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La noche del demonio

Shawn recibió una llamada cerca de las tres de la mañana, al parecer habían encontrado al doctor Harrison muerto.

—Bien iré para haya —dijo levantándose del sofá.

Al llegar había muchos policías, mas de lo usual.

—¿Por qué tanta gente? —preguntó el Sheriff.

—El los trajo —respondió señalando a un hombre cuyo rostro nunca había visto, Shawn se acercó para ver qué ocurría pues aquel hombre no dejaba de dar órdenes, solo él podía mandar en su ciudad.

—Sheriff Carpenter —se presentó imponiendo su autoridad.

—Investigador privado —respondí mostrando una placa.

—Bueno investigador —remarcó—no tiene autoridad aquí.

—Solo terminare con unas cosas y me iré —explicó anotando algo en su libreta.

—No, usted se irá ahora —ordenó con una sonrisa, amaba tener el poder.

—Seguro, solo recuerde que estamos del mismo lado —le recordó saliendo aquel hombre curioso.

Tiempo después del incómodo momento con el hombre, Shawn pasó el rato viendo los documentos nada fuera de orden y los análisis de Alex indicaban falta de hierro una muy grande que había provocado la ruptura de su brazo nada que hiciera pensar a Shawn en algo diferente.

En casa los Zimmer se preparaban para la escuela excepto Dyre, habían decidido dejar pasar unos días para que volviera la calma.

—La comida está lista solo hace falta que la calientes —le dijo Sander sentado en la cama del pequeño.

—Si —respondió medio adormilado.

—Volveré para comer contigo —dijo, casi nunca lo dejaban solo pero no querían levantar sospechas— y los ojos están contados así que no tomes ninguno —pidió pues solo quedaban pocos.

—Esta bien —sonrió.

—Te veré después —se despidió para besar su frente.

Los hermanos salieron de casa cerrando bien la puerta, aunque era en vano si Dyre quería salir no había quien lo detuviera.

Sin embargo frente a los Zimmer Dean lo único que deseaba era tomar un poco de sol, pero había quien lo detuviera.

—Tal vez me deje —dijo Dean hablando con su hermano antes de ir a la escuela.

—No lo hará —respondió colocándose el uniforme.

—El doctor dijo que algo de sol no estaría mal —sugirió viendo su piel pálida.

—Si bueno el doctor está muerto —dijo tomando sus cosas, miro la decepción en la cara de su hermano.

—Bien que te parece si regresando de la escuela intentamos convencerla —sugirió él mirando a su hermano.

—De cuerdo —sonrió.

Pero los días se hacían largos en casa, solo viendo televisión, viendo a su madre ir y venir de un lado a otro, esperando a su hermano para tener con quien hablar.

—¿Quieres algo de comer? —preguntó su madre entrando, apenas eran las dos y aún faltaba tiempo para que su hermano llegara.

—No tengo hambre —conté mirando la ventana.

—Vamos Dean tienes que comer —pidió sentándose al pie de su cama.

—Si como algo me dejas salir —chantajeo mirándola a los ojos.

—Sabes que no puedes salir —exclamó ella levantándose de la cama.

—Solo cinco minutos por favor —insistió.

—Dean —llamó la madre.

—Por favor —pidió cansado— solo cinco minutos.

Ella suspiró —está bien pero te acabaras toda la comida —cedió algo molesta.

Dean comió todo aunque eso le revolviera el estomago, sabía que valdría la pena.

Con ayuda de su madre se sentó en una silla reclinable en su patio, apenas llegaba la luz del sol pero era más que suficiente para él.

—Volveré en cinco minutos —aseguró su madre, él asintió y cerró los ojos, solo disfrutando el poco sol y el aire fresco en su piel, estaba relajado cuando sintió un pequeño golpe en su pierna, abrió los ojos y miro a la extraña personita frente a él.

—Hola —saludó el pequeño tomando su pelota roja.

—Hola —saludó él, no había hablado con nadie que no hubiera sido su madre o su hermano en meses -tu debes ser Dyre no -le dijo sonriendo.

—Tu eres Dean —le sonrió— eres igual a él.

—¿A quien? —preguntó confundido.

—A Ryder —contestó Dyre, Dean no comprendió lo sucedido, nunca había conocido a ningún Ryder y por lo general solo lo confundían con su hermano— ¿Quieres jugar conmigo? —preguntó mirando la pelota.

—No puedo, estoy algo enfermo —dijo, no quería abrumar al pequeño.

—Mi hermano una vez estuvo enfermo —le contó —pero ahora está bien tal vez solo necesitas tomar medicina —le sonrió.

—Tal vez —le dijo él, se le hacía un niño muy tierno.

—¿Qué haces aquí Dyre? —le preguntó la madre un poco molesta, no le agradaba ese niño.

—Mi pelota —respondió mostrándosela.

—¿No deberías estar en la escuela? —preguntó ella mirando al niño con cierto asco.

—Mamá déjalo en paz —dijo Dean mirando al niño.

—Esta bien, será mejor que me vaya —dijo mirando molesto a la mujer —que te recuperes —le sonrió para salir de ahí corriendo.

—Cómo pueden dejar solo a ese niño —exclamó molesta— anda entra ya.

Dean no sentía ese malestar que la gente sentía contra los Zimmer, sin embargo Caleb si pero más que un malestar sentía cierta atracción, un constante miedo de que algo pudiera suceder.

Caleb se mantenía alerta y teniendo a Madison cerca era fácil detectar si algo pasaba.

—Escuché que tu hermano le rompió el brazo a otro —le dijo sentándose frente a Madison.

—Yo escuché que eres un idiota —le sonrió.

—¿En serio se lo rompió? —preguntó él insistente.

—¿En serio eres un idiota? —preguntó  olestándose —tú solo llegas preguntas sobre mi familia y te vas, así que dime qué demonios ocurre contigo y que quieres con mi familia —dijo molesta.

—En este lugar nunca pasa nada pero solo llegan ustedes y empiezan a ocurrir cosas extrañas —ataco repitiéndole lo dicho, no lo sacarían de esa postura.

—Eres algo paranoico —dijo cruzándose de brazos.

—Ese juego, necesito que me hables de el —pido desesperado.

—Sé lo mismo que tú sobre el juego —respondió levantándose.

—No claro que no, tú me dijiste que lo olvidara pero no puedo hacerlo —dijo, las miradas empezaban a concentrarse en ellos.

—Déjame tranquila —exclamó parándose frente a él.

—Necesitó saber —gritó desesperado.

—Para salvar a tu hermano lo sé ya lo has dicho pero hay otras formas de hacerlo, así que olvídate del juego por qué con eso no lo salvaras —dijo molesta —no quiero volver hablar contigo de esto.

Solo trataba de ayudar pues sabía lo que en realidad era el juego.

El Detective Lancaster se ubicó a las afueras del pueblo en un viejo motel de paso, la gente que había llevado era solo una pantalla para que no lo descubrieran, había recibido una llamada sobre un niño quien había hecho cosas, cosas que un humano no podría hacer.

—Uno más —dijo mirando la pared.

Esta estaba llena de imágenes de niños, niños que ya no eran niños, niños que nunca lo fueron, solo persona más que pasaría a su lista.

La foto de Dyre se colocaba en la mitad de la pared esperando a pasar a la larga lista de Lancaster.

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