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20

— Marissa. —Asomo la cabeza por el pasillo. Ella deja de mirar la televisión para ponerme atención—. Voy a tomar un baño, si las niñas se despiertan te encargas de ellas. —Sonrío con cansancio cuando se queja.

— Como sea. Báñate. ¡De todas maneras apestas!

Hago una bola con las medias que me quité mientras hablaba con ella y se las lanzo con fuerza, saliendo corriendo de inmediato hacia el baño principal antes de que pueda reaccionar.

Mientras crecimos y tuvimos a nuestras propias hijas, Marissa y yo siempre nos hemos comportado de manera inmadura y despreocupada una con la otra. Mantener esa actitud usual me ha dado una razonable distracción de lo de la semana pasada.

El viaje con Faye a la casa de la playa fue hace una semana. Siendo ella la madre de Nong, obviamente nos hemos visto, porque no la alejaría de nuestra hija. Pero eso ha sido todo. Faye y Nong. A veces las tres juntas, pero Nong siempre estaba presente, no como antes. Esta pasada semana no ha habido mucho Faye y yo. Sí, las dos hemos estado ocupadas con el trabajo, pero cuando estamos juntas, ninguna de las dos sabe qué decir. Sé que Faye lo intenta, pero yo no sé cómo. Ya no estoy enojada con ella. No podría estar enojada porque tuvo algo con alguien antes, ni si mantuvo relaciones sexuales con alguien antes, porque yo también las tuve. Sin embargo sigo molesta por el tiempo que le tomó decirme sobre Engfa. Ella ni siquiera quería hacerlo, yo tuve que forzarla. Eso es lo que me molesta. No entiendo por qué me mintió, ni entiendo si esa mujer sigue siendo importante para Faye, y eso es lo que me molesta: la incertidumbre.

He querido preguntarle, pero no puedo. Temo que me mienta una vez más y que yo no lo sepa. Ella me ha llamado y me ha mensajeado, yo obviamente no la he ignorado, pero sí he sido innecesariamente cortante. No porque quiera, pero no puedo controlarlo. He estado herida y sería falso de mi parte comportarme como lo haría normalmente. Pero joder, realmente la extraño.

Mi fin de semana con ella fue increíble hasta ese momento. Cuando pasamos tiempo con Nong, fue todo lo que siempre quise. Una familia, una familia feliz. Ninguna de las tres nunca fuimos neutrales estando juntas, siempre estábamos contentas y demostrándonos afecto. Nada podía apagar las sonrisas iluminando nuestros rostros.

Mas cuando solo éramos Faye y yo. Eso es algo que jamás hubiera imaginado. Todo con ella siempre fue tan intenso, emocionante y jodidamente bueno. Desde los inocentes besos y caricias, Faye abrazándome al dormir y besando mi cabello, hasta los momentos intensos cuando nos entregamos por completo. Todo con ella siempre fue increíble.

Fue.

¿Qué carajos estoy haciendo? ¿Por qué estoy pensando en tiempo pasado?

Sacudo la cabeza de los cálidos y hermosos pensamientos y me reprendo por asumir que Faye y yo terminamos. No hemos terminado. No puede terminar antes de que si quiera haya empezado. El pacífico silencio, solo arruinado por mis ruidosos e irritantes pensamientos, es interrumpido por un toque tímido en la puerta del baño.

— Sigo en la bañera, Marissa. ¿Qué pasa? —Ella no responde, solo abre la puerta y entra; yo me aseguro de que las burbujas cubran mi desnudez. Deberíamos arreglar el seguro de esa puerta.

— Alguien quería verte.

La miro confundida mientras sale por la puerta otra vez y la ojiverde que estaba plagando mis pensamientos aparece en su lugar.

— ¡Faye! —Exclamo con sorpresa. Verla en el baño conmigo... mientras estoy en la bañera... y Marissa nos mira con malicia, es algo que con certeza no me esperaba—. Estoy algo ocupada ahora, ¿podemos hablar luego?

— No. De aquí no puedes huir de mí. Por cierto, no planeé esto. —Señala entre la bañera y yo y ella que está parada en la entrada del baño, con Marissa detrás de ella—. Solo vine a hablar contigo e iba a esperar a que salieras, pero Marissa sugirió que entrara y hablara ahora que donde estás no puedes hacer nada más que escucharme.

— De nada. —Dice Marissa con encanto, saliendo del baño y cerrando la puerta detrás de ella.

Faye se queda parada en medio del baño por un momento, vestida con sus jeans de cintura alta y una chaqueta bomber oscura que usa siempre que no lleva la de cuero.

— ¿Puedo sentarme? —Señala el inodoro ubicado justo a lado de la bañera. Se sienta ahí antes de que le responda—. Yoko, llevo un par de días pensando que esta situación es completamente ridícula. He tenido miedo de hablarte, temiendo que sigas enojada conmigo o que lo arruine más, pero tenemos que arreglar esto. Tenemos que hablar, como adultas, y asegurarnos de que nada más se arruine. Aún te veo casi todos los días, pero realmente te extraño, Yo. He extrañado abrazarte y besarte, saber que puedo hacerlo sin que me rechaces. ¿Tú me has extrañado? —Asiento patéticamente. Sus tristes ojos y su tono de voz casi desesperados por escuchar que siento lo mismo—. La cagué por no decirte lo de Engfa de inmediato, y lo siento mucho. Siendo honesta, no creo que estuviera pensando. ¿Sigues enojada conmigo?

Descansa una mano en un lado de la bañera y con la otra me acaricia la rodilla expuesta. Desvío la mirada de sus ojos y veo su mano en mi rodilla, asegurándome además de que tengo las piernas cerradas y que las burbujas no estén exponiendo mucho.

— Me molesta que hayas tardado tanto en decírmelo. También me molesta lo cercanas que fueron, pero sé que no debería sentirme así.

— Tú puedes sentir lo que tú quieras. Pero lamento mucho todo eso, desearía haber sido honesta, pero no quería arruinarnos. —Faye se mueve y se sienta en la orilla de la bañera, quitando su mano de mi rodilla para acariciarme la cara—. ¿No nos he arruinado, o sí?

— Claro que no, Faye. —Estiro los brazos y la atraigo hacia mí. Ella se agarra se los lados de la bañera para evitar caerse y yo tomo sus labios en los míos. Deslizo mis dedos entre su cabello y la acerco más, ella gruñe en mi boca por la pequeña muestra de dominancia—. Te he extrañado.

— Yo también te he extrañado, mi amor. —Susurra contra mi boca, acariciando los sueltos cabellos de mi moño desordenado—. Solo ha pasado una semana desde que te tuve así y te he extrañado tanto, joder.

Después de un momento de disfrutar nuestros labios y lenguas, Faye se separa y me mira.

— Debería salir de la bañera ya. —Sugiero con una pequeña risa, insinuándole que quite su mirada de mi cuerpo donde las burbujas comenzaron a aclarar.

— Pero te ves hermosa entre burbujas. —Murmura, mirándome a la cara otra vez, atestiguando el sonrojo por su comentario—. No que no te veas hermosa todo el tiempo, porque sí, pero este es un look exquisito en ti ahora mismo. —Halaga de nuevo, con un guiño. Luego se ríe de su propia sugestividad.

Seguida de su repetitiva negativa a dejarme salir de la bañera, finalmente cede; y cuando pensé que saldría del baño para darme privacidad, agarra una toalla y se para con los brazos bien estirados, abriendo la toalla esperando por mí. Me río de su gran sonrisa y le indico que se de la vuelta, pero lo único que hace es cerrar fuerte los ojos, todavía con una sonrisa exagerada... así es cuando luce idéntica a nuestra hija. Antes de que abra los ojos otra vez, rápidamente salgo de la bañera y voy hacia la toalla en sus brazos, sin molestarme en reprenderla por abrir un ojo para observarme cuando escuchó que me levanté del agua.

Faye me envuelve en la toalla, mi cabeza cae a la calidez de su cuello y sus brazos me rodean con seguridad. No decimos nada, pero disfrutamos la serenidad de estar entre nuestros brazos otra vez.

— Estás tan calientita. —Comento, acurrucándome más en su cuerpo e inhalando el delicioso aroma de su cuello.

— ¡Es porque me estoy quemando en este maldito baño! ¿Siempre tienes el agua tan caliente? —Riendo saco la cara de su cuello y ella ajusta la toalla alrededor de mi cuerpo para amarrarla en mi pecho. Su mirada rápidamente cae a las gotas deslizándose por ahí hasta mi escote donde la toalla presionó mis senos juntos. Ella traga visiblemente y vuelve a dirigir sus ojos a los míos.

Faye me sigue fuera del baño y nos detenemos abruptamente al ver a Marissa caminando en nuestra dirección, pasando por su lado.

— Me voy a la cama, mañana tengo el turno temprano. Nos vemos. —Las dos le deseamos las buenas noches y antes meterse a su cuarto, nos apunta con un dedo—: ¡Y no sean muy ruidosas!

Faye esconde su cara todavía más caliente que antes en mi cuello y gruñe avergonzada.

— ¿Quieres que me vaya? —Pregunta eventualmente, sacando la cara de mi cuello después de darme un beso ahí.

— Hmm. —Debato por un segundo—. No. Creo que te quiero aquí esta noche. —Digo, besándola.

Al entrar a mi habitación, Faye se quita la chaqueta y las botas y se deja caer en mi cama, no tan agraciadamente.

— He extrañado tu cama. —Dice. Empiezo a moverme alrededor, buscando algo de ropa de dormir para Faye y yo. Ella se sostiene en un codo y me observa con una sonrisa—. A ti también te he extrañado—. Cojo dos camisas y unas bragas para mí y me acerco a ella. Faye se sienta y me agarra de la cadera por encima de la toalla. Tiro las prendas sobre la cama y acuno su rostro con mis manos, sintiendo las suyas moverse por mi cuerpo, de mi cadera a mi trasero y a mis muslos, alcanzado las áreas por debajo de la toalla—. ¿Quieres que te de privacidad?

— No es nada que no hayas visto antes. —Provoco con una sonrisa, sonando lo suficientemente segura para enmascarar lo nerviosa que estoy. Claro, ella me ha visto desnuda antes. Múltiples veces en realidad. Pero a menos que esté cegada con lujuria y deseo por ella, los nervios aparecen y me siento con menos confianza en mí misma de la que me gustaría. Ella nunca me ha permitido sentirme insegura de mi cuerpo por lo apreciativa y cariñosa que es con cada centímetro de mi piel, es solo que estaba nerviosa por si su reacción había cambiado. Pero no.

Doy un paso atrás y dejo caer la toalla. Los ojos de Faye inmediatamente me recorren todo el cuerpo.

— Uno de estos días vas a matarme. —Me río ligeramente de lo que dice y trato de agarrar la ropa que dejé a su lado—. ¿Por qué te molestas en buscar ropa si nunca permito que te la dejes puesta? —Mi risilla se convierte en carcajada cuando me toma del antebrazo para evitar que alcance la ropa. Su otro brazo me tomo de la cintura y me sienta en su regazo—. ¿Esto está bien? —Pregunta, acariciando mi muslo con una mano y descansando la otra bajo uno de mis senos.

— Tienes suerte de que no esté haciendo frío aquí o de otra manera definitivamente no estaría sentada desnuda en tus piernas ahora.

— Alabado sea el Señor por la temperatura en este cuarto, entonces. — Susurra antes de atacar mi cuello con su boca, sus dientes de inmediato mordisqueando mi piel. La sorpresa de sus filosos dientes causa que mis manos aprieten fuerte sus hombros y que mi cadera empuje contra la suya—. ¿Yo hice estos? —Acaricia las marcas rojas que tengo desde mi cuello hasta mi pelvis.

— Finalmente están empezando a desaparecer. Se notaban más a principios de esta semana.

— Bueno, lo siento. —Susurra, dirigiendo su boca a la mía.

— Yo no.

La beso con más intensidad y gimo directo en su boca cuando sus manos me aprietan el trasero, animando a mi centro desnudo a frotarse contra el suyo. Después de un momento de frotarme lánguidamente con su erección mientras mis pezones y mi cuello eran devorados por su boca, la tengo desnuda de la cintura para arriba y con el pantalón desabrochado. Con fuertes manos bajo mis muslos, Faye me levanta de sus piernas, me deja en medio de la cama y se acuesta sobre mí mientras con prisa se baja el pantalón. Sus dedos van al área entre mis piernas y encuentran la copiosa cantidad de humedad que acaba de ponerse incómoda, y solo me acaricia delicadamente, cambiando el humor por completo al conectar su mirada con la mía.

No veo mucho de su cuerpo porque su mitad inferior inmediatamente se une a la mía, pero no se está escondiendo. Ella sabe que puedo verla si se mueve ligeramente. Pero no se está escondiendo de mí.

Cuando siento la punta de su miembro rozar mi clítoris, recuerdo mi reciente compra y me alabo mentalmente por pensarlo antes de que sea tarde.

— Hay condones en el cajón. —Faye se sienta entre mis piernas, mi pantorrilla izquierda cayendo por casualidad sobre su miembro antes de que pueda verla. Tal vez no por casualidad, Faye sin duda puso mi pierna ahí a propósito. Se inclina y abre el único cajón de la mesilla y saca las dos cajas, con curiosidad—. Compré de los Trojan normales y de los Magnum porque no sabía si los originales serían muy pequeños o muy apretados. —Digo en voz baja, sorpresivamente avergonzada de compartir esa información.

Me avergoncé al comprarlos, especialmente porque no tenía idea de cuáles comprar y la única persona a la cuál podía preguntarle en ese momento era al joven hombre trabajando ahí que no paraba de sonreír cuando me vio mirando la colección.

Las cejas de Faye están fruncidas, mirando entre ambas cajas, girándolas para leer la información en la parte de atrás. Al menos no soy la única sin experiencia en condones.

— No lo sé. —Murmura para sí misma y yo no puedo evitar sonreír ante su adorable expresión de confusión.

Después de casi dos minutos de contemplación y con la distracción de sus hermosos rasgos, no había visto que ella había guardado una de las cajas de vuelta en el cajón y estaba empezando a abrir la que escogió.

— Creo que los otros estarían mejor, Faye.

Me sorprende ver que ella escogió la caja que contiene los originales, dejando de lado los más grandes. Es casi risible que hiciera lo que nadie haría, los hombres escogerían los más grandes para aumentarse el ego. Pero Faye de verdad necesita los grandes.

— ¿En serio? —Vuelve a sacar la caja que había guardado, aún más confundida que antes. Cuando gira la caja para leerla de nuevo, casi gruño con frustración. Es lindo cuando está confundida, pero no es lindo cuando estoy excitada y rogando porque se de prisa y se ponga uno—. Nunca me he medido, así que no sé. ¿Pero tú crees que estos? —Pregunta sosteniendo el paquete de los grandes. Asiento impaciente y tiro de su brazo para que vuelva a mí. Ella agarra uno de la caja y guarda el resto en el cajón, acostándose sobre mí con el condón en la mano. Cuando sus labios me besan otra vez, sé que está distraída. Consiguió sacarlo de la envoltura y sin mirar está tratando de ponérselo, algo que claramente no está funcionando.

— Joder. —Murmura en mi boca, mirando hacia abajo para ver que todavía no está puesto. Cuando lo levanta entre sus dedos, todo desenrollado y arrugado, y lo mira con decepción antes de tirarlo a un lado y agarrar otro, olvido mi impaciencia y solo me río de ella. Me río de su expresión de asco ante la textura lubricada cuando se limpia la mano en la cobija después de tirar el latex arruinado.

— Esto es tan excitante. —Bromeo luego de otro intento fallido y Faye enojándose consigo misma.

— Calla. —Regaña con risa avergonzada.

Mientras el calor entre mis piernas todavía es prominente, iniciado más recientemente por sus besos, tomo las riendas y alcanzo la caja, abriendo uno con mis dientes y metiendo las manos entre nuestros cuerpos para ponérselo. Faye deja de besarme y me doy cuenta por qué; mi mano sigue agarrando su miembro. Mira hacia abajo para confirmar lo que está sintiendo y yo trago con nervios, sin saber cómo va a reaccionar. Sus ojos se amplían ligeramente por la inusual sensación, pero rápidamente vuelve a unir nuestros labios con una nueva pasión, empujando su cadera contra mi mano cuando la deslizo por su eje para rozar la punta con mi pulgar.

Faye gimiendo en mi boca es otra cosa que había extrañado; un sonido ronco, pero femenino. Algo que se vuelve más hermoso cuando quita mi mano y me penetra sin aviso.

Con mis piernas rodeando su cadera y sus manos en las mías clavándome a la cama, solo nos tomó unos minutos deshacernos juntas, llevándonos mutuamente a lo más alto.

+++

Me estiro y gruño, finalmente abriendo los ojos cuando me doy cuenta de que ya amaneció, con el brillo del sol dándome en mis párpados cerrados. Recuerdo que es lunes y tengo que despertar a Nong para la escuela. Veo el reloj, debí haberla despertado hace 40 minutos. Me levanto aún desnuda, me siento algo dolorida y todo lo que pasó anoche viene a mi mente. Desde mi baño y la charla con Faye, a la lucha con los condones que me hace sonreír, y el sexo. No me sorprende que haya sido increíble. Pero Faye no está conmigo ahora. Pensar que se fue a trabajar sin despedirse fuerza a mi sonrisa a desaparecer. Miro alrededor y veo que su ropa tampoco está, ni los condones arruinados. Los que no usamos guardados en el cajón.

Rápido me pongo shorts y una camisa y me apresuro al cuarto de Nong. Está abierto y ni ella ni Mei están en sus camas. Antes de que pueda empezar a preocuparme, la inconfundible risa de Nong suena desde la cocina y corro para encontrar a Faye sentada a la mesa con las dos niñas, las tres comiendo cereal y riendo fuerte por lo que sea que haya pasado.

— Buenos días, dormilona. —Me saluda con una cálida sonrisa, envolviendo sus brazos en mi cintura cuando me paro a su lado, tirando de mí para sentarme en sus piernas.

— Pensé que se me había hecho tarde para despertar a Nong. —Digo, sonando casi sin aliento.

— Nope, yo me desperté a tiempo y fui a despertar a las pequeñas nenas.

— ¡Tía Faye nos despertó como un cachorrito!

¿Qué? Miro a Mei y luego a Faye por una explicación.

— ¡Mentiras! —Se defiende, golpeando la mesa con su cuchara, haciendo reír a las niñas.

— No, mamá, ella lo hizo. ¡Me quitó la cobija y golpeó mi cabeza con la suya y gruñó y nos molestó! —Recuerda Nong, las dos niñas se ríen otra vez.

Las miro con una sonrisa que se agranda cuando vuelvo a ver a Faye y ella solo se encoge de hombros como respuesta mientras su cara se calienta avergonzada.

— Ellas no despertaban. ¡Hice lo que tenía que hacer! —Protesta, recogiendo los tazones y comenzando a preparar el mío, accidentalmente regando los Cheerios sobre el mostrador, agarrando uno por uno para comérselos.

No hay nadie más con quien me hubiera gustado tener hijos.

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