Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟎𝟏. the beginning of my life.

⠀⠀


𝟎𝟏. CAPÍTULO UNO . . .
❛ el comienzo de la mejor
parte de mi vida ❜

En 1958, Beaufort, en Carolina del Norte, era el tipico pueblecito pequeño de Estados Unidos. Era la clase de lugar donde la gente se saludaba cada mañana cada vez que veían a alguien, tanto si lo conocía como si no, y el aire olía a mar, a hojas frescas y pino, un aroma distintivo de los estados del sur.

En aquella época, solo habían unos cuantos canales de televisión, y no todos los tenían. No era nuestro pasatiempo favorito de hacer. En cambio, los niños pequeños revoloteaban por las calles de cemento caliente, los adultos trabajaban y los adolescentes pasaban la mayoria del tiempo en la secundaria de Beaufort.

Nuestras vidas giraban en torno a las iglesias, donde sin mentirles, habia un montón que solamente podría recordar el nombre de un par. Mi madre y yo nos dirigíamos a la iglesia dirigida por Hegbert Sullivan, el reverendo que era miembro de aquella antes de que Noe haya construido el arca. Bueno, tal vez no fuera tan viejo, pero sí que era lo bastante mayor para tener arrugas en su rostro y que se le transparentaran las venas a través de su piel viscosa —los más pequeños del pueblo podían jurar ver como le corría la sangre por sus venas— Además tenía el pelo tan blanco como esos pequeños conejitos de pelaje suave como algodón.

Cuando éramos más jóvenes, mis amigos y yo nos encondíamos detrás del gran árbol en la entrada de la casa del viejo Hegbert y le gritábamos "!Hegbert es un fornicador!" en referencia a la obra de teatro escrita por él, nos poníamos a reir como locos, como sí fueramos los seres más divertidos en todo el planeta Tierra.

El viejo Sullivan se paraba en seco y miraba a todo su alrededor, su rostro comenzaba a adaptar un rojo intenso igual al color de un tomate, las venas de su cuello comenzaban a marcarse de una forma increíble. Continuaba mirando en todas direcciones entrecerrando los ojos, luego su piel volvía a su color normal y su pecho se relajaba. !Era un espectáculo digno de ver! Nosotros seguíamos escondidos detrás del árbol mientras nos cubríamos la boca con ambas manos para no ser descubiertos —y para no reirnos a carcajadas— pero, al final, siempre nos acababa por descubrir. "Sé que eres tú, Andrew Starkey" gritaba y mi corazón por medio segundo, paraba. "Y Dios también lo sabe" continuaba gritando mientras entraba a su casa. Entonces, en ese momento, mis amigos y yo nos reiamos a carcajadas intentando imitar su rostro furioso.

Luego, al fin de semana, durante su sermón, me mataba con la mirada mientras decía algo como: "Dios es demasiado bondadoso con los niños" Yo me hundía en mi asiento mirando como mi madre asentía ante las palabras del viejo Hegbert, pero no me hundía en mi asiento por vergüenza, si no, para ocultar mis nuevos ataques de risa. Hegbert no era capaz de comprendernos, lo cual en cierto modo, era extraño, ya que él también era padre, pero de una chica... Pero eso lo explicaré más adelante.

Cuando iba en la secundaria, cada año había dos representaciones de obra, una de ellas era escrita por Hegbert y otra iba cambiando cada año. Y en ambos casos, el teatro de la secundaria se llenaba a rebosar.

Eran representadas por estudiantes, o más bien, Hegbert deseaba que así fuera —mayormente eran estudiantes de ultimo año y no actores de verdad—. Supongo que pensaba que era una experiencia extraordinaria y buena para el aprendizaje antes que se marcharan a la universidad y tuvieran que vivir la vida de verdad, con toda esa panda de fornicadores —otra referencia a la obra del viejo Hegbert—. Él en sí, era así, pretendía salvarnos de la tentación para no convertirnos en unos pecadores. Quería que supieramos que Dios siempre estaba presente y atento a nosotros, vigilándonos, y que, depositábamos nuestra confianza en el Señor. Era una lección que, con el paso del tiempo, acabé por aprender, aunque no fue Hegbert quien me la enseñó.

Tal y como dije al principio, Beaufort era el típico pueblecito del sur, aunque según mi madre, había cambiado muchísimo, pero todavía no es una gran ciudad ni nada parecido. Beaufort era, y siempre será, un pequeño pueblo, pero cuando yo era un niño, vaya, si que parecía sacado de una antigua película, de esas en blanco y negro. Aunque mantenía su esencia a la perfección, habían pequeños detalles que habían cambiado y pocos podían notarlo, una de ellas era que, la familia White había desaparecido, o más bien, la vieja pareja White había muerto y sus hijos habían dejado a Beaufort en el olvido.

Tenían una enorme casa con un gran porche, cuando era niño, iba allí y comía cacahuates a escondidas para luego dejar la basura ahí, pero ellos no eran como el viejo Hegbert. En cambio, ellos sonreían al verme huir y gritaban algo parecido a "La próxima vez que vengas, limpiaras toda tu mierda, Drew" pero claramente, no lo haría y me dejarían hacer mis tonterías infantiles.

Supongo que también influyo la falta de atención que tenían mis padres en mí, cada vez que escuchaba alguna pelea o algo cercano a aquello, simplemente huía y hacía mis tonterías o como lo llamaban algunos, mis maldades. Yo lo definiría como "momentos divertidos" que pasaban en mi vida, ¿o no definirían divertido al rostro rojísimo del viejo Hegbert? ¡Les juro que es algo que mi mente nunca superará!

Pero como les mencioné, las discusiones de mis padres, que siendo sincero, siempre terminaban siendo culpa de mi padre y su estúpida calentura. En aquellos tiempos, era un niño para entenderlo pero ya no, y menos cuando nos dejó para irse con su amante. Fueron días duros para mi madre, días donde yo tuve que ser el hombre de la casa mientras mi progenitora lloraba a mares por el imbecil de mi padre.

Pero yo nunca lo extrañé, deseaba que nunca volviera y agradecía no escuchar sus palabras luego de ir a la iglesia, las cuales sonaban algo como "Hoy el reverendo Sullivan estaba algo raro. Espero hayas prestado atención a sus palabras, en esa parte de las escrituras en que Jesus habla de los pobres..." Sí, papá, claro. Detestaba cuando sacaba su parte correcta e intentaba dar el mejor ejemplo para todos, cuando todo el pueblo sabía que esto no era así, era ese tipo de persona que intentaba suavizar toda la tensión siempre que era posible. Podía manipular a todos con su seductora voz y su inteligencia, sabía cuando y que improvisar en el momento justo y salir glorioso de cualquier tipo de situación. Y no era mal tipo, teniendo en cuenta que nunca me maltrató, ni nada por el estilo.

Pero durante la mayoría de mi infancia, no estuvo a mi lado, y cuando lo estaba, todo se convertía en peleas con mi madre. Detesto decirlo, porque hay esa clase de personas que se quejan porque sus padres siempre están a su lado, y lo usan como pretexto de su comportamiento. Tampoco lo digo para justificar el tipo de persona en que me he convertido, únicamente lo afirmo como un hecho.

Mi padre se pasaba la mayoría del tiempo en el hospital, el cual estaba ubicado en Washington, a unos quinientos kilómetros de Beaufort, turnos de días y noches completas donde mi madre no quería que fuéramos con él con la simple excusa de "Queremos que crezcas tal y donde nosotros lo hicimos"

Sin embargo, había una clara diferencia que durante muchísimo tiempo yo no supe, un padre normal y presente hubiera estado allí enseñándome a jugar algún deporte, yendo a pescar juntos, o simplemente acompañándome a una fiesta infantil. En cambio, yo veía a mi padre pocas veces en el mes, era un completo desconocido para mí, una persona con la cual apenas tenía relación alguna. Durante mucho tiempo, pensé que todos los padres vivían lejos. Un día, mi mejor amigo, Eric Hunter, me preguntó algo confundido quien era el tipo con el que estaba aquella tarde en el parque, en ese momento, me di cuenta que la situación en mi familia no era normal.

"—Es mi padre —respondí con orgullo y la frente en alto.

—Ah —obtuve como respuesta—. No sabía que tuvieras padre."

Aquellas palabras estuvieron en mi mente por un largo periodo de tiempo, su comentario me había sentado como una patada en los huevos o un puñetazo en todo el rostro.

Asi fue como me crié bajo el cuidado de mi madre, una mujer dulce, real y cariñosa, la clase de madre que todos desean tener. Pero no fue, ni jamás podría haberlo sido, la figura paterna que necesitaba en mi vida y eso, unido al creciente resentimiento hacia mi padre, me había convertido en una clase de rebelde, incluso en una edad donde todos los niños eran considerados tiernos.

Que conste que no era un mal niño, simplemente me divertía a mi modo y por algunos, eso estaba mal visto. Mis amigos y yo solíamos salir a escondidas para observar el atardecer mientras comíamos cacahuates o robábamos manzanas del gran árbol de los Dawson, o nos dedicábamos a robar jabón de nuestros baños y luego enjabonar las ventanas de los coches estacionados en la calle central, esa era mi clase de comportamiento que provocaba que otros padres sacudieran la cabeza y susurraran cosas como "Espero no sigas los pasos del mocoso Starkey" o "Starkey se esta ganando el camino para ir a la cárcel"

¿Yo, mala influencia? ¿Por enjabonar ventanas de coches? ¡Que tontería!

Bueno, volviendo al hilo de la historia. Hegbert no tuvo una vida para nada fácil con su difunta esposa. Tenía 29 cuando se casó, y 36 cuando nació su hija, Jamie Sullivan. Su esposa, una mujer hermosa por cierto, diez años más joven que él, tuvo cuatro abortos antes que Jamie naciera, y al final murió en el parto, por lo que, Hegbert quedó viudo y tuvo que criar a su hija solo, sin ayuda alguna.

La gente sabia su historia, era de esas historias que tomaban para hablar de la superación personal y todo el pueblo se la sabía casi de memoria, y por eso creo que muchas personas empatizaban con él, sabían que era real, lo que le daba un significado especial.

Jamie Sullivan, estudió conmigo en primaria y secundaria. Ahora trabajaba en la misma empresa que yo trabajo, la del periódico local, y había actuado en la obra de primavera, algo que muchos habían predecido ya que, era la hija del reverendo. Fue una noche memorable, una de las más destacadas en el pueblo, por su increíble actuación y hermosa voz.

La verdad era que, Jamie era una buena chica, Beaufort era un pueblo tan pequeño que había convivido tan de cerca con ella que mentiría si dijera que nunca había hablado con ella. Una vez, en tercero de primaria, se sentó a mi lado durante todo el año, así que conversamos algunas veces, la mayoría era porque yo no entendía las materias y ella era la número uno de la clase, su ayuda era una maravilla. En la escuela me relacionaba con la mayoría, pero fuera del edificio, la mayoría quedaría fuera de mi circulo social y Jamie, era una de ellas.

No es que no fuera atractiva, no me malinterpretes, simplemente no era el tipo de persona de mi circulo social. Jamie era el tipo de persona que siempre buscaba la "Belleza interior" y supongo que por eso ofrecía ese aspecto tan desaliñado. Desde que la había conocido siempre la había visto con una cola alta como las que llevan las viejas, sin una pizca de maquillaje en la cara. Y a eso, le añadimos el típico cardigan verde claro que siempre traía y los vestidos largos con estampados de flores, Jamie parecía ser la secretaria de la biblioteca.

Mis amigos y yo pensábamos que sería una etapa que pronto se iría, pero estábamos bastante equivocados ya que, aun a sus veintiocho años, Jamie seguía con su aburrido estilo de vida.

Además, estaba Hegbert en su vida, por supuesto que eso tampoco la ayudaba muchísimo, pero ella lo interpretaba como la cosa más normal del mundo y se sentía afortunada de haber sido bendecida con tal bendición. Jamie la mayoría del tiempo solía usar las siguientes palabras "He tenido muchísima suerte de tener un padre como el mío" Cuando lo decía, no podía evitar sacudir la cabeza, pensando como podía decir aquello sin luego arrepentirse, siempre me preguntaba de que planeta provenía.

Lo que mas me sorprendía era como podía tener una sonrisa en su rostro cada día, siempre se mostraba absolutamente feliz y agradecida. Lo juro, esa chica nunca había hablado mal de alguien, ni siquiera de los que no se comportaban cortésmente con ella. Saludaba a cada persona que se cruzaba por su camino, mientras tarareaba una canción con su dulce y cautivadora voz, como si viviría en un mundo paralelo donde todo era estúpidamente perfecto. Además parecía que muchos ancianos la adoraban.

"—Que muchacha más dulce —decían luego de haber recibido una sonrisa de parte de Jamie—. El mundo sería mejor si todos fueran como ella"

Estaba pensando precisamente eso cuando Jamie se giró de su escritorio y puso su mirada en mí, carajo. Llevaba uno de sus clásicos vestidos, esta vez uno blanco y largo hasta los tobillos, tenía un estampado de flores rojas acompañado de su viejo cardigan. Estaba igual que siempre, con su cabello recogido en una cola alta, sin una pizca de maquillaje, pero su piel lucía un atractivo bronceado y por primera vez... Estaba casi guapa. De inmediato, saqué ese pensamiento de mi cabeza pero mi vista no se movió ni un solo poco. Observó a su alrededor hasta que su mirada llegó hacía mí, una sonrisa se posó en su rostro y luego se fue de su lugar de trabajo.

Suspiré negando con la cabeza, sin saber que este día sería el comienzo de mi vida. O al menos, de la mejor parte de mi vida.

⠀⠀


5 votos para el siguiente capítulo . . .

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro