II. THE PATH OF THE TAKEN
Los nudos del pasado suelen asegurar el futuro. De esa manera podemos fijar una dirección cuando las historias suelen tener un inicio y un fin.
Debería sonar simple en una lógica compartida por nuestra civilización, sin embargo, este argumento pierde relevancia en dominios como Seryia. Una isla perdida en los confines del tiempo y el espacio, o mejor dicho, a salvo del voraz apetito de la conquista.
A ella llegan las corrientes del Pacífico y el Índico. A ella llegó una expedición alrededor de veinte años atrás.
Sus tripulantes no eran muchos, menos se esperaban cargar con una mujer a bordo, por lo que si hubieran podido sobrevivir para contarlo, le hubieran culpado de la desgracia de naufragar y posteriormente, alimentar el altar de los adoradores de Seryia.
Cuánta ironía podría haber en el hecho de que una criatura inocente sobreviviera a la furia del viento y el mar para llegar en perfectas condiciones hasta el santuario de Eria.
La vieja hechicera que por generaciones predecía los movimientos del huracán que rodeaba a la isla. La misma que entregaba sus plegarias en las faldas del volcán que por siglos había dejado atrás la furia del magma para que la vida florezca allí de una manera casi inimaginable.
Que un niño de tez pálida y extraños ojos a dos colores se convierta en su heredero solo fue justificable por el instinto maternal. Incluso las bestias reconocen a su crías.
Los nombres suelen perderse en el tiempo, las marcas y las lecciones del pasado confundirse con mentiras diseñadas para justificar el amor. Los nativos nunca aceptarían a un intruso al frente de sus ritos.
Por eso Eria sería la única al tanto de esa crucial diferencia, envolviendo la desesperanza con los tintes de una profecía que traería desde el corazón del mar a su sucesor.
Aquel de formas delicadas y cabellos tan claros como la luna, aquel con la extraña condición de engendrar aún siendo hombre.
En Seryia no era poco común encontrar los vestigios de una civilización aún más antigua que el mismo tiempo.
Los nativos solían llamarle "los anu" en alusión a la Diosa Anu, de la fertilidad y la sabiduría, por eso para el único sobreviviente de aquel barco que partiera del continente austral hacia el huracán que rodeaba la isla, lo místico sería un bálsamo encargado de borrar cualquier conexión con una civilización que ahora volvía a irrumpir en sus vidas.
Alterando el orden de los astros y las estrellas, el vestigio de que alguna vez debió ser parte de la misma línea de los conquistadores que anhelaban subyugar a su pueblo, residía en un ligero colgante con el dije de un ave tallado en el centro.
Las elegantes letras que se perdían en las alas del ave resumían el nombre escogido por sus progenitores antes de perecer.
P.J.M (Park JiMin)
El mismo niño perdido que ahora dirigía sus plegarias en dirección al Consejo de Ancianos en Seryia. El respetado Anu, a cargo de los hechizos y sacrificios que Eria le enseñara antes de poder sostenerse sobre sus propias piernas.
—Amo Anu, los hombres que más han resistido se han trasladado a la base del santuario de Shion. El resto ha sido entregado a la furia de Caligo, el huracán protector de Seryia.
Informa un joven de cabellos negros y perfil prominente. Su nombre es Jungkook, a juzgar por los restos del naufragio en los que arribara a la isla. Lunas después del propio Jimin. Para los nativos es mejor referirse a él como Elar que en seryie significa "el segundo después del elegido."
JiMin asiente antes de dedicar una última venia a la escultura deforme del Dios Rezat, el protector y padre fundador de Seryia. Debajo del altar del consejo se encuentra el refugio de Shion. Allí donde ha encargado trasladen a los que poblan sus visiones nocturnas.
El andar de ambas figuras es solo interrumpido por el goteo de la cascada que a modo de cortina natural separa las entradas al lugar donde se reúne el consejo.
Afortunadamente la lectura sobre la prosperidad y los hijos que ha de tener el Fayat (alto jefe de los seryies y segundo guía espiritual) ha sido halagüeña.
Por eso JiMin se centra en comprobar su teoría de que el sacrificio de los hombres conducidos por Jungkook puede mantener el equilibrio de la isla por lo menos en los próximos siglos, hasta que encuentre a un sucesor o deba prometerse definitivamente a Rezat, como sumo sacerdote y heredero de Eria.
No quiere pensar en esa posibilidad cuando sus sueños se han desequilibrado en los últimos días. Sueños donde la figura de un hombre con los cabellos y los ojos dorados lo intrigan y persiguen hasta despertar en medio de una explosión de lamentos.
"Una vez que se tiene el don de Anu, no puedes escapar del destino. El poder de ser un guardián de Shion suele pagarse con sangre y destrucción."
La voz de la mujer que solía ver como figura materna golpea los límites de su mente. Es otro lamento el que llama su atención cuando los escalones naturales que ceden el paso a Shion revelan a dos formas humanas atadas a los pilares dedicados a la meditación y la ceremonia del incienso.
La iluminación en la estancia proviene del reflejo de la luna y la hoguera que crepita en el fondo de la cueva sobre los cristales de ámbar enterrados en las entrañas del santuario.
Jimin hace una pausa. Su andar delicado es casi imperceptible mientras se arrodilla al nivel de la figura de mayor proporciones.
Los tintes del delirio y la mugre tiñen los rasgos del hombre que transita bajo el manto del monstruo de las alucinaciones.
Aún así puede reconocer algunos mechones color rubio rojizo y el instinto de tocarle la febril mejilla casi logra arrancarle el aliento. Es entonces en que repara en la mirada inquisitiva de Jungkook.
—Anu... ¿Debemos prepararlos ahora o necesita...?
—Prepara la mesa de lectura. Yo me encargaré de comprobar su identidad en las aguas de Rezat.
La resolución de aquella orden deja al otro joven clavado en su lugar. Si su conocimiento no le traiciona, el Anu ha elegido y el segundo joven que trajeran los guardias del Fayat será destinado al rito de alimentación de las corrientes.
Jungkook traga duro y asiente antes de ayudar a Jimin a mover al corpulento hombre de ropas ajadas y cabellos color tornasol.
Tiene suficiente tiempo para encargarse del otro sacrificio a ofrecer, así que no hace preguntas hasta que consiguen depositar al almirante británico sobre la base de las aguas termales que coronan el lago bajo Shion.
La luna se agita en el espejo cristalino y algunas luciérnagas parecen despertar solo para ayudar a ambos jóvenes a retirar las incómodas prendas que usa ese hombre.
Trabajan en un silencio solo interrumpido por los miembros de la naturaleza virgen de la isla. Poco a poco y usando los restos de la camisa de aquel hombre, las capas de mugre liberan la amplitud de una frente enmarcada por la mata dorada de unos rizos que terminan más allá de su nuca.
Una nariz elegante y delicada que se curva al final hasta advertir las imperceptibles pecas doradas sobre lo traslúcido de una piel que solo alberga las comunes señales de los hombres de mar.
Un ancla en el bíceps derecho, desde la que dos mujeres apenas cubiertas emergen para reconocer a quien desee importunar el descanso de la fortaleza en esos músculos.
Otros tatuajes descienden por el pectoral y se pierden en la tallada línea del abdomen. Los ojos en tonos azules y granate de JiMin centellean cuando su mano se detiene allí.
La piel cálida bajo sus dedos respira con vida propia y necesita de toda su concentración para ignorar el temblor en sus extremidades o la mirada de Jungkook mientras prepara aquel cuerpo.
Minutos después y antes de retirar el colgante tallado en oro del desconocido de la línea grácil de su cuello, proceden a liberarlo del cobijo de las aguas termales para que encuentre la dureza del único mueble de la estancia. Si es que podemos llamarle de esa manera al espacio esculpido por la caverna que alberga Shion.
JiMin esboza una mueca al comprobar las marcas rojizas con formas de arañazos sobre la espalda y las poderosas piernas del hombre.
Jungkook se adelanta a lo que esa expresión significa, construyendo una ligera inclinación de cabeza antes de correr en dirección a donde suele compartir lugar para dormir con el alto Anu.
JiMin agradece ese interludio para estudiar el rostro febril del hombre sobre la mesa de lectura. Conoce el rito a la perfección. Dibujar una estrella de siete puntas guiándose por las extremidades del usuario. Marcar su frente con la piedra destinada al elegido por Eria.
Penetrar en sus pensamientos y convertirse en el fiel de su cordura antes de tirar del último hilo, ese que le convertirá en una mansa criatura camino a satisfacer el fuego dormido bajo las faldas del volcán.
De su entrega depende el éxito de sus predicciones. Sin embargo, JiMin no está pensando en protocolos o costumbres tan arraigadas en él como la marca de fertilidad que lleva tatuada en el vientre.
JiMin apenas respira mientras sus curiosos dedos delinean el perfil de aquel hombre hasta detenerse en los delgados contornos de su boca.
¿Qué ha estado soñando en estos días? ¿Por qué el temor a verse perdido entre los hilos de la realización de que todo está a punto de cambiar le congelan el corazón?
No debería sentirse tan atraído por el objeto del próximo sacrificio cuando él mismo ha sido prometido al Dios Rezat, a quien deberá acompañar una vez haya cumplido con otro año lunar.
No, no debe inclinarse sobre la boca ajena y aspirar el mensaje de la vida escapando de los pulmones que hace aletear las doradas pestañas con cada exhalación. No debe presionar su cuerpo envuelto solo por finas telas unidas con cadenas de oro y pequeños zafiros sobre la silueta desnuda de un desconocido hasta casi perder la razón.
Ya no le parece tan atractivo que Jungkook demore tanto, porque está seguro que no se podrá alejar mientras sus labios se estrellan contra la ilusión suave e idílica de su primer beso.
Tiene los ojos cerrados cuando percibe movimiento debajo de su grácil cuerpo. No sabe si agradecer o maldecirse por cometer semejante error pero pronto nota que no es el único perdido en medio de un fenómeno natural que ha visto solo desde la distancia.
Unos enormes ojos color ámbar lo escrutan aún detrás del pequeño velo que le resguarda el rostro. Nadie, excepto Jungkook y la desaparecida Eria, han visto la singularidad de su mirada. Nadie excepto ellos y el extraño que se ha atrevido a besar.
El sentimiento de perplejidad es compartido solo parcialmente y JiMin puede percibir el calor ajeno mientras el velo es arrancado con brusquedad, arrastrando tras de sí la delgada corona de zafiros que le identifica como Anu.
Yoongi aún trata de enfocar sus pupilas en un espacio que vagamente reconoce. Para él sigue perdido en el territorio de los sueños y la muerte. Por eso encontrarse con este ser de extraños orbes solo le tienta alzar su mentón y volverle a besar.
Con el hambre que solo puede tener un hombre de su tipo, con la pasión que JiMin jamás ha conocido, su boca se abre como la fruta exótica que es y casi consigue sentarse a horcajadas sobre el extraño cuando el ruido de algo haciéndose añicos contra el suelo escarpado se convierte en eco dentro de la cueva.
Jungkook los observa con una mezcla de estupor y escepticismo. La espalda del almirante que sus hombres bautizaron como Min Yoon Gi no le permite ver el estado de JiMin pero a juzgar por el gruñido que se construye en la desusada garganta del hombre sabe que no es bienvenido.
El alto Anu reacciona más tarde abandonado el regazo de Yoongi hasta tomar de las manos de Jungkook los frascos con la mezcla destinada a tratar al náufrago. Sus ojos azules con manchas granates le miran intensamente.
—Yo me encargaré ahora. Asegúrate de mantener vigilado al otro.
—Su nombre es Min Yoon Gi, era el capitán de cuatro embarcaciones antes de perecer.
El colgante que pertenece al hombre sobre la mesa es arrojado sobre JiMin. Con ese simple gesto desdeñoso comprende la advertencia por materializar lo que ni el segundo del elegido tiene permitido.
Sin embargo, JiMin no cede a ese razonamiento y le murmura una amenaza en seryie antes de asegurarse que solo son él y la robusta presencia en el lugar.
Sus ojos se agrandan cuando percibe un brazo fuerte en su cintura y la respiración que ahora asocia al origen de su falta.
—No sé que le habrás dicho, criatura de la noche, pero ya es hora que abras el juego ¿Dónde demonios están mis hombres y que han hecho con Taehyung?
El tono bajo de aquella voz golpeó el silencio en la gruta. JiMin acordó bautizar a Yoongi como el "hombre de sol." Ese del que era muy difícil escapar y a quien tendría que enfrentar en lo adelante.
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THE ENGLISH LORD
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