Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La cura siniestra

Por la mañana los Zimmer despertaron conociendo ya la rutina.

Empacando lo poco que llevaban con ellos, dos pequeñas maletas por cada uno de ellos.

Muchas veces ni siquiera desempacaban, un mes se iba rápido.

Madison en busca de su pequeña maleta entró a la habitación de su hermano.

Casper se encontraba sentado en la cama, mirando como la luz entraba por su ventana, estaba ahí pero a la vez no.

—Cas —lo llamó su hermana— Cas.

Su hermano no reaccionó, ella simplemente se sentó a su lado.

—Hey... ¿Estás bien? —preguntó tomando su mano.

—Estaba muerto —contestó sin mirarle— Lancaster me mató... él me disparó Mad, y lo sentí, sentí la bala atravesar mi cabeza y luego... nada —exclamó desesperado— no hay nada, solo un vacío que te llena de desesperación.

Estaba perdido, su hermana tomó su rostro con delicadeza y besó su frente para después mirarle a los ojos.

—Estás vivo —le recordó.

Ella tomó la mano de su hermano y la colocó en su pecho.

—Lo sientes, es tu corazón latiendo una y otra vez llevando sangre a tu cuerpo, estás vivo, estás aquí conmigo y no dejaré que nada te pase —le aseguro abrazándole con fuerza.

Su hermano se desbordó al llanto.

—Como puedo volver a vivir sabiendo lo que es estar muerto —le susurró.

—Porque estamos contigo —respondió Mad besando sus mejillas.

—Ahora —susurró aterrado— antes creía que seguir viviendo de esta manera era lo peor que me podía pasar, pero no es así, donde estuve... donde estaremos cuando muramos es peor que lo que hacemos.

Mad suspiró abrumada y abrazó a su hermano con fuerza para calmarle, no había nada que pudiera decirle que pudiera hacerlo sentir bien.

En un punto tendría que volver a ese lugar.

Los hermanos bajaron a desayunar, Dyre con una sonrisa en rostro.

—Ya quiero que sea de noche —sonrió animado.

—Yo igual —suspiró Mad, entre más rápido fuera el juego más rápido se iría de ese lugar.

—Todos —agregó Sander cansado.

Los chicos se dispusieron a su rutina a excepción de Sander quien terminaría por arreglar el juego.

Los chicos iban camino a la escuela tan tranquilos como siempre mientras Caleb se encontraba en el hospital.

Dean había tenido una mala noche, su corazón se había parado dos veces y los doctores no creían que resistiera otro paro.

—Tienes que resistir hermanito —pidió Caleb tomando su mano— solo unas horas más y ganare el juego —aseguró.

No hubo respuesta, el tubo dentro de su garganta se lo impidió, estaba tan lejos de la vida y a un paso de la muerte.

Su hermano mayor besó su frente y le susurró una promesa qué tal vez no podría cumplir.

Salió del hospital listo para enfrentar el juego, pero primero necesitaba información.

Madison caminaba por los pasillos de la escuela, mirando a las personas, imaginando quién estaría esa noche.

—Pero mira a quien tenemos aquí —sonrió Leila.

—Es mi casillero claro que estaría aquí —contestó mientras metía sus cosas.

Leila cometió el peor error de su vida, provocarla antes de un juego.

La rubia azoto la puerta de su casillero frente a su rostro.

—Te crees muy lista no es así —atacó ella.

—No lo creo lo soy —sonrió— ahora me voy por que no quiero seguir viéndote ponerte en ridiculo mostrando tus inseguridades.

Madison siguió su camino, pocas personas podían hacerla sentir mal.

—Por esa actitud es seguro que tus padres te abandonaron —gritó.

Esas palabras la hicieron hervir, pero solo siguió su camino.

El miedo era capaz de hacer muchas cosas, para algunas personas las paralizaba pero para Caleb era su motor.

Madison hizo lo posible para mantenerse separada de Caleb pero a la hora libre fue casi imposible.

—Madison solo dame cinco minutos por favor —pidió desesperado.

—Aléjate de mi —gruñó ella tratando de escapar.

Caleb la sujetó del brazo con fuerza.

—Ayúdame —suplicó.

Los jóvenes se miraron con intensidad, eran más parecidos de lo que creían pero en sus ojos se podían mostrar la misma desesperación.

—Suéltala —ordenó su hermano.

—Tu no te metas —exclamó Caleb.

—Es mi hermana y si le vuelves a poner una mano sobre ella te reviento la cara —amenazo Casper empujándolo.

Madison tomó a su hermano para alejarlo por que sabía que si Caleb le contestaba le partiría la cara antes de lo provisto.

Los Zimmer estaban por irse cuando Caleb dió su último golpe que con esperanza lo ayudarían.

—Ustedes ya perdieron a un hermano —dijo dolido.

Los hermanos le miraron con un nudo en la garganta.

—Por favor, no quiero perder al mío —pronunció con dolor.

Los chicos Zimmer hicieron lo que siempre hacían, dar la vuelta y seguir.

Irónicamente lo que mataba a Dyre era convertirse en humano sin embargo los miembros de la familia Zimmer habían dejado la humanidad desdén el momento en que había llegado ese pequeño ser a sus vidas.

El día había pasado con eventos extraños, perros alborotados, vidrios rotos y por alguna extraña razón las plantas del lugar empezaban a morir.

El Sheriff poca importancia le dió, sin hijo, sin esposa, estaba oculto en su hogar con litros de licor.

Nada tomaba sentido más que la idea de que los Zimmer no eran quien decían ser.

Papeles y papeles de casos similares inundaban su casa, había investigado hasta lo más profundo pero no había rastro de los Zimmer.

Ni una acta, ninguna red social, ellos no existían.

Había metido una orden de aprehensión por falsa identidad sin embargo llegaría demasiado tarde.

Las siete cuarenta y cinco llegó y los hermanos se preparaban para el juego, afuera de la juguetería se empezaban a formar las personas.

—Las cámaras están encendidas al igual que los micrófonos —dijo Sander acomodándose la ropa.

—Perfecto —sonrió Dyre, particularmente sus ojos brillaban más.

—Bien entonces a sus puestos —suspiró Mad.

Los hermanos entraron a la habitación donde controlaban el juego.

—Escoge un par de gordos —pidió Dyre— hoy tengo ganas de grasa.

Madison asintió, usualmente Dyre prefería a los esbeltos pues su carne era más rica, sin contar a los niños quienes eran sus favoritos pues su carne era suave y era más fácil de desprender del hueso.

La hermana de los Zimmer salió, con ropa negra y esa peculiar máscara de pájaro que era aterradora.

Inicio con las preguntas de control, nombre y edad, el nombre era para saber quien entraba y la edad para saber a quien descartar.

Mayores de ocho y menores de diecisiete pues era cuando más buena era la carne.

Enseguida preguntaba si eran hijos únicos pues las familias tenían más posibilidades de superar la muerte de un hijo si tenían otros más.

Ese juego en especial habían llegado varios adolescentes, muchos de ellos conocidos.

Había descartado a Krispi pues no creía que mereciera una muerte tan mala.

Después de negarle la entrada a una chica vio la figura de Leila acercarse.

—Leila Jon...

—Adelante —dejó entrar sin más preguntas, había esperado todo el mes para hacerlo.

La chica sonrió victoriosa y entró a la casa donde Sander los aguardaba formándolos.

Dos personas más y llegó alguien que nunca creyó ver.

—Sam Peters, cinco años —sonrió el pequeño.

—Eres muy joven para el juego —contestó Madison.

—Estoy por cumplir seis y soy muy listo para mi edad, prometo que daré lo mejor de mi —comentó el pequeño desesperado.

Madison suspiró, sabía que el pequeño necesitaba el deseo pero no se arriesgaría a que perdiera.

A pesar del llanto del menor hizo lo correcto pero se sintió peor cuando Caleb se apreció frente a ella.

—¿Nombre y edad? —preguntó, no podía arriesgarse a ser descubierta.

—Caleb Underwood, dieciséis —contestó.

—¿Hijo único? —preguntó.

Caleb suspiró frustrado.

—De verdad Madison —exclamó.

—¿Hijo único? —preguntó de nuevo.

—No —contestó enojado— al menos no aún.

—No eres apto —dijo sin pensarlo— siguiente —gritó.

—Madison por favor no me hagas esto —pidió.

—Muévete idiota —dijo el siguiente en la fila.

Caleb se quitó, todos los rechazados eran enviados a otra fila sin embargo Caleb no esperaría con ellos.

Los Zimmer no habían contemplado algo importante, no era la primera vez que Caleb se metía en la juguetería.

Habían llegado cerca de cuarenta personas pero sólo diez se habían quedado, los rechazados con forme iban regresando a sus casas iban olvidando todo.

Nadie sabría de los Zimmer, nadie sabría lo del juego.

Madison entró al lugar, con diez personas y un polizón el juego estaba por comenzar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro