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Secretos


Ciudad de Nueva York, 31 de Octubre, 19:26 pm

—Repite lo que acabas de decir—pidió Percy.

—Te estas distanciando del equipo, demasiado—dijo Robin.

Percy alzó una ceja.

—Pero...

—Sí, ya sé que fui yo el que te dijo que necesitábamos algo de tiempo—dijo el chico maravilla—. Pero esto ya es absurdo, has pasado semanas sin prácticamente ser visto, incluso viviendo dentro de la cueva. Y ahora llevas una semana en esta ciudad sin tener contacto con nadie. Te seré sincero, ya no pareces parte del equipo, y si quieres atrapar a ese emperador, no puedes permitir que eso suceda.

Percy se cruzó de brazos.

—He estado yendo al sicólogo, como Canario Negro ordenó—dijo él—. Además, después de meses, creo que tengo derecho de ver a mi futura esposa por una semana.

Robin suspiró.

—Percy, te comprendo—dijo—. Pero escucha, has estado demasiado ajeno al equipo, necesitas volver a formar parte activa de las misiones pronto.

—Ya se los había dicho, cuando haya una misión simplemente avísenme. Hasta entonces... necesito mi espacio, y el equipo...

—Ellos ya te perdonaron por ocultarles la verdad—dijo Robin—. Tú eres el que no se ha perdonado.

Percy suspiró.

—Y aquí me tienen, a mis veinte años recibiendo concejos de un chico de dieciséis—se le escapó una sonrisa—. Realmente desciendes de la cabeza de búho, ¿eh?

Robin sonrió un poco.

—Cuídate, Jackson—le dijo—. Regresa a la cueva pronto con esas súper-armas mágicas que nos prometiste.

—Claro, no te preocupes.

Robin entró a una cabina abandonada que servía de tubo-zeta.

—A todo esto, ¿vas a hacer algo esta noche? Porque M'gann invitó a todo el equipo a una fiesta de su escuela.

Percy volvió la mirada había el edificio Empire State.

—Dile que gracias de mi parte—respondió—. Pero hoy tengo una fiesta, y créeme, hay fiestas y hay fiestas olímpicas. Siempre quédate con la segunda opción.

...

—Computadora, asegura la habitación—ordenó Batman.

"Asegurada"—respondió la voz mecánica del programa.

En la cueva, Robin, Aqualad, Tornado Rojo, Flecha Roja y Batman estaban discutiendo un tema que había estado dando vueltas durante un buen tiempo ya.

—Iré al grabo, creemos qué hay un infiltrado en el equipo—dijo el murciélago.

—Estoy convencido de que no hay ninguno—aseguró Aqualad—. Cuando Sportsmaster afirmó que tenía una fuente interna sólo quería crear discordia.

Robin, recostado en un sofá. asintió.

—Su información salió fácilmente al comparar notas con los otros villanos trabajando para la Liga de la Injusticia—dijo, mientras subía los pies a una mesa y apoyaba su cabeza en sus brazos—. Y piénselo bien, si alguien del equipo estuviera trabajando con esa gente...

—Nos habría traicionado durante nuestra pelea contra ellos—concluyó Aqualad.

—No estoy convencido—dijo Flecha Roja—. Claro, ustedes dos y Chico Flash están descartados. Pero yo sé que Artemisa no es de fiar. Para empezar, yo sé que no es la sobrina de Flecha Verde.

—¿Qué?—preguntó Aqualad sobresaltado.

Robin se reincorporó.

—Pues sí, de hecho ella está emparentada con...

—Suficiente—lo detuvo Batman—. La familia de Artemisa puede hacerla sospechosa, pero aún tiene derecho a una identidad secreta. Estoy más preocupado por Superboy. Aún sabemos muy poco sobre lo que Cadmus programó en su arma. Conner podría ser el infiltrado.

Tornado Rojo agachó la cabeza, sintiendo culpabilidad por haber sido víctima precisamente de eso, traicionar al equipo por culpa de su programación.

—¿Y qué hay de Señorita Marciana?—preguntó Flecha Roja—. Es la sobrina del Detective Marciano, pero me dijo Canario Negro que él tiene cientos de sobrinos, y la primera vez que él conoció a M'gann fue hace cinco meses, cuando se metió de polizón en su último viaje de Marte a la Tierra.

Aqualad iba a responder, pero Flecha siguió hablando.

—O ese chico Jackson, no sabemos nada de él salvo que es un híbrido dios-humano y que tiene un largo historial de estar relacionado de una u otra forma con una serie de accidentes sospechosos.

—No es Percy—aseguró Batman.

Flecha Roja frunció el ceño.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Cuando Mujer Maravilla me pidió que le permitiera unirse al equipo, me explicó el motivo por el que los dioses lo enviaron, haciéndome jurar que no revelaría o guardaría registro alguno de dichas palabras.

Flecha se cruzó de brazos.

—Eso, a mi parecer, no lo hace menos sospechoso.

Batman miró al arquero fijamente.

—Lo mismo pensé, y aunque Mujer Maravilla me aseguró que el juramento de los dioses era inquebrantable porque hasta ellos mismos le temían, quise guardar un registro sobre todo ese mundo de semidioses. Entonces, tuve una visión de la diosa Estigia, advirtiéndome sobre no romper un juramento sagrado a sus aguas, me dio la oportunidad de retractarme por ser, a sus ojos, un simple mortal. Pero me mostró de lo que era realmente capaz. Debo decir que aunque Percy está en el equipo como una parte de una misión ordenada por los dioses, no es el traidor.

Aqualad asintió.

—Yo he peleado lado a lado con todas estas personas. Ninguno es un traidor—aseguró.

...

Monte Olimpo

La noche de luna llena iluminaba el cielo, mientras que la ciudad de los dioses estallaba en una gran celebración.

Dioses mayores y menores, semidioses y espíritus de la naturaleza disfrutaban de la celebración.

Entre la música y luces, toda clase de conversaciones se llevaban a cabo.

—Percy, amigo—le decía Hermes al semidiós—. De verdad, tienes que contar tu secreto?

Percy lo miró com la ceja alzada.

—¿De qué secreto hablas tú?

Hermes extendió los brazos.

—Amigo, te vas a casar con una... no, con la diosa doncella. ¿Cuál es tu secreto?

La mayoría de presentes se volvieron para escuchar la conversación.

Percy suspiró y sonrió.

—Sabes, Herms, no fue tan difícil.

—¿Cómo...?—preguntó Leo desde no muy lejos de allí, con una ceja alzada.

—Sí, se supone que esa no es la respuesta que deberías haber dado—asintió Frank.

Percy sonrió.

—No, verán, el secreto estuvo en enviarle esta imagen:

Se hizo un breve segundo antes de que todos comenzaran a reír.

—Yo lo recuerdo un poco diferente—dijo alguien detrás de Percy.

El semidiós sonrió y se dejó caer hacia la voz.

—Sí... bueno, Arty, tal vez puedas refrescarme la memoria.

La diosa lo abrazó, se acercó a su oído y susurró:

—Com gusto—antes de darle un pequeño mordisco.

—Consíganse una habitación—les dijo Hermes.

Percy se volvió hacia Artemis y le sonrió provocativamente.

—En realidad... no suena a un mal plan.

...

No muy lejos de allí, la Mujer Maravilla andaba por la fiesta, tratando de no iniciar un combate contra Ares... por tercera vez en esa hora.

—Hermana, cálmate un poco—le dijo Apolo—. Ares es Ares, tú déjale el trabajo de humillarlo a Hefesto... o a él mismo, que le sale muy bien.

El dios de la guerra le mostró el dedo medio desde la distancia.

Atenea lo fulminó con la mirada.

—Apolo tiene razón, para variar, no vale la pena.

Diana suspiró y siguió andando por el lugar.

—Claro...—dijo—. Es sólo que todo...

—Nada es como te lo imaginabas, ¿eh?—dijo Apolo—. Sí, con frecuencia los dioses somos decepcionantes una vez llegas a conocernos. Aún así somos geniales.

—Supongo...—murmuró la amazona.

—Déjame adivinar—dijo Atenea—. Imaginabas que nuestro comportamiento sería más... "divino"

—Básicamente.

Apolo bufó.

—No entiendo de dónde sacan los humanos esa idea. Los dioses somos una enorme familia disfuncional en la que todos somos adolescentes hormonales... y hablando de adolescentes hormonales, ¿dónde está mi hermana?

Hermes, desde un par de mesas a la distancia le hizo señas a Apolo:

—Se acaba de ir con Sirenoman.

Apolo apretó los puños.

—¡Maldición! ¡Algún día me vengaré de ese escuincle marino por llevarse a mi hermanita!—gruñó.

—Pero... ella es mayor que tú—dijo confundida Diana.

—Para mí es la menor y punto—sonrió Apolo.

Luego, Diana cayó en cuenta de otra cosa.

—Espera, ¿acabas de decir que Lady Artemis se fue con Percy...?

—Sí, eso dije.

—Pero no querrás decir...

—Sí, seguramente estarán fornicando por ahí.

La amazona hizo una cara de total asombro.

—Pero... no sé supone que Lady Artemis...

—Sí, y es por eso que no voy a perdonar a Sirenoman—bufó Apolo—. Ese par de hormonales ni siquiera se pudieron esperar al matrimonio.

Atenea lo miró alzando una ceja.

—Tú no estás casado y te la pasas desparramando hijos por donde vas.

—Eso es diferente.

—¿En qué sentido?

—Artemis juró nunca casarse, yo juré... también nunca casarme, aunque por razones totalmente distintas...

—No puedes mantener una relación.

—Cállate, estábamos hablando de mi hermana, no de mí.

Atenea se mostró impresionada.

—¿Apolo no queriendo hablar de él mismo? ¿Dónde estás y que hiciste con el verdadero Apolo?

—Te desprecio.

—Gracias, es mutuo.

—Al menos mis bebés no son los frutos de la fantasía sexual de una virgen de cuatro mil años.

Diana se sentía incómoda allí, escuchando cómo los dioses inmortales, supuestamente omniscientes y omnipotentes, discutían allí como niños malcriados.

—El punto aquí es que Jackson se robó la inocencia de mi hermana y va apagar caro por ello.

—En realidad, he escuchado que de hecho fue al revés—dijo Atenea—. Tu hermana le "robó la inocencia" al engendro del mar.

—Me rehusó a creerlo.

—Rehúsate, si eso te hace feliz.

Diana decidió irse de allí lentamente. Intentando no llamar mucho la atención. Recibir la notificación de el robó de una legendaria espada en el museo de historia en la ciudad le sirvió de excusa perfecta.

—Lo lamentó, me temo que el deber llama, así que...

—Nop—dijo Apolo dándole la vuelta para que volviera a integrarse a la discusión con Atenea—. Es tu primera fiesta en el Olimpo, la primera vez que celebras con tu familia. Así que tú te quedas aquí mientras mandamos a Percy a hacer el trabajo.

Diana parpadeo dos veces.

—¿En serio? ¿Así es como resuelven sus problemas? ¿Se relajan y festejan mientras mandan a un humano a hacer su trabajo?

Apolo ladeó la cabeza.

—La mayoría... sí. Yo dejé de hacerlo hace algún tiempo, ya sabes, quedar atrapado en el cuerpo de un humano y todo eso. Pero Jackson tiene que pagar por pervertir a mi hermanita.

—Bien sabemos que quieres sobrinos—dijo Atenea rodando los ojos.

Apolo gruñó, pero no negó nada.

—Como sea, que Percy se encargue—dijo Apolo—. Es su trabajo de superhéroe o algo así, ¿no?

...

—¡Jackson, abre la puerta!—gritó Apolo mientras golpeaba las puertas de la habitación de la pareja en el palacio de Artemis.

La voz de su hermana le respondió desde adentro.

—¡No interrumpas, idiota!

Apolo bufó.

—Genial, es la versión aún más loca de mi hermana.

Atenea gruñó molesta.

—Tenían que ser romanos.

La Mujer Maravilla se mostró confundida.

—¿A qué se refieren?

—Larga historia, no te preocupes—descartó Apolo—. ¡Jackson, deja de cojerte a mi hermana y ven a hacer tu trabajo!

—¡¡Vete a molestar a otra parte, Apolo!!—le respondió Percy.

—¡Tienes que hacer tus cosas de superhéroe!—repuso el dios del sol.

—¡¿No tienes otro lugar donde decir tus estupideces?!—le espetó la diosa de la luna.

—¡No, hoy no!—gruñó Apolo—. ¡Jackson, sal ahora qué hay gente en riesgo!

Diana miró al dios.

—Nunca dije que las hubiera...

—No, pero así Percy saldrá de una vez de dentro de mi hermana.

La puerta se abrió, Percy estaba apenas cubierto con una sábana. En la cama de la habitación, cubierta con la sobrecama, la diosa de la caza fulminaba con la mirada a Apolo.

El dios sonrió triunfante.

—Que valga la pena—gruñó Percy.

—Ejem—tosió la Mujer Maravilla.

Percy se volvió hacía ella y luego hacia su prometida en la cama.

—Ah, sí—murmuró—. Diana, te presento a..., ejem, Diana

La diosa saludo con un gesto de la cabeza.

—Hey

La amazona se mostró confundida.

—¿Qué...?

—La forma romana de Artemis—explicó Atenea—. No pienses mucho en el asunto, no vale la pena.

—La que no vale la pena aquí eres tú, graeca.

Percy se volvió hacia su prometida.

—Cariño, yo también soy griego.

Ella se cruzó de brazos.

—Y aún no te perdono por eso—bufó—. ¡Cómo se te ocurre renunciar a tu parte como legado de roma sólo para tener "una piel fuerte"

Percy frunció el ceño.

—Primero, es piel invulnerable. Segundo, ya tuvimos ésta conversación. Y tres, Artemis me apoya.

—Artemis se fue de sabático, cariño.

Percy rodó los ojos y se volvió hacia Apolo.

—De cualquier modo vas a pagar por esto, pero ya que estamos, ¿qué sucedió?

—Se reportó hace no mucho el robo de una espada legendaria en el museo de Nueva York—explicó la Mujer Maravilla—. El reporte dice que los policías y el cuidador del museo fueron asesinados en su mayoría por una energía desconocida.

Percy suspiró con nostalgia.

—Ah, el viejo museo...—sacudió la cabeza—. ¿Y exactamente que clase de espada es esta?

La amazona se encogió de hombros.

—No tengo idea, el reporte me llegó incompleto y tarde.

—La señal mortal no es la mejor por aquí—murmuró Apolo—. Como sea, veamos... espadas legendarias por aquí...

El dios proyectó una imagen, en ella se veía lo que parecía el patio trasero de una casa. Allí, frente a una tumba improvisada, dos jóvenes, cuyas vestimentas las identificaban como heroínas, encaraban a un hombre que salía de la casa con una espada en mano, la cual emanaba rayos de poder anaranjados.

—Esa de allí es Artemisa—reconoció Percy—. Es decir... la otra.

La diosa de la caza alzo una ceja.

—Linda, rubia y dispara con arco—dijo Apolo—. ¿Seguros que no es mi hija?

Diana miró a su hermano con incredulidad.

—¿Nos preguntas a nosotros si es tu hija? Se supone que tú deberías saberlo.

—No es hija de Apolo—intervino la Mujer Maravilla—. Eso se los puedo asegurar, ahora, concentrémonos en la espada.

Atenea abrió mucho los ojos al identificar la funda de la espada, la cual tenia la forma de una demoniaca mano disecada.

—Es la espada de Beowulf—comprendió—. Es peligrosa, por decir lo menos.

Percy suspiró mientras corría a ponerse algo de ropa.

—¿Cuándo no?

...

En el patio de aquella casa, Artemisa y Zatana se volvieron hacia la puerta trasera, la cual estalló en pedazos, y del humo surgió su enemigo.

—Profanaron el lugar sagrado de Daño—gruñó el sujeto.

—¿Nosotras lo profanamos?—preguntó Artemisa mientras le apuntaba con una ballesta—. ¡Tú hiciste esto, a tu propia hermana!—gritó, apuntando a la tumba a sus espaldas.

Daño sonrió, mostrado la cicatriz con forma de garras eh su rostro.

—¿Estas orgulloso de ello?—frunció el ceño Artemisa—. ¿Y tueste el descaro de escribir "amada"?

—Descaro no. Verdad—repuso el hombre—. Ella fue lo único que Daño amó. Por eso debía morir, el corazón de Daño tenía que ser puro. Greta tenía que ser suprimida, extirpada como una infección...

Una flecha plateada cayó desde la luna llena a los pies de Daño.

—¿Qué...?

El proyectil estalló en una poderosa luz plateada, la cual tomó la forma de un semidiós, uno muy enfadado.

—¡¿Percy?!—preguntó Artemisa.

—¿Quién?—preguntó Zatana.

—Es del equipo—explicó la arquera.

Percy se volvió para ver la luna.

—Cuando te pedí que me mandaras hasta aquí... ¡¡No me refería a que me convirtieras en una flecha y me dispararas!!

El chico se volvió hacia Daño.

—Oh, hola.

El sujeto frunció el ceño.

—Daño no te reconoce. Pero a Daño realmente no le importa, acabará contigo, seas quien seas, chico lunar.

Percy hizo una mueca.

—Mierda, estás hablando en tercera persona, eso nunca es bueno—dijo Percy—. A Apolo lo regañamos por eso todo el tiempo.

—Percy—lo regañó Artemisa—. Concéntrate en el villano. Ya sabes ¿el tipo de la espada mágica que asesinó a su hermana?

Percy miró con furia a Daño.

—Está bien, eso me basta para matarlo.

Percy tomó su bolígrafo y se lo enseñó al hombre.

—Daño, ¿verdad? Te presento a Anaklusmos, la Contracorriente.

—¿Un bolígrafo?—preguntó Zatana detrás de él.

El semidiós sonrió.

—No un bolígrafo—aseguró—. El bolígrafo.

Percy destapó su arma, y su confiable xiphos griego se expandió en su mano,

El villano miró al semidiós intrigado.

—Daño quiere saber la historia de tu espada—dijo—. Tú arma puede ser un gran añadido a mi arsenal.

Percy miró la hoja de bronce.

—La espada encierra el poder del mar. Fue un regalo de la diosa del mar Pleyone a una de sus hijas espérides. Sin embargo, la valerosa joven que heredo la espada fue engañada, traicionada y abandonada por el héroe Hércules, quien se hizo con la espada. Tras la muerte de Hércules, la espada pasó por varias manos, pero como lo que es del mar siempre vuelve al mar, finamente llegó a las manos del dios Poseidón, quien se la entrego al centauro Quirón, y él me la dio a mí.

Daño le mostró su arma.

—Está es la legendaria espada de Beowulf, poseedora de un enorme poder, solamente el puro de corazón puede portarla. Ya sea puro bien o puro mal.

Percy se puso en guardia.

—Perfecto, ya tengo que darle a la tía Hestia en su cumpleaños.

Ambos oponentes se miraron fijamente.

—Percy, ten cuidado—advirtió Artemisa—. Este sujeto realmente es peligroso.

—Sí...—murmuró Percy—. No es la primera vez que lo oigo.

El semidiós se lanzó primero. Daño desvió una primera estocada hacia arriba y respondió con una patada al estómago.

Percy retrocedió, alzó su guardia a tiempo para desviar la hoja de su oponente hacia la izquierda, y acto seguido contraatacó, haciéndole un corte a Daño en el pecho.

Daño retrocedió, Percy volvió a atacar.

—Entonces mi espada mágica si te hace daño, eso es bueno... para mí—sonrió Percy.

Daño desvió tres estocadas, pero cayó en la finta y descuidó su guardia, Percy pasó a su lado, abriéndole otra herida en el abdomen.

Daño se volvió contra él, sólo para recibir un corte en el pecho, otro en la mejilla, uno más en el puño y en cuestión de segundos su cuerpo entero estaba lleno de heridas sangrantes.

—Amigo, creo que ya sufriste mucho daño—le dijo Percy—. ¿Por qué no te rindes y así yo regreso con mi prometida?

—Oh, pero Daño aún no ha acabado, queda aún mucho daño por hacer.

El humano lanzó un extremadamente veloz golpe con su hoja chispeante, pero Percy con una habilidad impecable esquivó el golpe y golpeó la espada de su rival directo en la empuñadura, haciéndolo soltar la espada, la cual cayó en el suelo creando un cráter.

Percy pateó el estómago del villano, derribándolo.

El filo de la espada del semidiós quedó a centímetros de la garganta de Daño.

—Eres bueno, lo admito—dijo Percy—. Pero yo soy el mejor espadachín de los últimos trescientos años.

El villano gruñó en el suelo.

—El mejor espadachín, sí, Daño lo admite, fue superado—dijo—. Pero...

El humano barrió el suelo derribando a Percy. Antes de que el joven pudiera recomponerse, Daño lo golpeó en la cabeza con la rodilla, para acto seguido molerlo a golpes, esquivando los mandobles que le lanzaba el semidiós y respondiendo violentamente con puños y patadas.

Percy quedó recargado contra la verja metálica que separaba aquel patio de la calle.

—Tal vez eres mejor con la espada que Daño—reconoció el humano—. Pero luchando desarmado, no tienes nada que hacer contra Daño.

El villano volvió a tomar su espada, la cual crepitó de energía anaranjada.

—Y lo mismo se aplica al poder de Daño.

El sujeto lanzó un mandoble al aire y una poderosa honda de destrucción cruzó el viento, golpeando a Percy de lleno y mandándolo a volar hasta el otro lado de la cuadra.

Percy quedó inconsciente en medio de un enorme cráter y escombros.

Daño sonrió triunfalmente, volviéndose hacia Artemisa y Zatana. Se disponía a acabar también con ellas, pero la aparición de la misteriosa niña que resultó ser su hermana le arrancó la sonrisa de su rostro.

Sin embargo, la impresión sólo duró unos segundos.

—Ah, lanzó otro hechizo de ilusión.

—Excepto que no hablé—repuso Zatana con una sonrisa triunfal—. Daño sabe que no puedo lanzar un hechizo sin hablar.

El fantasma de la niña, Greta, empezó a caminar hacia su hermano, quien retrocedió horrorizado.

—Preguntaste cómo encontramos este lugar—dijo Artemisa—. Enfréntalo, Daño. Tu secreto se reveló.

Daño apuntó al fantasma de su hermana, con su espada chisporroteando energía.

—No, el corazón de Daño es puro... Daño no lo siente. No se arrepiente.

El fantasma pasó a través de su hoja sin que esta tan siquiera la tocara, despidiendo un brillo espectral.

Greta introdujo su mano en el cuerpo de Daño, extrayendo un orbe luminoso de donde debía estar su corazón. Daño calló al suelo debilitado.

El sujeto se levantó sólo para ver como ese orbe se extinguía en la mano del fantasma.

Daño corrió hacia el fantasma de su hermana e intentó partirla en dos con su espada, pero la hoja atravesó al fantasma sin dañarla y cayó al suelo, sin que Daño pudiera levantarla.

La funda de la espada de Beowulf reclamó a su hoja, la cual ya no estaba más bajo el control de Daño. El humano retrocedió evitando ser atravesado por la espada, la cual se enfundó en su guarda y cayó al suelo.

—Yo... ¡No necesito la espada!—gruñó Daño, desenfundado una daga y corriendo hacia las heroínas.

Sin embargo, Zatana evitó el ataque retrocediendo levemente, y Artemisa lo desarmó de una patada.

—Muy desconcentrado, no puede pelear con nosotras mientras pelea con él mismo—le dijo la arquera, citando las palabras que el mismo Daño le había dicho no mucho tiempo atrás.

Daño intentó lanzarle un golpe al rostro. Artemisa lo esquivó mientras le asestaba un codazo en el estomago, para luego seguir con un puñetazo y luego una patada giratoria en la cara, y luego otra patada más.

Daño retrocedió torpemente, alzó su rostro solo para recibir una tercera patada en la cara y caer desplomado tras rodar por el suelo inconsciente.

Zatana lanzó un hechizo para inmovilizarlo, atándolo con sus propias ropas.

El fantasma de Greta caminó hasta donde su tumba, y se volvió una última vez hasta donde las heroínas.

—Nos aseguraremos que recibas una sepultura apropiada—le prometió Zatana—. No te olvidaremos, Geta.

—Secreto—respondió la joven, agradecida. Antes de fundirse con el suelo.

Artemisa bajó la cabeza.

—Aún no puedo creer que alguien pudiera hacerle esto a su propia hermana...

—No te sorprendas demasiado—murmuró Percy, caminando penosamente con el brazo izquierdo dislocado y un tobillo torcido—. El mundo está lleno de seres crueles que harían lo que fuera por poder... es para eso que existimos lo que pensamos todo lo contrario, para no dejar que ellos ganen.

Las sirenas de los coches patrulla resonaron a la distancia.

—Vienen los policías—dijo Artemisa.

—Sí, hicimos mucho ruido—asintió Zatana.

Percy bufó.

—Genial, lo que me faltaba—murmuró—. Los titulares de mañana: "Percy Jackson, criminalicé buscado por el intento de homicidio de dos súper-heroínas y un maniático asesino"

—Gracias—le dijo Artemisa—. Por la ayuda y eso.

Percy ladeó la cabeza.

—Somos un equipo, ¿no? Además, se las hubieran arreglado bien sin mí.

La arquera señaló la luna con la cabeza.

—¿No tienes una fiesta a la que asistir?

Percy sonrió.

—Sí, cierto. Hablando de hermanos idiotas, tengo que arrojar al hermano de mi prometida desde el Olimpo... otra vez.

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