08
No nos quedamos mucho después de que Marissa y las chicas se fueron.
El camino a su casa en el auto fue ligeramente incómodo y lleno de nervios.
La atmósfera tensa entre nosotras. Mientras conduce, los dedos de Faye golpetean el volante de manera sistemática, no rítmica, como si tratara de calmar sus nervios. Su cuerpo irradia tanto calor como ansiedad, evidenciado por el hecho de que continua remojándose los labios con la lengua.
Yo no estoy diferente. Estoy tan nerviosa como ella, probablemente por la misma razón: las cosas van a cambiar esta noche. Nuestra relación dará un nuevo paso.
A pesar del claro nerviosismo que compartimos, la tensión sexual forma un aire espeso a nuestro al rededor. Las dos sabemos que algo va a pasar esta noche y estamos hambrientas de ello. Tenerla concentrada en el camino me dio tiempo de apreciar la belleza de la mujer a mi lado.
No se puede negar que Faye lució increíble esta noche, y las depredadoras miradas que le dieron otras personas en el club me confirmaron que no solo yo pensé eso. Toda la noche me concentré en sus toques, la suavidad de sus dedos y la delicadeza de su tacto. Observo su piel, sus tonificados biceps y muslos, el provocador escote. Saber que hay algo más debajo de su ropa me recuerda que no es solo ternura lo que ella puede darme, su crudo magnetismo sexual será algo enteramente nuevo.
Mientras soy consumida por lujuria y afecto hacia ella, veo que no ha parado de golpetear el volante con sus dedos, nervios todavía evidentes. Elevo una mano y acaricio su muñeca derecha, silenciosamente animándola a que suelte el volante. Lo hace, entrelazo mi mano con la suya y la llevo a mi boca para besar suavemente la punta de sus dedos. Cada vez que nos hemos besado ha sido muy especial, pero nunca tan íntimo como este momento. Ella me ofrece una sonrisa con sus mejillas sonrojadas.
Aprovecho que está relajada y no concentrada en mí para admirarla un poco más. Cuando mis ojos caen a su entrepierna, no me da tiempo de reprenderme antes de que el auto se detenga y ella anuncie que hemos llegado. Ella suelta mi mano, sale y rodea el vehículo para abrir mi puerta, luego me guía a la entrada principal. Dios, espero que no haya notado dónde la estaba mirando.
Realmente nunca pensé en cómo sería su casa, pero estar aquí y verlo yo misma es placenteramente sorprendente. Es completamente Faye. Está claro que ella diseñó el lugar. Es bastante grande para una sola persona y todo es moderno con un toque de retro en la decoración.
— Tu casa es hermosa, Faye. —Le digo mientras me da un tour.
Pronto llegamos a su habitación y yo admiro cada cosa de su cuarto, esperando descubrir hasta el más mínimo detalle de su personalidad. Me suelta la mano y me da la libertad de ver fotos enmarcadas, libros y CDs que tiene por ahí.
Volteo a verla con una sonrisa en mi rostro al ver una foto de ella y quienes obviamente son su familia. Ella ya me estaba mirando a mí. Está mirando mi cuerpo, hambre en sus ojos mientras observa mis curvas y el largo de mis piernas. De pronto me siento débil ante su mirada, pero recupero mi confianza al darme cuenta de cuánto la he afectado.
— ¿En lugar de desvestirme con tus ojos, por qué no lo haces con tus manos?
Mi tono suena casi inocente a pesar de la sugerencia. Mis ojos rogándole que haga algo.
Camino hacia ella y asumo que su silencio se debe a sus nervios. Pongo sus manos en mi cadera y acuno su mandíbula, la punta de mis dedos alcanzando su nuca.
— Está bien, Faye. —Beso sus labios delicadamente—. Puedes tocarme, Faye, está bien. —Cuando finalmente asiente, me doy la vuelta, dándole la oportunidad de empezar el proceso de quitarme el vestido.
Faye aprieta mi cintura suavemente y sube a mis hombros para desabrochar el vestido. La tela ahora solo me cubre de la cadera para abajo. Faye desliza sus dedos por mi columna, haciéndome temblar con su tierno tacto. La forma en que mi cabello está sujetado, permite que mi espalda se convierta en lienzo para su trabajo, sus dedos acariciando con suavidad y la ternura de sus besos en mis omóplatos completan el toque mágico.
Pasa algunos minutos dibujando en mi espalda hasta que sus manos se mueven hacia mi cadera y lentamente remueve el vestido de la curva de mis nalgas, dejando que caiga a mis pies. Mi respiración se detiene cuando la siento acariciar mi trasero como si estuviera apreciando algo delicado. La tanga negra que estoy usando le permite explorar cada centímetro de la amplia curva, su tacto dejando mi piel caliente y desesperada.
Cuando sus movimientos dejan de dudar y entra en confianza, llevo mis manos hacia atrás para tomar las suyas y llevarlas al frente, roza mi centro cubierto e ignorando la sensación, las subo más y las dejo sobre mis senos desnudos. Aunque lo haya esperado, nada me preparó para Faye tocándome tan íntimamente.
Temblé con deleite al sentir sus cálidas manos en mi pecho, la torturadora fricción contra mis pezones causando que me recostara contra el suyo, empujando mis senos por completo a sus manos. Faye enciende algo en mí al empezar a darme besos húmedos en mi cuello, succionando la piel mientras masajea mis senos con seguridad, forzándome a liberar gemidos lujuriosos.
El momento termina muy rápido cuando Faye libera mi pecho de su agarre y se mueve hacia mi costado y mi abdomen. En lugar de gemir, me río suavemente y ella rompe todo contacto conmigo y da un paso atrás. De inmediato me doy la vuelta, dando un paso para liberar mis pies del vestido, y sostengo su rostro en mis palmas.
— Perdona, me hiciste cosquillas. —Me río otra vez, tomando nota de que sus nerviosos ojos están de un tono más oscuro que antes, pero brillando con felicidad. Tomo una de sus manos y nos guío a la cama, sonriendo con arrogancia al saber que la mirada de Faye está fija en el movimiento de mi culo al caminar.
Mi confianza nunca ha estado tan elevada, pero saber que sus manos y sus ojos han estado admirándome toda la noche, hacen que el dominio me llegue naturalmente.
Guío a Faye para que se siente en el borde del colchón y yo me quedo de pie entre sus piernas. Sus ojos nunca abandonan los míos. Pronto mis dedos se enredan en su cabello y empieza a dejar besos rudos y húmedos en mi abdomen, usando sus dientes para mordisquear la piel bajo mis costillas. Trato de ignorar las cosquillas y me concentro en lo tentadora y caliente que se siente su lengua en mi piel.
La altura extra que me dan mis tacones le permite a Faye dejar tormentosos besos en mi cadera, moviéndose para tentarme con su lengua sobre la línea de la cinturilla de mi tanga. Sus besos se vuelven lentos, pero más intensos al concentrarse en la piel donde comienza mi tanga, su provocación causando que entierre mis uñas en su cuero cabelludo.
Cuando pensé que mi sensibilidad a su tacto ya había alcanzado el punto máximo, sus dedos aprietan mis muslos antes de subir y deslizarse sobre mi centro. Faye sin duda consciente de la humedad en la tela.
— ¿Puedo quitar esto?
El suave tono de Faye me saca momentáneamente de mi estado y bajo la mirada hacia ella. A pesar de la dulzura en su voz, el deseo carnal en sus ojos revela lo desesperada que está también.
Asiento casi dubitativa ante su sugerencia, sus dedos ya enganchados a mi ropa interior, la baja lentamente. Los ojos de Faye se desconectan de los míos para mirar la piel recién expuesta, algo que no cambia aún cuando se inclina para quitar la tanga de mis tacones.
Faye se remoja los labios con la lengua y sus dedos suben de mis tobillos a mis piernas y luego a mis sensibles labios vaginales, la humedad acumulándose en sus dedos. Antes, acaricia mi limpio monte de Venus. Me había depilado por impulso hace unos días, y ahora me alegro de haberlo hecho. Faye parece maravillada con los detalles de mi centro, su obvio deseo me lleva a mi siguiente pregunta.
— ¿Quieres que me acueste?
Ella asiente rápidamente y se levanta para que cambiemos de lugar. Me siento en el borde de la cama y antes de que pueda moverme hacia el centro del colchón, ella se arrodilla.
He tenido sexo antes. Hace mucho tiempo, pero he tenido sexo antes. Sin embargo, nunca me he sentido tan expuesta, ni tan deseada como en este momento.
Faye se pone una de mis piernas sobre un hombro y une sus labios delicadamente con el costado de mi rodilla, subiendo lentamente. Antes de que pueda quejarme de su lentitud, ataca la cara inferior de mi muslo con besos rudos, apretándolo también con sus dedos. Pronto sube mi otra pierna a su otro hombro y le da el mismo tratamiento: las mismas lamidas, los mismo besos, los mismos mordiscos.
Me estoy sosteniendo sobre mis codos, mirando a la hermosa mujer entre mis piernas. Faye aleja la vista de mi centro y mira mis ojos. Mantengo su mirada hasta el momento en que succiona mi piel donde mi sexo se une a mi muslo. Mis brazos colapsan y mi espalda cae al colchón, me cubro la cara con las manos y empujo mi cadera contra su cara.
El ritmo de Faye es provocativamente lento. No sé si su intención es provocarme, pero su intensidad y falta de finalidad es una tortura.
— Faye, por favor. —Entierro mi tacón en su hombro, atrayéndola más contra mí. Todavía no es suficiente cuando su lengua explora mi sexo, uniendo mis pliegues a su boca, adorándolo con su lengua, pero sin darle atención a lugares donde más la necesito—. Mi amor, por favor.
Faye me mira casi nerviosamente y mi corazón se hincha con afecto. Acuno una de sus mejillas con una mano y guío su boca a mi clítoris, alzando mi cabeza hacia atrás con placer ante el primer contacto. Esto nunca se ha sentido tan bien. Su confianza crece con mi inmoral reacción y succiona donde le indiqué, directo en mi clítoris, rodeándolo con la lengua.
— ¿Eso está bien?
Se separa para respirar. Una pizca de preocupación en su tono. En silenciosa respuesta, enredo mis dedos en su cabello y gentilmente la atraigo de nuevo para que continúe.
Maldiciones escapan fácilmente de mi boca por lo abrumada que estoy con su estridente atención a mi clítoris, llevándome muy cerca del punto máximo. Alcanzo su mano que está firme en mi abdomen y la muevo hacia abajo para añadirla a su lengua. Guío los dedos de Faye para que liberen mi clítoris de su capuchón y jadeo: "Suave, suave", para dirigir la cantidad de presión que usa debido al aumento de mi sensibilidad. El tiempo parece ir más lento y luego de lo que parecen minutos, succiona firme, pero gentilmente, mi clítoris expuesto, mandando olas de fuego a través de mi cuerpo.
Después de un momento, cuando finalmente recupero mis sentidos, siento un peso en mi ahora relajado muslo. Faye lo usa de almohada antes de volver a ver hacia arriba, hacia mí.
— Joder, eso estuvo tan bien. —Expreso, bajando del punto más elevado de éxtasis que he alcanzado jamás. Faye lentamente se levanta, desenredando mis piernas de sus hombros. Gentilmente me quita los tacones y luego se acuesta a mi lado en la cama. Se sostiene sobre un codo y acaricia mi abdomen y mis senos con la punta de sus dedos.
Normalmente ya me hubiera sentido incómoda en este punto. Estoy completamente desnuda y mi compañera sigue vestida. Estoy completamente expuesta a Faye.
— ¿Está bien si te beso? ¿O debería lavarm...?
La interrumpo con un beso abrasador, probándome a mí misma en su lengua. El sabor lúbrico me da vueltas la cabeza y la hago acostarse bien, moviéndome a una posición casi encima de ella. Luego de algunos minutos masajeando su lengua, me doy cuenta de que mis dedos viajaron a su escote. Acaricio la suave y sudorosa piel de sus senos y el valle entre ellos.
Intensifico la presión de mi beso cuando Faye muerde mi labio inferior, mis manos ahora masajeando sus senos completamente por encima de la tela de su traje. Dudando, deslizo una mano hacia abajo por su cuerpo, -mis labios y lengua manteniendo el ritmo con los de ella-. Cuando mi mano entra en contacto con su paquete, la siento tensarse y su boca para de responderle a la mía.
— Por favor detente. —Ruega al sentir mi firme tacto.
Poso mi palma en su pelvis y acuno su rostro.
— Ya me detuve, ¿sí? Por favor, relájate. —Sus ojos fuertemente cerrados, con lágrimas amenazando con caer y sus manos en su cabello, evidencian su dolor. Mi corazón se rompe. La incomodé. Estaba bien cuando la estaba tocando antes, pero todo cambió cuando... la toqué—. Lo siento mucho. —Le pido perdón, besando sus labios y mejillas.
— Yo lo siento, lo arruiné.
— No, mi amor. Faye, no arruinaste nada.
— Sí, arruiné esto. —Señala entre las dos.
— No lo hiciste, cariño, te lo prometo. Todo está bien, aparte del hecho de que estoy muy desnuda y con mucho frío. Pero todo lo demás está bien, lo prometo. —Alivio sus nervios acariciando su rostro y sonriéndole.
Sus ojos continúan tristes, pero llenan los míos de amor y afecto. No hay nada que me haga dejar de mirarla. Su intimidante, pero gloriosa mirada me toca de la forma más profunda.
— ¿Tal vez deberíamos dormir? —Me sugiere, rompiendo el silencio, pero no la conexión de nuestros ojos.
— Tal vez. —Asiento—. Eh, ¿me prestas algo de ropa? —El estar todavía completamente desnuda y expuesta, me desorienta. No es algo que yo haría, pero con Faye me siento muy cómoda.
— No. —La miro divertida por su rápida respuesta—. Digo, sí, por supuesto. No sé por qué dije que no. Claro que sí. —Está divagando—. ¿Segura que no te quieres quedar así? —Y ya tiene confianza otra vez.
— ¿Quieres que me quede así? —Le guiño una vez que se levanta y vuelve a devorar mi desnudo cuerpo con la mirada.
— Bueno, no me opongo a la idea. —Una vez que se gira a sus cajones, me meto bajo el edredón, ya no aguanto el aire frío.
— Una camisa estará bien, Faye. —Calmo su preocupación cuando la veo buscando unos pantalones que no me vayan a quedar tan grandes. Me tira una camisa de Bob Marley y me la pongo inmediatamente, disfrutando de su calidez y el reconfortante aroma. Se excusa para cambiarse y se mete al baño.
Sale un par de minutos después usando una camiseta y shorts de basketball, diciendo que tiene otro cepillo de dientes en caso de que quiera lavarme. Niego ante su lindura, pero me uno a ella en el baño de todas maneras. Estamos compartiendo el lavatorio, lavándonos los dientes juntas y robándonos miradas poco discretas. Tampoco me pierdo el hecho de que mira seguido hacia el final de mi camisa, esperando que se me suba. Es ahí cuando no me arrepiento de no haberme puesto ropa interior. Se siente increíble ser el objeto de sus deseos.
Se siente muy cotidiano cuando salimos del baño juntas y Faye apaga la luz principal de la habitación para que yo encienda la lámpara de la mesilla, iluminando el cuarto perfectamente. Tomamos cada una un lado de la cama, aunque yo me encuentro más en su lado, prácticamente. Sin pensarlo mucho, acuesto mi cabeza en su pecho y ella me envuelve con sus brazos. Se estira para apagar la lámpara y todo se oscurece. No le pongo mucha atención al cotidiano e íntimo turno en nuestra relación, en lugar de eso, me concentro en su aroma, en su calidez, y en lo jodidamente asombroso que se siente estar entre sus brazos.
— Por cierto, eres hermosa, Yoko. No te lo dije antes. Eres muy, muy perfecta.
— Tú también lo eres, Faye... tan perfecta.
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