.

- ¿Cómo sabes que tengo una hermana? -Le pregunté intentando retener un gruñido de furia.

-Sé...muchas cosas. Unas, porque tu madre me las contó y otras porque las he visto.

-Sigo sin entender cómo conoces a mi madre...

Las manos de aquella mujer se posaron sobre su taza y su mirada bajó hasta sumergirse en el color ámbar del té. Parecía que su sonrisa tan amable se había atenuado ante la mención de mi madre. Tras suspirar varias veces y sin despegar su vista de donde la tenía, comenzó a explicar con una voz bastante triste:

-Tu madre era una buena mujer que tenía el corazón roto. Tenía una terrible enfermedad, pero nada que el lago de los lobos no pudiera curar. Recuerdo el primer día que la conocí; ella acababa de venir a Mistery Spelly andaba realmente perdida porque había viajado sola.

Ella se paró en este escaparate justo donde te conocí a ti y miró el mismo vestido de novia con la misma expresión de anhelo que tú. Me recordaste mucho a ella cuando te vi y por supuesto te reconocí enseguida porque tu madre siempre hablaba de ti y de tu hermana enseñando las fotos de ambas.

La visita de ella comenzó a alargarse de más porque le cogió el gusto a venir a verme y contarme sus penas amorosas. Ella echaba de menos a tu padre, demasiado diría yo. Cuando ella por fin se sumergió en las aguas del lago, su cuerpo quedó sanado, pero no su corazón.

Yo le dije que debía de luchar por mantenerse con vida y que debía de olvidarle porque sino ella no sobreviviría ante tanto dolor. Ella murió unos días después en la habitación del hotel y fue trasladada a vuestra ciudad. Así es como todo acabó...

- ¿Quieres decir...que el abandono de mi padre...la mató?

-Es posible morir de pena Catherine; la pena es algo tan doloroso que es casi imposible de manejar y menos cuando se está solo. A pesar de que tu madre os tenía a vosotras y hablaba cada día conmigo, ella se dejó morir porque había perdido a vuestro padre.

Ante esa noticia, mis lágrimas comenzaron a fluir con fuerza llegando hasta la mesa. Aquella extraña me miraba apenada y puso sus manos sobre las mías. No las aparté porque estaba claro que ella había intentado ayudar a mi madre y al menos se merecía el beneficio de la duda.

-Sé que algo semejante te aflige querida; pude verlo reflejado en tus ojos mientras mirabas ese vestido de novia. Sé bien que el hijo que esperas no es de la persona que amas; es realmente duro tener que contentarse con el consuelo y no con lo que realmente te llena el corazón. Pero debes de luchar por aquello que quieres y no dejarte abandonar como tu madre. Debes aprender de su error y no dejarte abandonar porque ahora no dependes solo de ti sino que además hay alguien más que depende de ti.

La mirada de ella viajó hasta mi estómago aun plano y asentí débilmente. Necesitaba volver a casa para digerir todo aquello y poder relajarme.

Me levanté de la mesa y aquella mujer me acompañó hasta la puerta, pero antes de irme le pregunté su nombre. Ella me contestó con una sonrisa:

-Me llamo Betty,Betty Osborne

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