04
ANONG CAMINABA TENIENDO NUEVAMENTE EL PRIVILEGIO DE SER CUIDADA POR AHORA DOS PERROS RABIOSOS, siendo el primero Kim, porque era su obligación y el segundo, Thyme, quién simplemente quería atención.
—¿Cuándo van a dejarme caminar sola?
—Es mi deber—se encogió de hombros el de uniforme.
—También es el mío—el de animal print.
Y la platinada volteó, con su cabello flameando como si fuera un comercial de un shampoo florar digno de comercial de televisión, haciendo a ambos suspirar.
—Hagamos algo...—sonrió inocente— el que me traiga algo de comer, se queda conmigo
—Buen truco, Anong—Kim rodó los ojos.
—¿Qué quieres de comer?—Thyme preguntó fingiendo desinterés.
Realmente eran reacciones que esperaba recibir, por lo qué, quizás pedir algo y hacer que Thyme simplemente se fuera todo el día de su lado si era posible, sonaba buena opción.
—Quiero mazapanes en forma de frutitas
—Pero a ti no t—Khanthong le dió una mala mirada a su guardaespaldas.
—¿Puedes?—miró a Thyme, mirándolo con cara de mosca muerta— realmente tengo ganas de...
—No te muevas de aquí—dijo antes de alejarse para ir a buscar semejante dulce.
Y al verlo lo suficientemente lejos, soltó una risa junto a un pequeño bailecito de victoria.
—No me agrada Thyme, pero eres realmente cruel, Ann
—Se lo merece, por su culpa me enviaron al paraíso y me hicieron volver—se justificó— además, luego de mucho tiempo aprendí a amar esos mazapanes
—¿De cuándo eres tan buena mentirosa?
—Desde que tuve que vivir en un internado—se encogió de hombros, mostrando inocencia— además, con semejantes padres debo ser buena mentirosa, ahora ven—le tomó la mano para jalarlo con ella— vamos a comer algo
THYME HABÍA ABANDONADO LA PREPARATORIA PARA IR A COMPRAR LOS mazapanes en formas de frutita, buscando la dirección de la mejor tienda de estos dulces Bangkok, sintiéndose bien al poder cumplirle un capricho a la rubia... sentía que si lo hacía, seria un buen paso para arreglar su relación.
El camino fue algo tedioso, más allá del tráfico que estaba estancado en la autopista y lo hiciera perder la cabeza de una manera irracional, porque Thyme nunca supo manejar la frustración y todo era como él lo quería, no habían otras maneras.
Había llegado al lugar que buscaba luego de una media hora, bajando de su auto con la ilusión brillándole en sus orbes oscuros, caminando hacía la tienda mientras que respiraba hondo para poder hacer bien las cosas y no fallar, aquello le recodaba aquel día cuando eran simples niños, él un infante demasiado egoísta y desagradable y Anong bastante callada y tierna... siempre le había llamado la atención, más allá de haber sido la única niña que jugaba con insectos y molestaba al pequeño Kim con los gusanos o que era la mejor en dibujos... siempre Anong le había robado su atención y suspiros, incluso, el recuerdo de él llevando una flor como disculpa para la pequeña que nunca más había llegado al jardín de infantes por su culpa y se odiaba por eso, profundamente.
Nunca había pretendido querer hacerla sentir de esa manera ni provocar aquellos daños, si, sus conductas no fueron las mejores pero esperaba remediar las cosas, pero Anong lo había hecho demasiado difícil desde que había aparecido con aquellas medias de red y sus botas negras altas, ese aro en su lengua y nariz que le daban un toque de rebeldía junto a su cabellera platinada, rompiendo toda imagen de la dulce y frágil niña que había sido en el pasado.
—Buenas tardes, señor—escuchó a un joven recibirlo luego de que lo hayan reconocido— Estamos felices con su presencia, ¿qué es lo que-
—Mazapanes en forma de frutas
—No nos quedan, pero tenemos unos animalitos y-
—¿No me escuchaste?—estaba comenzando a frustrarse— ¿acaso estas sordo?
—N-no señor, veré que puedo hacer... puede probar o ver otras cosas, ya vengo—se retiró de manera apresurada.
Caminó al mostrador, mirando los numerosos postres y mazapanes en diferentes formas, ¿acaso sabían todos iguales?, realmente no tenía ni la menor idea y tampoco iba a arriesgarse, no cuando Anong parecía más amable.
Jugueteó con sus dedos tratando de matar el tiempo, incluso, su paciencia se estaba agotando tan rápido como un hielo se derrite al sol a 30º C, hasta que el mismo joven apareció con una caja de estos.
—Habían unos guardados, ¿los quiere para servir o...
—Envuélvelos
—Si señor...
Y lo observó aburrido, definitivamente aquel chico era de lo más ineficiente según él, pero lo dejaría pasar simplemente, más que nada, el chico se los había dado y no iba a negarse.
THYME HABÍA LLEGADO Y LOS PASILLOS ESTABAN COMPLETAMENTE VACÍOS, por lo que, definitivamente Anong debía estar en el salón de clases.
Sus pasos eran rápidos, mostrando las ganas desesperadas por aprobación y alguna respuesta positiva de parte de la rubia.
Sus pasos se detuvieron cuando la vio salir del baño de damas, con una coleta desordenada y arrugando su nariz jugando con el arete que colgaba de ésta, dándole una imagen adorable, llenando su corazón con ella.
—Deja de mirarme así, pareces un pervertido
Respiró profundo para dejar salir del aire de manera fuerte, desviando su mirada y extender la bolsa elegante con un diseño en tonalidades cafés.
—Tus mazapanes...
—¿En serio fuiste a por ellos?—tomó la bolsa para abrirlos con desconfianza, bajo la atenta mirada del castaño.
Sacó la cajita, notando las diferentes formas de frutas y sus labios se curvaron hacía arriba de manera leve.
—Bien, solo por hoy, haré una excepción contigo—exclamó la rubia— más que nada, porque si esto tiene veneno, no muero sola
—Moriría de todas formas contigo
—Eso fue asqueroso—la vio voltear y avanzar— ¿vas a venir?, estoy cambiando de opinión...
Y de dos zancadas elegantes y cargadas de seguridad, había llegado a su lado para caminar en ese lugar, sintiéndose calmado... siempre había soñado en caminar de esa manera junto a ella, quizás porque nunca habían tenido la oportunidad de siquiera ir más allá de un saludo o los enfrentamientos de ella.
—¿A dónde vamos?
—A la azotea, no tengo ganas de estar aquí abajo
—¿Y qué pasa con Kim?—preguntó irritado, celoso— siempre está siguiéndote como un jodido perro
—Kim ama la química y precisamente por eso ni siquiera le importo verme salir al baño—admitió— ¿podemos por esta tarde olvidar todo y comer esto?
Y asintió, rozando una de sus manos con la de la fémina, obligándole a entrelazarla casi de inmediato, sintiendo su corazón latir con fuerza mientras la sentía tensarse y dejar su mano como estaba antes de que él las entrelazara... porque amar a Anong de la manera en que lo hacía era doloroso.
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