CAPÍTULO 2: EL PASAR DEL TIEMPO
CATHERINE
Ya habían pasado cuatro años desde que descubrí todo lo de mi hermana. Ella era una vampira y había sido encerrada en el exilio donde los vampiros eran condenados a estar encerrados durante toda la eternidad por no seguir las normas que regían esa sociedad.
Cada día entendía más el motivo por el que mi hermana no se acercó a mí a pesar de que ella se había salvado; el ser una vampira convertida, en un principio te hace una criatura peligrosa hasta que controla sus ansias de sangre. A pesar de que Sebastián hizo de todo lo posible para dar con la localización del exilio y hablar con toda su manada, sus esfuerzos no sirvieron de nada, por lo que continué mi vida sin perder la esperanza de que, algún día, daríamos con el paradero de mi hermana.
Desde que ella fue encerrada, intenté ir a la mansión de los Bartholy para hablar con todos ellos, en especial, con Drogo, pero una mujer siempre me atendía y me decía que los hermanos se habían mudado tras la marcha de mi hermana debido a que la pena los estaba matando. Desde entonces, no he vuelto a saber nada de ellos.
Yo había conseguido vivir a partir de mis libros. Me había conseguido hacer un hueco en una editorial y comencé a publicar libros. Por otro lado, Sebastián trabajaba aún más duro desde que vivíamos juntos para que no nos faltara de nada. Él había sido muy paciente conmigo y, lo que comenzó con una amistad, terminó siendo algo más.
El tema de su manada últimamente lo traía muy ocupado y no me decía el motivo. Aunque no quería ser la que lo agobiara con el tema, me preocupaba por él porque parecía que lo que me estaba ocultando, lo preocupaba más de lo que aparentaba.
Pero yo era una simple humana que no tenía ningún tipo de poder de convicción sobre él para que pudiera contarme sus preocupaciones por lo que decidí ser paciente y esperar a que él se abriera a mí cuando estuviera preparado.
Hoy le tocaba turno de noche, así que iba a pasarla sola como cada martes. Desde lo ocurrido con mi hermana, Sebastián no permitía que me quedara totalmente sola mientras él se iba a trabajar por lo que siempre ponía a varios de la manada a vigilar los alrededores.
A pesar de ser una humana, los lobos me habían acogido bien aún sabiendo que mi hermana era una vampira. La hospitalidad que ellos demostraron conmigo desde el principio no lo olvidaría jamás.
Sebastián y yo éramos una pareja normal y sin apenas problemas entre nosotros. Él era paciente, tranquilo y amoroso; no podía pedir nada mejor para mí. Él me demostró desde el principio la devoción que sentía por mí a pesar de mi gran inseguridad.
Porque aunque nunca le dije nada, Drogo rondaba mi cabeza sin remedio, como si una flecha se hubiera quedado clavada en mí y tuviera su nombre. Pero no podía quedarme con él aunque quisiera; él y yo pertenecíamos a mundos diferentes y jamás podría formar una familia con él.
Aquella idea me oprimía el corazón, pero entonces, ¿Por qué no formaba una familia con Sebastián? ¿Por qué tenía tanto miedo?
Tenía casi 30 años, un trabajo estable y una buena casa; era el momento para traer niños al mundo, pero había algo que no me encajaba en la ecuación. Aunque todo parecía idílico, dentro de mí sentía que me faltaba algo que jamás me daría por mucho que el tiempo pasara y eso era aterrador. Y por supuesto, la falta de mi hermana era más evidente cuando más insegura me sentía.
Aunque fuera la hermana mayor, ella siempre actuó con mayor coraje que yo. Siempre me defendió de aquello que me aterraba y ahora, en este dilema en el que me encontraba, necesitaba de la sabiduría de mi hermana para poder pensar con claridad.
Pero debía de aprender a valerme por mí misma y seguir el camino que sentía que era el correcto porque no siempre tendré a gente a mí alrededor que pueda ayudarme. Era hora de ser fuerte por las dos; por la memoria de mi hermana estuviera donde estuviera.
Pensé que lo mejor era dar el paso con Sebastián y formar una familia. Era lo mejor para mí porque sabía lo duro que es no tener una familia y que el amor escasee en tu vida.
Quería sentir risas a mi alrededor aunque me sintiera desdichada, traer a alguien al mundo que continuara con nuestros apellidos y tuviera la capacidad de cambiar un poco el mundo que nos rodea. Y no se me ocurría a alguien mejor como padre que Sebastián.
Tomé el teléfono y le mandé un mensaje para saber que tal iba el trabajo:
"¡Hola! ¿Qué tal va la noche?, espero que no se te esté haciendo muy cuesta arriba. Quería saber cuándo vendrías a casa, te echo mucho de menos, besos."
Catherine
"Hola mi belleza, pronto estaré en casa no te preocupes que allí estaré para darte una buena ración de mimos antes de dormir"
Sebastián
"Lo espero con ansias, espero que no tardes mucho porque si no me pillarás dormida..."
Catherine
"Tengo muchas formas de despertarte..."
Sebastián.
Tras el último mensaje comencé a reír como una adolescente que anda mandando mensajes pervertidos a su novio escondiéndose de la mirada de sus padres. Él era perfecto y sabía que ese miedo que sentía era más debido al cambio a estar insegura por la decisión que había tomado. Estaba dispuesta a hablar con Sebastián acerca de lo de ser madre para saber su opinión y esperaba que él pensara acerca de ese tema de la misma forma que yo.
Me puse el pijama y me acosté en la cama con los nervios de punta y el cuaderno entre mis manos. Comencé a anotar ideas que se me iban ocurriendo para mi libro y así mantener la mente ocupada mientras que Sebastián venía a casa.
No se hizo esperar mucho, apareciendo sin camisa en el marco de la puerta de nuestro dormitorio. Por sus ojos dorados que parecían oro derretido y su boca entreabierta, estaba claro que no venía cansado de trabajar y que yo iba a ser su cena.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro