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"La esperanza que se desvanece como una quincena"

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Cuando te enamoras cometes varios errores te vuelves ciego ante ciertas señales que son muy evidentemente, que te dicen que estas entrando en una zona de peligro en tu vida amorosa y emocional. Pero estas tan cegado por ese amor que no vez las señales hasta que es demasiado tarde y te das cuenta que eso te consumió por completo dejandote destruido a ti mismo.

Y luego aparece en tu cabeza ese pensamiento "Ojalá hubiera", eso fue lo que pensó Dalia cuando se dio cuenta en donde su ceguera la llevó, ojalá se hubiera dado cuenta que estaba cometiendo de nuevo el mismo error de volver con Donovan allí estaban esas claras señales pero ella se negó a verlas, se negó a ver la pura realidad para volcar sus esperanzas en algo que claramente no iba a funcionar.

Pero como había llegado a ese punto de su vida en el que abrió sus ojos y vio la realidad...

Dalia, con sus 19 años recién cumplidos, se había adentrado en el mundo universitario con la ilusión de una joven que amaba los libros y las historias de amor.  Su pasión por la literatura inglesa la había llevado a la Universidad, donde se había inscrito en la carrera que siempre había soñado.  Ella veía el mundo a través de las páginas de los libros, donde el amor siempre triunfaba y los finales felices eran la norma.

En su primer año, Dalia se encontró con Donovan, un estudiante de segundo año de Economía.  Él era alto, con ojos azules penetrantes y una sonrisa que podía derretir cualquier corazón.  Dalia se había enamorado de él a primera vista, aunque él no era el tipo de hombre que ella solía encontrar atractivo.  Él era un poco arrogante, un poco egocéntrico, pero tenía un encanto que la cautivó.

Donovan la había conquistado con palabras dulces y miradas intensas.  Él le decía que era hermosa, inteligente y que la admiraba.  Dalia, ingenua y enamorada, se había dejado llevar por sus encantos.  Ella no había notado las pequeñas señales que indicaban que Donovan no era el hombre que ella pensaba que era.

Él era un hombre que siempre buscaba la atención, que se sentía atraído por las mujeres que le admiraban, que no dudaba en coquetear con ellas.  Él tenía un pasado de relaciones fallidas, marcadas por su egoísmo y su falta de compromiso.  Pero Dalia estaba tan enamorada que no podía ver nada de eso.

Ella se había entregado a él por completo, sin darse cuenta del peligro que se escondía detrás de su sonrisa.

Su relación fue una montaña rusa de emociones.  Dalia se aferraba a la esperanza de que su amor fuera real, de que Donovan cambiara por ella.  Ella le perdonó sus infidelidades, sus mentiras y sus promesas incumplidas.  Pero Donovan siempre volvía a sus viejos hábitos, y Dalia se encontraba una y otra vez con el corazón roto.

A pesar de todo, Dalia no podía dejar de amar a Donovan.  Ella creía que su amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo.  Ella se aferraba a la esperanza de que algún día él se daría cuenta de lo que realmente significaba para ella y cambiaría su forma de ser.

Pero la realidad era que Donovan nunca iba a cambiar.  Él era un hombre egoísta y poco responsable, que no estaba dispuesto a luchar por una relación.  Dalia se había enamorado de una ilusión, de una imagen que Donovan había creado para ella... Una imagen que quedaría al descubierto.

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En la Actualidad

Cinco años habían pasado desde que se conocieron en la Universidad.  Cinco años de altibajos, de promesas incumplidas, de infidelidades y de reconciliaciones.  Cinco años de aferrarse a la esperanza de que su amor fuera lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo.

Dalia se había acostumbrado a vivir en una ilusión, a creer que su amor por Donovan era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo. Pero la realidad se estaba imponiendo, como una ola que se acercaba con fuerza, amenazando con destruir todo lo que había construido.

La alarma sobre la mesa de noche empezó a sonar, indicando las siete y media de la mañana. Estiro su brazo para apagarla y volvió a cubrirse con las cobijas, pero al estirar sus manos hacia el lado de su compañero notó su espacio vacío, una costumbre de la cual ya había aceptado desde hace años. Dejó salir un profundo suspiro. Dalia se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. Miró hacia la ciudad, donde el amanecer pintaba el cielo con tonos rosados y naranjas, mientras las luces de los edificios empezaban a encenderse, creando un espectáculo de luces y sombras. El aroma a café recién hecho se mezclaba con el humo de los coches, creando una atmósfera única que la ciudad ofrecía a esa hora. Se sentía atrapada, como si estuviera dentro de un laberinto y no pudiera encontrar la salida de su situación, la situación que se estaba negando a ver, o al menos por ese momento lo estaba. Pero el sonido de una notificación de su móvil la trajo de vuelta a donde estaba. Se dirigió hasta él y lo tomó. Un mensaje de Donovan la hizo sonreír al instante, nuevamente regresó a lo mismo, era como si él supiera que cada vez que ella vería la realidad en la que estaba, la volviera a traer de regreso a una ilusión sin retorno.

Dalia se quedó mirando el mensaje de Donovan en su teléfono.

Siento no haber despertado hoy contigo, te lo compensare, te amo Dalia

Las palabras dulces y una nueva promesa estaban allí escritas una vez más. Ya había pasado por eso anteriormente, pero nuevamente sonrió como la joven enamorada de siempre. Sin embargo, esta vez esa pequeña voz de su conciencia le habló:


Otra vez lo mismo, abre los ojos.

Sacudió su cabeza intentando callar esa voz en su cabeza y cerró sus ojos. La imagen de Donovan apareció, con su sonrisa encantadora y sus ojos azules penetrantes, alejando aquellos pensamientos.

Tenía esperanzas en su relación. Él le prometía que había cambiado, que había aprendido de sus errores, que esta vez sería diferente. Dalia, con su corazón aún vulnerable, se había dejado llevar por sus palabras una y otra vez.

Dalia se obligó a apartar esos pensamientos y se dirigió al baño.  Se miró al espejo, y por un momento se sintió como una desconocida.  Su rostro, antes lleno de vida e ilusión, ahora reflejaba una mezcla de tristeza y resignación.

Se puso una blusa blanca de seda y una falda negra de tubo, un atuendo que siempre le hacía sentir segura y profesional.  Su trabajo en la editorial era su refugio, su escape de la realidad.  Ella era la asistente personal de la jefa de editores, una mujer poderosa y exigente que la había enseñado mucho sobre el mundo editorial.

Dalia se maquilló con cuidado, tratando de ocultar las ojeras que le habían salido por las noches sin dormir.  Se puso un poco de perfume, un aroma fresco y floral que la hacía sentir más segura.

Mientras se dirigía a la cocina, no podía dejar de pensar en Donovan.  Él le había prometido que la llamaría más tarde, que le contaría todo sobre su nuevo proyecto, que la invitaría a cenar.  Dalia sabía que era una mentira, que él solo estaba tratando de tranquilizarla, pero no podía evitar sentir una punzada de esperanza.

Tomó un café y un croissant, y se sentó en la mesa de la cocina.  Justo en ese momento, la puerta se abrió y Donovan entró.  Dalia se sorprendió, y su corazón dio un vuelco.

- ¿Donovan?¿Estas aquí? - Preguntó Dalia, con una sonrisa en sus labios y llena de ilusión.

"He olvidado algo así he venido a por ello y vuelvo a trabajo, ya sabes estamos complicados con cierto temas" respondió Donovan, siendo un poco indiferente y ni siquiera la había mirado.

Aquello hizo que su sonrisa se desvaneciera de sus labios y bajo la mirada hacia el suelo, sintiendo un dolor en su corazón.  Una punzada de decepción la recorrió, como un cuchillo que le atravesaba el pecho.  ¿Era esto todo lo que significaba para él?  ¿Solo una excusa para venir a su departamento?

Donovan al mirarla, se dio cuenta del error que cometía y sacó su encanto ante ella, ese que sabía perfectamente que funcionaria como siempre cautelosamente se acercó hasta Dalia y la abrazo por la cintura, beso su cuello.

- En serio te lo creíste, solo ha sido una broma - Sonaba manipulador y encantador al mismo tiempo - He venido a verte me sentí mal por no estar a tu lado cuando despertaste.

Allí otra vez cayó en aquella manipulación.  Dalia se aferró a la esperanza, a la necesidad de creerle.  ¿Acaso no quería creerle?  ¿No era eso lo que ella siempre había querido?

- Hablas enserio? - Preguntó al darse vuelta para mirarlo aunque esa pregunta era más para ella que para él.
- Claro que si, me he escapado de trabajo para venir a verte y lo he hecho solo por mi ángel.

La voz de Donovan era suave, casi susurrante, y sus ojos azules brillaban con una intensidad que la hacía sentir débil.  Dalia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, una mezcla de miedo y deseo.

¿Cómo podía ser tan cruel con ella?  ¿Cómo podía jugar con sus emociones de esta manera?

Pero en ese momento, solo podía pensar en la calidez de sus brazos, en la sensación de su cuerpo contra el suyo.  Era como si él tuviera el poder de borrar todos sus miedos, todos sus dolores.

Dalia se aferró a la esperanza, a la ilusión de que esta vez sería diferente, que esta vez él la amaría de verdad.

Donovan la soltó lentamente, sus ojos recorriendo su rostro con una mirada que la hacía sentir como si estuviera desnuda.

- Deberíamos cenar juntos esta noche, ¿qué te parece?  - dijo Donovan, con una sonrisa traviesa.  - Puedo contarte todo sobre mi nuevo proyecto, y tú puedes contarme todo sobre ti.

Dalia sintió una oleada de deseo recorrer su cuerpo.  Donovan era tan encantador, tan irresistible.  No podía negarse, no podía resistirse a su encanto.

- Me encantaría - dijo Dalia, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Donovan la besó en la mejilla, un beso rápido y suave que la dejó con una sensación de confusión y deseo.

- Te veo esta noche, mi ángel - dijo Donovan, antes de salir de su departamento.

Dalia se quedó allí de pie, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.  ¿Qué estaba haciendo?  ¿Por qué se dejaba manipular por él una y otra vez?

Pero en ese momento, solo podía pensar en la cena, en la posibilidad de que esta vez fuera diferente, que esta vez él la amara de verdad.

✦✦✦✦

Mientras salía de su apartamento, el sol ya había salido y la ciudad estaba llena de vida, con gente corriendo por las calles, coches que pitaban y el ruido de las sirenas.  Dalia se sintió abrumada por la energía de la ciudad, pero también se sintió un poco más segura.

Mientras caminaba hacia la estación de metro, no podía dejar de pensar en su trabajo.  La editorial, llamada "Palabra Viva", era un espacio pequeño pero moderno, con paredes de ladrillo visto, muebles de madera clara y una gran librería llena de libros de todos los géneros.  El aroma a papel nuevo y tinta se mezclaba con el café recién hecho que emanaba de la pequeña cafetería en la esquina, creando un ambiente cálido y acogedor.  Dalia disfrutaba de la compañía de sus compañeros, que eran escritores, editores y diseñadores apasionados por su trabajo.  Se reían juntos, compartían ideas y debatían sobre los libros que estaban leyendo.

Dalia llegó a la oficina y saludó a la recepcionista, una chica joven y sonriente que siempre le hacía sentir bienvenida.  Mientras se dirigía a su escritorio, su teléfono vibró.  Era un mensaje de su hermana, Dhelia.

Dalia, ¿cuándo vas a venir a ver a mamá y papá?  Ya hace mucho que no los visitas . Te extraño mucho, y ellos también.

Dalia suspiró.  Sabía que su familia no aprobaba su relación con Donovan, y él se había encargado de que su relación con ellos fuera cada vez más distante.  Al principio, sus padres habían querido a Donovan porque lo veían como un buen chico y así feliz a su hija.  Pero con el tiempo, notaron el cambio en Dalia, cómo se había vuelto más insegura, más retraída, más distante.  Intentaron hablar con ella, pero nunca lograron que los escuchara.  Donovan siempre le decía que su familia no la entendía, que no la apoyaba, que solo querían controlarla.

Dalia sabía que Donovan estaba equivocado, pero no podía dejar de sentir una punzada de culpa cada vez que pensaba en sus padres.

Se obligó a apartar esos pensamientos y se concentró en su trabajo.  Samantha Rivera, su jefa, era una mujer mayor pero se mantenía bien para su edad.  Tenía el cabello rubio semi largo y ondulado, que le caía sobre los hombros en suaves ondas, y siempre vestía con elegancia, con trajes sastre impecables y zapatos de tacón alto.  Su mirada era penetrante, como si pudiera ver a través de las personas, y su voz, aunque suave, tenía un tono de autoridad que inspiraba respeto.  Samantha tenía una oficina amplia y luminosa, con una gran ventana que daba a la ciudad y una mesa de trabajo de madera oscura repleta de libros y papeles.  En las paredes, colgaban cuadros de artistas contemporáneos y fotografías de viajes a lugares exóticos.  Samantha era una mujer que había recorrido un largo camino en el mundo editorial, y su oficina reflejaba su éxito y su pasión por la literatura.  A pesar de su mal carácter, Samantha le tenía aprecio a Dalia y la había ayudado a crecer profesionalmente.  Samantha era una jefa estricta, pero justa, y siempre estaba dispuesta a dar consejos y a compartir su experiencia con Dalia.

Dalia se sentó en su escritorio y comenzó a revisar su correo electrónico.  Tenía mucho trabajo por hacer.  Su trabajo como asistente personal de Samantha era variado y exigente.  Dalia se encargaba de organizar las agendas de Samantha, de gestionar sus viajes, de responder a sus correos electrónicos, de preparar las reuniones y de coordinar las entrevistas con los autores.  También se encargaba de la selección de los manuscritos que llegaban a la editorial, de la lectura de los libros que se publicaban y de la preparación de las notas de prensa.  Dalia era una persona organizada y eficiente, y disfrutaba de su trabajo, aunque a veces se sentía abrumada por la cantidad de tareas que tenía que realizar.

Dalia disfrutaba de la dinámica de la editorial.  Le encantaba la energía creativa que se respiraba en el ambiente, y disfrutaba de la compañía de sus compañeros, que eran escritores, editores y diseñadores apasionados por su trabajo.  A pesar de que el trabajo era ajetreado, Dalia se sentía feliz en "Palabra Viva".

Dalia se levantó de su silla y se dirigió a la cocina para tomar un café.  Mientras esperaba que el café se hiciera, no podía dejar de pensar en el mensaje de su hermana.  Dalia sabía que Dhelia tenía razón, que hacía mucho tiempo que no visitaba a sus padres.  Pero no podía evitar sentir una punzada de miedo cada vez que pensaba en ellos.  Donovan siempre le decía que no la querían, que no la apoyaban, que solo querían controlarla.  Y Dalia, con su corazón vulnerable, se había dejado llevar por sus palabras una y otra vez.

Sin embargo, la imagen de sus padres, con sus sonrisas cálidas y sus abrazos reconfortantes, la inundaba de una nostalgia que la hacía sentir aún más culpable.  Dalia se había acostumbrado a vivir en una ilusión, a creer que su amor por Donovan era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo.  Pero la realidad se estaba imponiendo, como una ola que se acercaba con fuerza, amenazando con destruir todo lo que había construido.

Dalia tomó una taza de café y se dirigió a su escritorio.  Tenía mucho trabajo por hacer, pero no podía evitar sentir una sensación de vacío en su interior.


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Después de un arduo día de trabajo, Dalia se alistó para irse a casa, ya que debía prepararse para su cena con Donovan. Guardó sus cosas con mucha emoción y positividad, pues esta vez sí llegaría a cabo esa cena tan pendiente que tenían. Se despidió de su jefa y compañeros amablemente, y se dirigió a la estación de metro.

Después del viaje en metro, llegó al complejo donde vivía y entró, subió las escaleras al segundo piso camino hacia su departamento, el cual abrió, prendió las luces mientras dejaba sus cosas sobre la mesa.

Se acercó a su contestadora y revisó si había algún mensaje de voz.  Escuchó la voz de su novio al otro lado.

Dalia, no podré pasar por ti para ir a cenar, podrías ir adelantándote, te veré allí... La reservación está hecha en el restaurante La Rosé.

Dalia sintió una punzada de decepción al escuchar el mensaje.  Su rostro reflejó una mezcla de tristeza y resignación.  Sus labios se curvaron ligeramente hacia abajo, y sus ojos se vieron apagados.  ¿Por qué no podía pasar por ella?  ¿Qué había pasado?

Pero al mismo tiempo, una pequeña esperanza se encendió en su interior.  La cena aún podría salir bien.  Tal vez Donovan tenía una buena razón para no poder pasar por ella.  Tal vez solo quería sorprenderla.

Dalia respiró hondo y se obligó a sonreír.  Se puso su vestido favorito, un azul marino que Donovan le había regalado en su cumpleaños.  Era un vestido hermoso, le llegaba sobre las rodillas y mostraba su esbelta figura.  Se maquilló con más elegancia y peinó su cabello, se sentía hermosa, esperaba que le gustara a Donovan.

Antes de salir, tomó un saco color rosa pálido, su favorito, y su cartera.  Salió del complejo y se dirigió al restaurante La Rosé.

El restaurante La Rosé era un lugar elegante y romántico, con mesas adornadas con flores y velas.  La música suave de un piano de cola creaba una atmósfera íntima, y el aroma a comida gourmet flotaba en el aire.  Dalia fue conducida a su mesa y se sentó a esperar a Donovan.  Su corazón latía con fuerza en su pecho, una mezcla de nervios y emoción.  Miraba a toda persona que entraba, pero ninguna era él.  Las horas pasaban, y Donovan nunca apareció.  Intentó llamarle varias veces, pero nunca contestó.  La tristeza la invadió, sentía que su corazón se derrumbaba de a poco.

Dalia se sintió decepcionada, herida y humillada.  Se sintió como si la hubieran pisoteado, como si no valiera nada.  Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y no pudo contenerlas.  Se levantó de la mesa y salió del restaurante.

Mientras camina entre la multitud, los recuerdos de todas las veces que la defraudó aparecieron ante sus ojos mientras sus lágrimas se deslizan por su rostro.  Una vez más la había decepcionado y la humilló dejándola plantada, camino y camino siendo un mar de lágrimas sin darse cuenta llegó hasta la casa de su hermana, corrió hacia la puerta y tocó varias veces.  Dhelia al verla en ese estado le rompió el corazón y simplemente la abrazó con fuerza a su hermana.  Allí finalmente el disco rayado de una ilusión comenzaba a romperse.

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