18
Faye POV
Mis ojos queman por los rayos del sol que se cuelan por la cortina. Me despierta un sonido en el piso de abajo. Me froto los ojos y me giro lejos del sol en la cama hacia donde esperaba que estuviera Yoko. Pero no me preocupo, escucho más ruido proveniente de la cocina y sé que ella sigue aquí y que está despierta por ahí. Nada puede detener la sonrisa que se forma en mis labios al pensar en esa chica. Menos después de lo de anoche.
Anoche: la mejor noche de mi vida. Y no es porque finalmente tuve sexo... a los 28 años. Bueno, tal vez sí. Pero fue con Yoko y es por eso que fue la mejor noche de mi vida. Me compartí por primera vez con la mujer de la que me estoy enamorando. La mujer que, en los meses que llevo conociéndola, ha cambiado mi vida de manera inesperada. Yoko me ha hecho aceptarme como soy y nunca pensé que eso pasaría. Me ha hecho aprender a amarme a mí misma. Claro, mi vida sería más fácil si hubiera nacido normal y durante mucho tiempo siempre odié quién soy, pero sin mi condición, no tendría a Nong. No tendría a Yoko. No tendría mi familia.
Todavía me da miedo de mostrarme ante Yoko porque eso es algo a lo que no estoy acostumbrada, y no quiero que ella sienta asco de mí de alguna manera cuando vea mi anormalidad. Estoy segura de que algún día seré así de abierta con ella, y después de anoche, de haber dado el paso más grande con ella, tal vez suceda pronto. Tal vez si ella amenaza con "nada de sexo" será muy pronto porque eso estuvo increíble y no quiero que no vuelva a pasar.
Recuerdos de anoche vienen a mi mente y recibo el calor en mis mejillas y las mariposas en mi estómago porque no quiero dejar de pensar en eso. Yoko es hermosa, amorosa, pero sexy y estimulante, y la experiencia que tuve con ella anoche es algo que necesito que pase una y otra vez. ¿Se puede predecir una adicción al sexo después de haberlo tenido solo una vez?
Las risas que se escuchan abajo me sacan del recuerdo de estarla penetrando, llevarla al climax y luego mi propia abrumadora naturaleza antes de abrazarla con seguridad. Salgo de la cama en busca de ropa, olvidando que me había quedado dormida desnuda, así que también busco unos boxers. Considerando que la mayoría de las mañanas me he despertado con una erección, no me sorprende que hoy también sea así, por lo que me pongo unos sweats para cubrirla, olvidando los boxers, además mi camisa que Yoko estaba usando ayer, y bajo apresurada para ver a mi familia.
El olor a tocino y huevos y... tostadas quemadas, llenan mis sentidos. Entro a la cocina y veo a Yoko tan hermosa como siempre, vistiendo uno de mis shorts y una camiseta. Nuestra hija está sentada en medio del mostrador, con un onesie rosado, viendo a su mamá cocinar.
— Algo huele muy bien aquí. —Anuncio. Yoko de inmediato se gira, sonriendo, y se sonroja cuando le guiño.
— ¡Mami! —Saluda Nong en un grito, gateando hacia el borde del mostrador. Yoko rápidamente va por ella y la ayuda a bajarse a salvo. La pequeña corre hacia mí por un abrazo, su cabeza chocando contra un área demasiado sensible por debajo de mi cintura, haciéndome gruñir y encorvarme para alzarla. La noche anterior me dejó sensible y casi un poco adolorida por haber pasado tanto tiempo desde que liberé mi frustración sexual—. ¡Feliz cumpleaños, mami! —Grita otra vez Nong, con una enorme sonrisa, abrazándose a mi cuello con toda sus fuerzas. Pero no es mi cumpleaños. Confundida miro a Yoko que ya apagó la cocina y nos está observando con adoración. Silenciosamente con las cejas alzadas le pregunto de qué está hablando Nong.
— Feliz cumpleaños, Faye. —Dice, entretenida. Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Me decepciona un poco que haya sido en la mejilla, pero con nuestra hija mirando atentamente nuestra interacción, sé que no podía ser más. Yoko estaba un poco enojada ayer porque no le dije que era mi cumpleaños, sin duda le dijo a Nong que es hoy para que podamos celebrarlo de nuevo—. Te hicimos el desayuno.
Una vez terminado el desayuno que hizo Nong, ella y yo empezamos a limpiar la mesa y Nong corre a la sala a ver Bob Esponja. Después de en silencio lavar y secar los platos entre las dos, tocándonos en cada oportunidad, finalmente me seco las manos y tomo a Yoko de la cintura para acercarla a mí.
— Hola. —Susurro.
— Hola. —Nos reímos cuando vemos nuestras mejillas sonrojadas porque las dos estamos muy felices y tímidas—. La pasé muy bien anoche. —Dice al esconder la cara en mi cuello. Mis manos acariciando su espalda de arriba a abajo, arañando ligeramente su columna bajo la tela. Cuando gime por una caricia particularmente placentera, reconozco que debo decir algo para evitar que regrese la hinchazón en mi entrepierna.
— Me alegra. —Susurro, besándole la cabeza y acariciando su cabello con mi nariz—. Yo la pasé increíble. —Ella se ríe otra vez y yo acuno su cara para besarla.
— ¿Me desmayé después? —Pregunta en voz aún más baja, con los ojos brillando de diversión, pero las mejillas rojas de pena.
— Eso creo. —Me río al recordar—. No estabas respondiendo. Traté de hablar contigo, pero no respondías, solo cerraste los ojos y te acurrucaste en mi pecho, respondiendo con sonidos y no con palabras.
— ¿Qué me dijiste? —Y ahora es mi turno de sonrojarme avergonzada. Me trago mi timidez y escondo la cara en su clavícula.
— Primero te pregunté que dónde debía venirme. —Murmuro con honestidad.
— ¿Y dónde te viniste? —Yoko me levanta la cabeza y me sonríe. Miro cualquier cosa, menos sus ojos, y sé que tengo culpa escrita en toda la cara—. Faye...
— ¿Dónde más debía ponerlo? —Pregunto defensiva, no queriendo que me regañe por venirme dentro de ella—. Ya no podía aguantarlo más. Estaba comenzando a doler. ¡No me había corrido en siglos!
— Tan novata. —Yoko detiene mi intento de explicarme con un beso, atrapando mi labio superior entre los suyos, masajeando suavemente—. Sin embargo, eso no puede pasar más, ¿está bien?
— ¡¿Sexo?! —Ella no puede quitármelo tan pronto—. ¡Pensé que dijiste que estuvo bien!
— No. —Mi cara debió caer de inmediato, por lo que se corrige rápidamente—. Quiero decir, sí estuvo bien. Estuvo increíble. Digo, no hablo del sexo, eso definitivamente puede pasar otra vez, me refiero a olvidar los condones o a no correrte fuera de mí. Eso no puede pasar otra vez.
— Pero eso también se sintió muy bien. —Lloriqueo. Ella me mira con molestia y yo pretendo que no dije nada.
— Qué mal, no va a pasar otra vez. Pero el sexo sí. El sexo definitivamente va a pasar otra vez. —Vuelve a besarme y mete las manos bajo mi camisa para rodear mi cintura. Saboreo la sensación de sus cálidas manos en mi piel y su boca en la mía, siguiendo un ritmo practicado con su lengua y la mía. No puedo evitar apretarme contra ella y besarla con más intensidad al volver a excitarme y lo único que pienso es en la deliciosa calidez y presión de estar dentro de ella. Cuando gime en mi boca sé que puede sentir mi semi erección contra su pierna y es ahí que empieza a cortar el beso, empujándome ligeramente cuando le aprieto el trasero, tratando de que continúe besándome—. Lo bueno es que estoy con la píldora, de otra manera podríamos estar en problemas.
— No sería un problema. —Murmuro en sus labios, tratando desesperadamente de que vuelva a besarme.
— Sí, Faye, lo sería. No puedo quedar embarazada de nuevo.
— Bueno, pero la píldora no siempre es efectiva. —Recuerdo, ahora tratando de calmar mi respiración y excitación al saber que nada va a pasar entre nosotras.
— Y por eso es que necesitas envolverlo la próxima vez, cariño. —Me guiña, enganchando su dedo a la cinturilla de mis sweats y soltarla de vuelta contra mi piel.
+++
Después de que me dejara sexualmente frustrada en medio de la cocina, subo a tomar una ducha. Pensamientos de la noche anterior y que quería repetir esta mañana invaden mi mente y me masturbo imaginando todo lo que quiero hacerle. Espero que esto pueda ayudarme a durar más, en caso de que pase algo esta noche otra vez. También leí eso en internet.
Envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo y abro la puerta a la habitación, sorprendida de ver a Yoko ahí sentada, esperando pacientemente por mí.
— ¿Buena ducha?
— Mhm. —Murmuro, todavía recuperándome de mi orgasmo en el baño aunque no fue nada comparado al climax de anoche con Yoko—. ¿Qué tienes ahí? —Señalo la bolsa en sus manos. Se levanta de la cama y vacía la bolsa sobre el colchón. Es un short para nadar y el top de un bikini que combinan, ambos en blanco y negro. Como son diseñadas para géneros diferentes, nunca antes había visto las dos piezas combinadas.
— Pensé en enseñarte a nadar este fin de semana. —Dice, nerviosamente, tratando de calibrar mi reacción. Yo me sorprendo y se me ponen los ojos llorosos—. Recuerdo que en la playa dijiste que no sabes hacerlo y pensé que la privacidad de la piscina aquí es una gran oportunidad. —Se explica más. Me acerco a ella y la abrazo, dejando que mis lágrimas caigan. Todavía me estoy acostumbrando al hecho de que alguien aparte de mi familia en realidad se preocupa por mí. ¿Y alguien tan increíble como Yoko? Soy la más afortunada del mundo. Acuno su rostro y la beso, susurrando repetidas veces "gracias" contra sus labios—. Nong dijo que podía prestarte sus flotadores si quieres.
Las dos nos reímos y luego Yoko se ofrece a ayudarme con el top del bikini. Bajo mi toalla y la sostengo fuerte en mi cintura, exponiendo mis senos desnudos. Después de que me ojeé unos segundos, haciéndome sonreír, me pongo el bikini y ella me lo amarra, ajustando las tiras y asegurándolo a mi alrededor.
— Date la vuelta. —Ordeno con diversión al sentir sus dedos arañar mi cadera con impaciencia, esperando que deje caer la toalla. Me gruñe, pero de todas maneras se da la vuelta y rápidamente tiro la toalla y me pongo los shorts—. Todo listo. —Anuncio y la beso con todo mi amor, a manera de agradecimiento.
Aprender a nadar no estuvo tan mal. Nunca le tuve miedo al agua, eso es lo que lo hace difícil. Yo quería nadar, yo quería hacerlo y no tenía miedo. Solo que nunca estuve cómoda con ponerme ropa de baño y nadar con otras personas para aprender de ellos. Primero observé nadar a Yoko. Ella pensó que era porque quería estar segura de la técnica, pero en realidad fue porque estaba disfrutando de ver su ágil cuerpo estirarse y curvarse mientras nada con gracia; su cuerpo tan hermoso y magnético como siempre. Cuando entré al agua por primera vez, traté de mostrarle lo apetitosa que se ve en bikini, algo que no pudimos hacer en la playa aquel día. Nada sexual, sino apreciativo. No podía mantener mis manos lejos de ella cuando estábamos cerca, ella tratando de enseñarme técnicas, mis manos tratando de sostenerla y tocarla. Y cuando nadamos, saboreé el toque de sus manos en mi piel. Sus palmas en mi estómago y mi espalda para mantener mi posición en el agua, sus dedos deslizándose por mis brazos y piernas para alargar la forma. Siempre se siente bien ser sostenida por ella.
Después de un par de horas nadando y sintiendo que en realidad lo estaba logrando, ya no viéndome como si me estuviera recuperando de ahogarme todo el tiempo, decidimos salir del agua y almorzar. Mi inexperiencia con el nado y los shorts de nado significó que me tomó un poco más de tiempo notar lo que pasa cuando sales de la piscina que a la mayoría de la gente. Como los ojos de Yoko no paraban de mirar mi área baja, me revisé y me di cuenta de que el short mojado repasaba perfectamente el contorno de una semi erección. Ya sabemos por qué nunca fui a nadar en público. Pero la manera en que su mirada caía seguido a mi entrepierna, me hizo sentir extrañamente deseada.
— Gracias por el almuerzo, mi amor. —Le digo a Yoko, sentándome en el camastro a un lado de la piscina. Tiene su espalda hacia mí, con su glorioso trasero a la vista y sin pensarlo mucho tiro de su cintura y la siento en mis piernas.
— Ma, ya esperé a que me bajara el almuerzo. ¿Puedo meterme a la piscina, por favor? —Nos pregunta Nong a las dos, sonriendo por nuestra cercanía y de una vez poniéndose sus flotadores en los brazos.
— Pero no corras, Nong. Los azulejos deben estar resbalosos. —Indica Yoko, inclinando la espalda hacia mi pecho, agarrándose de mis manos que acarician su estómago y sus costillas—. Con gusto a lo del almuerzo, amor. Es tu cumpleaños después de todo. —Me guiña, riéndose. Al escuchar pequeños salpicones de agua, miramos a Nong y la vemos correr hacia la piscina. Y antes de que podamos advertirle, escuchamos un salpicón más grande y Nong cae al piso. Cuando comienza a llorar, mi corazón se rompe. Es un sonido horrible de escuchar de parte de tus hijos. Yoko y yo nos levantamos rápidamente y de inmediato tomo a Nong en brazos, la acuno mientras llora y Yoko le besa la cabeza y la cara.
— Oh, pobre bebé. ¿Estás bien? —Llora más fuerte—. ¿Dónde te lastimaste? Enséñame. —La animo. Ella levanta la cabeza de mi pecho y veo el corte en su labio, la reviso más y le encuentro también un corte en la rodilla y el codo.
— Te dije que no corrieras. —El llanto se frena y Nong mira a Yoko con enfado. Esta niña sí que tiene temperamento.
+++
Llevamos a Nong al baño, la secamos y le limpiamos las heridas. Luego tomamos turnos en el camastro para que una se quedara con ella mientras la otra nadaba; Yoko nadando de manera experta y yo luchando por mantener mi cabeza fuera del agua en mi turno. En la cena, la conversación iba bien hasta que Nong mencionó que el bullying en la escuela no ha parado. La pequeña se puso feliz cuando Yoko y yo tomamos la decisión de ir a la escuela y resolverlo con el papá de los niños. También estuvo bien hasta que Nong mencionó a mi familia de ayer. Dijo que la novia de Gap, Engfa, es hermosa y sin mirarla pude sentir los ojos de Yoko penetrando mi piel. Ella no puede saber. ¿O sí?
Yoko no me habló mucho después de que mencionamos ese nombre, y no estoy segura de por qué, no quise preguntar. Se excusó para ir a llamar a Marissa mientras Nong y yo buscábamos una manta, malvaviscos y galletas para hacer smores en la fogata que encendí en la playa justo afuera de la casa. Nong está sentada entre mis piernas, las dos sosteniendo el malvavisco sobre el fuego. Miro hacia atrás y veo a Yoko en el balcón, observándonos mientras habla por teléfono.
— Nong, ¿te gusta la idea de que tu mamá y yo seamos cercanas? —Pregunto con curiosidad, peinando su cabello antes de aplastar su malvavisco asado entre las galletas.
— ¡Sí! Me encanta. ¿Son mejores amigas ahora?
— Creo que somos un poquito más que eso, cariño. ¿Sería un problema si tu mamá y yo estuviéramos saliendo?
— ¿Como mis tías Ling y Orm? —Pregunta ella con curiosidad, girando su cabeza hacia mi mientras devora su smore.
— Exactamente. ¿Eso estaría bien?
— Mhm. —Murmura masticando—. ¿Tú quieres besarla?
— Me encantaría besarla.
— ¿Porque ella es tu Jasmine?
— Porque ella es mi Jasmine, exacto. —Ella me sonríe y yo me preparo mi propio smore. Bueno, pensé que era el mío. Tan pronto lo hago, alguien me lo quita de las manos. Miro hacia arriba y veo a Yoko dándole una mordida antes de sentarse a mi lado—. ¿Cómo está Marissa?
— Bien, me dijo que acababa de regresar de una cita, en realidad.
— ¿De verdad? —La rodeo con un brazo y la acerco más, ella se acuesta en mi hombro y nos rodea a Nong y a mí con un brazo también, nuestra hija nos observa con una sonrisa.
— Síp. Un cliente regular del café, aparentemente. Ella dio el paso y salieron esta noche. Sin embargo no fue su primera cita, ya han salido varias veces, pero ella falló en decírmelo. Me lo dijo hasta ahora porque piensa que podría haber algo ahí.
— Bien por ella. —Digo y le doy una beso en la frente—. Siempre y cuando él la haga feliz.
— Sí, exacto. Dije que necesitamos conocerlo y tú tienes que darle "la charla". Yo no soy lo suficientemente intimidante para eso. —Se ríe. Nong también se ríe aunque probablemente no entendió lo que su madre dijo.
— Por supuesto, mi amor. —Me mira y luego mira a Nong, silenciosamente preguntando si ya se lo dije.
Durante el almuerzo Yoko y yo decidimos que Nong tenía que saberlo, primero para no tener que mentirle, y segundo para poder besarnos y abrazarnos cuando queramos. Después de todo, ella ya es mi novia. Eso me recuerda, ella nunca dijo "sí". Nosotras solo... tuvimos sexo. ¿Asumo que eso fue un sí?
Las tres hablamos por un rato y Nong no puede parar de decir lo mucho que le encanta la casa y el fin de semana. Yoko concuerda y yo sé que no será la última vez que las tres estaremos aquí. Eventualmente Yoko terminó sentándose entre mis piernas, recostada contra mi pecho. Nong está a un lado, asando más malvaviscos. No es sorpresa que sea hija de Yoko con todo lo que come. Luego se quedó dormida en la manta, con su cabeza en las piernas de Yoko y el osito entre sus brazos. Ligeros ronquidos, suaves olas y la leña quemándose es lo único que se escucha. En este momento sé que tener mi propia pequeña familia es la cosa más importante en mi vida. Bajo la mirada para ver a Yoko, ella me sonríe, viéndose más feliz desde que vino de hablar con Marissa, por la manera en que me está mirando. Unir mis labios con los suyos se ha vuelto tan familiar que ni siquiera pienso en hacerlo. Es un hábito tocarla y quererla. Un hábito que nunca quiero romper.
— ¿Qué tal si llevas a nuestra hija a su cama? Tómate tu tiempo y yo estaré lista con tu regalo en la habitación cuando termines. —Mis ojos se amplían y mi boca se seca ante su sugestivo tono—. Como no me dijiste que era tu cumpleaños, no pude comprarte nada. Tuve que improvisar, y espero que no estés decepcionada porque no te compré nada.
— No te dije que era mi cumpleaños porque no es importante. No quise que ninguna me comprara regalos porque no es lo que quiero de ustedes. Tú me diste mi regalo al aceptar venir aquí y ser perfecta y maravillosa como siempre. Eso es todo lo que quería para mi cumpleaños; esto. Ser una familia con las únicas dos personas que podrían hacerme así de feliz. —La beso suavemente y luego ella quita a Nong de sus piernas y se levanta, me guiña y se va para la casa. Sus jeans abrazan perfectamente su trasero; un estimulo para darme prisa y encontrarme con ella en la habitación.
Después de apagar la fogata, alzo a Nong en un brazo, me cuelgo la manta en el hombro y en la otra mano llevo la comida que sobró. Llevo a mi hija a la cama y vuelvo al piso de abajo para asegurarme de que todo esté cerrado y apagado antes de ir a la habitación. Al llegar y entrar, mi mandíbula cae ante la impresionante obra de arte que es mi novia.
Las candelas de anoche están iluminando la habitación una vez más, enviando una suave luz en cascada sobre el glorioso cuerpo de Yoko en el centro del cuarto. Está parada a un lado de una silla de la cocina, mirándome. Vestida con un blanco conjunto de lencería, desde el corsé de seda y encaje, a una blanca braga y un liguero con medias. Aun descalza, se ve como algo salido de un sueño. Y ella sabe lo mucho que me encanta de blanco. La miro embobada y lentamente me acerco a ella, sin dejar de mirar su cuerpo.
— Joder, te ves tan hermosa. —Susurro, poniendo las manos lentamente en su cadera e inclinándome para besar su cuello. Ella no responde, solo mueve la cabeza para darme más espacio en su cuello para mis labios. Muerdo, succiono y chupo su cuello, dejando marcas rojas en mi camino. Ella gime con mi tacto, une sus labios con los míos y me empuja para sentarme en la silla.
— Soy tu regalo de cumpleaños, así que tienes que desenvolverme. —Susurra en mi oreja y mis ojos se amplían por lo sexy que es todo.
Se para frente a mí, sosteniendo mis manos y llevándolas a su cintura. Sin pensarlo, desengancho la liga y deslizo mis manos bajo el ahora flojo corsé, acariciando su estómago antes de hacer lo mismo con mis labios. Arrugo la seda justo por debajo de sus senos y ataco el área bajo sus costillas con mordidas y besos, dejando las mismas marcas que hice en su cuello. Sus piernas tiemblan bajo mi tacto. La atraigo y la siento a horcajadas sobre mí. Subo las manos a las tiras de su corsé para bajarlo y rápidamente uno mis labios a sus pechos. La sujeto por el trasero y la hago frotar su sexo en el mío al tiempo que deleito sus pechos y pezones, sonidos lascivos saliendo por mi hambre.
Pensé que estaría nerviosa si Yoko alguna vez hacía eso por mí: vestirse tan confiada de esa manera, viéndose como una diosa. Pero mis manos y labios son pacientes. Quiero calentar cada centímetro de su piel con mis manos y explorar su cuerpo con mi lengua. Cuando su cadera empieza a moverse a su propio ritmo, frotándose furiosamente contra mi erección mientras succiono su cuello otra vez, con rudeza acojo su centro desde atrás, mi pulgar en el área entre sus nalgas y ella se deshace en mis brazos. Su cadera se mueve con pereza contra mí y los gemidos previos en mi oreja se convierten en jadeos y respiración pesada.
— Quítatela. —Le susurro a mi amante, tocando la tela que la cubre.
Ella primero me quita a mí mi camisa y tira de mis pantalones para decir que quiere que me quite esos también. En lugar de eso, primero me quito el sujetador. Cuando ella finalmente se endereza, observo la belleza de mi novia; su corsé arrugado en su cintura, marcas rojas hechas por mi boca cubriendo su cuello, pecho y abdomen, su cabello cayendo suavemente en sus senos y sus ojos oscuros y deseosos.
Yoko desliza las manos bajo el corsé y lo baja por su cadera, llevándose las medias en su camino y sale de las prendas. Se queda solo en bragas, engancha los dedos en la cinturilla y pretende bajarla, pero no lo hace. Mis ojos se quedan fijos en esa área que está cubierta, desesperada por que la revele para mí. Rápido me bajo mis sweats, mis ojos todavía enganchados a ella para no perderme nada, me froto mi erección sobre mis boxers. Mis ojos finalmente buscan los suyos y los encuentro mirando la forma en que me toco a mí misma, su boca abierta y sus ojos concentrados.
— Por favor, quítatela. —Le ruego. Por fin me mira.
Se da la vuelta en un movimiento audaz, enseñándome su trasero que aún no he apreciado tanto como todo lo demás y me reprendo a mí misma por no mostrarle que amo esa parte de ella tanto como todo lo demás. Yoko comienza a bajarse la braga y se inclina hacia abajo. Mi respiración se atora en mi garganta al verla en una posición que nunca le había visto. Al inclinarme para tocarla, ella vuelve a darse la vuelta y su sexo está cerca de mi cara. Mis labios atacan la piel directo frente a ellos y lentamente se mueven hacia donde las dos queremos sentirlos. Le doy a su centro una amplia lamida, recolectando la deliciosa humedad, antes de girarla e inmediatamente atacar sus nalgas con mis manos y mis dientes. Meto una mano entre sus piernas y la penetro con dos dedos, Yoko abre más las piernas inconscientemente. Ni un centímetro de su trasero se queda sin explorado por mis labios, y aunque mis dedos no han bajado la velocidad, no es suficientemente para ella.
Mi novia se da vuelta, causando que mis dedos salgan de ella y vuelve a sentarse a horcajadas sobre mí, encontrando mis labios para un ardiente beso, agarrando mis boxers. Con los ojos cerrados y bocas jadeantes besándose, me bajo el boxer a mis rodillas y tomo la base de mi pene, Yoko se eleva lo suficiente para tocar la punta. No nos provocamos. De un lento, pero seguro movimiento, Yoko se desliza por mi pene. Cuanto más dentro de ella esté, más lento se mueve. El beso se detiene y nuestras cabezas caen sobre el hombro de frente y mis ojos se cierran fuerte ante la abrumadora sensación de estar dentro de ella. Agarrándola de los muslos, la mantengo presionada contra mí por un momento, luego la levanto ligeramente y vuelvo a bajarla, en un lento viaje por mi pene.
Sus paredes estrechas y suaves, el calor apretándome más cuando me muevo fuera de ella como si estuviera tratando de mantenerme dentro. Nunca había sentido algo así. No se puede comparar con mi mano, nunca podría anticipar la sensación de estar dentro de ella. Mientras me concentro en cómo se siente estar dentro de ella, la cadera de Yoko se acelera y yo muevo la mía también. Morder y succionar sus pechos me provee una distracción, sabiendo que si continúo concentrándome en su calor interior, me voy a venir antes de que ella esté lista. Pero los sonidos lascivos de su humedad y los trazos de su primer orgasmo entre nosotras, disparan mi mente. Siento el apretón familiar en mi miembro y me apresuro a pensar en otra cosa, como lo que Yoko me dijo que hiciera la otra semana.
Pero se siente tan jodidamente increíble.
No sé lo que es, pero sé que no quiero dejar de sentirlo nunca. La sensación de estar dentro de ella y sentirla apretándose a mi alrededor. No puedo describirlo.
¿Pienso en una analogía?
Sí, las analogías son buenas.
La piel de sus paredes se sienten como la piel en el interior de tu mejilla, pero la textura rugosa de la piel en el cielo de tu boca. Solo que más caliente. Y más suave. Y mucho más mojado. Luego, correrse se siente como un estornudo extremo. Sabes que ya viene, pero no siempre puedes predecir cuánto tiempo tienes de anticipo antes de que salga.
Santa mierda, ¿y si le estornudo encima?
Yoko gruñendo y gimiendo detiene mi pánico y me doy cuenta de que su cadera se mueve más lento, su cabeza cayó a mi hombro otra vez y la conexión entre las dos está mucho más mojada. Toco y siento la evidencia de su orgasmo en la base de mi pene. Rápidamente la levanto en mis brazos, mi aún dura y desesperada erección todavía dentro de ella, con cuidado de no tropezar con mis boxers que están alrededor de mis tobillos, voy hacia la cama.
— Sigues dura. —Afirma—. ¿En qué estabas pensando? —Pregunta perezosamente, ahora acostada al pie de la cama, con sus piernas enredadas en mi cintura.
— No quieres saber. —La atraigo más hacia mí, casi dejando su cadera guindando fuera del colchón y ella gruñe con cansancio cuando empiezo a empujar dentro y fuera de ella otra vez.
Agarro la cadera de Yoko y la elevo para darme mejor acceso. Los sonidos que produce nuestra conexión me excitan mucho más que antes. Mi novia jadea y mueve su cadera en círculos contra mí y casi de inmediato siento mi miembro apretándose de nuevo. El estremecimiento dura una fracción de segundo y me corro dentro de ella, sus paredes apretándome y la presión en mi pene me marean. Yoko gruñe cuando me salgo de ella, respira pesado y lloriquea, agarrándose de la sábana y luego de su cabello.
Me agacho para subirme el boxer y al ver su sexo rojo noto lo exhausta que está, probablemente desde antes de que la follara lo suficientemente fuerte para venirme. Paso mi lengua entre sus pliegues por costumbre y perezoso deseo y ella se sobresalta. Sin querer presionarla, me levanto y voy hacia el cabecero de la cama para abrir la cobija y Yoko sube por el colchón para meterse bajo esta. Antes de meterme a la cama con ella, voy apagando una a una las velas y ella vuelve a hablar. Pensé que se había desmayado otra vez.
— Te dije que no te vinieras dentro.
— No sabía qué más hacer. —Digo en mi defensa, metiéndome a la cama a su lado. Yoko se acuesta sobre mi pecho y me abraza con su cuerpo desnudo.
— Lo sacas. —Dice con obviedad.
— ¿Y dónde lo pongo?
— En tu mano, sobre mí, no lo sé. Tengo una boca, Faye. —Me sorprendo por su franqueza y aunque mi corazón se acelera, mi mente entra en pánico al pensarlo.
— Sí, eso nunca va a pasar.
— ¿No tengo permitido darte sexo oral? —Pregunta con un tono casi inocente, pero con su mano vagabundeando por debajo de la cobija, posándola malvadamente encima de mi pene cubierto.
— Nope.
— ¿Por qué?
— No se ve lindo y estoy segura de que no vas a disfrutarlo.
— ¿No puedo ser yo quien juzgue eso? —Me río de su intento y ella responde con una risita cansada.
— No lo creo. —Cuando sus dedos comienza a apretarse alrededor de la carne en mi boxer, alcanzo su mano y la subo a mi estómago—. Pero siento no haber podido aguantarlo, cielo. En realidad no sé cuándo va a pasar. Tienes esta sensación como que vas a estornudar y fuerza su salida, no sé qué hacer. Lo siento. —Explico, besando su cabeza. Sus manos me acarician el abdomen y las costillas.
— Y por eso es que vas a envolverlo la próxima vez.
— La próxima vez. —Repito con una sonrisa en mi rostro, desde ya anticipando la intimidad con mi novia. Nada puede detener el enjambre de mariposas que se desata en mi estómago al recordar que la hermosa mujer es mi novia.
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