𝟐𝟏 | Saldando cuentas
El nuevo día se fue presentando, los rayos del sol lo bañaron todo, incluida la casa de los Armstrong. Freen comenzaba a abrir los ojos pesadamente, envuelta en un calor confortante, no tenía prisa por despertar del todo, se reacomodó en los brazos de Becky para seguir disfrutando de su cercanía.
Becky también comenzaba a despertar, movió sus brazos buscando la presencia de Freen, por un momento temió no encontrarla, pero la tibieza de su piel, le confirmo que no fue un sueño lo que vivió con su pequeña Saro, el ciclo se había cerrado, se pertenecían en cuerpo y alma literalmente.
—¿Freen, ya estás despierta?
—No, creo que no— le contestó con los ojos cerrados y aferrada a su torso —Todavía estoy soñando que ya soy tuya.
Becky sonrió e imitó a Freen, cerró los ojos y dejó que sus sentidos se llenaran de su presencia, pasaron algunos minutos endulzados con suave silencio.
—¿Becky?
—Dime, amor.
—No es que me queje— Y abriendo los ojos lo volteó a ver —Pero ¿Cómo es que saliste de la cárcel tan pronto? El abogado de los Armstrong me dijo que era un caso difícil.
—Todo se debe a tu padre— Y la miró a los ojos —Yo no quise poner el nombre de Heng o la abuela Deidra como escudo; por lo que Billy tenía la ventaja, pero tu padre lo manejó muy bien, a pesar de que no es abogado defensor. Convenció a la policía que esto solo era un pleito entre parientes y que, si nos dejaba resolverlo en forma privada, la policía se vería beneficiada con equipo nuevo, obviamente salí bajo la responsabilidad de tu padre, y de mantenerme alejada de Billy.
—¿Y sus heridas?
—Se desestimaron cuando me revisó el doctor de la policía, y comprobar que no hay prueba científica de que yo haya dado paliza alguna.
—¿Hasta cuándo seguirá esta pelea, amor?
—No lo sé, mi niña, pero el día de hoy no me importa, es mi cumpleaños y me lo pienso celebrar contigo a mi lado.
—¿Y la universidad?
—Sólo por hoy, compláceme.
—Lo que tú quieras, Bec.
—¿De verdad? —y levantó las sábanas para admirar su cuerpo —¿Lo que yo quiera?
—Becky, no ¡Ya es de día!
—¿Y qué? Estamos casadas, y el amor no sólo es para la noche —Y comenzó a besarle el vientre —Por mí, te haría mía de día y noche.
Las débiles protestas de Freen fueron acalladas por los besos y las caricias, y nuevamente se entregaron a su amor. Pasaron un par de horas, hasta que Freen pudo convencer a Becky de salir de la cama y tomar nuevamente un baño, sólo que Becky se incluyó en este, se la pasaron retozando como chiquillas en la tina de baño, por fin salieron de su recámara limpias y bien cambiadas.
—Becky, ¿Me gustaría pedirte un favor?
—¡Oye! Es mi cumpleaños, sólo debes complacerme a mí.
—Sólo uno.
—¿Cuál será, señora Armstrong?
Freen se tiñó de carmín al comprender la intensión de las palabras de Becky.
—¿Podríamos visitar a mis padres? Quisiera agradecerle a mi padre, el hecho de que te haya ayudado
—Te doy toda la razón.
Bajaron a desayunar y después se alistaron para ir a visitar a los padres de Freen.
—Creo que hemos dado un buen espectáculo.
—¿A qué te refieres, cielo?
—¿No notaste las caras de sorprendidas de los cocineros y los empleados... y el pobre de Poom?
—Bueno... Lo que pasa es que nunca nos habían visto como dos tortolitas enamoradas, hablando tontería y media y dándonos besitos.
—¡Por favor, Becky! No me beses delante de la gente... me da pena y no me vayas a besar enfrente de mis padres.
—¡Ni loca! Todavía me duele el golpe de tu padre.
—¡No exageres! ¿Me juras que ya no me besarás delante de la gente?.
—Lo pensaré —Y sin darle tiempo de responder le dio un ligero beso y le abrió la puerta del auto.
Fue un recorrido bastante tranquilo, cuando llegaron a la mansión de los padres de Freen, ellos las recibieron afectuosamente.
—Sigo sumamente preocupado por la seguridad de Freen y la tuya también, Becky —le habló muy serio el señor Chankimha.
—Sé que esto último que pasó, no le demuestra que puedo hacerme cargo del problema, pero me esforzaré porque este asunto se termine de una buena vez.
—Confío en ti.
—¡Vamos! —habló la Señora Chankimha — Mejor tomemos almorcemos y charlemos de cosas más agradables.
—Como el favor que te quiero pedir, madre.
—¿De qué se trata?
—De que me vuelvas a prestar tu cocina y a tu servicio la próxima semana.
—Cariño, sabes que lo haría con gusto, pero la próxima semana, tu padre ofrece una cena de negocios muy importante.
—¿Y ahora que haré?
—Puedes usar nuestra cocina, Saro —intervino Becky —No es tan grande como la de tus padres, pero bastará para tu trabajo.
—Gracias Becky, pero no es tanto el tamaño de la cocina, sino el personal.
—Es cierto, siendo una mujer soltera, no contraté a muchas personas a mi servicio.
—Tendré que contratar a un personal exclusivo para esta empresa, pero no hay tiempo para entrevistas e investigaciones de las personas.
—¿Por qué no le pides ayuda al doctor amigo de Charlotte? —Opinó la señora Chankimha —Según recuerdo, me dijiste que las personas que te ayudaron a hacer la comida para los niñas eran personas decentes, pero con necesidades económicas.
Freen no podía creerlo, su madre no sólo recordaba las cosas que ella le comento, sino que se conducía con respecto hacia las personas necesitadas.
—Te lo agradezco, madre, lo haré.
Después de un rato agradable con los Chankimha, los jóvenes esposos salieron en busca del doctor Saint.
—Becky, es tu cumpleaños ¿No será mejor que yo lo vea mañana?
—Estar contigo es una manera de celebrarlo, y acompañarte en tus primeros pasos como empresaria, lo es más.
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El doctor Saint las recibió afectuosamente, Freen le contó todo su problema y el bonachón doctor, fue la respuesta a su problema.
—Freen, la memorable comida que nos hiciste todavía se comenta —Habló moviendo su bigote graciosamente —Mañana mismo tendrás a las amables personas que te ayudaron ¿Quieres que te las mande a tu casa?
—A la casa de mi esposa —dijo Freen orgullosa, tomando de la mano a Becky.
De regreso en su casa, Becky se fue a revisar algunos documentos del fideicomiso a la biblioteca, mientras que Freen insistió en preparar sus platillos favoritos para la cena.
La noche cayó, la servidumbre se retiró discretamente, dejando a las jóvenes disfrutar de su intimidad. Hablaron como nunca, de mil cosas distintas, como si trataran de recuperar el tiempo perdido, poco a poco, los recuerdos dieron paso a los proyectos, proyectos de pareja, de una vida juntas.
Antes de medianoche, Becky se encontraba en la alcoba esperando a que Freen saliera del vestidor, ella ya se encontraba acostado en la cama y se estaba impacientando.
—Freen ¿Por qué tardas tanto?
—Espera un momento.
—¿Qué estás haciendo?
—Tomando valor.
—Tomando... ¿Para qué?
—No pensé que la ropa íntima que me regalo Charlotte, fuera tan... reveladora.
Becky sonrió y le picó la curiosidad, saltó de la cama y se acercó a la puerta del vestidor.
—Vamos, mi tímida esposa— Becky le susurró —Déjate ver de una vez.
La puerta del vestidor se comenzó a abrir lentamente, un par de grandes ojos se asomaron.
—Señora Armstrong —le habló con mucha propiedad —Le recuerdo que ya conozco hasta el último rincón de su cuerpo, es hermoso y no tiene por qué volverse tímida otra vez conmigo.
Freen terminó de abrir la puerta y Becky se quedó pasmada. Freen traía puesto un conjunto de lencería negro de encaje que casi no dejaba nada a la imaginación, podía ver el perfecto cuerpo de Freen y con un primoroso rubor enmarcando su cara, fue para Becky la visión más seductora que hubiera visto jamás.
—Por todos los ángeles —le dijo mirándola de arriba a abajo —Voy a besarle los pies a Charlotte.
Becky la atrajo a su cuerpo, y la llenó de besos y caricias exigentes, muy exigentes; pero Freen no se asustó, la recibió gustosa, sintiéndose afortunada de poseer la devoción de Rebecca Armstrong.
No tardaron en llegar a la cama, que la convirtieron en su nube de ensueño, para viajar muy lejos, sin que los problemas las atormentaran.
Becky disfrutó como nunca el erótico placer de acariciar a su mujer y que ella le quitara la pijama fue la locura. Nuevas caricias surgieron de sus cuerpos, el complacerse la uno a la otra fue su alimento de esa noche y cuando llegó la bajada del orgasmo, Becky habló de sus planes a futuro
—Lo siento, amor —pudo decir tras recuperarse un poco —Me muero de ganas de que tengamos un hija.
La solo idea iluminó el rostro de Freen
—Pero necesitamos madurar como pareja primero, terminar los estudios... y realizar algunas metas.
Freen le quitó algunos húmedos mechones de su frente y le sonrió.
—Gracias por pensar también en mí.
Y abrazadas, sintieron que estaban preparados para enfrentar al mundo.
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Los días siguientes fueron de gran movimiento, regresar a la universidad, ponerse al día y al mismo tiempo, prepararse para el banquete con un personal nuevo y el dolor de muelas del fideicomiso.
—Amor —le dijo mientras le arreglaba la corbata —No vayas a seguirle el juego a esos dos, ármate de paciencia lo que más puedas.
—No te preocupes, Freen, todo saldrá bien, esta es la última reunión antes de llevarlo a cabo oficialmente, Heng y Nam llegaran esta semana, tengo muchas ganas de verlos.
—Yo también.
Se abrazaron y se despidieron con su acostumbrado beso, Becky se fue en su automóvil deportivo, mientras que la camioneta se la dejó a su chofer para que llevara a Freen a los lugares que necesitaba para preparar su banquete, estaba a punto de subirse al auto cuando una presencia la detuvo.
—¡Vaya! —la voz de May tronó —Las mujeres solteras de esta ciudad se deben de estar preguntando ¿Cómo es posible que una chica huérfana y simple como tú, haya podido atrapar a la soltera más codiciada de Bangkok? Ella ya se había librado de ti ¿Por qué rayos regresó contigo?
—Mira May— Le respondió alzando una mano para que los guardaespaldas no intervinieran, ante la proximidad de May —Estoy tan ocupada, que no tengo ni tiempo ni ánimos de responder a tu veneno, sé que no viniste a cuestionar mi matrimonio ¿Qué buscas en realidad?
—No lo puedo creer, qué manera de contestar ¿Sabe Becky que no se casó con una huérfana poca cosa, sino con una "víbora"?
—¿Qué quieres? —Freen trataba de no perder la paciencia, ahora comprendía a Becky por perder los estribos con los Armstrong.
—Sólo quiero recordarte que pueden suceder cosas trágicas si Becky continúa con idea del fideicomiso.
—May— le dijo mirándola a los ojos —Pensé que eras más lista.
—¿Qué me quieres decir, huérfana asquerosa?
—Qué nunca se debe de lanzar una amenaza delante de testigos.
May se quedó muda, y fue entonces que reparó en la presencia del chofer y los guardaespaldas, nunca pensó que la "servidumbre" podría "hablar". Tratando de recuperar su autocontrol, se ajustó su chaqueta de cuero y tomó la actitud de una vieja amiga que se despedía de su visita.
—Nos veremos otro día, querida, debemos desayunar.
Y desapareció en un santiamén.
Freen subió a su camioneta y en 15 minutos llegó a la clínica del doctor Saint, en la improvisada cocina, varias señoras practicaban los platillos que Freen les indicó elaborar, las supervisó desde el manejo de los ingredientes hasta la presentación en el plato.
—Lux, la crema te salió estupenda, pero la ensalada está muy condimen...
—Alto ahí, niña—Una voz de alarma la interrumpió.
Freen y las señoras se dirigieron hacia el origen de los gritos, una señora sujetaba el brazo de un muchacho flacucho que luchaba en vano de zafarse.
—¿Qué sucede?
—Este niña se robaba el pan, señora Armstrong.
Freen miró al muchacho, a leguas se le veía lo desnutrido que estaba, su ropa desgastada delataba su condición en la mano libre sostenía con fuerza una pieza de pan y en sus ojos se veía la desesperación y el miedo, esto último estrujó el corazón de Freen.
—Llame a la policía, señora.
—Dele un buen golpe por ladrón
—Por favor, señoras —Freen llamó al orden —Seamos compasivas.
Y se dirigió al muchacho.
—¿Cómo te llamas? —le habló con voz suave para no asustarlo más.
—"Yeye"
—¿Yeye?
—Así me dicen desde que me acuerdo.
—¿Tienes hambre Yeye?
—Sí, señora... Hace días que de aquí salen aromas deliciosos... y no pude resistirme, por favor no llame a la policía.
—¿Qué hará señora?
Todas estaban en espera de su respuesta. Finalmente...
—Denle un buen plato de sopa, después que les ayude a cortar papas o lo que necesiten —Y se volvió a dirigir al muchacho —Te tienes que ganar ese pan, de donde yo vengo, trabajábamos duro, y al final del día, el pan sabía más sabroso.
—Pero señor, es un ladrón.
—¿Va a confiar en él?
—Confiaré... Espero que no me defraudes, Yeye.
—No señora, se lo juro.
Freen le sonrió, y pensó que era el comienzo de pagar su propia deuda, de saldar cuentas.
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