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El emperador:


Monte Olimpo, 27 de Julio, 23:19 PM

Percy no estaba precisamente emocionado por regresar a casa, en especial después de su último impulso de idiotez. Se temía que nada más poner un pie en su hogar sería atravesado por diez mil flechas plateadas.

Sin embargo no parecía haber nadie en ninguna parte.

Percy se asomó nerviosamente por la puerta.

—¿Arty...? ¿Estás aquí?

Nada.

El semidiós invocó su espada y escudo y entró con cautela a la casa, asegurándose de inspeccionar cada rincón sin bajar su guardia ni por un segundo.

—Arty, si te estas escondiendo sabes que me preocupo demasiado cuando lo haces, así que si es eso...

Seguía sin haber respuesta alguna.

Percy revisó en las habitaciones, en los baños e inclusive en el refrigerador (había escuchado rumores algo turbios) pero no encontró a nadie ni a nada.

No era raro que Artemis se quedará con sus cazadoras varios días, pero siempre se aseguraba de notificárselo a Percy para que éste no se preocupara. Pero esta vez no había ninguna mista de donde podría estar, ni siquiera una nota o algo.

Finalmente, escuchó ruidos extraños de una de las habitaciones.

—¿Arty?—volvió a preguntar Percy, sin otra respuesta además de dichos sonidos, como pasos o golpes.

El semidiós abrió la puerta de la habitación de la que provenía el sonido y se metió con la guardia en alto. El lugar parecía completamente vacío.

O lo hacía hasta qué...

—¡Hola!

—¡Ahhh!

La espada del semidiós estuvo a dos milímetros de arrancar la cabeza a Hermes, dios mensajero del Olimpo.

El dios sonrió nerviosamente y alzó los brazos en gesto de rendición.

—Lo siento, sabes que tenía que hacerlo.

Percy bufó y guardó sus armas, para darle un buen golpe en el estómago a su primo.

—¿Qué estas haciendo en mi casa, Hermes?—preguntó el chico cruzándose de brazos.

Hermes se rió un poco mientras se sobaba el estómago adolorido y luchaba por recuperar el aliento.

—Se convocó a una reunión del consejo—explicó el dios—. Mi padre te quiere allí también.

Percy ladeó la cabeza.

—¿Por qué me querría Zeus en una reunión del consejo? La última vez no salió muy bien que digamos.

Hermes soltó una risa recordando un último incidente relacionado con manatíes voladores.

—Es... complicado, te lo explicaremos todo allá—prometió el dios—. Y... Artemis dice que deberías hacer maletas.

—¿Me está echando de la casa?

—Ya te lo dije, te lo explicaremos allí—aseguró Hermes.

Percy hizo una mueca y suspiró volviéndose hacia su habitación compartida, entonces se volvió hacia Hermes.

—Pensándolo mejor, ¿podrías ayudarme tu con las maletas, oh dios de los viajeros?

Hermes alzó una ceja.

—Eso depende.

—¿De qué?—preguntó Percy.

—De cuanto estás dispuesto a pagar.

El semidiós sonrió malévolamente.

—Bueno, estoy dispuesto a asegurarme que no salga a la luz aquella vez en la que tú y Apolo fueron a...

—¡Trato hecho!—gritó Hermes a la desesperada.

Percy sonrió satisfecho y vio como varias maletas aparecían frente a él ya listas y sus cosas desaparecían de la habitación en cuanto Hermes chasqueó los dedos.

—De verdad, por favor no me digas que Artemis me está hechando.

Hermes se regocijó con el sufrimiento de su primo.

—Eso... es algo que podría o no estar pasando, vamos con el consejo.

Y con un estallido de luz, ambos aparecieron en medio de la sala del trono en el Olimpo.

Hermes se apresuró a ocupar su lugar en el trono número once, mientras que Percy se quedó de pie en medio del lugar mirando la sala entera.

No se veía muy diferente a cómo era normalmente.

Zeus estaba sentado frente a todos viéndose serio, lo que lo hacía verse ridículo en medio del caos que creaban los demás dioses. Hera miraba con aburrimiento la sala mientras se recargaba en su mano y luchaba por contener los bostezos. Poseidón le sonrió a Percy y lo saludó con la mano. Y Deméter estaba tejiendo una canasta sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor.

Hablando del resto de dioses, eran un tanto más desastrosos.

Ares se sacaba pedazos de comida de entre los dientes usando una espada como si fuera un mondadientes. Atenea estaba simplemente cruzada de brazos mientras esperaba a que la sesión comenzara. Apolo saludó a Percy con una sonrisa antes de continuar con su duelo de muecas con Dioniso. Quien simulaba estar leyendo una revista de vinos, pero de ves en cuando se asomaba para devolverle los gestos a Apolo. Hermes intentaba contarle un chiste a Hefesto, pero el dios herrero estaba totalmente concentrado en un autómata a medio armar. Afrodita simplemente se miraba en un espejo sin prestar atención a la sala.

Y eso nos dejaba solo con "ella"

Artemis le sonrió a Percy con genuina alegría, pero en sus ojos se podía leer claramente un "estoy feliz de que estés bien, pero hablaremos más tarde sobre tu última estupidez, y no te va a gustar"

Aún con eso, Percy se alegró de verla.

Finalmente, Zeus suspiró cansado y golpeó el suelo con su rayo, llamando la atención de todos hacia él.

—Bien, oficialmente esta reunión del concejo entra en sesión—dijo con voz firme.

Percy alzó una mano para preguntar algo.

—Si, ¿qué sucede, Jackson?

Eso era un avance, paso de ser simplemente llamado "diosecillo" o "engendró del mar" a ser llamado por su apellido. Obviamente no lo admitiría jamás, pero Zeus le estaba tomando cariño al joven. Eso o simplemente ya se había resignado a tener que aguantarlo por el resto de la eternidad.

Percy juntó las manos y apuntó hacia adelante con los dedos.

—¿Exactamente para qué estoy aquí?—preguntó—. Creía que no querías que volviera a pisar esta sala desde lo de los manatíes.

Zeus soltó un gruñido por lo bajo.

—No me lo recuerdes...

Atenea tosió para llamar la atención y señaló a Apolo con la cabeza.

Zeus decidió volver al tema antes de arrojar a su sobrino del Olimpo, otra vez.

(Sí, eso también incluía a los manatíes)

—Apolo, hazle el favor de explicar a Jackson lo que sucede—pidió el rey de los dioses, para luego apresurarse a agregar—. Sin canciones, ni poesías, ni haikus, y mucho menos ukelele.

Apolo soltó el ukelele que tenía entre las manos y se cruzó de brazos algo molesto.

—Bien—el dios juntó las manos y se volvió hacia el chico—. Perce, ¿recuerdas a Calígula?

El semidiós hizo memoria por un momento.

—Era parte del triunvirato que destruiste, ¿no?—respondió—. Frank lo hizo volar en la batalla del Campamento Júpiter.

Apolo se rascó la cabeza nerviosamente.

—Sí... sobre eso... puede que él haya sobrevivido.

Percy lo miró incrédulo.

—¿Sobrevivió?

Apolo asintió con la cabeza.

—Lo descubrimos hace poco, pero sí, está bastante más vivo de lo que me gustaría.

Percy se sobó las cienes, temiéndose lo que se venía ahora.

—Y déjenme adivinar, quieren que lo encuentre y lo mate, ¿no es así?

Los dioses se removieron nerviosos en sus tronos.

Percy suspiró cansado.

—Tomaré eso como un sí.

Atenea miró al joven con sus tormentosos ojos grises. La actitud de la diosa de la sabiduría hacia él había mejorado bastante una vez que se separó de Annabeth Chase, con quien la cosa había ido bien, simplemente habían decido que funcionaban mejor como amigos que como pareja. Así que desde que pasaban realmente poco tiempo juntos, Atenea dejó de preocuparse por la cercanía del imán de mala suerte con su hija.

—La cosa es más complicada que eso—aseguró Atenea—. Mucho nos tememos que Calígula se ha aliado con súper-criminarles mortales. Está poniendo en peligro todo nuestro mundo al mezclarse tan deliberadamente con ellos. Y al mismo tiempo se está cubriendo bien las espaldas. No será tan fácil como ir a matarlo.

Percy hizo una mueca mientras escuchaba todo eso.

—Déjenme ver si entendí bien—pidió—. Calígula sobrevivió.

—Sí.

—Y se alió con varios supervillanos, lo que nos pone en peligro tanto a nosotros como a los mortales.

—Sí.

—Y quieren que me las arregle para ir y matarlo.

—Sí.

Percy miró a todos en el salón del trono.

—Y de todos los semidioses, decidieron mandarme a mí—gruñó—. ¿No creen que ya hice suficiente.

Artemis lo señaló mientras miraba a su padre como diciendo: "¡Exactamente!"

—Eso mismo dije yo—aseguró la diosa—. Pero todos insisten en que eres la mejor opción.

Percy alzó una ceja.

—¿Y tú no lo crees?

Artemis se ruborizó.

—¿Que? ¡No! Es solo que...—acto seguido frunció el ceño con molestia—. ¿Quieres ir a la misión mortal o no?

Percy hizo un gesto con los dedos y señaló a Artemis mientras asentía con la cabeza.

—Touchè.

Poseidón miró en disculpas a su hijo.

—Escucha, Percy—pidió—. Yo tampoco estoy muy feliz con esto, pero sabemos que eres nuestra mejor opción para el trabajo.

Percy quería simplemente gritar que no y escapar dramáticamente, pero sabía que eso no iba a pasar. Por más que no quisiera volver a meterse en misiones y peleas, sabía que Calígula era cosa seria.

Además, era la oportunidad perfecta para vengar la muerte de su amigo Jason Grace.

—Está bien, díganme que tengo que hacer.

Poseidón le sonrió con tristeza a Percy y le señaló a Atenea para que prestara atención.

—Me temo que no podemos darte demasiada información, recién nos enteramos de que Calígula seguía con vida hace unas horas. Pero si podemos decirte como harás para encontrarlo.

La diosa chasqueó los dedos y frente a Percy aparecieron varios encabezados de periódicos de tiempos recientes. Varios eventos que involucraban súper humanos de la liga de la justicia, o más bien a los jóvenes compañeros de los miembros de la liga.

—La liga de la justicia parece haber creado hace poco un equipo en secreto confirmado por sus aprendices más jóvenes—explicó Atenea—. Nuestro plan es que te unas a ellos y sigas los movimientos de los socios de Calígula hasta poder dar con el emperador. En el momento que lo mates tú misión termina y eres libre de volver a...

—Directo a los brazos de tu diosa—dijo Afrodita alegremente mientras miraba a Artemis con algo de burla.

—Iba a decir "casa"—dijo Atenea.

—Es lo mismo—descartó Afrodita.

Percy se agarró con fuerza la cabeza y se golpeó contra un pilar.

—Así que para eso eran las maletas...—murmuró—. ¿Cuánto tiempo estaré fuera?

Zeus miró a su sobrino con sus fríos ojos azules.

—El tiempo que sea necesario.

Percy levantó la vista y se volvió hacia los dioses:

—Tengo dos preguntas—dijo—. Primero, ¿me van a mandar a mezclarme con personas que son más rápidos que una bala, más poderosos que una locomotora y que pueden saltar edificios altos con un impulso así como así?

Apolo alzó una ceja con curiosidad.

—Amigo, tienes como el triple de poderes que la gran mayoría de ellos y aún así te quejas.

Percy hizo un gesto con las manos de rendición.

—A ver, lo que quiero decir es que los peligros del mundo mortal son muy diferentes a los del mitológico. Así como puedo vencer al minotauro con los ojos vendados, también estoy prácticamente derrotado si me apuntan con un arma de fuego.

Hermes miró a Zeus.

—En eso tiene razón.

El rey de los dioses alzó una ceja.

—¿Y qué proponen que hagamos al respecto?—gruñó—. No pienso darle más poder del que ya tiene.

La reina Hera habló por primera vez desde el comienzo de la reunión.

—No vamos a darle más poder, simplemente vamos a devolverle el que ya tenía.

Todos se volvieron hacia ella con curiosidad.

—¿A qué te refieres?—preguntó Artemis con sospecha.

Hera señaló a dos de los dioses en la sala.

—Si Atenea, la más griega de nosotros, y Marte, el más romano de nosotros, se ponen de acuerdo, podrían retirar el legado de roma de Perseus, así devolviéndole la maldición griega que perdió al hacerse un hijo de Roma, la Marca de Aquiles.

Apolo abrió la boca para dar contraargumentaciones, pero no se le ocurrió nada que responder a eso.

—Em realidad... tiene sentido.

Artemisa frunció el ceño molesta y se paró protectoramente delante de Percy.

—¡Ni hablar!—gruñó—. ¡No voy a dejar que hagan eso!

Percy ladeó la cabeza.

—Pero... Arty...

—Nada, te das cuenta de que es más peligro que ganancia—respondió la diosa—. Un golpe, un pequeño golpe en el lugar indicado y estas muerto.

Atenea se llevó una mano a la barbilla.

—Sobre eso...—murmuró pensativa—. Ahora que Perseus no es semidivino, sino cuasidivino, un ataque lo suficiente poderoso en su "Talón de Aquiles" no debería matarlo, simplemente lo dejaría en coma por una semana si hay suerte y unos cuantos siglos si no la hay.

Ah, sí, eso. En resumen, desde hacía algunos meses Percy había ascendido a un nivel de divinidad, uno extremadamente bajo, más pequeño incluso que el más menor de los dioses menores, ni siquiera era del todo inmortal. Más o menos como lo habían sido los emperadores del triunvirato hacía algún tiempo. Pero en lugar de que su inmortalidad estuviera ligada a unos fasces, estaba ligada a la propia Artemis.

La diosa de la caza miró a Atenea fríamente con sus ojos plateados.

—Genial, mi prometido no morirá, solo quedará en coma durante "unos cuantos siglos"—gruñó.

Percy tomó a la diosa de la caza de las manos.

—Estas suponiendo que lograrán golpearme.

—Percy...

—Está bien, Arty, estaré bien...—prometio el semidiós—. Y si no, ya esperaste cuatro mil años, ¿qué son unos cien o doscientos más?

Artemis definitivamente no estaba de acuerdo, pero también sabía que era la mejor opción para que Percy sobreviviera a la misión que le esperaba.

—Está bien... está bien.

Marte y Atenea, los dos dioses de la guerra se pusieron de pie con las lanzas en alto y señalaron hacia Percy con sus armas.

—Te lo advierto, chico—dijo Marte—. Esto te dolerá.

Percy miró a Atenea buscando que lo desmintiera, pero la diosa se limitó a asentir y decir:

—Sí, y mucho.

Dos rayos de energía salieron de las lanzas de ambos dioses y golpearon a Percy, haciéndolo sentir el enorme dolor que alguna vez había experimentado al sumergirse en el estigio, solo que esta vez era peor porque en lugar de que el poder del río del odio entrara en él, ahora estaba saliendo desde sus entrañas y volviendo a cubrirlo.

Artemis estuvo tentada a detener el ritual al escuchar los gritos de dolor de Percy, pero Apolo la detuvo y negó con la cabeza.

—Estará bien, lo prometo.

Finalmente, los gritos de dolor se acabaron y las luces de poder se apagaron.

Percy cayó al suelo respirando con dificultad y hechando humo.

Hermes se acercó curioso.

—¿Funcionó?

Artemis desenfundó velozmente un cuchillo de caza e intentó apuñalar al semidiós en el hombro, encontrándose con que la hoja del arma rebotó en la piel impenetrable del héroe.

—Sí, funcionó.

Percy luchó por estabilizar su respiración.

—Genial—murmuró—. Ahora... quisiera saber, ¿exactamente cómo me voy a unir a esa Liga de la Justicia Junior?

Atenea señaló al centro de la arena.

—Allí es donde entra ella...

Con un chasquido de dedos, una luz gris iluminó la sala por un instante, y al despejarse la Mujer Maravilla apareció en el salón del trono, bastante confundida y sin saber dónde estaba.

—¿Qué está sucediendo?—exigió saber la Diosa de la Guerra mientras miraba a sus alrededores.

Ares se puso de pie, pero viéndose diferente. Su piel ahora era de un gris oscuro, sus ojos brillaban en rojo y portaba una gran armadura de estilo griego de color negro y gris.

—Lo que sucede, niña, es que finalmente decidimos invitarte a la reunión familiar.

Diana se volvió hacia el dios y se puso en guardia.

—¿Qué es lo que buscas, Ares?—gruñó.

El dios de la guerra señaló a sus alrededores.

—Supongo que llegó el momento de contarte la verdad oculta frente a tus narices—dijo Ares con burla—. Bienvenida al Olimpo, hermanita.

Artemis tomó a Percy por la mano.

—Mientras ellos le explican todo, tenemos que hablar en privado—dijo.

Percy asintió con la cabeza y ambos salieron silenciosamente de la habitación.

Una vez fuerza, Artemis le dio un fuerte rodillazo en las bolas a Percy y luego lo abrazó con fuerza.

—Mantente a salvo, ¿quieres?—le pidió.

Percy asistió con la cabeza.

—Lo haré, no te preocupes.

Artemis miró al chico a los ojos.

—De verdad, no quiero tener que esperar "algunos siglos" para mi boda, acaba rápido con ese emperador y vuelve.

Percy se acercó a ella y la besó con ternura.

—Lo prometo, volveré pronto.

Percy tomó la mano derecha de la diosa y la dirigió hacia donde su espalda.

—¿Qué estas...?

Percy finalmente movió los dedos de Artemis hasta un punto en su espalda, justo a la altura del ombligo, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

—Te muestro mi Talón de Aquiles—fue lo único que dijo él—. Solo dos personas aparte de mi lo conocen en todo el mundo, y quería que fueras una de ellas.

La diosa abrazó al chico.

—Está bien... diviértete siendo superhéroe y todo eso—le dijo.

Percy la abrazó de regreso.

—Y tú intenta disfrutar no tener que aguantar mis impulsos de idiotez por un tiempo—respondió—. Hará bien por tu salud mental.

Artemis se rió.

—Sí, sin duda lo hará.

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