➼ CAPÍTULO 5
El Número 12 de Grimmauld Place.
23 Agosto 1994
Hola Evelyn.
Seguramente estés sorprendida por esta carta, por como te encontré. Antes de contestar eso solo quise escribirte para saludarte. La verdad es que me he quedado un poco preocupado por ti, y quise saber como estabas. También te preguntaría si tu madre logró acabar con ese sucio mortifago, pero papá me ha dicho que ella logró capturarlo y enviarlo a Azkaban.
Saludos desde la madriguera en Londres Inglaterra.
George Weasley.
Pd: Encontré entre el papeleo de mi padre tu dirección jaja
02 Septiembre 1994
Hola George.
Realmente fue una sorpresa, gracias por tu preocupación. Estoy muy bien, y mi madre si logró acabar con ese idiota afortunadamente. Ahora está refundido en una celda de Azkaban.
¡Espero que también te encuentres de maravilla, pelirrojo Irlandés!
Saludos, Evelyn Salvatore.
Pd: ¿La madriguera? Jamás había escuchado el nombre de esa ciudad, ¿o será un pueblo pequeño? Disculpa mi ignorancia.
20 de Septiembre 1994
Hola Evelyn, vaya que estás lejos, mi lechuza ha llegado prácticamente muerta del viaje! Así que esta vez envío una de la escuela.
¡Me alegra saber que estás bien!
Aquí en la escuela no van las cosas tan perfectas, han cancelado la copa de Quidditch del colegio ¿Te conté que junto con Fred soy golpeador?
Creo que no tuve tiempo de hacerlo...
Por cierto, la madriguera es como llamamos a mi hogar, en las afueras de Ottery St. Catchpole en Devon, Inglaterra, y eres bienvenida cuando quieras ;)
Saludos Geroge Weasley (El pelirrojo Irlandés)
15 de Octubre de 1994
Hola George.
Si, está bastante lejos. Mi lechuza está molesta conmigo, y me ha dado un picotazo cuando llegó.
Se exactamente por qué se ha cancelado la copa de tu colegio, y me parece muy gracioso que aún no lo descubras.
En fin, creo que está carta te llegará justo el día de la sorpresa ¡debes estar atento!
Cuida mucho de ella ¡Promete que la cuidarás!, es algo terca y cabezota pero ya le tomaras cariño.
Saludos, Evelyn Salvatore.
Pd: Ella no sabe que te escribo, así que estará en ti si nos delatas jajaja
10 de Noviembre de 1994
Querida Evelyn.
¡No puedo creer que no me lo mencionaras!
¡Evanna está aquí!
Sinceramente no pude evitar buscar tu cabellera pelirroja entre las filas de alumnas que llegaron, me siento un poco decepcionado.
¿Por qué no viniste?
Perdona si soy entrometido, pero en verdad sí que me hubiera gustado que aparecieras para pasar el año aquí en Hogwarts, estoy totalmente seguro que preferirías quedarte en este colegio. Va más contigo jajaja
¿Ocultando cosas a tu mejor amiga, Salvatore?
Jajaja aceptó que tampoco le he mencionado a Fred que me carteo contigo, pero esto lo hace aún más divertido ¿No lo crees?
Será nuestro secreto.
No te preocupes por Evanna, Fred y yo le haremos muy buena compañía, he notado que ellos se llevan muy bien, además, nuestros amigos Lee, Alicia y Angelina también le están haciendo más amena la estancia.
Fue una enorme sorpresa que Angelina y Evanna fueran amigas en la infancia, sinceramente no lo recuerdo, y eso que prácticamente me la pasaba con Angelina todo el tiempo a esa edad.
Pero cuéntame, ¿Qué tal estás tú?
Debe ser difícil lidiar con el año escolar sin tu mejor amiga, además, por lo que nos cuenta Evanna este año tendrás tus exámenes T.I.M.O. Nosotros los tuvimos el año pasado, por lo que te puedo decir que estoy seguro que los aprobaras.
En fin. Espero estés de maravilla, Salvatore.
Con cariño, George Weasley.
PD: Espero te guste los dulces que te mando, solo no pruebes los caramelos pegalengua. Son un nuevo invento de Fred y mio. Úsalo con tus enemigos y estaré ansioso de leer el resultado jaja.
...
Claramente si aquel día después del mundial de Quidditch George Weasley no hubiera tenido aquel repentino arrebato por escribirle a la chica pelirroja con la que había logrado huir de un peligroso mortifago no estaría pasando por aquello en ese momento.
George estaba completamente estático, y su semblante sobrecogido no desapareció hasta que observó a la pelirroja dibujar una fina sonrisa en su rostro, fue entonces que pudo corresponder el gesto de la misma manera, aunque por dentro los nervios estaban devorando sus entrañas.
Se abrió paso entre el gentío de magos y brujas que caminaban por el callejón hasta atravesar el andador que los separaba y finalmente quedaron de frente.
La tensión era bastante obvia para cualquiera que mirara la escena desde otra perspectiva, aunque ninguno de los dos adolescentes se percataba de eso; Estaban tan enfrascados en calmar sus propias emociones que las chispas que brotaban del contrario pasaban desapercibidas ante sus ojos.
Weasley entreabrió los labios, sin embargo fue Evelyn quien habló primero.
—¿Sorprendido, pelirrojo Irlandés? —musitó aligerando considerablemente el ambiente. George se permitió dejar salir el aire contenido en sus pulmones en una risa ligera y ensanchó aún más la sonrisa al escucharla llamarlo de aquella manera.
Aquel otoño de mil novecientos noventa y cuatro no sólo se habían vuelto a cruzar los caminos de Evanna Aeryn Phelps y Fred Weasley en el mundial de Quidditch. Aquel sustancial evento para el deporte mágico fue el escenario donde dieron inicio los cimientos de lo que en aquel momento ya era una divertida amistad a distancia.
George Weasley jamás imaginó que atreverse a enviar una carta a la divertida y temperamental Evelyn Salvator después del mundial de Quidditch sería el pie que necesitaba para re descubrirse completamente. En su vida jamás imaginó que el correo matutino sería su parte favorita del día, nunca había experimentado tanta inquietud por recibir unos cuantos pergaminos finos perfumados con la más deliciosa esencia de lavanda llevada desde Francia.
Por otro lado, Evelyn Salvatore no lograba comprender como unas cuantas líneas escritas —con una pésima caligrafía— por el pecoso pelirrojo pudieran alegrar sus días a tal grado de no resentir completamente la ausencia de su mejor amiga en el colegio de Beauxbatons. Aquello definitivamente era una nueva faceta para ella, y hasta el momento no sabía exactamente cómo etiquetar esa extraña emoción que parecía emerger cada que veía a Hades revolotear en su ventana con un sobre nuevo; pero algo estaba claro: George Weasley logró que su año no fuera tan miserable como calculó que sería. Y bastaba aquello para que el chico le agradara de forma diferente.
—No puedo creer... —negó George escéptico—. ¡Enserio estás aquí! Por Merlin esto ni siquiera...
—¿Tiene sentido? Lo sé, y perdón por no avisar —rió la francesa.
—¡Eso! —farfulló indignado dirigiendo su dedo índice con demasiado ímpetu a ella— ¿Como no me avisaste que venías a Londres? Apenas hace unos días recibí tu última lechuza —reclamó.
—Aja, ¿Y en cuanto tiempo te llegó? —alzó una ceja de manera altanera pero juguetona— ¡Mucho antes de lo de costumbre! ¿No eres el más listo de tu clase, cierto?
George achicó los ojos receloso y la pelirroja volvió a reír encantada.
La verdad era que Evelyn y George habían formado un vínculo bastante fuerte aún estando a kilómetros de distancia el uno del otro, y el hecho que apenas se hayan visto en una ocasión no parecía ser importante para el par. George le contaba todas sus desventuras a Evelyn, quien sabía aconsejarlo siempre con ese tinte de humor negro que se cargaba, lo que a George le parecía muy divertido.
—No te burles de mí, Salvatore. Sigo asimilando que de verdad estás aquí...
—Je suis content de te voir aussi —le guiñó un ojo y Geroge tuvo que desvíar la mirada discretamente.
De más está decir que no le había comprendido ni una sola palabra, bien pudo haberlo insultado en su idioma natal y ni se había enterado, pero por ahora aquello no le importaba en absoluto. Lo único que quería lograr era mantener la mediana compostura que aún podía mostrar, pues sentía como la sangre se acumulaba en sus mejillas y orejas con cada gesto que la pelirroja le regalaba.
Había fantaseado tantas veces con la conversación que tendría con Evelyn una vez que la volviera a ver que ahora que la tenía enfrente se avergonzaba muchísimo de ello.
Fue entonces que miró a la pequeña Elfina que se encontraba a un costado de ella observando atentamente la escena. Parecía estar nerviosa pero alerta.
—¿Quién es esta pequeña?
Noelle respingó sintiendo la atención repentina sobre ella.
—Oh pardon. Ella es Noelle, la elfina de la famille Salvatore —señaló y se dirigió a la pequeña criatura—. Noelle, él es Geroge Weasley. Un amigo.
La elfina, aún desconfiada realizó una pequeña inclinación ante el pelirrojo, quien le sonrió naturalmente.
—Pero dime, George ¿Estás ocupado? —tarareó Evelyn balanceándose en la punta de sus botas cortas y el pelirrojo volcó su atención en ella de nuevo.
Notó que sus ojos refulgían expectantes, causándole un cosquilleo en el estómago.
—No —farfulló sin pensar y Salvatore sonrió triunfante. Pero ciertamente George tenía algunas tareas que cumplir junto con Fred. Le llevó una fracción de segundo percatarse de lo que había contestado y maldijo internamente por su arrebato—. Es decir... Tengo unos asuntos con Fred, ahm... él se quedó por allá... —señaló en dirección al fondo del callejón.
El semblante victorioso de Evelyn se desvaneció de la misma manera súbita con la que había aparecido. Exhaló profundamente y cruzó los brazos.
—No recordaba a tu hermanito —pronunció con un tono tan amargo que fue imposible que George ignorara su repentino cambio de humor.
—Imagino que ya estás enterada de lo que sucedió durante el año...—se rascó la nuca y apretó una sonrisa nerviosa.
—Oh, claro que estoy enterada —le aseguró ella alzando una ceja—. Ton frère parece ser un gran idiota —pronunció sin pizca de remordimiento.
La mirada sombría que surcaba su rostro logró erizar la piel de George quien no pudo ocultar más su bochorno.
—Si bueno...Fred suele comportarse como uno en ocasiones —reconoció—. Y no pretendo defenderlo, pero él...
—Sh, sh. No, George. Te aseguro que no vale la pena que me lo digas —negó la pelirroja alzando una mano en ademán de detenerlo. George ladeó su cabeza confundido—. Una vez que una persona logra tener mi repudio por sus acciones no hay vuelta atrás, te lo aseguro —explicó—. Así que digas lo que digas de Fred Weasley no hará cambiar mi opinión sobre él.
George alzó ambas cejas y suspiró un tanto intrigado.
—¿Acaso no crees en la redención?
—¡Claro que sí! No soy intolerante —rió de forma sagaz—. Pero claro, solo las acciones de esa misma persona lograrían convencerme de darles el beneficio de la duda de nuevo.
George tragó saliva, pero finalmente después de unos segundos sonrió satisfecho por conocer una faceta más de ella.
—Vaya que eres interesante Salvatore —dijo inconscientemente mirándola con un tinte de fascinación. Esta vez fue el turno de Evelyn para sonrojarse.
—Solo soy un poquito cautelosa —alzó los hombros y aprisionó los labios, luchando con esa extraña emoción que había sentido de pronto—. No suelo fiarme de las palabras —desvió la mirada tratando de encontrar un nuevo tema de conversación, pues sus mejillas aún no recobraban su tono habitual—. Uhm... veo que cortaste tu cabello.
George por instinto se llevó una mano a la cabellera recientemente trabajada por su madre y la sacudió.
—Mamá insistía demasiado en que debíamos hacerlo.
—Tu madre es muy sabia.
El pelirrojo soltó una risa ligera por la nariz y alzó los hombros.
—En fin, Weasley —musitó la joven—. Es una pena que estés ocupado, iré con Noelle a buscar un lugar para comer. Debemos regresar pronto a casa también.
—¿Ya regresas a Francia? —farfulló con tal tono y semblante de decepción que al instante se arrepintió y negó con la cabeza—, es decir, uh... ¿Por qué tan pronto?
—No, bueno, por ahora no viviremos en Francia... bueno yo sí... ahg, es una larga historia —tronó los labios restándole importancia— Mis padres tienen trabajo aquí en Londres y decidieron mudarse, pero yo regresaré a Marsella para mi último año en la academia.
George estaba intrigado por la nueva información, sin embargo temía abrumarla con las tantas preguntas que deseaba hacerle ¿Que tal si no lo tomaba bien?
—Claro, tú deberás volver a la escuela para graduarte...
Evelyn aprisionó los labios y asintió levemente. El silencio reinó por algunos segundos y entonces finalmente habló:
—Debo irme, George —se despidió con media sonrisa—. Fue un gusto verte de nuevo.
La sensación de vacío que experimentó el pelirrojo con aquella despedida le hizo morder el interior de su mejilla y se forzó a dibujar su amigable semblante habitual.
—Me gustó verte, Salvatore.
—Definitivamente algo que no esperaba —anunció ella divertida—. Pero realmente agradable.
—¿Podré verte otra vez antes de que vuelvas a Francia?
Aquella propuesta la descolocó repentinamente, y por su semblante George empezó a dudar si había sido una buena idea pedirlo.
—Sería un plaisir —musitó finalmente y George se sintió victorioso—. Te enviaré una lechuza más tarde para ponernos de acuerdo.
—Excelente. Tendré las galletas preferidas de Hades listas.
Ambos rieron con complicidad mientras seguían observándose.
Era inutil negar que aquel par de pelirrojos, siendo completamente diferentes habían logrado entenderse a la perfección. Evelyn no le sonreía a cualquiera, ni siquiera lo hacía a menudo con sus conocidos, sin embargo ahí estaba ella, riendo y regalando la mejor de sus sonrisas a George Weasley. El pelirrojo Irlandes.
...
El día comenzaba a menguar de manera rápida. Los últimos rayos del sol se iban consumiendo súbitamente dando paso a un oscuro anochecer forrado de estrellas y algunas nubes, lo que también generaba que el clima se fuera tornando helado.
Evanna abrazó su cuerpo mientras caminaba a toda prisa tras su abuela por las vacías calles del distrito de Islington en Londres.
Llevaban ya varios minutos andando por una parcela cubierta de hierba, y Evanna supo que no tardarían mucho en llegar cuando Madeleine dobló en una esquina, entrando a lo que parecía un vecindario bastante descuidado y comenzó a andar un poco más despacio.
Por la tarde Madeleine había llevado a Evanna primeramente al pequeño hotel donde se alojaba. Le permitió dejar la valija que cargaba con ella y enseguida la citó en el comedor para dejarle en claro el propósito de la visita a Sirius Black.
Se notaba que Madeleine estaba un tanto colérica por tener que ir a la casa de Sirius. Claramente no pretendía que Evanna formara ni el más mínimo vínculo con su prófugo padre.
—...quiero que comprendas que hacemos esto únicamente porque necesito que estés protegida. Necesito que Black te entregue el dije de tu madre.
—Lo entiendo, en realidad no sé a qué quieres llegar con esta conversación.
Medeleine suspiró.
—Solo no quiero que te hagas muchas ilusiones con Black —dijo finalmente y Evanna frunció el ceño— Él no te conoce en absoluto, y solo quiero evitarte la pena...
Aquella conversación en definitiva la había hecho enojar, por lo que en las siguientes horas estuvieron discutiendo acaloradamente una y otra vez sobre el tema.
Claramente Evanna tampoco confiaba en Sirius. Por Merlin ¡Era un asesino! O al menos hasta ahora nadie había podido probar lo contrario. Le resultaba sumamente extraño el hecho que Madeleine confiara de cierta manera en él como para ir a buscarlo hasta su escondite y al mismo tiempo mostrara una gran aversión a su persona.
Ella no conocía absolutamente nada sobre Sirius Black, salvo lo mencionado por Evelyn. ¿Le intrigaba? Por supuesto que lo hacía, pero no llegaba al extremo de querer comenzar a profundizar lazos con el prófugo; sin embargo, que su abuela le quisiera prohibir aquello solamente alimentaba más su interés.
Comenzaba a sospechar que Madeleine seguía ocultando cosas importantes, por lo que ella misma había tejido su plan, el cual solo consistía en sacarle toda la información posible a Sirius.
Aunque no se fiaba para nada de él creía que podría sacar algo de provecho, después de todo era su padre y tenía más conocimiento de su vida que la que seguramente Madeleine había inventado por completo.
Solo quería eso. Conocer a su madre en palabras de Sirius, y tal vez conocer un poco el linaje Black. Creía que de esa manera finalmente lograría comprender más de sí misma.
—Es aquí —murmuró Madeleine deteniéndose de pronto, observando con desdicha la espeluznante fachada del edificio frente a ella.
Evanna siguió la mirada de la bruja, notando que aquellos edificios sucios no parecían en absoluto acogedores. Algunas de las farolas que iluminaban levemente la acera parpadeaban sin cesar, mientras que otras ni siquiera funcionaban.
Los edificios tenían los cristales de las ventanas rotos, la pintura de sus puertas estaba claramente gastada y además notó varios montones de basura apilada en la mayoría de los portales, otorgándole al lugar una nube espesa de olor fétido.
Evanna aprisionó los labios mientras un escalofrío se deslizó por su espina dorsal y enseguida volvió la mirada a su abuela.
—¿Estás segura que es aquí?
—Baja la voz, dame un momento.
La mujer parecía entretenida buscando algo entre los pliegues de su túnica oscura, y cuando finalmente lo consiguió se acercó para tomarla por el brazo.
—Debes leer rápido, y memorizarlo —dijo pasándole un trozo de pergamino gastado con una inscripción grabada en trazos estrechos.
Evanna arrugó el rostro desconcertada.
—Solo hazlo Aeryn, date prisa —le increpó Medeleine vigilando con cautela su entorno.
Evanna sacudió la cabeza dándose por vencida y finalmente leyó:
Islington, Londres. Número 12 de Grimmauld Place.
Madeleine —siguiendo las instrucciones de Sirius— tomó el pergamino de las manos de Evanna y enseguida le prendió fuego con la varita.
—¡Par Merlin!—espetó la pelinegra atónita—. Entonces lo pirómano lo tenemos de familia ¿No?
Su abuela volcó los ojos y enseguida mantuvo su mirada fija en los edificios.
Evanna suspiró resignada y al igual que su abuela volvió a mirar al frente, sin embargo algo logró llamar plenamente su atención.
Tornó levemente su cabeza y después se talló los ojos. Volvió a mirar agudamente a los edificios, pero el número doce seguía sin estar donde debería.
—¿Pero dónde está el...
—Concéntrate en lo que acabas de leer.
Aquella serie de órdenes la tenían al borde del fastidio, sin embargo, se concentró en aquellas palabras y efectivamente, al pensar en aquella inscripción comenzó a notar como la puerta con el número doce comenzaba a emerger de entre las puertas once y trece.
Fue un espectáculo en su totalidad, Evanna jamás había presenciado nada igual a pesar de estar rodeada de magia, por lo que observó fascinada tratando de adivinar aquel hechizo. Y, como si hubiera sido el día anterior, recordó con claridad a Daniel Marshall estudiando para sus T.I.M.O.S mientras ella comía un par de chocolates en la sala común de Ravenclaw.
—Es un encantamiento tremendamente complicado que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente —citó Daniel—. La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián del secreto. Y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián del secreto opte por divulgarlo...
—El encantamiento Fidelio —murmuró bastante sorprendida.
—Shh —chistó su abuela y la tomó del brazo—. Vamos, démonos prisa.
Ambas brujas se apresuraron a subir los desgastados escaloncitos de piedra una vez que el edificio había emergido totalmente y enseguida Madeleine dio un par de golpecitos a la vieja puerta que tenía la pintura considerablemente raída. Evanna notó una elegante aldaba de plata en forma de serpiente, que de alguna manera se le hacía muy familiar. Alzó su mano con curiosidad para tocarla, sin embargo casi al mismo tiempo unos ruidos metálicos que provenían del interior la obligaron a apartarse enseguida.
La puerta se abrió ligeramente con un estremecedor rechinido y el corazón de la pelinegra comenzó a latir frenéticamente.
El umbral de la puerta estaba completamente vació.
Madeleine frunció el ceño y se adelantó a Evanna. Empujó la puerta con varita en mano hasta que quedó completamente abierta, revelando que en el interior de aquel edificio parecía haber aún más oscuridad que en las calles.
La bruja mayor maldijo por lo bajo en su habitual francés y dió un par de pasos más al frente.
—Sígueme de cerca —murmuró a Evanna y esta asintió aún más agitada cuando la puerta se cerró tras ella.
A medida que se iban incorporando en aquel abismo un olor a moho en conjunto con una axfixiante humedad invadió sus fosas nasales, obligandola a arrugar la nariz con desagrado.
De pronto un ligero silbido resonó por el estrecho vestíbulo y una a una se fueron encendiendo algunas anticuadas lámparas de gas que lo adornaban, emitiendo una débil y parpadeante luz amarillenta.
Evanna aguantó la respiración del susto, pero finalmente —para tranquilidad del par de brujas— se reveló el aspecto de aquel vestíbulo. Las paredes estaban tapizadas de un montón de retratos ennegrecidos y torcidos, en el suelo una larga y vieja alfombra en colores verdosos se ceñía a todo el suelo del pasillo y finalmente en la pared más cercana a Evanna se encontraban un par de cortinas oscuras que mas bien parecian unas grandes alas de murciélago ocultando algo tras ellas.
Evanna miró su entorno con suma curiosidad, intentando en vano reconocer a alguno de los personajes en los retratos, aunque de pronto la sensación de estar siendo fijamente observada le hizo mirar al frente de nuevo.
La respiración se le cortó casi de golpe al observar a un perro de magnitudes antinaturales mirándola fijamente. Su pelaje tupido era negro como el anochecer y sus ojos y colmillos amarillentos reflejaban un gesto amenazante.
Evanna sacó su varita en un movimiento fugaz y apuntó al animal, dándose cuenta que de pronto su semblante había cambiado radicalmente. Frunció el ceño al ver que el perro movió la cola un par de veces y de pronto desapareció entre las sombras.
Miró a Madeleine, pero está tenía un semblante totalmente neutro.
—Pero, ¿tú viste eso?
No hubo tiempo de contestar aquello, ya que en menos de un segundo un hombre de largos cabellos negros salía del sitio donde antes se había ocultado el perro colocándose una túnica larga. Y entonces Evanna finalmente comprendió recordando las palabras de su abuela.
Es un Animago, ma fille. Claramente de forma ilegal, así es cómo puede moverse por las calles sin levantar sospechas.
—Aeryn... —pronunció Sirius con evidente emoción.
Evanna se limitó a mirarlo nerviosa.
El rostro de Sirius Black sobresalía apenas entre las sombras debido a la mala iluminación, pero aún así Evanna alzó ambas cejas al notar el cambio drástico en él.
Parecía haber pasado por un lago baño y un buen corte de cabello; y aunque las ojeras en su rostro, más el considerable color amarillento de su piel y los pómulos pronunciados continuaban delatandolo como un ex prisionero Evanna pudo notar que en su rostro había una pizca de serenidad que antes no se encontraba ahí.
—Vaya forma de recibirnos, Black —habló Madeleine molesta guardando su varita en la túnica.
—Lo siento, pero como sabrás no recibo muchas visitas hoy en día.
Evanna quiso reír, pero se contuvo.
—Pasen, pasen —balbuceó el hombre mostrándoles el camino.
Evanna lo miró unos segundos más mientras pasaba por a un lado suyo. Madeliene por el contrario evitó el contacto visual con Black y se limitó a seguir andando hasta llegar al amplio umbral de lo que suponía era el comedor.
Había una mesa ancha y muy larga atestada de platos y cubiertos de plata fina.
—Siento mucho el desorden, aún estamos tratando de dejar esta pocilga más decente.
—¿Estamos? —inquirió Madeleine con una ceja alzada.
—Los miembros de la Orden del Fénix —declaró—. Esta es la casa de mis padres, y se la he ofrecido a Dumbledore como cuartel general.
—¿Qué es La Orden del Fénix? —preguntó Evanna intrigada. Sirius estuvo a punto de responder pero Madeleine gruño.
—¿De nuevo con eso?
—Voldemort ha regresado, Madie. Debemos estar preparados.
—Voldemort... —masculló Evanna para sí misma, sin embargo tanto Sirius como su abuela la observaron—. De quien se supone debo ocultarme.
—Así es, Aeryn. La Orden del Fénix justamente es para darle batalla, para terminar con él antes de que pueda llegar a hacerse fuerte de nuevo —explicó, esclareciendo más detalles de los que debería dar—. Por ahora hemos estado contactando a los antiguos miembros, y Dumbledore ha logrado que confiables Aurores se unan a la causa.
—¡¿Aurores?! —cuestionó Evanna con ímpetu—. ¿Pero que no son ellos los que te buscan para entregarte a los dementores?
Sirius respiró tranquilo y se acercó con cautela. Al notar que no ponía ninguna restricción logró posar su palma en el hombro de ella.
—Hay mucho que hablar, hija. Y lo primero que necesito que comprendas es que yo no asesiné a nadie.
—Pero si fuiste un traidor...
Los grises ojos de Sirius se oscurecieron y la miraron fijamente dando un paso atrás.
—Yo hubiera muerto antes de siquiera pensar en traicionar a mis amigos. Podrán decir un sin fin de barbaridades alrededor de Londres sobre mí, pero te aseguro que nadie que me conozca podría cuestionar la lealtad que le tenía a James y Lily Potter. Tus padrinos.
Evanna abrió los ojos con sorpresa y claramente tenía una mirada diferente para Sirius ahora.
Madeleine notó aquello y de inmediato se interpuso.
—Sin pretender ofender, Black. Pero únicamente hemos venido por un motivo.
Sirius apretó la mandíbula y le regaló una mirada de pocos amigos.
—¿Entonces cómo es que acabaste tú en Azkaban? ¿Qué pasó con mamá?
Sirius sonrió internamente al observar los ojos furiosos que le dedicaba Madeleine a su nieta, mientras esta última la ignoraba olímpicamente.
—Evanna...
Pero ella tomó asiento, indicando claramente que estaba dispuesta a escuchar a Sirius.
Helloww! Regresé xd
Espero sinceramente que les haya parecido un capitulo interesante! Me encantaría leer su opinión.
¿Piensan que algún día Evanna logrará confiar en Sirius Black?
Por cierto! ¿Nos seguimos en IG? Hay mucho contenido grafito de la historia
No olviden por favor dejarme su preciosos voto :'D
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