CAPÍTULO 22: EL PANTANO RANN DE KUTCH
Maratón día 1 (1/2)
NICOLE
El coche parecía volar en vez de correr y mis pies daban a todo lo que podían al pedal del acelerador. Al ser desierto abierto, no había una sola alma por el lugar sino algunas zonas donde parecía haber un camino aplanado de arena como si por ahí pasaran algunos coches. Decidí tomar uno de esos caminos pensando en que, quizás, me llevarían a alguna parte donde hubiera algo de civilización.
Necesitaba un puto teléfono de emergencia porque, inexplicablemente, por mucho que buscase en todo el Exilio, nadie llevaba uno exceptuando Víktor, lo que me hizo pensar que quizás el estar incomunicado con el exterior era un requisito.
También sabía que la perra de Claudette estaba al tanto de mi escape, por lo que no tardarían en buscarme por cada palmo de la India si era necesario.
Tanteé la guantera del asiento y saqué todo lo que contenía mientras que con la otra mano controlaba el volante.
- ¡Qué genial, no hay tráfico o contenedores con los que estrellarme!, casi podría echarme una siesta al volante...-Me dije a mi misma casi riéndome para evitar que la ansiedad me dominara.
Todo el contenido lo eché sobre el asiento del copiloto y entre revistas de dudosa reputación, varias credenciales que parecían ser pases de entrada para el Exilio y varios tickets de ¿tiendas?, encontré un mapa bastante nuevo. Lo desplegué como pude sobre el volante para ir guiándome por aquel inhóspito lugar y fui diciendo en voz alta donde parecía que estaba:
-Vale, se supone que el Exilio está en este punto rojo que hay marcado donde parece ser que es el centro del desierto del Thar. En cuanto a la zona, limita con un río en la zona noroeste donde se supone que hay un pequeño asentamiento. Si miramos al este, nos topamos con la cordillera de Aravalli donde dice que hay guardias forestales y bastante seguridad para evitar que, si alguien escapa del exilio, pueda saltar por la frontera. Se supone que a unos pocos kilómetros de esa zona hay un sistema de autobuses que te lleva a la ciudad más cercana.
El problema era que esa zona no podía ni pisar porque en cuanto me vieran el pelo me llevarían de vuelta al Exilio, por lo que debía de rodear para encontrar otro camino. En cuanto al sur del desierto, daba con un pantano que parecía ser una buena opción porque llevaba a una zona de barcazas que podían llevarme a un pequeño pueblo pesquero de la zona.
Lo bueno de ser un lugar pequeño es que lo más probable es que no supieran que era una que se había escapado del Exilio, además que llevaba el uniforme de los guardias de allí.
Conforme iba pasando los kilómetro y kilómetros de tierra, mi vista iba viajando al depósito del coche que parecía ir descendiendo peligrosamente. Comencé a temblar ante la posibilidad de pasar una noche en aquel desierto sin poder llegar a mi destino. Pero Nicole no era una blanda sino una tía con un gran par de narices que se enfrentaba a cualquier cosa y que nada temía. Si había vencido a la muerte una vez, ¿Por qué no dos veces?
Abrí la ventanilla del coche para que el aire de la noche se colara y pudiera refrescarme. Hacía frío, pero no era anda en comparación con mi temperatura corporal que, a pesar de ser una vampira, nunca se volvió fría,
- ¿Quién sabe?, quizás soy tan ardiente que no me afecta, aunque haya dejado de ser humana.
Aunque otro de los motivos por los que mi temperatura era tan candente era mi moreno de pelo largo y cuerpo de ensueño que no abandonaba mi mente calenturienta. Tenía claro que, en cuanto lo viera delante de mí, desintegraría su ropa con la temperatura que desprendería mi cuerpo por culpa del tiempo que llevaba sin sentir sus manos o su cuerpo sobre mí. Ese día terminaríamos de romper la cama, la mesa del comedor, las dos mesitas de nuestro cuarto y provocaríamos un incendio en la bañera.
No me importaba si alguien estaba delante o no; Nicolae sería todo mío.
Aunque conociéndolo, no sabía quién de los dos se lanzaría primero...
Pero entonces, para mi maldita desgracia, el coche comenzó a perder velocidad. Cuando miré de nuevo a la pantalla, la imagen de repostar se estaba iluminando en rojo indicando que había entrado en reserva y que sólo tenía 2 kilómetros para que el coche se parase.
No iba a llegar...eso era seguro porque aún quedaba mucho que andar; por lo menos 10 kilómetros más hasta llegar al pantano y luego tenía que buscar el embarcadero.
Conforme el coche se iba parando cada vez más, mi mente comenzó a pensar en un plan. Tenía que aprovechar todo lo que encontrase en el coche por si lo necesitaba. Cuando finalmente el motor se paró, di un sonoro golpe acompañado de un taco al volante del coche.
-Dios mío... ¿Y ahora qué hago? No...no hay animales por la zona para comer y estoy muy débil para correr. La sangre que tomé hacía varios días ya no me hace efecto...
Estaba desesperada y quizás moriría aquí pero no podía rendirme ahora que había conseguido salir de aquel lugar donde nadie podía entrar, pero no salir. Debía de luchar por mi familia y por mí.
Arrastrando las piernas con gran debilidad, abrí la puerta del maletero para buscar algo que me fuera útil. Entre lo que había dentro encontré una mochila y una caja que parecía ser de herramientas. Al abrir la mochila, encontré varias barritas energéticas, una botella de agua y un mechero. En cuanto al agua no la necesitaba para beber, pero podía comerme las barritas para, al menos, tener el estómago lleno. El dulce era lo único humano que podían comer los vampiros; el resto de los alimentos eran tan intolerables que podían provocarnos unos vómitos realmente incontrolables, cosa que en estos momentos sería mi sentencia.
Abrí la puerta del copiloto y guardé todo lo que había en la guantera del coche, incluyendo las tarjetas por si podría usarlas en algún lugar.
Me senté unos minutos en el asiento del copiloto con la puerta abierta mirando a las estrellas. Aquel lugar perdido de la nada era el escenario perfecto para verlas porque no había contaminación lumínica que las opacara. Era un lugar hasta romántico de no ser por lo peligroso que era y más en soledad.
Con un último suspiro, me puse de pie con la mochila en mis hombros y el mapa entre mis manos. reservaría las fuerzas que tenía usando mis piernas para caminar como cualquier humano normal haría por si tenía que defenderme de algún peligro.
Mientras caminaba, una sola cosa tenía en mente:
-Nicolae, voy a por ti.
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