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Capítulo 6

Habían pasado un par de horas después de lo ocurrido. Zen, quien estaba acostado sobre la paja, a la cual acomodó de tal manera que se asemejara a una cama, seguía con aquella nariz hinchada. En un día cualquiera en su palacio no tenía por qué preocuparse por eso, dado que tenía a médicos de buena talla que lo podían atender; el detalle era que no estaba ahí, y por ende aquello no iba a curarse, no de la forma que le hubiese gustado. Podría decirse que, por más obsesivos que se volviesen, extrañaba esos tratos cuando le sucedía algo similar, incluso aunque no ocurriese a menudo.

Suspiró pesadamente, mostrando una mirada algo decaída. La misma, no obstante, no duraría mucho tiempo. El sonido de una puerta abriéndose se escuchó, seguida de una luz natural del exterior; un par de pisadas se escucharon hasta dar con la celda, surgiendo una sombra larga ahí mismo, donde estaba el príncipe. Éste subió la mirada y, con indiferencia, vio de quién se trataba.

Al lado de Zane, el gobernante de esa aldea, se encontraba Sora. Con la vista fija en su rehén, mostraba disimuladamente una sonrisa de satisfacción, a la par que de sus ojos nacía una especie de destello carmesí, señal de que estaba disfrutando de eso. Zane, por su parte, se veía bastante preocupado por eso, pero no podía permitir que ella lo supiese.

-Sora, necesito estar a solas con él -la expresión de la Zoroark cambió a una de confusión-. Por favor.

-P-pero, yo... quería -el rostro de su líder mostró un gesto de seriedad, signo de que debía acatar esa petición sin dudarlo-... Está bien -dijo cabizbaja.

Se dirigió a la entrada de la misma, no sin antes voltear a ver a Zen. Tenía pensado lanzarle alguna indirecta de amenaza, pero reparó en la nariz de éste; su mirada agresiva cambió a otra cuando vio sus ojos: pareciendo carecer de brillo. Pensando que era algo pasajero en él, cruzó el pórtico y cerró la puerta tras de sí.

Ya habiendo hecho eso, Zane se acomodó frente a la reja, sentado en posición de loto, con la vista puesta en el prisionero. Zen, quién había permanecido con la cabeza baja, alzó la misma y lo miró, a lo que el Zoroark suspiró con pesadez. Había venido para hablar de lo que ya se sabía.

-Zen... Exigimos tu reino para nosotros...

Afuera de ahí, Sora aún tenía la posibilidad de escuchar todo lo que Zane podría decirle a ese tonto, por lo que se aproximó a la puerta, pegando su oído en la misma. Sin embargo, el plan estaba destinado a fallar, hiciere lo que hiciere para no ser descubierta, aún cuando ella no lo supiese. Apenas pegó su oído a la puerta, el regaño no se hizo esperar.

-¡Que te vayas, Sora! -ordenó con fuerza su líder, haciendo que ella diese un salto del susto.

Cuando su pie izquierdo estaba a nada de tocar el suelo, pisó una parte pequeña pero lodosa, lo que hizo que cayera de espaldas y un mechón de su pelo se pusiese frente a su cara, obstruyendo parcialmente la vista. Sora, aún en el suelo, sopló ese mechón, se levantó y sacudió el polvo que había en su ropa. Miró de nuevo el lugar, pero prefirió marcharse.

Fue ahí donde se puso ella sola en jaque. ¿Qué más podía hacer? Según ella misma, su oficio era vigilar (y hacerle pasar un mal rato) al rehén, y no sentía ganas de ir a su hogar. No sabía qué hacer... o qué no hacer. Fue ahí donde lo escuchó de nuevo.

-Así que... Zane no te dejó escuchar, ¿verdad?

Sora volteó al sitio de origen, dando con el responsable de dichas palabras, a quien curiosamente tenía tantas ganas de ver como a una mosca.

-¿Qué haces aquí? -preguntó ella con enfado.

-Oye oye -alzó los brazos y los movió adelante y atrás, en señal de querer tranquilizarla-, no seas así conmigo. ¿No estás agradecida por haberte echado una mano?

Sora lo vio con más enojo que antes. Definitivamente no era un buen momento para ella; era eso o su bendita costumbre de no oír a nadie que no fueran Zane y Riku. Es probable que fuera lo último, porque empezó a caminar a otra dirección, manteniendo su postura igual de firme que hace segundos atrás. Al que ignoraba en cuestión, no obstante, parecía no interesarse en las reacciones de la chica, pero tampoco en dejarla ir así nomás. Sólo duró unas siete pisadas veloces para estar frente a sus narices de nueva cuenta.

-Dudo que seas así de frívola con todos -dijo algo serio.

-¿Y a ti qué te importa? Déjame en paz -con esas palabras, dio un empujón al extraño, haciéndolo a un lado, y siguió con su caminar.

El "Zoroark" simplemente se encogió de hombros, se dio la vuelta y se marchó de ahí. Habiendo visto todo eso, Sora suspiró aliviada, por lo que se dio media vuelta, retomó su andada... y chocó con él nuevamente, sin siquiera haber visto el cómo éste había llegado allí rápidamente. Estaba sorprendida. No, eso era poco: estaba desconcertada.

-¿Có... Có... Cómo...? -preguntó balbuceando, tropezó con la raíz de un árbol y cayó de espaldas- ¿Cómo lo hiciste?

-Vamos, vamos, no eras así hace unos segundos -dijo el extraño con calma, tendiendo su mano para ayudarle-. Venga, podemos platicar en lo que Zane hace... lo suyo.

Al principio se mostró dudosa -hasta podría decirse que parecía temblar de temor-, no obstante bastaron unos segundos para retomar la calma. Respiró y exhaló con ligereza, tomó la mano de su acompañante, tomó impulso y se levantó. Como era de esperarse, se sacudió la ropa de nueva cuenta.

-Eso es, perfecto -comentó el sujeto con tono divertido-. ¿No es mejor así? Llevar las cosas con tranquilidad y -la Zoroark lo tomó con fuerza por la oreja-... ¡Eyeyey, eso duele! -dijo con tono de "dolor".

Sin hacerle ni una pizca de caso, Sora siguió caminando hasta el interior del bosque, obviamente arrastrando al tipo enmascarado por la oreja. Éste, por su parte, todavía seguía chillando de dolor, pataleando e intentando soltarse del agarre de la Zoroark; y aunque bien pudo haberlo hecho sin dificultades, no debía hacerlo si eso funcionaba y no la hacía sospechar de él. Sin embargo, dentro de sí estaba sorprendido de la fuerza de esta chica.

"Vaya, ella en verdad es fuerte" pensó ". De casarse, su marido sería afortunado... Aunque también desgraciado. No me imagino la potencia de las cachetadas que ha de recibir".

Sora se detuvo abruptamente, en medio de un montón de árboles. La cosa estaba clara: había caminado hasta meterse un poco al bosque, donde seguramente estarían ahí por un largo rato. Esto parecía no importarle para nada a la zoroark, pues aventó bruscamente al tipo enmascarado, haciendo que chocara de espaldas contra un árbol. Esta vez, sí sintió dolor, aunque era poco. Se deslizó de cabeza lentamente, hasta llegar al suelo. Sora sonrió triunfante.

-¿A qué te supo eso? -indagó burlona.

-A pasto, en realidad. Mmm, rico -contestó con indiferencia.

-No te hagas el insensible.

-¡Ay, ay de mí espalda! -exclamó casi a gritos, de manera dramática-. ¡¿Cómo pudiste tratarme de esta manera?!

-¡¿Qué rayos te pasa?! -gritó enojada.

-Dijiste que no me hiciera el insensible.

Ante esta respuesta, Sora sentía que una vena estaba por asomarse en su cabeza, y no le habría importado de ser una situación sin aparente motivo, sin embargo la cosa no era así. Debía mantenerse serena, así que respiró y soltó aire lentamente. Luego, fijó su vista en el tipo, buscando algo en él que realmente le sirviera aparte de sus poderes.

-¿Quieres que sea tu juguete?

-¿Qué?

-Me estás viendo de manera... Extraña. Quizás y sea eso.

-Carajo, no -respondió ella asqueada-. Sólo te estoy viendo detenidamente.

-Adivinaré, ¿así descubres las debilidades de tus contrincantes?

-Sí.

El silencio regresó nuevamente, pero esta vez no era de incomodidad ni nada similar. Más bien, era de aburrimiento, y eso lo notaban los dos. Por mero capricho, el enmascarado agarró una piedra y se la lanzó directo a Sora, quien la esquivó sin tanto esfuerzo al parecer; sin que se notase, el tipo sonreía tras su cubierta facial, detectando que se vendría mínimo una pelea entretenida entre ambos. Con eso en mente, se paró y se sacudió sus piernas, se puso en pose de combate y la miró fijamente. Ésta, sin entender la actitud de su acompañante, se limitó a verle con el ceño fruncido. Pocos segundos fueron suficientes para que ella también estuviese en pose de combate.

-¿Qué planeas en tu cabeza? -indagó la chica.

-Sólo pelear. A modo de entretenimiento -dijo burlonamente, pero con un toque de sinceridad.

Sora sólo se limitó a sonreír. Por dentro, sentía que eso le haría divertirse por un buen rato. Miró fijamente a su objetivo, alzó un poco más los brazos, y se impulsó en dirección a él. Con la misma velocidad que usó para impulsarse, logró propinarle una patada en su rostro, haciéndolo caer de espaldas, algo que lo tomó por sorpresa; sin embargo, de alguna manera sabía que eso podría ocurrir. Tan pronto como cayó, volvió a ponerse de pie y, con los brazos alzados, alcanzó a Sora por la espalda y le conectó una patada en el costado, empujándola hacia otro árbol. Ella chocó fuertemente contra el tronco, soltando aire y un poco de saliva, pero al caer al suelo volvió a levantarse. Se quitó la saliva que quedaba en su boca, sonriendo en el acto. Volvió a usar la velocidad de su ataque anterior, y golpeó de nuevo al rival, sin embargo la había interceptado con una mano abierta, deteniendo el golpe de forma seca. Así siguieron por un buen rato más, entre patadas y puñetazos, poniendo a prueba únicamente sus conocimientos en combate de cuerpo a cuerpo. Su pelea duró en total de tiempo una hora, y se detuvo cuando ambos ya estaban agotados y adoloridos. En especial Sora, quien se encontraba sentada debajo de un árbol. Soltaba quejidos muy bajos, pero perceptibles para el extraño, que por su parte se hallaba parado, ya que demostraba una mayor tolerancia al dolor físico. Se acercó a Sora, mientras sacaba una baya de su ropa.

—Eres realmente buena en la lucha —comentó esperando que la chica aceptase la baya.

—Je, puedo decir lo mismo de ti —alzó el brazo con dificultad, tomó la baya y se la comió enseguida—. Gracias —dijo mientras masticaba.

—De nada.

Pasaron así por un rato, hasta que ya se habían recuperado. Retomaron el camino de regreso, hasta llegar a la casa de Sora. Al entrar, Riku corrió hacia ella y saltó para darle un abrazo, que casi hacía que los dos cayesen al suelo. Se veía que Riku estuvo preocupado.

—Sora, volviste —dijo feliz.

—Así es, ya volví —correspondió al abrazo de su hermano pequeño con una sonrisa.

Riku le sonrió también, y vio al acompañante de su hermana, quien se había quedado callado.

—¿Y él quién es?

—Ah, él —se levantó abrazando al zorua como un libro, ayudó al enmascarado a levantarse—. Es el sujeto que me ayudó a secuestrar al principito ese.

—Vaya. Pues es un placer —dijo Riku, alzando su pata-mano derecha, que fue tomada por el enmascarado como si fuese un saludo, que lo era.

Sora, Riku y el enmascarado pasaron a la vivienda. El resto del día no hicieron nada más, no les apetecía otra cosa más que, tal vez, ir a ver a Zane y al príncipe. En especial a Sora, que ya quería ver cómo había dejado su líder al lucario.

Y hablando de ellos, Zane ya se había ido hace bastante rato, dejando solo a Zen. Este se hallaba sentado en el montón de paja, pensativo. Con todo lo que estaba pasando, y sabiendo que no podía hacer nada, se sentía impotente. Pero si quería que diera buenos resultados, debía seguir al pie de la letra lo que le decía Zane. Ser rescatado no era opción, debía sí o sí permanecer secuestrado.

"Además —pensó—, Lin Mei estará al mando temporalmente. Y si no la conociera, diría que me hallo en problemas por dejarle el reino en sus manos".

Agachó su cabeza ligeramente, sonriendo un poco. Dentro de sus pensamientos, imperturbable. O al menos, hasta que llegó ella.

—¿Y? ¿Qué tal te trató mi jefe? —dijo en tono burlón.

"Ay, no".

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