Capítulo VI: Tesoro
En ese momento se oyó un rugido y un estruendo: un ruido de aguas turbulentas que venía arrastrando piedras. Atrapado entre sus fauces, Alastor ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Los caballeros de ambos bandos estaban completamente masacrados, quedando únicamente ellos dos para librar la batalla. En un viaje entre el desfallecimiento y la perseverancia, el wendigo intento librarse de los colmillos que intentaban consumirlo, la risa burlona de la serpiente se reía de sus esfuerzos, invitándolo a dejarse tragar, porque ya no había nada que pudiera remediar su lamentable destino.
Y a ese punto, estaba condenado. Su poder estaba en su límite, su fuerza física reducida y su fortaleza debilitada por sus heridas sangrantes, no había forma de encontrar salida.
Una risa tenue acompañada de su característica sonrisa lo hizo devolver sus adormecidos sentidos a una cabellera rubia y una voz melodiosa que lo llamaba con dulzura. No había sido capaz de decirle lo que sentía en persona, era un remordimiento que se llevaría aun estando en la nada, pero al menos, le había otorgado el tiempo para protegerse. Con alivio, observo a las escuadras demoniacas comandadas por el señor de Ira. Se retrasaron demasiado, pero aun con todo su poder, Seviathan no podría solo contra Amón y todo su ejército, había cumplido su cometido.
Cerro los ojos, admirando por una última vez el gran pentagrama que estaba dibujado en el cielo. Esperando que la serpiente le hincara los colmillos, oyó más silbidos enloquecidos en su cabeza y algo que azotaba las alas encima del cielo. Pensó estar alucinando producto de sus heridas, pero en el limbo de sus pensamientos, el consejero oyó gritos y creyó ver, más allá del pentagrama, un par de alas angelicales volar en su dirección.
¿Cómo podía imaginar el cielo estando a punto de morir en el infierno?
En verdad, Alastor no espero verla llegar hacía el ni siquiera cercano a su lecho de muerte. Brillando, como un relámpago de fuego blanco, la reina Charlotte Morningstar alzó su espada impactando un golpe certero contra la mandíbula de la bestia que chillo en consecuencia del dolor y soltó a su presa al mismo tiempo.
Aprovechando esa abertura, Charlie alcanzo la mano de Alastor y volvió a impulsarse, buscando llevarlo a tierra. La fiera intento jalarlos de nuevo, pero esta fue imposible para él alcanzar la altura de Charlie, quien alejo al wendigo lejos del agua.
—Por favor, permanece aquí —le pidió, dejándole en la orilla con un gesto de aprehensión mientras volvía hacia mar adentro.
Desde una posición segura, la reina se preparó en cuanto el monstruo hiciera ademán de volverse contra ella, como una forma de ataque, la serpiente le lanzaba furiosos mordiscos con sus colmillos largos y afilados como sables que desde la altura no lograban tocarle.
En verdad, aun con su superioridad aérea, era muy difícil para la Charlie encontrar un punto golpear a la bestia y que pudiera ser efectivo sin acercarse demasiado, pero si seguían de ese modo, no lograrían nada.
Entonces Charlie descendió y eso le dio la oportunidad que Leviathan esperaba. Tomándola del pie, la jalo lanzándola de bruces contra una composición rocosa que estaba a pocos metros de la orilla, al borde de las áreas profundas.
La reina cayó contra la piedra en medio de aquel océano y notó el sabor de la sangre en su boca. Su cabeza empezó a dar vueltas y el pitido en el oído le hizo sentirse mareada. No supo en que momento, pero una roca revestida de hielo macizo rozo su costado, casi cortando un tajo de su piel. A escasos metros, la serpiente se encontraba cerca de llegar a ella y aunque el escozor del sulfuro supuro en sus heridas sangrantes, a Charlie no le importo, guiada por la única fuerza que resonaba en su pecho, se levantó del suelo para volver a tomar su espada que había caído unos cuantos metros lejos de ella.
—No pierdas el tiempo querida.
Una voz femenina y masculina resalto en aquel espacio donde se suponían que solo estaban luchando Charlie y Leviathan. De la piel surgió un cuerpo cocido en dos partes, un lado, con rasgos femeninos, destacaba la expresión colérica de Elsa Von Eldrich con sus ojos inyectados de sangre. Del otro lado, estaba la visión egocéntrica de Seviathan Von Eldrich, con su expresión llena de confianza, se pavoneaba con una victoria segura.
—No podrás lograrlo, aunque quieras parecer una reina implacable, solo eres un ser vano y sin poder, nosotros/yo tomare/mos el poder y la corona del infierno como siempre se ha predicho.
Con asco, la reina tomo la espada dorada entre sus manos, poniéndose a una distancia segura del cuerpo de la serpiente.
—Eres en verdad un monstro —espeto. Lo que había hecho para alcanzar semejante poder, dejando incluso su propia individualidad para alcanzarla sacrificando la mitad de su cuerpo y el de su hermana.
El cuerpo volvió a confundirse entre las láminas de piel, y mostrando sus colmillos, volvió al ataque, tomando a Charlie nuevamente de una de sus rodillas. La cola de la serpiente se había reestablecido demasiado rápido, y era cuestión de tiempo para que el resto de las heridas de aquel ser sanaran otra vez. El cansancio comenzaba a hacer mella en ella y seria solo una competencia de desgaste donde saldría claramente en perdiendo, tenía que resolver la forma de acabarlos de forma precisa, pero a ese punto Charlie no sabía cómo lograrlo.
De repente oyó un ruido fuerte, como un estallido, justo encima de ella, y algo pesado golpeo a la serpiente con tanta fuerza que perdió un ojo en el acto. No pudo evitarlo. Abrió los ojos lo suficiente para vislumbrar qué sucedía. Se trataba de un ataque proveniente de Alastor que había evitado una nueva herida contra ella.
—¡ERES UN MALDITO!
Conmovida, Charlie sonrió agradecida hacia el wendigo quien se arrodillo sostenido de su micrófono mientras ella volvía a poner su atención en su enemigo.
La serpiente, de un verde brillante y gruesa como el tronco de un roble, se había retorcido del dolor, dejando ver un hueco en uno de sus bordes, y aunque con su gran cabeza roma zigzagueaba para infundirle un temor, este no le llegaba.
Tomándolo del borde la cola, lo alzó por encima de su cabeza y luego lo golpeó con tanta fuerza que lo tiró contra el muro de hielo con el que en un momento le había impactado. Era verdad que, dentro del océano, Leviathan podía tener la ventaja, pero haber llevado su encuentro a tierra los había condenado.
Él había cometido el error de alzarse contra ella, había cometido el error de asesinar a su pueblo guiado por sus ambiciones, y cometió el error, de herir profundamente a la persona que más amaba. Y eso no se lo iba a perdonar jamás.
Aprovechando la oportunidad, la reina invoco la característica principal de aquella espada: el fuego divino. Unas llamas blancas que parecían moverse en las cimas de sus alas y su forma era tal, que hasta Leviathan creyó ver el fuego exhumado en sus poros. La reina Charlotte se irguió luego de dejarlo en suelo, observando firmemente el cuerpo de la serpiente que retrocedió, buscando desaparecer en medio del océano.
—¡No lo harás!
Desde la orilla, los Jinetes de Amon titubeaban en intervenir. La figura brillante de luz blanca y roja que pertenecía a la reina, se movía entre las pequeñas formas sombrías que corrían llevando fuegos, y las llamas rojizas refulgían en la niebla gris que estaba cubriendo el océano. Leviathan estaba siendo domado, el implacable poder de la reina demonio estaba superado por creces al mal primigenio creado por el mismísimo creador, congelando a todo aquel que observase su fiereza, su bestialidad, destruyendo cada pedazo de piel, arrastrando y quemando todo órgano vital de aquel ser que había osado lastimar a la persona que más amaba.
Nadie era capaz de interrumpir aquella masacre que hizo el mar de hielo teñirse de rojo carmesí y desplegar toda la naturaleza oculta del anticristo. Había bondad dentro de la maldad, pero la maldad nacida de un corazón amenazado era mucho más mortífera, y cada observador dentro de ese espacio entendió que el poder de la reina era implacable, llevando a su espalda aquel ser hasta dejarlo con un golpe seco en la orilla. Una vez allí, sus alas bañadas en sangre se guardaron en su espalda y la mirada roja y sin pupila se enfocó en el señor de la ira, que tembló por primera vez, ante un poder que era superior al propio, obligándolo a él y a todo su ejército a arrodillarse ante quien era su legitima reina.
—Mátalo.
Amón miro a su reina con los ojos desorbitados. Después de aquel desato de violencia, no espero que le dejara el golpe de gracia contra su enemigo. Pero fue la repentina expresión en su rostro que le hizo temblar, obligándose a bajar nuevamente la mirada.
—¿Que estas esperando? —increpo, sus ojos dorados tan fríos como el hielo de ese mismo paraje—. Mátalo. No pienso ensuciar más mis manos con un espectro como él....
No había pensado que tal temor pudiera ser infundado por una dama de rostro tan cercano a un ángel. Pero, la cercanía a ese límite entre la cordura y la locura, era un recuerdo muy certero de las ordenes emitidas por su mismísimo padre, por lo que Amón, de forma solemne, asintiendo desvainando su espada, para cumplir su cometido de forma inmediata.
Suspirando, Charlie casi quiso vomitar ante el olor nauseabundo del remante en sus manos. Sin interés en voltear hacia atrás, solo murmuro.
—En ese estado, ya ni siquiera vale la pena mi esfuerzo —expreso, devolviendo sus rasgos a unos más humanos, más cercanos a ella misma.
Desde su sitió, el cuerpo amorfo y sin forma de lo que alguna vez fue Seviathan Von Eldrich miró desde el suelo la figura luminosa de su reina. Tan sublime, tan formidable, algo impensable de un ser tan buro y abominable, una persona como ella no podía llegar a ser la reina del infierno. Alguien como él era más digno, y por eso merecía todo el derecho de ser rey.
Saltando del cuerpo, en una especie de línea modular que solo exhibía la cabeza cercernada del ser, aquella criatura salto pasando el hombro de Amón y yendo en dirección hacia Charlie. Esta suspirando, entendió lo que había enloquecido a la serpiente.
De forma que, apenas alzando su brazo, su larga espada de oro se hundió en la carne del monstruo y un chorro de sangre salpicó su cuerpo. La cola de la serpiente dio dos movimientos más de agonía, antes de dejar de moverse para siempre.
Esos grandes y prominentes ojos amarillos salpicados en sangre, se resbalaron hasta el suelo para desaparecer. Finalmente, aquella criatura había muerto.
Alastor sonrió feliz de que todo al fin hubiera acabado. Con un vigor recorriendo su cuerpo, se volteó para ver a la hermosa demonio que había logrado su sueño de unificar el infierno, cuando el corazón se le detuvo en ese momento.
Charlotte se deshizo, cayendo de rodillas al suelo producto del agotamiento y la falta de sangre. A su lado, Alastor apareció para sostenerla antes de que cayera al suelo. Con los ojos desorbitados, miro la herida sangrante en su costado y como su boca estaba manchada del carmín, en otras circunstancias hubiera dado todo por consumir ese néctar, pero en ese momento, solo era un detonador para su descontrol y temor, comprendiendo que a pesar de la enorme victoria que si reina había alcanzado contra la familia Von Eldrich, había terminado muy fuertemente herida.
Ella no tenía que haber venido, debió dejarlo morir y resistir hasta alcanzar los refuerzos del círculo de la ira que venían a proteger el palacio de infierno, había sido una completa locura y estupidez, pero su corazón se encontraba tan conmovido por su acción tan desinteresada, capaz de alzarse contra hordas enteras de demonios y un mal desastroso y primigenio, solo para llegar a él.
A ese punto era imposible negar sus sentimientos, tan profundos como eran y tan desesperados que solo ansiaban que ella mostrará signos de vida, necesitaba tenerla con vida, que siguiera a su lado y lo mirará con aquella indomable expresión que podía transformarse en una cálida sonrisa, dedicada únicamente para él. La amaba como nunca espero amar a alguien y le juro lealtad eterna, siendo su escudo y espada cuando lo necesitará.
Por eso, ella tenía que despertar.
La tomó de su mano, limpiando el borde de sus labios heridos y pegando sus frentes entregando lo que restaba de su magia para ayudarla. A pesar de sus heridas, podría sobrevivir, solo necesitaba que ella viviera y todo estaría bien.
El brillo esmeralda de su magia los unió, pero las heridas era de tal gravedad que no se curarían así nada más, chasqueando la lengua con frustración, el wendigo se abrió una de las venas de su muñeca izquierda, tomando de la sangre y llevándola a los labios de su reina con los propios, la fuerza vital de su sangre y su propia magia deberían ser suficientes para mantenerla con vida, y si no era suficiente, usaría su propia fuerza vital para ayudarla. Ninguna vida en el infierno tendría sentido si ella no estaba ahí con él.
Al cabo de unos minutos, el brillo de la magia de Alastor bajo, sintiendo como la expresión tenue de la reina se removía hasta despertar levemente, al verlo intento decir algo, aunque la voz no salió por las heridas que tenía. Sin embargo, las lágrimas de felicidad se agolparon en su rostro, al verlo ahí a su lado, vivo y con ella. Y para Charlie no había mayor tesoro que eso.
Hoy es doble actualización, sigue leyendo por favor
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