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Dos

1890.
Francia, Dijon.

Victoria Sould.

Un dolor punzante y doloroso se encontraba presionando mis sienes. Intenté, aún con los ojos cerrados, tocarme aquella zona palpitante, pero me lleve una sorpresa.

Mis manos...

Abrí mis ojos, asustada al no recibir el tacto de mis dedos en mi piel. Observé mis muñecas y me encontré unas cadenas plateadas alrededor de estas. El pánico hizo acto de presencia al cabo de unos segundos.

Mis ojos comenzaron a rebuscar un patrón, algo que me dijera qué era lo que me había sucedido.
Pude divisar mis piernas y mi vestido reposando en un colchón con sábanas de seda. Me encontraba recostada en una gran cama matrimonial.

Observe hacia todas partes. Paredes oscuras y cuadros de flores se hicieron visibles bajo mis ojos asustados y curiosos. Muebles de marfil y un gran espejo con bordados dorados se vieron luego de inspeccionar más a fondo.

¿Dónde me encontraba? La pregunta retumbó en lo más profundo de mi inconsciente. Sin embargo, esta no fue tan fuerte como para ensordecer algunos recuerdos.

Aquellos músicos extraños arrasaron con fuerza en mis pensamientos, espantando la pregunta antes oída. Antifaces. Belleza. Rojo. Azul.

La piel se me erizó detrás de la seda de mi vestido. No nevaba hace mucho tiempo, pero aún así se me erizaba la piel como si estuviera expuesta al más inminente frío. Como el de Inglaterra, por ejemplo.

«Por favor, discúlpanos. ¿Debemos marcharnos de esta área?»

Fugaces escenas de la noche anterior destellaban sin cesar.

«Es usted muy amable, mademoiselle... Demasiado, quería decir. ¿Debemos de darle algo a cambio de su amabilidad?»

Reiteradas veces en mi vida había imaginado que hombres jóvenes serían capaces de robarme de mi propia casa por simplemente llevar un título poderoso como el de mi familia, como el de mi sangre: mi apellido, aquel el cual no podía borrar ni siquiera dando mi vida por ello.

Ahora aquella imaginación tan horrorosa, se estaba haciendo realidad. Estaba segura que los muchachos que me habían secuestrado, estaban en busca de mi mano o de alguna clase de recompensa por los botines Sould, aquellos que tanto se conocen entre los ciudadanos de Dijon.

Había sido ingenua, debía de aceptar ello, y que, por culpa de eso, yo estaba siendo cautiva de esos... hombres extraños. Ahora lo entendía; tal belleza era una trampa mortal, y esos muchachos eran una prueba viviente de ello.

-Mi voz se escucha demasiado extraña en tu mente, Victoria Sould.

Observé hacia todos lados en busca de aquellas trampas vivientes. Hasta que mi campo de visión se vió con un intruso. Una figura alta y robusta se logró apreciar entre las sombras de las paredes oscuras de la habitación, la cual se veía normal, como... la de un palacio.

-¿Qué desean de mí? -negociar no era cosa de una mujer, pero las reglas se rompían si se trataba de mi vida- ¿Mi apellido? ¿El botín? ¿Mi mano?

Al no obtener respuesta de su parte, proseguí:

-¿Deseos? De mí no pueden obtenerlos. ¿Mi apellido? Por favor, si fuera algo adherido a mi piel, arranquenlo. ¿El botín? El botín Sould logra valer más que doscientos mil rubíes en sangre francesa. ¿Mi mano? Mi mano no vale la pena; le pertenece a las plumas con tinta...

-No deseamos nada de ti, Victoria Sould. -interrumpió una tercera voz en la habitación. Observé por donde provenía esta.

Un muchacho de cabellos dorados caminaba sigilosamente por la gran habitación. Me sorprendió no haberlo visto antes.

-¿Entonces por qué razones estoy aquí, -observe las cadenas en mis muñecas pálidas- encadenada?

Los pasos sonoros de un tacón de alguna bota de cuero, resonaron en el suelo de, seguramente, madera.
-Simple y sencillo, mademoiselle: -respondió la figura de cabellos dorados,  ahora un poco más cerca de la cama. Pero, entonces, su rostro quedó expuesto en un abrir y cerrar de ojos ante mí persona.
La respuesta dejó helado mi sistema-Su padre.

Mi padre, ¿qué tenía que ver él con esto? -¿Y esto por qué lo implica a él? -no evite observarlo a los ojos, pero mi mirada engañosa y traicionera se desvio a estudiar sus facciones varoniles, tersas y jóvenes.

Un muchacho cruelmente atractivo con un porte que derrochaba elegancia, seguramente su mandíbula más marcada y afilada que una daga divina era la envidia de todo hombre de Dijon  y ni mencionar aquel par de ojos verdosos y gatunos que me recordaban tanto al gato blanco y campo verde de la mademoiselle Siena, una de las tantas mujeres refinadas que mi familia conocía.

-Lo implica en muchas cosas, Sould Victoria, pero sobretodo, por el más valioso hecho de que comparten algo que nosotros hemos estado buscando por mucho tiempo.

Frunci el ceño inevitablemente, cómo si el  hombre frente a mí fuera uno de los animales más... salvajes: el peor ser humano. -¿Y qué es eso que han estado buscando por mucho tiempo?

Esta vez, otros pasos se oyeron. Rapidamente desvié la mirada hacia el lugar de la puerta, donde una figura alta se encontraba apoyada en el marco de esta.

-Sangre. Sangre que es más corrupta que cualquier otro jinete sin cabeza, y... qué ironía; es el juez más famoso de todo Dijon. -habló el muchacho en la puerta.

Iba a pedir respeto por mi padre, pero las palabras no salieron de mi boca, no logré formular una respuesta coherente a tal acusación tan verdadera.

Aun cernido en las sombras, le observé firme y seria, como si estuviera manteniendo su mirada, aunque en realidad no lograba ver más allá de la oscuridad que lo rodeaba.

-Creí que ibas a defender tu sangre, Victoria.

-Creo que dejé muy en claro lo mucho que aborrezco mi apellido, monsier. -agrias las palabras abandonaron mi boca al oírle un tono burlón salir de sus labios.

-Va más allá de tu apellido. -dió algunos pasos hacia adelante, pero se detuvo, aún bañado en la oscuridad.

Quise exigirle que se muestre, no podía evitar ser un poco curiosa, pero todo esto lograba llevarse mi atención con fuerza, como el olor de los libros antiguos.

Unos breves segundos de silencio reinaron el lugar.

-¿Qué quieres decir con ello? -me digne a preguntar.

-Tu sangre, a eso se refiere, Victoria. -esta vez, habló el otro muchacho, quien ahora se encontraba sentado a un lado de la cama, mirándome fijamente con un aire burlón.

-¿Y qué tiene de especial mi sangre?

-Lo tiene todo de especial, mademoiselle, pero creo que aún no está lista para oír las respuestas que necesita.

Sonreí, amarga. -¿Por qué no estaría lista? Se trata de mi vida encadenada y retenida. Sí necesito las respuestas del porqué estoy aquí, monsieur. -mire fijamente sus ojos gatunos, casi que ordenando las respuestas.

-Sólo le diré que se encuentra aquí para que nosotros lleguemos a su padre. Usted será el pase para encontrar a Sould Frank, mademoiselle.

-¿Yo, el pase? -dando por perdido un plan extraño, revolvi mis pensamientos, mis recuerdos- ¿Acaso creen que mi padre vendrá a buscarme?

El joven frente a mí frunció su ceño, abandonando su expresión burlona. -¿No es eso lo que haria un padre por su hija?

-No, no mi padre. Y si creyeron que así sería, entonces permitanme decirles que son unos hombres muy ingenuos. -les dije, recordando como mi propio padre me prohibía el verle.

Seguramente la mente de estos muchachos no era su fuerte como lo eran sus atractivos.

Una pequeña risa ronca se escuchó entre las sombras oscuras de la puerta. -No, no somos tan ingenuos como para creer ello, Victoria. Conocemos a tu padre; no es un simple ser humano.

-¿Entonces? ¿Por qué me tienen aquí si no aportaría a nada?

-Te equivocas -volvio a hablar el muchacho entre las sombras-. No estás aquí para ser una damisela en rescate. Estás aquí para llevarnos hasta la cuarta  mansión Sould, allí, donde tu padre descansa.

La sangre caliente que recorría mis venas, se enfrió. No pude evitar plasmar una cara de, seguramente, desconcierto y un pasmoso miedo.
¿Cómo aquellos muchachos tenían noción de ello si los únicos que sabíamos sobre las mansiones Sould éramos mis padres y yo?

-¿Cómo saben ustedes...

-¿Cómo lo sabemos? -pregunto el rubio, robandome las palabras de la boca- Ya le dije, Victoria. Hemos estado buscando la sangre Sould hace mucho tiempo. ¿Quién en esta vida se lanzaría a la guerra sin haber estudiado las armas y técnicas de su oponente?

-Entonces eso quiere decir que mi padre es su oponente. ¿Qué le harán? ¿Lo mataran luego de que los lleve hasta él? ¿Y yo? ¿también me mataran, monsieur?

-No te consumas en la ceguera, Victoria. Tarde o temprano la sangre Sould caerá.

-Por favor, díganme de una vez para que me necesitan y sueltenme. -las cadenas frías en mis muñecas me comenzaban a desesperar.

-No pierdas la calma, Victoria. La has disciplinado muy bien-el muchacho de cabellos dorados se acercó un poco más. Su mano fría me tomó desprevenida cuando tocó mi mandíbula-. Por ahora duerme. -me susurró, acercándose cada vez más a mi rostro. Sus ojos gatunos eran más hipnotizantes de cerca.

Mi corazón latió en desespero cuando sus dedos se hundieron en mi piel. Un desvio rápido de ojos hizo que observará aquel colgante extraño en su cuello. El corazón azul se movía de un lado y luego de otro.

Nuevamente, la sensación de ver borroso llegó a mí.

-Y... nuestros atractivos no son nuestros únicos fuertes, Victoria...

Su susurro ensordecio mis oídos. -¿Quiénes son ustedes? -no supe si grite o si quiera hable en alientos pesados.

-Solo llámame Defaris. -respondió, regalándome una sonrisa extraña que le sentaba como un gato diabólico.

Y luego, oscuridad.

...

Una mujer de cabello castaño. Ojos azules que me transportaban paz y seguridad. Entre las sombras, la luz materna se podía observar.

¿Quién eres?

La oscuridad nunca sonríe. La oscuridad nunca sonríe.

Sangre fúnebre. Lágrimas ardientes. Temible sombra.

Mis ojos se abrieron cuando la sangre salpicó mi rostro en el sueño. Sentí el corazón salirse por un costado de mi garganta, ahogandome con sus latidos vibrantes. Observe hacia todas partes, encontrándome en la misma habitación donde me había despertado horas antes.

¿Acaso se encontraba la luna a través de las paredes de la habitación? ¿Aún no amanecía? No podía saberlo con certeza; la habitación era amplia, pero ventanas no hallaba a mi vista.

Un suspiro pesado movió mi pecho extrañamente somnoliento por la sensación triste y miedosa de mis pesadillas y recuerdos.

Volví a escanear todo a mi alrededor. Por primera vez en mi vida odiaba estar lejos de mi hogar, de mi habitación; el lugar donde me encontraba, se veía  sumido en la oscuridad tenebrosa con un peculiar aroma a roble, que me lograbar dar cierta nostalgia a mi niñez. Mi pecho se infló de emoción por ello.

Quise llorar. Los ojos me picaron en lágrimas provenientes. No sabía dónde me encontraba con exactitud y eso llegaba a quebrantar mi paciencia, mi fuerte apariencia "rebelde" según mis allegados.

Una lagrima traicionera y despreocupada se deslizó hasta mi mejilla, dando un lento y tortuoso camino el cual no pude limpiar con mis dedos.

¿Ya se han alertado por mi desaparición? ¿Los guardias Sould están en mi busca? ¿Papá sabe de... mi?

-Puedo responder cada una de tus preguntas, Victoria.

Observé hacia todas partes, buscando el causante de esas palabras de entonación grave y varonil.

-¿Qué? -una silueta alta se vió frente a las puertas cerradas.

-Lo oíste muy bien. Sin embargo, sabes que todo tiene un precio o un beneficio propio.

No evite sonreír amargamente. -Todo tiene un beneficio propio. El mundo es avaricioso. Todo lo es.

-Sabía que la mezcla Sould sería interesante, racional e inteligente. ¿Me equivoco?

-Me temo que no se equivoca. Pero no estamos aquí por mí, sino por mi padre, ¿no es así?

-¿Lo temes? ¿Por qué temerias el acierto de cualidades tan poderosas y perfectas?

-Porque todo es avaricia. La cualidad aún no la hallo.

-Puedo abrirte las puertas a ello.

La avaricia no era una cualidad que querria desarrollar a ciencia ciega, pero algo dentro de mí quiso saber una respuesta justificable y razonable a tal efecto en una persona.

-¿Cómo?

-Tú nos ayudas, y nosotros te revelamos los secretos más oscuros detrás de todas las paredes de las mansiones Sould.

-¿Y cómo puedo ayudarlos?

Sentía que su boca adornaba una sonrisa, pero lo cierto era que no podía llegar a ver su rostro; la oscuridad lo cernía profundamente.  Pero de algo estaba segura, y es que aquel quien me estaba hablando, era el muchacho de momentos atrás, aquel que no se reveló frente a mí en ningún momento.

-Respondeme, Victoria, y yo te mostraré lo inimaginable.

-¿Querer muchas respuestas es sinónimo de avaricia? -me atreví a preguntar.

-Usted lleva avaricia en la sangre, mademoiselle -calle, preguntándome a dónde quería llegar aquella persona diciéndome todo aquello. En respuesta a mi silencio, prosiguió con la explicación-. Querer más es sinónimo de avaricia, Victoria.

-Entonces, usted también es igual de avaricioso que mi sangre.

-Tal vez. -susurró.

Sonreí por lo que acababa de oír. -Hipócrita.-me limite a responder.

-Hipócrita, pero no un sanguinario como su padre. Eso es peor. Sí... mucho peor que mi posición poco repugnante a la suya.

La sangre dejó de fluir por mis venas. Perplejidad era lo único que recorría todos los conectores de mi corazón.

¿Mi padre, un sanguinario?

-¿Mi padre un...? -la palabra nunca salió de mi boca, sin embargo, en mi mente atravesaba una y mil veces como una bala.

Sanguinario. Sanguinario. Sould...

-Sí, su padre es un sanguinario. Y puedo revelarle más secretos, Victoria. Muchos más.

Negué lentamente mi cabeza. Fue casi imposible de evitar esa acción.

-¿Cómo le creería tan fácilmente, monsieur? ¿Acaso me ha tomado como ingenua? No puedo tomarle la palabra a alguien que ni siquiera me ha mostrado su rostro. 

Si me creia suficientemente incapaz de entender su trampa, entonces mis cualidades no eran identificadas por el monsieur como me lo hizo entender un momento atras.

Eso me hizo entender que quien me estaba hablando entre las sombras, era una persona monstruosa: hipocrita y avaricioso. Alguien con capacidad de mentir, de enredar.

¿Como seguirle los juegos a él?

-Creame, Victoria. Quienes se ocultan en la oscuridad, pueden ver hasta las sombras mas antiguas de los secretos. Todo pasa bajo nuestros ojos. 

-Es por eso que se ha convertido en un monstruo de la oscuridad, monsieur. Fundido en la avaricia, en los secretos, en la sangre y en la hipocresia. -sonrei, al recibir su silencio. Susurre con hastío:- Monstruo. 

-Los monstruos no pueden sentir todo lo que usted nombro- su risa varonil se oyo entre sus palabras frias-. Los monstruos atacan, sin sentimientos, sin cualidad alguna como la de un humano. Victoria Sould, por favor, ya no nombre la palabra monstruo, solo quiero ir a mi punto.

-Entonces vaya a su punto... monsieur. Pero solo algo pedire...

-Digame.

-Muestre su rostro y yo oire lo que me pida. -si estare frente a una sombra llena de sentimientos asquerosos y cualidades vergonzosas, entonces veria su rostro. El rostro de un monstruo. El hecho era que... jamás habia visto uno. 

El dije de rubi en mi pecho se deslizo por mi piel, como si fuera una parte mas de mi vestido de seda.

Una risa apagada se escucho en su direccion, luego le siguio un suspiro cansado. Cuando, de repente, sus pasos resonaron enfrente de la cama.

Poco a poco, la sombra dejo a la figura, revelando su rostro.

Los monstruos no eran humanos, solian describirlos como seres innegablemente horribles, crueles, mortificantes y escalofriantes. ¿Pero acaso existiria una excepción? ¿Él fue otorgado por ella?

El violinista sin mascara. Estaba segura de ello. 

Cabello azabache. Ojos como un oceano electrificante. Porte terrorifico y elegante. Atraccion y masculinidad fria como la porcelana. 

¿Quién eres? 

Sonrió.

 Que sonrisa mas malevola tiene usted, monsieur. Me eriza la piel.

-Victoria, ayudame a matar a tu padre y te revelare la historia detras de los Sould. -hablo, observandome fijamente.

¿Las palabras tambien podian llegar a convertirse como un valioso diamante, como el oro? 

¿Las palabras tambien podian ser... avaricia?

¿Las... palabras podian ser iguales de atractivas que aquel muchacho? O... ¿Iguales de tentativas que su propuesta? 

Senti que él tambien pudo escuchar mis pensamientos al ver su sonrisa extrañamente enigmatica. 

Desde ese entonces, solo quise saber su nombre.











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