01
INTERNADOS. AQUELLOS LUGARES DONDE PADRES ENVIABAN A SUS HIJOS O HIJAS para perfeccionar conductas y ser "perfectos", cuando terminaban siendo más corrompidos y libres, claro caso el de Anong, quién estaba en la habitación de su mejor amiga, Charlotte haciéndose un piercing en el ombligo mientras que el de su lengua acariciaba sus dientes para calmarse.
—¿Crees que tu mamá vaya a matarte si descubre que casi te haces piercings en los pezones?
—Debo admitir que me hubiese gustado tenerlo, pero el del ombligo me gusta más—admitió— además, ¿qué sentido tiene usarlos si nadie los va a ver?
Soltó una risa la estadounidense, pasando el aro luego de hacer el agujero con una aguja, haciendo a la tailandesa sisear.
—Definitivamente tus padres tendrán un infarto cuando vean que tienes un aro en la lengua y uno en el ombligo, ni hablar de la mariposa ahí—apuntó a un lado de su abdomen.
—Todo es culpa de Tania—se encogió de hombros— ella me mostró la delicia de hombre que es Yuta y no pude resistirme a hacerme lo mismo
Unos toques en la puerta las hicieron voltear, siendo luego deslumbradas por la nombrada, quién venía con cara de pocos amigos.
—Tu madre ha llamado—le apuntó con desprecio— en un par de semanas te vas a Tailandia
—Creí que de aquí uno no se iba hasta terminar bien el ciclo escolar—Charlotte hizo una mueca.
—Eso se supone, digo, me dejaron a los 7 en este lugar y ahora quieren sacarme, sin siquiera llamar para las navidades o mis cumpleaños—rodó los ojos— si fuera por mí, me quedaría
—Lo sabemos—se encogieron de hombros— tener un matrimonio arreglado con quién fue el causante de que te vinieras debe ser... horrible
—Es terrible, odio las familias de ricos porque nada que no sean negocios e imagen perfecta importa
—¿Y qué harás?—ambas miraron a la tailandesa, quién sonreía.
—¿Un septum y un tinte de algún color llamativo no me hará mal, verdad?
—No por algo eres mi bastarda favorita, Anong—le besó la mejilla de manera sonora.
CAMINABA POR EL AEROPUERTO DE ESTADOS UNIDOS COMO SI FUERA UNA CELEBRIDAD —aunque en Tailandia lo era—, debía prepararse psicológicamente para ser una patada en el trasero.
Jugó con la paleta entre sus labios mientras se dirigía a la zona de embarque, pensando en si debía chantajear a algún chico de servicio al cliente y le cambiará de destino o simplemente regalarlo y escabullirse por las calles de New York para ser libre.
—Pasajeros del vuelo 505A con destino a Bangkok, Tailandia—escuchó por los altavoces, haciéndola suspirar.
Se dirigió a la fila, sintiéndose una bratz debido a su última adquisición, las nuevas naked wolf se ceñían perfectamente a sus piernas sobre las medias de red, y a pesar de tener un frío horrible, verse bonita era prioridad.
El vuelo duro mucho más de lo que recordaba, quizás porque cuando era una niña había llorado hasta dormirse, a comparación de ahora, que miraba la sexta película en la pantalla del avión aburrida.
La llegada también fue tediosa, más que nada, porque policía internacional no le prestaban mucha atención y porque numerosas veces sonó el detector de metales, anunciando sus tres piercings y sus aretes que no iba a quitarse, porque de todas maneras, nadie detendría a la prometida de Thyme ni a la heredera de la hija de una de las empresas avanzadas en tecnología y IA de Tailandia, ¿verdad?.
Fue a por sus maletas y se dirigió hacía el hombre que tenía sujeto el cartel con su nombre, porque para variar, sus padres no iban a estar para ir por ella.
—Está demasiado grande y cambiada, señorita Anong
—¿Kim?—lo apuntó, sorpendida— pero si cuando yo era una niña tú también...
—Todos crecemos—rodó los ojos— ¿nos vamos?, tienes que ir a tu escuela todavía
—¿Acabo de llegar y vas a mandarme al infierno?—suspiró, acomodando su bolso— ¿ni siquiera vas a darme algo de comer?, el desayuno del avión fue un asco
—Si te callas, haré una excepción...—su tono de voz fue hostil.
—Waoh... realmente no te extrañé para nada, Kim—admitió.
RESPIRO EL AIRE TENSO DENTRO DE LA ESCUELA DE SUPER RICOS en donde "su prometido" estaba, comenzando a caminar mientras que los tacones hacían un ruido agradable contra el suelo brillante y encerado.
A pesar de haber llegado, se había dado una dicha para de igual manera usar sus botas nuevas y las medias de red con el uniforme, además de maquillarse un poco, porque algo que adoraba era ir en contra del sistema.
Vio alumnos correr y gritar algo de que alguien tenía una tarjeta roja, haciéndola paralizarse unos segundos... toda su vida le había tenido un pánico horrible a los conflictos entre estudiantes por los tratos que Thyme le había brindado cuando eran pequeños teniendo que ver a una psicóloga infantil quien recomendó "cambiarla de ambiente", y por eso terminó al otro lado del mundo.. pero daba igual.
Decidió seguirlos a paso lento, comiéndose sus miedos y las ganas horribles de refugiarse entre sus propios brazos al recordar las atrocidades que el pequeño chico de animal print la hizo vivir desde que era una pequeña infante hasta sus 7, llegando hasta un lugar en ruinas y escuchando gritos.
—Bien Anong... tu puedes—se dió ánimos.
Comenzó a avanzar, haciendo una mueva de asco cuando sus botas tocaron el agua de tonalidad cafe, pero no importaba si podía evitar una catástrofe y entró a aquel edificio en ruinas, acercándose a la chica que estaba tirada en suelo mojado y le extendió su mano.
Silencio.
—¿Qué haces?—la pelinegra de cejas gruesas la miró sin comprender.
—Te estoy ayudando—confesó— ¿vas a tomarla o vas a dejarme con la mano estirada?
Y la chica la tomó, ayudándola a levantarse.
—¿Quién es?—murmullos cada vez más ruidosos que la hicieron suspirar.
Y volteó, enfrentando al diablo dueño de sus pesadillas y desgracias, vistiendo animal print pésimamente combinados y sobre todo, un rostro de sorpresa que la hizo curvar sus labios levemente hacía arriba.
—¿Vuelves a intimidar mujeres?, sabes... cuando nuestros padres decían que "los que se molestan se aman", nunca quisieron decirlo en serio
Thyme no respondió, estaba demasiado perplejo ante la imagen de su primer amor y amor imposible, quién lo miraba con aquellos ojos asesinos.
—¿Te comió la lengua el ratón?—alzó una ceja— a la próxima que le des a cualquier estudiante tus malditas tarjetas rojas, dame una también—pasó por su lado, golpeándole el hombro con fuerza, haciéndole tambalear.
—Anong...—su nombre salió de los labios del castaño, casi como un susurro de último aliento.
Y la chica se detuvo un segundo, para luego abandonar el lugar con la pelinegra de la mano para ayudarle a cambiarse.
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