The Babadook
"Despierta" dijo la voz retumbando en la cabeza de Caleb, "despierta" dijo otra vez la voz, Caleb como pudo trató de abrir los ojos, la vista le pesaba y un frío penetraba su piel, apenas y pudo vislumbrar aquella forma a un lado de la puerta, "¿Qué viste?", dijo la voz, él sabía que la voz no provenía por fuera.
—Lo vi —respondió en un susurro —Lo vi a él.
Dijo volviendo al estado inconsciente en el que se encontraba.
En casa los Zimmer se preparaban para la cena, la plaga de pájaros era común pero sabían lo que conllevaba, usualmente los dejaban encerrados por unas semanas sin embargo en un pueblo pequeño hacían menos preguntas.
La causa un cruce de parvadas, común en temporadas de lluvia según ellos pero si tan solo hubieran investigado un poco más se habrían dado cuenta que había cerca de 100 pájaros de diferentes especies algo que era imposible de ocurrir, excepto con Dyre, pues donde los pájaros mueren, la muerte se aproxima.
Madison estaba frente a la ventana recién puesta, observaba la casa de enfrente.
—Él estará bien —le aseguró Casper entrando a su habitación.
—Lo vio —dijo ella esperando, tal vez se tendrían que ir pronto.
—Un segundo solamente —la intentó calmar sentándose a su lado.
—Con eso fue suficiente para que llegara al hospital —dijo calmada.
—¿Tienes miedo de que le ocurra algo? —preguntó confundido, nunca había visto a su hermana preocuparse por alguien después de la llegada de Dyre.
—No —respondió aunque mintiera un poco— empezará hacer preguntas.
—Si hace preguntas yo me encargo —interrumpió Dyre entrando a la habitación, interrumpiendo su platica, no le gustaba que su hermana empezará a tener esa clase de sentimientos.
—No hará falta —respondió ella levantándose.
Los tres hermanos bajaron para la cena, un delicioso corazón asado con salsa de bilis, uno se podría asombrar de la cantidad de comida que se puede hacer con el cuerpo humano.
Caleb despertó con un fuerte dolor de cabeza y un recuerdo borroso de lo ocurrido.
—Dean —pronunció esperando que su hermano le respondiera.
—Esta en casa —le dijo su madre, la miró estaba a su lado leyendo una revista médica.
—¿Qué haces aquí? —preguntó confundido, pensaba encontrarla en casa haciendo de enfermera de su hermano.
—Soy tu madre con quien más estarías —respondió ella con una sonrisa fingida.
—¿Qué pasó? —preguntó confundido.
—Te desmayaste cariño, tienes mucha presión encima lo mejor será que descanses —dijo su madre.
—Descansaré cuando este en casa —exclamó molesto.
—Te quedarás aquí unos días —dijo la madre, no quería pelear con su hijo.
—Iré a casa y no hay más opción —aseguró molesto.
La madre había insistido en que se quedara aunque los doctores solo lo habían mantenido con sedantes para que descansara más, aunque le habían dicho ya que en cuanto despertara le darían el alta y aunque le habían dicho ya muchas veces que no tenía nada contagioso ella temía por la seguridad de su otro hijo.
Mientras ellos peleaban Lancaster planeaba averiguar la verdad, se había informado de los sucesos que habían ocurrido,apenas llevaban unas semanas y ya habían más sucesos que en los últimos diez años.
Habían sido pequeños que casi nadie notaba, una llamada por luces de la casa que se prenden y se apagan, animales que se acercan a las carreteras, un conejo perdido cosas que a simple vista no parecen nada pero Lancaster lo sabía, el comportamiento de los animales cambiaba cuando sentían a un depredador cerca, Dyre era el depredador.
Aunque no lo supieran, su especie siempre estaría en lo alto de la cadena alimenticia, podía sangrar si, podía sentir dolor, también, pero, ¿Podía morir?, absolutamente no y eso lo había aprendido él a la mala.
Caleb era conocido por obtener lo que él quería de una manera u otra, su madre lo había querido dejar ahí por todo una semana pero por la mañana él ya iba camino a casa.
Al llegar observó a esa particular chica sentada en la acera, ella apenas y lo miró.
—Vamos Caleb —apresuro su madre.
—Entro en un segundo —contestó el mirando a la chica.
—Caleb —le repitió irritada.
No respondió, ya estaba camino a la chica, ella lo observó había salido de casa mientras su hermano tomaba una siesta.
—Hola —saludó el chico— ¿Puedo sentarme?
—La vía pública es libre —respondió ella, no podía perder su postura.
Él se sentó a su lado, aún estaba algo cansado y no había salido ileso había requerido casi siete puntadas en un costado de su cabeza y otras cinco más en el abdomen gracia al ave.
—¿A que vienes Caleb? —apresuró sin rodeos— hacer preguntas, a culpar a mi hermano de tus problemas —dijo algo irritada.
—Vengó a pedirte disculpas —contestó mirándole a los ojos.
—¡Qué! —exclamó confundida.
—Si, me e comportado como un idiota contigo, sé que no tengo justificación pero con lo de mi hermano solo buscaba opciones y creo que me sobrepase —se disculpó él, no se había comportado así en meses.
—De acuerdo —aceptó ella confundida.
—Gracias —sonrío él— te veré mañana en la escuela —dijo sonriendo.
Se dieron las manos, él se fue a casa, su padre miraba la televisión con una cerveza en la mano, su madre estaba en la cocina posiblemente haciendo la cena que nadie comería, Caleb subió a su habitación al abrir la puerta su hermano lo esperaba con una sonrisa.
—Cleb —dijo sonriendo, aventándose a su hermano.
—Hola Dee —saludo abrazando con fuerza a su hermano.
Ambos se sentaron en la cama.
—Mamá no me dejo ir a verte —explicó, se sentía mal por no estar con él.
—Esta bien —le dijo sonriendo— todo va estar bien.
Su hermano se quedó confundido ante la reacción de su hermano, no lo había visto así en meses pero Caleb tenía una estrategia, si no podía convencer a Madison de que le contara la verdad a la fuerza tendría que ganarse su confianza haciéndose su amigo, lo cual no le desagradaba le parecía una chica interesante solo esperaba no haber perdido ese toque.
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