O1. No hay peor condena que ser rico
🍃 ˚。⋆ CAPITULO I
Si tan solo Hana habría decidió hacerle caso a su madre ese día, probablemente todo habría sido diferente, y con diferente ya deben saber a lo que me refiero. Sin embargo, ahí estaba ella justo antes de tomar la peor decisión de su vida; comiendo una barra energética en lo que esperaba que Mi-Suk termine de hablar por teléfono con quien sea que la estaba haciendo enojar.
Era temprano y –como ya era costumbre– Hana ya estaba lista para ir a la escuela, que aburrida.
Como jamás lo había hecho en los tres meses que llevaba estudiando en el instituto Hyosan, la pelinegra había optado por ponerse el uniforme completo.
Normalmente no llevaba el horrible suéter verde que los obligaban a usar, pero ese día sentía frío, así que lo sacó de lo más profundo de su armario y se lo puso encima.
—Perdóname —escuchó la voz de su madre acompañada del sonido de sus tacones aproximarse.
—¿Quién era? —preguntó.
La mujer suspiró pesadamente y, sin contestar la pregunta de su hija, sacó una copa del armario y una botella de vino del pequeño almacén que tenían en el departamento.
—¿Todo bien? —volvió a cuestionar Hana angustiada.
—¿Hmm? —Mi-Suk levantó las cejas. Al parecer no había alcanzado a escuchar las palabras de su hija.
La adolescente frunció el ceño al observar a su mamá tomar el vino como si se tratase de agua.
Eso no era normal en ella.
—Volveremos a Seúl —dijo poniendo la copa sobre la mesa.
Tenía que estar jugando. Hana ladeó la cabeza, estaba confundida, no esperaba que su madre dijera esas palabras tan pronto.
—¿A qué te refieres?
En teoría su madre y ella se habían mudado a Hyosan para evitar todos esos viajes y mudanzas de último minuto. Las dos estaban hartas de eso.
Desde hace meses, su madre le había a prometido que al fin se quedarían en un lugar estable y se acabaría eso de moverse todo el tiempo... eran puras mentiras.
Tuvo ganas de llorar, pero no quería verse patética, así que trató de contener su llanto para hacerse la fuerte.
—Al parecer pasó algo grave y me toca que ir a solucionar el problema a Seúl. No sé cuanto tiempo tomará arre...
—Sólo llevamos tres meses aquí... —alcanzó a decir Hana.
—Lo sé cariño, lo sé. Les dije que esta vez teníamos que quedarnos mínimo un año, pero ya sabes como es esto del trabajo. Es el precio que hay que pagar para tener todo esto.... De verdad lo siento mucho.
En los últimos cuatro años, Hana había vivido en cinco ciudades diferentes, sin contar la vez que se quedó en Goyang por una semana y media. Su madre era la directora de una de las empresas de energía más importantes del país, por lo que constantemente tenía que hacer viajes para revisar que todo esté en orden en las sedes y plantas de energía repartidas por todo Corea.
Hana nunca se quedaba el tiempo suficiente en algún lugar como para conocer gente o socializar. Además de tener cara de pocos amigos, ella era realmente tímida y la mayoría del tiempo estaba a la defensiva porque sabía que si ella no miraba por sí misma, nadie más lo haría.
Y es cierto que Hyosan no era el lugar más genial en el que había estado, eso seguro, pero esa vez en serio había pensado que tenía el lujo de tomarse el tiempo para hacer que los demás la vean como una persona y no como la intimidante y superficial hija de Choe Mi-Suk.
—No puedo irme ahora, tengo exámenes, y si quiero entrar a la Universidad de Seúl necesito sacar buenas calificaciones.
—Te podrás reincorporar a otra escuela cuando lleguemos a Seúl. No creo que te condenes por saltarte un examen, siempre has sido la mejor de la clase...
—Segunda mejor —corrigió haciendo énfasis en al primera palabra.
Mi-Suk volteó a verla con el ceño fruncido, le sorprendió que de entre todas las escuelas prestigiosas en las que su hija había estado, un estudiante del insignificante instituto Hyosan llegara a superarla.
—No puedo irme ahora —insistió Hana.
El suspiro vacío de su madre fue lo único que se escuchó en el salón. Entre tanto, Hana pensaba en lo que significaría decirle adiós a ese basurero.
No había mucho que extrañar en realidad, a excepción del dulce y gentil Cheong-San. Si era honesta consigo misma, irse tenía más pros que contras; significaba ya no tener que tolerar que Nam-Ra siempre esté un paso al frente de ella, tampoco a la estúpida Na-Yeon fastidiarla por su estatus, incluso ya no tendría que soportar las miradas molestas que Suhyeok le hacía todos los días. Sí, su vida en Hyosan era una mierda, pero a pesar de todo eso, Hana no quería irse.
—Tal vez podrías quedarte hasta el viernes.
—¿De verdad? —lo dicho por su madre despertó el interes en ella.
—Si alguna de tus amigas accede a que te quedes con ella por un par de noches... —¿Amigas? ¿Qué es eso? ¿Se come? — Podrías viajar el viernes luego de la escuela y yo te recogería del aeropuerto cuando llegues a Seúl. ¿Tú crees que puedas hablar con alguna?
—Sí, sí, yo creo que podría decirle a mi amiga... a On-Jo... —no era muy buena para mentir.
—Genial, mira, yo haré las maletas. Mi vuelo sale a las tres así que habla con tu amiga y si acepta me llamas para hablar con sus padres y poder coordinar todo. Tienes hasta el medio día, si no te tendré que buscar en la escuela para irnos.
—Está bien.
—Perfecto, me llamas —le dió un beso en la frente a su hija —Te amo mucho. Lo siento por no poder hacer más.
—Yo también te amo mamá —sonrió.
Su madre salió de la cocina y Hana se quedó sentada mientras trataba de buscar una solución. Claramente ella y On-Jo no eran amigas, y claramente no tenía ninguna persona más a la que acudir en su auxilio.
La alarma de su teléfono sonó sacándola de sus pensamientos. Carajo, se le había hecho tarde. Le dió un sorbo a su bebida y tomó sus cosas para salir de casa, no sin antes robar una barra de proteína de la alacena.
...
A diferencia de muchos de los estudiantes de su escuela, Hana prefería mil veces ir a pie que subirse a un auto. No porque les tuviera miedo ni nada por el estilo, ella simplemente disfrutaba de las caminatas largas; escuchar música en sus audífonos y encerrarse en sus pensamientos, eso era todo lo que ella necesitaba para que un mal día deje de ser un mal día.
Además, así podía darse el lujo de ir por la misma ruta que Cheong-San y tener la posibilidad de entablar una charla casual con él de vez en cuando.
En esta ocasión no tuvo la suerte de encontrarlo en el camino, salió de casa mucho más tarde que de costumbre, por eso era que en ese mismo momento se encontraba firmando su tardanza.
Había llegado más tarde que tarde, tanto así que incluso los tardones llegaron antes.
Entró a la escuela y caminó a su clase con desanimo. En el camino decidió asegurarse de que el volumen de su teléfono estuviera al mínimo, ese día dejar su celular en la caja fuerte no era una opción. Levantó la mirada nuevamente y alcanzó a reconocer a On-Jo entrando al edificio gracias a la chaqueta que traía encima.
A veces se preguntaba si On-Jo en verdad lavaba esa chaqueta o sí tenía dos iguales, es que la usaba todos los días.
—¡On-Jo! —la llamó esperando que la escuche, pero estaba demasiado lejos.
Hana estaba casi segura de que On-Jo le diría que no, pero aún así debía intentarlo, tal vez explicándole la situación aquella chica sentiría algo de empatia o lástima y cambiaría de opinión. Aceleró el paso dispuesta a alcanzarla para hablar antes de que inicien las clases.
Cruzó la puerta sin preocuparse por pasar desapercibida. Algunos estudiantes voltearon ñor el ruido que provocó su entrada repentina.
—¿On-Jo? —preguntó alzando la voz.
No obtuvo respuesta y no vio ningún rastro de la adolescente, así que corrió hacia las escaleras esperanzada en que la encontraría allí. Pero como si fuera por obra del destino –o más bien dicho el karma—, un segundo antes de doblar el pasillo que la llevaría a las escaleras, escuchó un estruendo acompañado de un pequeño quejido.
Tenía que ser On-Jo.
Corrió a las escaleras y sin siquiera asegurarse de que se tratara de ella, empezó a hablar esperando que eso la detuviera.
—¡Hey, espera! ¿Tienes un minuto? —casi que gritó.
Oh no.
Paró en seco cuando vio que la persona que estaba parada en las escaleras no era On-Jo, sino el patético de Suhyeok, quien volteó a verla y una vez que se dio cuenta que era ella, frunció el ceño levemente.
Lo que me faltaba.
Hana mordió su labio inferior y agachó la cabeza lentamente, esto estaba mal.
—¿Qué quieres? —dijo el chico en un tono cortante.
—No te hablaba a ti —Hana puso los ojos en blanco y se agarró de la barandilla para subir las escaleras.
Suhyeok mantuvo la mirada al frente mientras que Hana pasaba a su lado para dirigirse al salón. Ella, por otro lado, siguió subiendo hasta que, repentinamente, justo antes de continuar con el otro tramo de escalones, él dijo algo más.
—Y supongo que el otro día tampoco me mirabas a mí.
Se quedó congelada.
Cerró los ojos y apretó los puños conteniendo las ganas de golpear a esa cara bonita hasta que dejara de ser bonita. ¿Por qué tenía que ser tan arrogante? Giró la cabeza a medias e hizo una larga pausa.
—Pues no, no lo hacía.
Luego de ello continuó subiendo sin detenerse, incluso ignoró el "Ajá" que salió de los labios del odioso Suhyeok. No tenía tiempo para sus juegos. De todos modos faltaba poco para que ya no tenga que verlo nunca más, así que daba bastante igual lo que él pensara de ella.
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