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Un nuevo día

La familia Zimmer se preparaban para sus labores, Sander había conseguido un puesto en la morgue del pueblo al igual que en una funeraria, era una de las maneras más fáciles de conseguir carne para Dyre.

Siempre hacia las autopsias y antes de cerrarlos quitaba un par de órganos y rellenaba los huecos con distintas fórmulas, una vez a falta de recursos tuvo que rellenarlo con felpa que había obtenido de un par de peluches de Dyre, además siempre estaba enterado de lo que sucedía pues los policías siempre hablaban.

Casper y Madison iban al colegio pues no podían levantar sospechas aunque realmente nunca aprendían mucho dado que su estadía solo duraba un mes en cada pueblo, así que habían aprendido a no hacer amigos, nadie que pudieran extrañar pues cuando el juego acabará no quedaría ningún rastro de ellos, solo serían otro recuerdo más en la historia de un pueblo.

Casper era bueno en las computadoras así que había aprendido cómo generar perfiles falsos, todos los documentos que tenían eran falsos incluso a veces tenían que usar nombre distintos en pueblos más grandes pero aquí no, aquí todo era tranquilo.

—Listo —exclamó Casper a su hermano después de ayudarlo a vestirse.

—Listo —aseguró con una gran sonrisa, empezaría el segundo año en kínder.

Los hermanos se prepararon y se subieron al coche, la escuela estaba cerca así podrían volver a casa en caso de cualquier accidente que pudiera provocar Dyre.

Ya había pasado antes, nada grave un par de brazos rotos, unos dedos mordidos y el peor una garganta cortada, al pasar los años el hambre se hacía más grande y la ira era más incontrolable.

Frente a ellos en la casa de los Underwood Caleb se preparaba para la escuela.

—Quisiera poder ir a la escuela —le dijo Dean a su hermano triste.

—Y yo quisiera poder quedarme —contestó Caleb un poco molesto poniéndose el uniforme.

Desde que nacieron Dean siempre tuvo problemas de salud, siempre se enfermaba por cualquier cosa, siempre estaba cansado pero lo peor llegó hace un años cuando su salud decayó, ahora tenía un tumor que crecía en su corazón, lo habían tratado con medicamentos pero no había resultado ahora ocupaba la mayor parte de su corazón y era imposible de operar, solo estaban a la espera de un nuevo corazón qué tal vez nunca llegaría.

—Te veré por la tarde —sonrió amargado saliendo de su habitación para dirigirse a la escuela.

Los Zimmer llegaron a la escuela pero primero tendrían que dejar al pequeño Dyre.

—No hagas nada malo —pidió Madison a su hermano más como una súplica que una orden, Dyre sonrió beso su mejilla y salió corriendo.

Llegando a su salón encontró a una mujer alta de cabello negro y ojos azules que deslumbraban, ella con una sonrisa se acercó a él.

—Hola pequeño, ¿Cómo te llamas? —preguntó agachándose a su altura.

—Dyre —respondió orgulloso.

—Que... lindo nombre —dijo con una sonrisa forzada y un gesto de desagrado.

—¿Y usted? —preguntó cruzándose de brazos.

Él amaba su nombre, era el nombre que había elegido su hermana para él.

—Soy la Maestra Isabella —respondió con unas sonrisa.

—Bueno maestra Isabella —dijo molesto -tiene un nombre ridículo —exclamó dándose la vuelta para dirigirse a una de las mesas que estaban desocupadas.

La maestra se sorprendió, ningún niño la había tratado así antes, lo miro extrañada pero él solo le sostuvo la mirada había algo en Dyre que la perturbaba.

Del otro lado del edificio Madison entraría a su salón, todas las chicas la miraron extrañadas, ella sostuvo su mirada firme con el tiempo le había dejado de importar lo que los demás pensaran de ella, al final por lo menos dos de ellos estarían muertos por el juego.

—Miren un bicho raro llego —exclamó Leila la chica popular de la escuela.

Ella las miro y se imaginó a Dyre comiéndoselas y lo admitió, sería divertido verlas ser devoradas.

El timbre sonó y Caleb apenas llego, no le daba importancia a la escuela, lo trataban con lastima así que si llegaba tarde solo inventaba una excusa con su hermano y le dejaban libre.

Al llegar miro a la chica, ella no prestaba atención, él solo se sentó a su lado, sabía que algo andaba mal con ellos y estaba seguro de que descubriría que era, la observo casi todo el tiempo parecía ser una chica normal.

Para el descanso se sentó apartado de todos, Caleb había sido un chico popular pero cuando la situación de su hermano se volvió grave se apartó, dejo de hablar con las personas que alguna vez llamo amigos, ahora solo era uno más de la escuela y eso le gustaba, la miró sentarse a un par de mesas de él así que decidió hablarle.

—Tu hermano es raro —le confesó sentándose frente a ella.

—Es un buen inicio de conversación —dijo rodando los ojos.

—Lo siento —se disculpó él.

—¿Qué quieres? —preguntó ella mirándole.

—Tu hermano —respondió mirando los garabatos de su libreta— como supo de mi hermano.

—Es observador —conté mintiendo— es un niño no deberías preocuparte por él —dijo con una sonrisa, sin embargo él no le creyó.

Dyre estaba aburrido en clase, él conocía todas las respuestas, era listo muy listo.

—Bien chicos —dijo la maestra— quiero que dibujen lo que hicieron en las vacaciones —pidió ella con una sonrisa.

Dyre comenzó a dibujar, no había hecho mucho en vacaciones desde el último juego pero no podía dibujar eso, no aún.

La maestra supervisaba los dibujos cuando le llamó la atención el dibujo de Dyre, él había dibujado a un hombre cortado por las extremidades por otro hombre.

—Dyre —exclamé asustada arrebatándole el dibujo, él la miro enojada— llamaré a tus padres —sentenció molesta.

—Están muertos, como tu hijo —dijo mirándola fijamente.

Ella camino a su lugar con el corazón destruido, se estaba llenando de rabia.

—Estas castigado —dijo sin pensarlo.

Dyre se molestó y cuando se molestaba nada bueno podía pasar, se aferró a las orillas de la banca y miro a la maestra con su mirada penetrante, las luces empezaron a parpadear, los demás niños lloraban y gritaban asustados.

—Tranquilos niños —gritó mirando a su alrededor, las luces se prendían y se apagaban sin parar, uno de los focos explotó y los niños gritaron más.

—Bien chicos salgamos de aquí ordenadamente —ordenó acercándose a la puerta, trato de abrirla pero no pudo algo la estaba bloqueando, otro foco explotó.

—Maestra —llamó uno de los chicos llorando.

—Bien todos bajo las bancas —grito ella alterada.

Los focos fueron explotando uno a uno los gritos no paraban.

—Basta —le grito Isabella, él la miro, se levanto con cuidado y se acercó a ella, los vidrios explotaron— por favor —pidió, la nariz de Dyre comenzó a sangrar.

Las luces se prendieron y el ambiente pesado se calmo por un instante.

—¿Está bien? —preguntó tendiéndole la mano.

—Tu fuiste —dijo aterrada.

—Yo solo soy un niño —respondió sonriendo y saliendo de el salón, los demás profesores llegaron para ayudar, nadie comprendía que pasaba.

Madison no hizo caso de Caleb aunque el preguntara ambos volvieron al salón cuando más tarde uno de los profesores entro.

—Madison Zimmer —llamó el profesor— ocurrió un accidente tienes que venir —dijo, ella se imagino lo peor, al llegar vio a su hermano sentado con un trozo de papel que presionaba su nariz. 

—¿Estás bien? —preguntó agachándose a su altura.

—Si —respondió mirándola— ella quiere verte.

Madison entro, estaba lleno de vidrios, había sido un ataque de furia controlado lo sabía bien pues no había muertos.

—Quería verme —dijo mirando a la maestra quien había llorado.

—Quería hablar de tu hermano, hoy les pedí que dibujaran lo que hicieron en vacaciones, él hizo esto —contó dándole el dibujo, Madison lo miró.

—Hay algo de malo —dijo confundida.

—El hombre está descuartizado —
Exclamó alterada.

—Creó que lo está malinterpretado, mi hermano mayor es forense los niños oyen cosas tal vez lo escucho de uno de los casos —explicó era buena mintiendo.

—Lo siento pero no puedo darle clases a tu hermano —dijo negándose.

—¿Por qué? —preguntó confundida.

—Hay algo en él, cuando pasó el accidente Dyre solo se quedo ahí sin moverse —respondió viendo las ventanas —él sabía lo de mi hijo —dijo mirándola con ojos cristalinos.

—Como he dicho mi hermano oye cosas, y si mi hermano no a hecho nada con motivo a que no esté en su clase creo que tendrá que dejar de acusar a un niño de cinco años por sus problemas —explicó levantándose para salir, si no había crimen no podía ser acusado lo había aprendido bien.

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