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I. THE MAN WHO KNOWS OUR LANGUAGE

Las corrientes marinas suelen arrastrar a los barcos y pequeños botes hacia rumbos imposibles. Todo hombre hecho a la mar sabía de lo peligroso de caer en la trampa de esos eventos.

Todo hombre y por supuesto, el almirante Min Yoon Gi. Su embotada conciencia comenzó a percibir los estragos de una noche flotando a la deriva cuando el escózor en su pálida piel se hizo más intenso.

Aún cuando dedicara meses a las expediciones y viajes a la costa austral, era muy difícil que alcanzara el bronceado que exhibían la mayoría de los curtidos por el trabajo duro en el mar.

Por eso en las tabernas en las que solían pasar las noches previas a zarpar, le habían apodado como el Lord de Hielo, en clara alusión a su fisonomía y carácter reservado.

Sin embargo, en aquel instante, Yoongi estaba seguro que su piel era una colección de moratones y quemaduras solares. Sentía el palpitar de cada una de sus arterias y la lengua como si hubiera tragado arena de mar.

Si no conseguía vencer la especie de atadura que le inmoviliza las manos y los tobillos estaba seguro que iba a morir deshidratado.

Apretando los párpados mientras se acostumbraba a la claridad de lo que debía ser una playa alcanzó a enfocar un cielo donde no había una sola nube.

El fulgurante azul del mar parecía formar una sola capa de color con la bóveda celeste, haciendo casi imposible ubicar correctamente la posición del Sol y con ello, cualquier esperanza de poder declarar dónde estaba.

A punto estuvo de cuestionar algo cuando sus oídos pudieron identificar el andar de alguien sobre la vegetación que lo rodeaba. Había una concienzuda capa de mugre sobre su cuerpo y rostro, pero para el momento que pudo fingirse dormido y reconocer unos pies por debajo de sus largas pestañas supo que no todo lo que recordaba era producto de su imaginación.

Habían naufragado. Serendipia y The Purple Whale habían sido reducidas a deformes esqueletos mientras su tripulación y él mismo eran poseídos por el más extraño de los frenesí.

Recordaba el mar engullendo su frustración, gritar a la nada mientras sus pulmones peleaban por conservar el oxígeno. Los ecos lejanos de lamentos. La pérdida de sus hombres. Luego una calma feroz, casi cercana a lo que debe significar la muerte.

Estuvo cerca, sin dudas vio a la parca antes de ser lanzado por una fuerza descomunal mientras unos brazos y una piernas le golpeaban y fijaban a una red.

Semi consciente, más cerca del delirio o de la fiebre, percibió cómo le rasgaban la camisa y drenaban lentamente. Como una colonia de pequeños insectos picando su piel y reduciendo su razón a cenizas.

El rostro de su madre, los días de la suave inocencia, el sonido de un arma descargándose o la expresión vacua de Choi Yeonjun antes de abandonar este mundo le sacudieron por dentro.

Estaba atado dentro de lo que parecía una red de pescar, atado y fijado algún árbol en la playa, quizás una palmera. Yoongi necesitaba recordar algo más. Un detalle relevante de todo el caos en su cabeza y que podría ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Esa era su silenciosa meta mientras los dueños de aquellos pies descalzos pasaban de su presencia para dirigirse entre murmullos ahogados al inicio de un claro que la vegetación delimitada.

—Parece que el Nor nos ha traído un hombre inteligente esta vez. Deje de fingir que duerme. Los seryies son como los zorros, no confían en nadie aunque eso les deje sin comida.

Yoongi intentó no mostrarse afectado por reconocer una voz humana que le trataba como si se conocieran de toda la vida. De acuerdo, sabía que había naufragado.

Ahora comprendía cómo sus últimos envíos a la costa austral habían desaparecido para dejar un ridículo mensaje salido de las crónicas de cualquier grupo de estafadores de alta mar, pero la voz profunda que le hablaba en perfecto inglés, para eso sí no tenía explicación lógica.

Alcanzó a ladear la cabeza pero sólo pudo encontrar más vegetación y el reptar de una sierpe de brillantes colores.

Veneno. La naturaleza suele colocar los colores más llamativos en aquellos seres considerados peligrosos. Si no moría deshidratado era probable que acabara siendo infestado o engullido por algún animal de aquel sitio.

Nunca había estado tan al oeste, pero intuía que el clima de aquel lugar sería una broma para los libros de cartografía que con tanto esmero había ayudado a representar.

—No tema. Es normal despertar en su estado. Yo mismo llevo cinco días aquí. Los nativos solo pasan a mirar su obra y dejar un poco de sabia en nuestros labios. Usted que solo llegó ayer, luce mejor de lo que debería. Soy Kim Taehyung, bueno Sir Kim Taehyung de los Highlands. Deshacerse de los escoceses es difícil, aún cuando nos manden al infierno.

Un escocés perdido en el mismo lugar olvidado por Dios. Pensó Yoongi y ahora su rubia cabeza se alzó por completo.

—Supongo que hemos experimentado la misma suerte. Min Yoongi, Baron de Min's House en Cambrige.

Hablarle a alguien que no podía ver era frustrante pero el mayor de los Min pudo percibir la tensión en el ambiente, cómo el hombre de voz profunda que por lo visto llevaba más tiempo en aquel sitio se reservaba una respuesta al identificar su nombre.

Llegó al acuerdo interno de que el tal Taehyung no le contestaría más allá del sólido silencio, únicamente interrumpido por la vida silvestre alrededor. Sin embargo, el rubio lord se equivocaba.

—Alguien importante... sin dudas eso podría explicar por qué le han separado de los cuatro pobres diablos que también alcanzaron la playa. Yo solo soy un simple espeleólogo que soñó demasiado alto.

Yoongi estaba a punto de preguntar qué diferencia podía hacer su título cuando estaba seguro que para los "salvajes" sería lo mismo cenarse al Rey de Inglaterra que a un pordiosero bajo el Támesis. No tuvo tiempo de encauzar sus tribulaciones cuando el ruido de pisadas y algo más llenó sus sensibles oídos. Taehyung volvió a permanecer en silencio.

Entonces lo supo, sus ojos no podían equivocarse mientras dos hombres a lomos de lo que a simple vista parecía una caballo llegaron a escasos metros de donde él se encontraba. Por mucho que lo intentara no podía entender lo que hablaban.

"Ilong valh rub Anu. Mahal seyria asent nomul. Ilgod saesunim"(Este, el que parece hecho de sol, será el que primero vea el ascendente Anu).

Yoongi comprendió con lentitud que sería retirado del árbol para acompañar a aquellos hombres de piel color caramelo y poderosas melenas azabaches. Los torsos desnudos estaban cubiertos de tatuajes tribales y una capa de lo que suponía fuera algún pigmento dibujaba profundos arcos alrededor de su ojos y pómulos.

Marcas que para él carecían de significado pero en base a las historias relatadas por los sobrevivientes a naufragios y a enfrentamientos con los nativos debían identificar algún tipo de religión pagana.

Cuando el más alto de aquellos hombres logró retirar las ataduras de los tobillos de Yoongi el almirante no lo pensó dos veces. Con una ágil patada intentó taclear al sorprendido hombre.

Un grito proveniente del que aún seguía a lomos de un exótico caballo, también adornado con tatuajes tribales, fue el inicio de una verdadera sinfonía. Fue en ese momento cuando el hombre que hasta solo unos meses solo se preocupaba por majenar sus negocios con la Corona cayó en la cuenta de dónde estaba.

Al final del claro se insinuaba el mar para plantearle la ilusión de seguir en la playa cuando la realidad era otra. La entrada a la caverna donde se encontraba ahora parecía tener vida propia mientras un nutrido grupo de arañas emergía de las oquedades y el eco de la cueva amplificaba la vibración bajo sus pies descalzos.

"Mahal rub conquiest"(Maldito conquistador dorado)

El que seguía a lomos del desenfrenado animal le gritaba a Yoongi mientras la especie de temblor de tierra sacudía las paredes del sitio. Al que había tacleado, ahora intentaba reducirlo por la cuerda que rasgan sus muñecas.

Si algo caracterizaba a los Min era su terquedad y Yoongi era como mínimo el mejor exponente de ese rasgo en su familia. Con un golpe limpio terminó a horcajadas del nativo. Percibió cómo se retorcía y esperaba que en cualquier momento le atacara con alguna arma pero por lo visto tenían órdenes de no dañarle más de lo necesario.

—¡Soy el almirante Min Yoon Gi!¡Exijo saber qué ha sucedido con el resto de mi tripulación y con Kim Taehyung!

El nativo bajo su cuerpo sólo gruñó antes de intentar apuñalearle con una filosa arma hecha a mano. Yoongi aprovechó para ofrecerle sus muñecas y de paso intentar que cortara la atadura. Por lo visto era inteligente porque la sonrisa de dientes amarillentos que le ofreció comprobó su teoría antes de darle un cabezazo al almirante.

El lord inglés sabía que sangraba por la nariz cuando fue casi arrojado a lomos de la bestia que se retorcía a pocos metros. Escuchó a medias cómo los nativos parecían discutir y con algo de dificultad encontraban otra cuerda en aquel sitio infestado de arañas y alimañas.

El campo visual de Yoongi le jugaba malas pasadas hasta que pudo comprobar cómo arrojaban otro cuerpo junto al suyo.

La cantidad de mugre en el rostro de aquel hombre apenas le ayudaba a reconocerlo. Sin embargo, su voz era diferente.

—Por nuestro propio bien... no intente ser el héroe de nuevo.

Entonces aquel era Kim Taehyung. La oscuridad del sitio no le dejaba ver más que su magullado rostro y percibir la misma esencia metálica de la sangre. Dónde demonios estaban.

Dónde demonios terminarían cuando el zumbido de algo demasiado horroroso para ser considerado humano le taladra los oídos.

"Havibtis reisi. Anu seichi rei."(Havibtis ha despertado. Anu tenía razón)

Ambos hombres de occidente no comprendieron más allá de la expresión confusa de quienes ahora les transportaban como sacos de patatatas lejos del rugido de algún animal.

Yoongi culparía a la fiebre que iba colonizando su sistema de imaginar que unos descomunales ojos en escarlata le contemplaban en la oscuridad. Taehyung, a su lado, parecía atacado por el mismo estupor.

De esa manera, alternando entre ensoñaciones confusas y verdaderos abcesos de dolor, la franja azul que era el mar fue quedando atrás mientras una hilera de intrincados árboles aparecía cada pocos metros.

Preguntar hacia dónde iban era inútil. Resistirse también, cuando estaba seguro que le habían inoculado con algún veneno. Aún así la imagen de un destartalado puente le recibió antes de caer en la total inconsciencia.

Del otro lado del lomo del caballo, Kim Taehyung se cuestionaba si su mala suerte no lo libraría de algo peor al compartir infortunio con el lord inglés a su derecha.

Él mismo había llegado a Seryia tres semanas antes, en uno de los buques mercantes con destino a Malasia. Sabía perfectamente quién era Min, al menos había escuchado lo suficiente como para extrañarse de que un hombre tan importante terminara varado en medio de la nada.

Taehyung sí se consideraba prescindible. Él no tenía un título o una fortuna más allá de su ávido intelecto. El mismo gusanillo de la curiosidad que lo había impelido a terminar rodeado de los nativos de la isla.

Cosa rara los seryies, aquellos hombres y mujeres de tez acanelada y ojos a juego. Herméticos como tumbas y supersticiosos como pocos. Le habían despojado de su bitácora nada más alcanzar la cala por la que emergían los esqueletos de los barcos que solía tragar Caligo.

El huracán maldito que distraía a los marinos y del que había oído hablar horrores, pero oírlo y vivirlo eran dos hechos distantes en el espacio.

Taehyung se aferraba a su prodigiosa memoria, una que grababa los detalles de la densa niebla que parecía cobijar al puente por el que el animal en el que iban tumbados renqueaba.

El sudor de la fiebre perlaba la frente de su acompañante y en más de una ocasión estuvo tentando de gritarle la palabra "ul" a los tercos nativos que les escoltaban.

Sus cinco días atado aquel árbol de palma le habían valido para reconocer que así le decían al agua o que el tal Anu debería ser un dios o su líder cuando no había conversaciones en que no le mencionaran.

Sin embargo, la expresión oscura en aquellos rostros lo hizo callar, y luchando contra el cansancio que pugnaba detrás de sus ojos intentó recordar por dónde se desplazaban. Una vez terminó el desvalido tramo del puente la silueta de una ciudad recortada sobre el cráter de un volcán apareció bajo fragmentos de la niebla.

Flanqueada por las paredes de una montaña y más vegetación que con dificultad podría identificar, Taehyung se dijo a sí mismo que no soñaba. Estaban avanzando hacia otro punto de la isla. Uno que los silenciosos seryies que conducían el caballo parecían temer y reverenciar al mismo tiempo.

Despacio, casi como si la tierra quemara bajo las pezuñas del animal o los pies descalzos de su escolta, ladeó la cabeza para que sus ojos contemplarán mejor lo que ahora no tenía dudas era una compleja urbe.

Nativos, salvajes, bárbaros...

Bah... esas definiciones que se las dieran a ellos. No se podría imaginar que diría el Rey si contemplara las especies de carreteras circulares que rodeaban el cráter del volcán.

Cuatro ciudadelas, tal como celdas de un panal dejaban ver el bullicio de la vida y el comercio en un asentamiento demasiado unido a la naturaleza. Un mercado con sus puestos, donde las exuberantes frutas o el pescado era ofertado a gritos.

Más adelante, unos niños correteando detrás de unos animales muy parecidos a los perros. Taehyung esperaba encontrarse más pechos desnudos y simples pantalones hasta las rodillas, tal como aquellos que le acompañaban. Quizás armas o escudos tribales.

En ningún momento mujeres adornadas de finas telas con velos en el rostro y cabelleras tan negras como el ébano.

Unas enormes flores de color azul prusia le sacaron de su ensoñación. No, aquel sitio ya no le parecía tan repelente. Los dominios del demonio no podían ser tan prósperos y organizados.

Quizás fuera la fiebre martirizando cada célula de su cuerpo pero creyó escuchar que alguien le llamaba desde el centro de un tienda. Un chico pálido (el primero que no compartía tez y ademanes con los que hasta ahora había visto) con un pergamino en la mano. Un chico de nariz recta y rostro severo.

"Salanath seisia adben. Eish nixtus Anu."(Finalmente, casi se acerca la noche y Anu nos espera)

Fue lo que pudo escuchar pero no comprender antes de caer bajo el mismo rictus que hacía castañear los dientes de Yoongi, el lord inglés que sin tener la menor idea sería escogido para el sacrificio esa noche, justo en el corazón del volcán.

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