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Monstruos y semidioses:


Puerto feliz, 5 de octubre, 09:32 am

El equipo estaba en la playa, teniendo un entrenamiento al aire libre.

Kaldur barrió el suelo con la pierna, derribando a Robin entre las olas.

—No es justo, ninguno de nosotros puede vencerte en el agua—se quejó Robin sonriendo con diversión mientras se volvía a levantar y poner en guardia.

Canario Negro observaba desde no muy lejos con los brazos cruzados.

—Uno de ustedes tal vez podría—aseguró volviendo la mirada hacia Percy.

El hijo de Poseidón se mantenía sentado de piernas cruzadas entre las olas. El agua se arremolinaba a su alrededor formando un pequeño torbellino.

—Hey, soy un dios en crecimiento—dijo él—. No sería justo luchar en mi elemento.

Kaldur dio un quiebro y volvió a derribar a Robin.

—¿Dios en crecimiento? Creía que sólo eras un semidiós.

El chico ladeó la cabeza, mientras cerraba los ojos conectándose en el agua a su alrededor.

—Pues... es complicado—explicó—. Nací semidiós, y me volví cuasi-divino hace no mucho, poco después de proponerle matrimonio a mi prometida. Básicamente ella me obligó para que no me muriera antes de la boda.

Wally alzó una ceja, mientras tomaba el sol recostado en una tumbona, con su brazo roto reposando a su costado.

—¿Tu prometida te obligo a volverte casi un dios? ¿Quién rayos es esa chica?

El resto del equipo se volvieron hacia el semidiós en busca de chisme.

Percy se quedó en blanco.

—Ehhh.... Ella es...

—Ella es menos lista de lo que creí, si accedió a casarse contigo—dijo una nueva voz.

Percy se volvió hacia atrás con emoción.

—¡Nico!—el par de primos se saludaron, Percy se volvió hacia el hijo de Apolo que también había llegado—. Will, tu también. ¿Qué los trae por aquí?

El hijo de Hades alzó una ceja.

—Plantas gigantes casi destruyen el mundo, así que vinimos a ver cómo casi la cagas otra vez.

Percy sonrió con descaro.

—Gracias, se siente la confianza.

Will le dio un codazo a Nico.

—El resto deberían llegar dentro de poco—dijo—. Annabeth fue por Hazel y Frank a la Nueva Roma. Según Rachel algo va a pasar aquí, y dijo que sería bueno que viniéramos lo antes posible, pero no nos dio muchos detalles.

—¿El resto también viene? ¡Genial!—sonrió Percy.

Una tos falsa les llamó la atención.

—Ejem, Percy—dijo Canario Negro—. ¿Quiénes son tus... amigos?

Todo el equipo estaba mirando con interés y/o sospecha.

Percy se palmeó la cara.

—Sí, lo siento—se disculpó—. Ellos son mi primo, Nico y su novio, Will. Chicos, ellos son mi equipo, quiero decir, mi equipo actual.

Nico se llevó una mano al pecho fingiendo estar dolido.

—¿Ya nos remplazaste? Eso fue rápido.

Robin los miró frunciendo el ceño.

—Entonces... ¿por qué dicen que están aquí?

—El Oráculo de Delfos recibió una premonición—explicó Will—. Había que venir aquí, eso es todo lo que sabemos.

—¿El Oráculo de Delfos?—dijo Aqualad—. ¿Ustedes también son semidioses?

Nico sonrió de forma un tanto macabra.

—Hijo de Hades—se presentó.

Will rodó los ojos.

—Eres un dramático, sombritas.

Percy se volvió rápidamente, sintiendo que algo no iba bien.

—Conner—llamó—, ¿oyes algo?

El clon de supermán se concentró en escuchar.

—Algo viene desde el agua.

Una serie de contenedores metálicos emergieron del agua, levantados por balsas que se inflaron de golpe en sus bases. Las cajas llegaron a la playa y se quedaron allí.

—¿Qué es eso?—preguntó Wally confundido.

Una imagen holográfica se proyectó desde uno de los contenedores.

—Perseus Jackson.

El semidiós frunció el ceño.

—Emperador Botitas, ¿a qué se debe su visita?

Calígula le sonrió con diversión.

—Así que tu impertinencia es tan real como dicen—respondió—. Deberías haberte quedado con tu linda noviesita en el Olimpo, nos estarías ahorrando a ambos muchos problemas.

—Mira, yo no estoy aquí por elección propia. Pero aún así, preferiría mandarte al foso del Tártaro al que correspondes. Así que si fueras tan amable de atravesar tu corazón con una lanza, te lo agradecería mucho.

La mirada del emperador se enturbió.

—Sabes, prefiero guardar mis lanzas para atravesar pequeños semidioses que se meten donde no deben—aseguró—. ¿Cuál era su nombre...? ¿John Green?

Las miradas en ensombrecidas y turbulentas de Percy y Nico aterrizaron sobre el emperador.

—No tienes derecho a hablar de Jason—gruñó Nico.

El emperador sonrió como si acabara de contar un gran chiste.

—Da igual, veo que los dioses te enviaron a ti, Perseus Jackson, a darme caza—rió—. Siendo sinceros, esperaba que mandaran a Apolo o a él pretor Zhang a terminar el trabajo que no pudieron. Pero no, mandaron al héroe del Olimpo a una misión en la que no quería estar, contra un oponente que no conocía.

—Sé que mataste a Jason y sacaste de su hogar a Meg y a su padre, con eso me basta para arrojarte al Tártaro partido en pedazos.

Calígula extendió los brazos.

—Sabes, Perseus Jackson, a diferencia de ti, yo no soy de soltar empeñadas vacías. No amenazo, prometo. Así que aquí te va una promesa: lárgate ahora, abandona tu misión y permite que acabe con tus pequeños amigos héroes. Te dejaré en paz a ti y a tu familia. De lo contrario... mis socios han pensado en una forma o dos de desaparecer a una familia.

La armadura plateada de Percy destelló sobre su cuerpo al tiempo que destapaba su espada y escudo.

—Mi familia no tiene nada que ver con esto, emperador—gruñó.

—Tú tampoco tenías nada que ver, pero insistes en quedarte. Todo esto será únicamente tu culpa, Perseus Jackson. Amenos que tú y ese par de semidioses decidan irse justo ahora.

—Percy, ¿quién es este sujeto?—preguntó Wally poniéndose de pie.

Todo el equipo de héroes estaba listo para un próximo ataque.

Percy sintió cómo el mar mojaba sus piernas, serró los ojos y se concentró.

"Padre"—rezó—. "Por favor responde, es una emergencia"

El dios tardó un par de segundos en responder.

"¿Qué sucede exactamente, Percy?"—preguntó Poseidón—. "Esté no es el mejor momento para..."

"Mi madre"—se apresuró a decir Percy—. "Ella, Stelle y Paul. Calígula los tiene en la mira"

"Los traeré a mi palacio ahora mismo"—prometió Poseidón—. "¿Qué estás haciendo en este momento?"

"Te lo explicaré todo más tarde, tengo que irme"

El semidiós miró al holograma de Calígula fijamente a los ojos.

—Si vas a hacer algo, hazlo ahora—dijo el chico—. Me estoy aburriendo.

El emperador sonrió sádicamente.

—Cómo tú prefieras—las puertas de los contenedores estallaron, y decenas de monstruos salieron en desbandada hacia la playa.

La proyección desapareció.

Robin miró la horda de monstruos.

—¿Cómo se las arregló este tipo para conseguir tantos escuadrones SWAT?

Will parpadeo dos veces.

—¿Escuadrones qué?

—La niebla—dijo Nico, chasqueando los dedos—. Con eso debería bastar.

El equipo se quedó en total asombro, mirando con horror como criaturas que tan solo deberían aparecer en antiguos relatos fantásticos tomaban vida frente a sus ojos.

Percy y Nico no compartían ese estupor, se lanzaron de frente con las armas en alto. Convirtiéndose en furiosos arcos de destrucción que convertían en polvo a todo lo que tocaran.

El resto no reaccionó igual de bien, el grupo se dispersó y luchó como pudo.

Conner dio un gran salto hacia atrás, evitando el titánico puño de un gigante de un solo ojo, un cíclope. El clon de supermán golpeó al monstruo en el rostro y lo mandó a volar.

Entonces otros dos monstruos lo abordaron, Superboy tomó con fuerza el brazo de uno y lo giró sobre si mismo antes de estrellarlo contra el otro gigante.

Un grupo de humanoides peludos con grandes orejas, pandai, se abalanzaron desde el cielo abriendo fuego con sus arcos.

M'gann extendió los brazos, deteniendo los proyectiles con su telequinesias. Artemisa apuntó y disparó una flecha que le dio justo en el cráneo a uno de los atacantes.

Kaldur retrocedió torpemente creando un escudo de agua para bloquear el ataque de un perro del infierno. El atlante creó una maza de agua y golpeó al animal en el hocico, haciéndolo retroceder.

Más perros infernales se acercaron a Kaldur desde distintos ángulos, pero la veloz figura de Wally los obligó a retroceder golpeándolos con fuerza entre los ojos.

Robin saltó por encima de un ave de proporciones monstruosas, una estrige, y arrojó varios de sus batarangs explosivos.

Los discos rebotaron contra la piel del ave sin dañarla, aunque la explosión logró sacarla levemente de balance.

Más aves que volaban en círculos sobre el chico empezaron a atacar desde distintos ángulos, dejando al joven casi sin opciones.

Inclusive Canario Negro, miembro de la Liga de la Justicia, estaba teniendo problemas en contra de un grupo de mujeres serpiente, dracaenae, quienes la acosaban con sus lanzas y la hacían retroceder.

La heroína esquivó un ataque, tomó el arma por el asta y derribó al monstruo que la sostenía. Luego se volvió hacia el resto del grupo de sus atacantes y gritó, un chillido supersónico que derribó a los monstruos y los mandó a volar.

Mientras Percy se abría pasos a espadazos entre las hordas, sintió que algo no iba bien, algo se acercaba por el agua, algo grande y peligroso.

Estaba a punto de ir a investigar cuando un grito de dolor le llamó la atención.

Al volverse, se encontró con lo que se temía.

Conner logró derribar a otro cíclope a puñetazo limpio, pero otros cinco lo rodearon, lo lanzaron contra el suelo y empezaron a molerlo a golpes sin que éste pudiera hacer nada para detenerlo.

Artemisa disparó una decena de flechas que dieron directamente en los pandai que la acechaban, pero simplemente rebotaban sin causar daño en sus cuerpos peludos.

Una estrige pasó volando a un lado de M'gann intentando arañarla con sus venenosas garras. La marciana evadió el golpe, pero su barrera telequinética cayó en ese instante.

Una descarga de flechas calló sobre Artemisa. La joven logró evitar la mayoría de proyectiles, pero una de varias flechas se le enterró en la pierna profundamente.

La joven gritó de dolor y cayó al suelo.

—¡Artemisa!

M'gann lanzó un poderoso golpe telequinético contra los pandai, derrabándolos.

Will se acercó corriendo, abriendo su equipo médico de inmediato.

Robin dio un mal salto, tropezó pero se volvió a levantar ágilmente. Dio un quiebro a la izquierda evitando que una estrige le arrancara la cabeza, en su lugar solamente recibió un pequeño corte en la mejilla.

El chico se quedó sin fuerzas en el cuerpo y cayó al suelo sin poder moverse.

Nico apareció prácticamente de la nada y apuñalo con su espada negra al ave que se acercó a rematar a Robin.

—Las estriges tienen un veneno paralizante en las garras y el pico—advirtió.

—Un poco tarde, ¿no crees?—gruñó Robin.

Kaldur se rodeó a sí mismo con una burbuja de agua, mientras los perros del infierno trataban de romperla.

Wally trato de ir en su auxilio, pero una flecha de pandai se encajó precisamente en su brazo roto. El chico cayó al suelo presa del dolor, estrellándose en la arena a ochenta kilómetros por hora.

—¡Dejen de luchar como siempre hacen!—ordenó Percy mientras corría a ayudarlos—. ¡Tienen que tirar a matar! ¡Devuélvanlos al Tártaro y no teman usar la fuerza bruta!

—¿Matarlos? ¿Estás loco?—gruñó Robin en el suelo.

—¡Puedes matarlos, de cualquier modo no se van a morir!

—¡Eso no tiene ningún sentido!

—¡Lo hará cuando lo explique! ¡Pero primero hay que sobrevivir a esto!

Conner no puso peros, incluso diluida, la fuerza del clon de supermán era tal que pulverizó a los cinco cíclopes que tenía encima a base de feroces puñetazos.

Aqualad hizo explotar su burbuja protectora, convirtió sus varitas en espadas de agua y atravesó el cuerpo de un perro del infierno. El monstruo explotó en polvo dorado.

El resto de monstruos gruñeron cautelosos, acercándose despacio desde varios ángulos al Atlante.

El chico no sabía que hacer, hasta que un ladrido aún más potente que el del resto de perros sacudió las olas.

Un gigantesco perro del infierno corrió por la playa a toda velocidad, en su espada dos chicas y un gran águila estaban sujetas.

Percy sonrió al ver llegar a sus refuerzos.

—Equipo, es hora de que conozcan a mi otro equipo.

El monstruoso perro del infierno llegó a donde Aqualad, atrapando a uno de los otros de su especie entre sus colmillos, lo sacudió salvajemente y lo arrojó contra otro. Después lanzó un mordisco que partió a un tercer monstruo a la mitad. Y para rematar a un cuarto lo redujo a polvo con un zarpazo.

—Supongo... que tú eres la Señorita O'Leary...—dijo Kaldur impresionado por el perro que era aún más grande que un tanque de guerra.

La bandada de estriges rodeó a M'gann en el aire. La marciana lanzó un golpe telequinetico que redujo a varias aves a polvo y plumas, pero quedó descubierta a que una ráfaga de flechas de los pandai se dirigieran hacia ella.

Los proyectiles se detuvieron en seco en el aire, se dieron la vuelta y luego volaron a toda velocidad hacia los arqueros que las habían disparados, muriendo todos acribillados por sus propios proyectiles.

M'gann se volvió para ver quien había lanzado ese ataque, ya que ella no había sido. Una chica de cabello castaño oscuro y rizado, con ojos dorados miraba fijamente a los monstruos mientras sostenía una larga espada dorada.

La chica se volvió hacia Artemisa, quien miraba igual de impresionada la escena.

—¡Frank!—gritó la chica de cabello rizado.

El águila que había venido con ella aterrizó en el suelo, creció y aumentó su tamaño hasta convertirse en un gran chico con rasgos asiáticos que sostenía un arco y llevaba un carcaj en la espalda.

Frank comprendió a la perfección lo que le pedían, se llevó la mano al carcaj y extrajo una gran cantidad de flechas.

—Prueba con estas—dijo, tendiéndole los proyectiles a Artemisa.

Sin decir más, el chico cambio de forma una vez más, convirtiéndose nuevamente en un águila romana, pero de tamaño mucho mayor.

El ave de presa se elevó en el cielo y atravesó el cuerpo de una estrige con sus garras.

Artemisa apuntó con sus nuevas flechas y disparó. Los proyectiles atravesaron a los monstruos y los redijeron a polvo.

—Sí... esto me gusta...—sonrió la joven.

Will le quitó la flecha del brazo a Wally y trató si herida.

—Vaya que tienes mala suerte con ese brazo—dijo el hijo de Apolo.

—Ni te imaginas.

Will le tendió una aguja con líquido al velocista.

—Dáselo a tu amigo allí en el suelo, debería contrarrestar el efecto de la estrige.

—Claro.

Wally se lanzó a toda velocidad por el campo de batalla, llegó hasta donde Robin y le enterró la aguja en la espalda.

—¡Ey! ¡¿Qué te sucede?!

—Me agradeces luego—y sin más, Wally se fue.

Robin estaba a punto de soltar una maldición, pero sintió como la sensibilidad regresaba a su cuerpo.

—Ya que...

El chico se levantó con un salto, solo para ver como una estrige se lalzaba sobre él. Robin alzó los brazos para protegerse de un golpe que nunca llegó.

Una daga de bronce atravesó al ave de extremo a extremo.

Quien lo había salvado había sido una chica de cabello rubio y calculadores ojos gris tormenta.

Robin la miró ladeando la cabeza.

—Eh, ¿gracias?

La chica le tendió la daga de bronce.

—Esto debería de funcionar mejor que tus armas mortales—le aseguró, luego desenvainó una espada que parecía echa de hueso y se lanzó a la batalla.

—Es bueno verte por aquí, Listilla—sonrió Percy mientras se reunía con su amiga.

La semidiosa evitó el embate de un perro del infierno y lo partió en dos con su espada.

—¿Qué puedo decir, Sesos de Algas? No te ibas a mantener vivo mucho tiempo si no venía a ayudarte.

Percy bloqueó el golpe de un cíclope con su escudo y luego le atravesó el cráneo con su espada.

—Ni te imaginas—dijo el chico—. Lo mejor será que te explique luego.

Un grupo de pandai se acercaron a ellos desenvainando sus espadas. Percy y Annabeth alzaron sus armas.

Una granada de humo cayó entre los monstruos, una veloz figura se lanzó hacia la nube oscura. Cuando todo se aclaró, Robin salió cubierto de un montón de polvo de monstruo, sosteniendo la daga que le había prestado Annabeth.

—Interesante—murmuró la semidiosa.

—Es uno de los tuyos—rió Percy—. Creo que sería tu tratara sobrino.

Robin miró al par de semidioses.

—¿Y ustedes de que hablan?

Percy hizo una mueca.

—Te lo explico luego... lo prometo...

Wally señaló hacia el cielo.

—¿Eso es un dragón?

Percy miró en la dirección que el velocista apuntaba y sonrió.

—No, es algo aún mejor.

Una gigantesca figura de bronce con alas atravesó los cielos y descargó una llamarada sobre las hordas de monstruos, calcinando a varios en el acto.

—¡Mortales! ¡Admirad la magnificencia del todopoderoso Leo Sexy Valdez!

La hechicera Calipso, rodó los ojos sentada detrás de Leo en el lomo del dragón.

—Leo... ¿que vamos a hacer contigo?

Festo, el dragón de bronce, chirrió de acuerdo.

—¡Hey, no te pongas de su lado!—se quejó Leo.

Percy alzó su espada y gritó a todo pulmón.

—¡Leo! ¡Algo grande se acerca por el mar! ¡Un barco!—advirtió—. ¡Derrábalo!

Un enorme león se abalanzó sobre un cíclope, reduciéndolo a polvo con sus garras. La bestia volvió a su forma humana, Frank disparó tres flechas a la vez derribando a tres estriges y luego se volvió hacia Percy.

—Los barcos de Calígula siempre son una mala noticia—dijo—. Si esa cosa llega hasta nosotros...

—¡No lo hará, grandulón!—rió Leo—. ¡Yo me encargo!

Festo batió las alas y se dirigió hacia el mar escupiendo fuego salvajemente.

Los héroes acabaron con los pocos monstruos que quedaban fácilmente y miraron como una explosión sacudía el cielo y una columna de humo se alzaba a la distancia.

Leo y Calipso bajaron del lomo de Festo para unirse al resto.

—¿Fue increíble o fue súper increíble?—sonrió el hijo de Hefesto.

—¡Canario Negro!—recordó M'gann—. ¡Ella esta...!

—Está perfectamente, gracias—dijo la heroína de la liga mientras se unía al resto cargando consigo la lanza de una dracaena.

—¿Así que a esto es a lo que te dedicas ahora, Sesos de Alga?—preguntó Annabeth.

Percy sólo le sonrió en respuesta.

Aqualad frunció el ceño pensativo.

—¿"Sesos de Alga..."?—preguntó—. ¿Es ella la exnovia de la que hablabas antes?

Annabeth miró a Percy alzando una ceja.

—Sí, equipo, les presento a mi anterior equipo, los... esto...

—Héroes del Olimpo—dijo Annabeth.

—Oh... yo prefería, "La leal tripulación del comandante supremo Leo"—dijo el hijo de Hefesto.

Artemisa parpadeo dos veces.

—¿Cuántos semidioses hay tirados por allí?

Parecía que Annabeth estaba a punto de responder, pero Percy le serró la boca y se apresuró a hablar.

—No muchos, sólo un pequeño grupo, nada de que preocuparse—se volvió hacia sus amigos—. ¿Verdad?

Su mirada era claramente una advertencia.

—Sí.

—Ningún otro.

—Nada de que preocuparse.

—Yo ni siquiera soy semidiosa.

Percy sonrió.

—Bien, con eso aclarado...

—Respuestas, Jackson—dijo Robin—. Ahora.

—¿Qué...? ¿Qué quieres decir?

—Quién era ese sujeto, qué quería, y de que misión estaba hablando.

Los héroes miraron a Percy fijamente, en busca de respuestas. Canario Negro se cruzó de brazos.

—¿Y bien?

Percy miró a sus compañeros semidioses.

—Discúlpenme un minuto, tengo que hablar con Robin y Kaldur.

—Ejem—tosió Wally—. ¿Qué hay del resto?

—El resto no necesitan saber lo que sucede, al menos no aún—dijo una nueva voz—. Es información que afecta de manera personal a Percy y él tiene la libertad de revelarla o no.

La Mujer Maravilla aterrizó en la playa, observando los restos de polvo de monstruo que había en todo el lugar.

Percy suspiró.

—Llegas justo a tiempo, prima—dijo—. Robin, Aqualad... ¿Les importaría?

Ambos héroes fueron hacia donde él con sospecha.

Percy se volvió rápidamente hacia Annabeth.

—Encárgate del resto, por favor.

La chica rodó los ojos pero sonrió.

—¿Encargarme de tus metidas de pata? Nada nuevo realmente.

Percy se metió más profundo en el mar seguido de Kaldur, Robin tosió.

—Ejem, no todos aquí respiramos bajo el agua.

—Tu sólo ven, estarás bien—aseguró Percy.

El chico maravilla accedió de mala gana.

Entonces, al sumergirse en el agua, una burbuja de aire rodeó a los tres chicos mientras se alejaban más y más de la costa.

—Bien, Conner no debería de poder oírnos a esta profundidad—murmuró Percy.

—Habla ahora—ordenó Robin.

Kaldur asintió de acuerdo.

Percy los miró a ambos los ojos.

—De acuerdo, pero deben jurar que lo que les diga no saldrá de ésta burbuja.

...

Los tres héroes salieron del agua, Aqualad y Robin se veían pensativos.

—¿Y bien?—preguntó Artemisa—. ¿Qué sucede?

Robin se volvió para verla.

—Les diremos todo... a su debido tiempo.

Artemisa y Wally compartieron una mirada de inquietud.

Conner le rascaba detrás de la oreja a la Señorita O'Leary, quien agitaba su titánica cola y hacía temblar el suelo.

—No mentías con lo de su tamaño—murmuró el clon de supermán.

El perro del infierno olisqueaba a Lobo, el animal era gigantesco, sí, pero seguía siendo un pequeño enano al lado de la Señorita O'Leary.

—¿Al menos pueden decirnos que fue todo esto?—preguntó Wally.

Percy lo meditó por un minuto.

—Calígula está aliado... o estaba relacionado de alguna manera con la Liga de la Injusticia- explicó—. Intentaba acabar con ustedes, sabiendo que no tendrían como defenderse de monstruos y magia mitológica. Intentó sacarme de la ecuación para que no pudiera ayudarlos amenazando a mi familia pero...

"Pero ellos están bien"—dijo una voz en la cabeza de Percy.

El chico sonrió.

"Oh, Arty, es bueno oír tu voz"

"¿Está todo bien?"

"Eh... sí, o al menos quiero creer que sí, de momento"

"¿Necesitas algo?"

"Verte, abrazarte y tocarte. Pero cómo eso no va a ser posible pronto, no. Estoy bien"

—Ejem, Sirenito, llevas mirando a la nada casi un minuto—dijo Leo.

Percy ladeó la cabeza.

—Lo siento, a lo que quiero llegar es que... es probable que tengamos que enfrentar más monstruos de este tipo a futuro.

—¿Y eso cómo?—dijo Artemisa—. Casi nos derrotan, si no hubiera sido por la llegada de tus amigos semidioses...

—Sólo necesitan armas de un metal divino—dijo Annabeth.

Leo sonrió.

—Perfecto, las armas no son lo mío, pero me pondré en contacto con algunos de mis hermanos.

—Estamos suponiendo que los dioses permitirán que un grupo de mortales lleven armas divinas—dijo Frank—. Y eso no les va a hacer gracia.

—Ya me encargaré yo de convencerlos—aseguró Percy—. Artemis me apoyará, y casi seguramente Apolo también.

—Mi papá te ayudará, no te preocupes—confirmó Will—. El problema es desde luego Zeus.

—Convenceremos al caratrueno, sólo necesitamos poner a Atenea de nuestro lado—dijo Percy—. ¿Annabeth?

La semidiosa asintió.

—Hablaré con mi madre.

La Mujer Maravilla miró a Annabeth con sorpresa.

—¿Eres hija de Atenea?

—Es... una larga historia.

—Pero ella es una de las diosas doncellas.

Percy rodó los ojos.

—Annabeth, si en lugar de dar tantos rodeas dijeras las cosas como son...—bufó—. Salió de la cabeza de su madre cómo solo un pensamiento que tomó forma—el chico sonrió malévolamente—. Tu madre pensaba en cosas sucias hacía con tu padre.

—Cállate.

Canario Negro sacudió la cabeza.

—Es suficiente, por hoy—dijo—. Chicos, vuelvan a la cueva. Y Percy, voy a tener que notificarle esto a Batman.

—Él ya lo sabe—aseguró la Mujer Maravilla—. No te preocupes por eso.

Percy se volvió hacia los semidioses.

—Bueno, ¿qué me dicen de una pequeña excursión al Olimpo?

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