Slow Dreams
—Sabía que te encontraría aquí —susurró Caitlyn.
Ese glorioso día estaba usando un vestido verde con detalles dorados; el corte se ceñía a sus curvas y copiaba un poco el estilo de Mel Medarda. Vi creyó genuinamente que Mel nunca se vería así de hermosa. Mel siempre lucía como una reina, pero Caitlyn lucía como una diosa.
—Wow, cupcake —la vio de pies a cabeza con esa descarada mirada de aprobación. —¿Me estás coqueteando?
En ese entonces no eran novias, o al menos no de manera formal, ya que se habían besado hasta la sombra en más de una ocasión y su amistad estaba más que reforzada.
Caitlyn negó con la cabeza y comenzó a sonrojarse: —No me puse este vestido para ti. No vine hasta aquí para eso.
Vi sonrió ya que no consideraba necesario que alguien vistiera de determinada manera solo para impresionar a alguien más.
—Te ves preciosa en él —confesó aun así.
Su compañera se sonrojó todavía más y olvidó aquello que venía a decir. Tartamudeó un poco antes de darse una cachetada mental gracias a la que despertó justo antes de ser avasallada por el huracán Vi.
—¿Por qué estás huyendo?
—No estoy huyendo —Vi supo de inmediato a lo que se refería. No, no había venido a seducirla por mucho que lo quisiera creer. —No quiero ser la jefa de nada, Cupcake. Ni siquiera sé cómo dirigirme a mí misma, ¿por qué carajos creen que soy la indicada para liderar a cientos de personas?
—Porque inspiras. Porque te has ganado el respeto y la admiración de Zaun y de Piltover con esfuerzo.
—Parece que estás hablando de alguien genial, lástima que solo soy yo.
Se volteó hacia su máquina de entrenamiento dando un golpe rudo que escaló rápidamente entre sus récords anteriores. Caitlyn llamó a Vi, desconcertada por esa reacción tan violenta, pero ésta no escuchó.
Estaba empecinada en rechazar la oferta de Viktor, el nuevo gobernador de Zaun. Caitlyn comprendió que Vi tenía miedo de arruinarlo y no quería cargar con esa enorme responsabilidad para terminar defraudando al resto por no dar la talla, lo sabía, porque ella se había sentido de la misma manera cuando tuvo que asumir como Sheriff de Piltover.
Quiso decirle que todo estaría bien, pero se detuvo. La dejó luchar consigo misma, la vio dar golpes y patadas en los sacos del robot y mantener el control para no romper en pedazos el aparato, ya que, sin duda, era mucho más fuerte que antes. Era una máquina de lucha, su cuerpo estaba en excelentes condiciones debido a esto, sus brazos se contraían marcando cada músculo, su abdomen y la piel desnuda de sus omóplatos estaban perlados por el sudor y eso solo la hacía ver más sexy ante los ojos de la Sheriff.
—Basta —detuvo Caitlyn. Sus zapatos hicieron eco en la habitación, yendo al compás de los jadeos de Vi.
Violet se volteó y quedó frente a la Sheriff. Ésta retrocedió unos pasos, conmovida.
—¿Me tienes miedo?
—No. Te admiro —admitió—, Admiro lo fuerte que eres. Hacer eso... No se ve sencillo.
—¿Golpear este aparato?, ¿quieres intentarlo?
Caitlyn dio otro paso atrás y Vi estiró su mano para alcanzarla, impidiendo que siguiera alejándose.
—¿Por qué huyes, cupcake? —provocó de manera juguetona.
"Eh, ¿Porque te comportas como una salvaje?" pensó la Sheriff.
—No estoy huyendo.
Vi no pudo evitar sonreír por la ironía.
—Ok, hagamos algo. Yo no huiré, si tú no huyes.
Caitlyn se quedó en silencio, haciendo lo posible por no escapar del olor maravilloso de Vi y sus propuestas peligrosas. No importaba qué, solo sabía que perdería. Desde el día uno solo sabía perder cuando se trataba de Violet. Trató de concentrarse en lo que ella decía y, si iba a jugar y perder otra vez, al menos iba a divertirse.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? —se encogió de hombros—, ¿dar un golpe?
—Hey, hey, no subestimes el poder de un buen golpe. Nunca sabes cuando necesitarás asestar uno. No siempre tendrás tu arma cerca.
Tuvo que reconocer que tenía razón. Sin esperar respuesta Vi la atrajo hacia ella con más fuerza. Caitlyn creyó que la besaría y la verdad es que no había algo en la tierra que ella deseara más, sin embargo, la agarró por los hombros y la puso frente a la máquina. Le dio algunas lecciones acerca de cómo propinar un golpe que devolviera a su contrincante al vientre de su madre. La Sheriff dio el primero con lo que se suponía que era toda su fuerza, más no logró alcanzar ni siquiera el más bajo de los récords que tenían el nombre de Vi en la tabla de principales marcas. Pero algo raro sucedió ahí, Vi la animó y la felicitó por ese primer golpe, como si hubiera estado al borde de romper el aparato, la hizo sentir fuerte aun vestida con ese vestido verde ridículamente femenino y la rodeó de una atmósfera de confianza. Violet no tenía interés en sentirse superior a ella, a pesar de que estaba en su elemento y podía alardear de lo buena que era en ello, no lo hizo; solo era una chica malditamente fuerte enseñándole a otra chica malditamente fuerte a defenderse de un modo al que no estaba acostumbrada, porque quería protegerla, más aún en aquellos momentos en los que ella no estuviera presente.
Caitlyn lo intentó muchas veces, su compañera la alentaba y la instruía, pero ambas sabían que no era algo que se aprendiera en una sola sesión y ni siquiera así mostraría su verdadero potencial a menos que estuviera en una verdadera situación de peligro y con la adrenalina por las nubes.
Algo exhausta, se volteó para mirar a su compañera con una sonrisa y Vi se acercó a ella colocando un mechón de cabello azul detrás de la oreja con una de sus manos vendadas. Caitlyn se alejó de la chica, su pecho cansado comenzó a elevarse y a bajar con más rapidez que cuando estaba entrenando y le dedicó esa mirada azul y turbia, había curiosidad y miedo en sus ojos.
—¿Quieres seguir entrenando? —preguntó Caitlyn al ver el rostro impasible de la otra chica.
—No es suficiente —dijo Vi de pronto—¿No te das cuenta? Sí, estoy entrenando porque me siento presionada, y luego estás tú, muy malditamente hermosa y a la vez tan... ¿hermética?, ¿Qué tiene que hacer uno para tener una novia como tú? —preguntó Vi, pensando en voz alta.
Empezó a acariciar el hombro desnudo de Caitlyn deleitándose con esa piel suave, esta vez la Sheriff no se movió y Vi dio el siguiente paso inclinándose para besar el trozo de piel que estaba acariciando. Esta era ella, golpeando respetuosamente la puerta para entrar en su chica y despertar emociones que nadie nunca le había hecho sentir.
—Quieres... ¿golpearme?
—Romperte, robarte, convertirte en un desastre, disfrutar de ti; estoy tan loca, o tal vez... solo estoy enamorada de ti.
Apretó los puños y sintiéndose muy patética, pero eran sus sentimientos después de todo, no culpaba a la Sheriff por sentir miedo de ella, sin embargo, aun recibiendo todas esas alarmas de peligro desde el interior de Vi, Caitlyn vio un corazón desnudo que le decía la verdad.
—Si supieras que tú no tienes que hacer nada —susurró, cerrando los ojos y dejando que los labios de Vi subieran por su cuello.
—Si supieras que quiero hacer todo.
Acercó sus labios lentamente a los de Caitlyn, como pidiéndole su aprobación y esta en respuesta jaló el rostro de Vi hacia ella con sus manos y se besaron de manera lenta y suave. Subió pausadamente la intensidad del beso hasta que su lengua comenzó a jugar con la de Caitlyn. Luego sus manos vendadas levantaron el vestido holgado y se lo quitaron por la cabeza sin que ella pusiera ninguna resistencia.
Caitlyn posó sus manos en los hombros de Vi, la llevó al suelo y se paró frente a ella de manera que sus muslos estaban a la altura de la cabeza de su chica. Sin perder el tiempo, Violet deslizó la ropa interior de su compañera hacia abajo no perdiendo de vista la apetecible humedad entre esos muslos blancos. Se quitó la camiseta empapada de sudor y la lanzó a un lado sin cuidado. Vi intentó acercar su boca al centro empapado de Caitlyn, pero ésta se lo impidió jalándola por el cabello rojo con suavidad. Vi la miró hacia arriba de manera suplicante, lo que hizo sentir a Cait poderosa, sin embargo, era más débil de lo creía a esa implorante mirada gris.
Vi tomó las manos de Cait con delicadeza y lamió dos de sus dedos. Cuando estuvieron lo suficientemente mojados, Cait se los quitó a Vi y frotó sus labios vaginales con la saliva de su chica. Esa imagen hizo explotar sus sentidos como pólvora, más no pudo soportarlo y alejó la mano de Cait, reemplazándola por su propia boca y pegando su lengua al clítoris. Su chica gimió por placer, agarró la cabeza de Vi y la apegó más a ella, empujando a su vez sus caderas hacia ella. La lengua de Violet penetró profundamente, Caitlyn levantó una de sus piernas y deslizó su pie lentamente por la espalda desnuda de su amante. Finalmente echó la cabeza hacia atrás liberando un suspiro melodioso. La agarró del cabello con más fuerza debido al apremiante orgasmo y sus piernas temblorosas fueron cediendo hasta caer de rodillas en el regazo de su chica.
Se inclinó para tomar entre sus dientes uno de los pezones de Violet hasta que la necesidad de gritar la hizo soltar pecho de manera repentina, Vi había sido la causante, o mejor dicho sus dedos, que se sumergieron en la vagina tibia de Caitlyn. La Sheriff abrió la boca y respiró fuerte tratando de que su segundo orgasmo no fuera tan ruidoso como el anterior, más no pudo evitarlo. Estaba ardiendo. Por ella. Por Vi. Alejó la mano de su chica porque la sensación la abrumó. Quería su autocontrol de vuelta. Le dio un beso en los labios cargado de deseo y luego sus labios bajaron por el cuello de la otra, sus caderas comenzaron a frotarse en el muslo de Vi, humedeciendo su pantalón. Le dejó marcas en el cuello y de pronto Violet le apretó las caderas con fuerza, frenando sus movimientos, pero Cait porfió, elevando a la máxima potencia el clímax de su chica. La había hecho venir, sin siquiera haberla desnudado de la cintura hacia abajo, lo cual fue maravilloso.
Vi creyó que esos eran los ojos que quería ver por el resto de su vida. Estaba perdidamente enamorada y su mente solo estaba focalizada en el placer de Cait y eso, a su vez, le traía un infinito placer a sí misma. Esos gemidos eran música. No había prisa, sentía que a ella debía amarla sin prisas. Terminó de desvestirse y ambas supieron que esa lujuriosa fiesta privada recién comenzaba. Agarró el delgado cuello de la Sheriff y la llevó hacia atrás sin medir tanto su fuerza. A Caitlyn le gustó esa rudeza más de lo que quería reconocer. Su espalda tocó el suelo y Vi no liberó su cuello, su otra mano apretó la cadera y le separó las piernas dándole a probar de su propia excitación. La Sheriff supo que podría correrse con solo sentir el roce del clítoris de su chica con su propio botón. Estaba tan húmeda, tan caliente y su manera de moverse era excepcional.
Buscó el calor de Vi y ésta le recorrió con sus manos ásperas los muslos suaves. El contraste de lo rudo con lo bello parecía funcionar perfectamente para ellas. Cait agarró el labio inferior con sus dientes y empezó a chupar, ambas estaban frotando sus caderas, disfrutando del roce, a ratos eran movimientos lentos, luego se volvían rápidos y desesperados hasta alcanzar la cima. Caitlyn pensó que el rendimiento de su amante era admirable, teniendo en cuenta que había estado entrenando por aproximadamente una hora antes de que ella llegara, sin embargo, desconocía que la motivación de Vi estaba desnuda justo debajo ella con la espalda sudorosa pegada al suelo y suplicando por más. No había nada que pudiera detenerla, salvo el hecho de que ahora ya no la quería en el suelo, sino en otro lugar.
La levantó y la empujó contra la máquina para entrenar. El aparato se estremeció con el golpe, aún quedaba un poco de cordura en Caitlyn que se cubrió la cara avergonzada.
"Vi, Dios mío, este es tu recuerdo de infancia, qué estás haciendo"
Descubrió sus ojos para ver la mirada oscurecida de Vi ahí abajo, Caitlyn se creyó capaz de enloquecer, su chica tenía la lengua sumergida dentro de ella.
"Mírame, Cupcake, ya no soy una niña".
Sus caderas se balancearon para favorecer el estímulo provocado por la lengua y luego atrajo el rostro de su chica hasta ella y la besó, probando su propio sabor y quedando completamente extasiada cuando Violet le acarició los labios con su lengua que ya era una experta en satisfacerla. Se acariciaron bajo el refugio de las almohadillas, sólo querían sentirse cerca, oír sus corazones y besarse sin descanso.
—Qué diría Zaun si supiera que acepté ser la jefa de su guardia gracias al coño de la Sheriff de Piltover.
—¡Hey! —exclamó Caitlyn, tan avergonzada como exhausta. —Lo que acaba de ocurrir no tiene nada que ver con eso... Un momento, acabas de decir que aceptas...
Un jovencito rubio interrumpió con su acento juguetón uno de los recuerdos más hermosos que alguien rudo como Vi podía almacenar. Ahí estaba, ese entusiasmo por el que ella sentía asco. Nadie, absolutamente nadie, tiene tantas jodidas ganas de vivir.
Pero ahí estaba Ezreal, existiendo.
Él era un joven criado por hechiceros que vagó sin rumbo por varios años hasta que Viktor lo adoptó y le ofreció un lugar en la guardia para usar sus habilidades "poco convencionales" a favor de la ciudad en la que nació.
—Hey— saludó Vi, algo distraída.
Un momento.
—¡Qué mierda estás haciendo en mi casa!
Ezreal comenzó a darle un montón de explicaciones de manera nerviosa, pero a la jefa solo le bastó ver la llave falsa con la que Mylo solía abrir las cerraduras en manos de ese mocoso para saber cómo había entrado.
—...o creo que me estafaron —mientras tanto Ezreal acababa de contar la experiencia más surreal de su vida ante alguien que definitivamente no lo escuchó.
—¿Qué mierda haces con la llave de Mylo?
—¿Esto?, es lo que hago, Vi.
—¿Allanar casas? —preguntó con sarcasmo. —Powder me va a escuchar —dijo Vi poniéndose de pie.
—¡Me ofendes! —exclamó el chico— Y sobre Jinx, me temo que no está, la he buscado... Por toda la casa.
Vi volvió a sentarse, debatiendo seriamente si debía indignarse o preocuparse. Gruñó apretando los puños y de pronto, como iluminación divina, recordó que su hermana le había comentado a dónde iría antes de que ella fuera a beber.
Asumió que en ese minuto estaría con Renata, un familiar lejano de ambas hermanas que se había asentado en Zaun, invirtiendo todo lo que había reunido en la antigua ciudad a la que había pertenecido hasta convertirse actualmente en una mujer adinerada y magnate de Zaun. Renata fue un regalo caído del cielo para Vi, ya que, al ser una mujer mayor, sabía infundir respeto en Powder y siempre tenía consejos muy sabios para ella que le hacía saber de un modo muy maternal.
—Como decía —dijo Ezreal, insistiendo en hacerse escuchar. —Creo que deberías ir a darte una vuelta por el mercado, ¿sabes?
—Y yo creo que deberías irte —le dijo Vi, de manera muy áspera, tanto que el chico encogió los hombros y por fin pareció darse cuenta de que la jefa no estaba receptiva a hablar de nada.
—¿Tienes hambre, Vi?, cómete una Snickers.
Vi le lanzó una mirada furiosa y se quitó la camiseta. Ezrael, terco como solo podría serlo alguien regido por Tauro, se cubrió la cara con la palma de su mano y continuó hablando:
—Diría que te falta sexo si pudiera, pero no lo diré porque valoro mi vida.
Vi hizo un movimiento rápido para hacer creer a Ezreal que iría tras él por ese comentario, pero el hechicero fue todavía más ágil y salió corriendo a toda velocidad.
Dejó escapar el aire. Por fin estaba sola. No volvió a sentarse, acomodó sus modernas máquinas de entrenamiento y las programó para luchar contra ella por una hora sin parar. No tenía a su dulce cupcake para robarla, romperla y convertirla en un desastre. En ese minuto pensó que ella tenía razón en estar molesta y que le debía una disculpa.
Caitlyn también estaba sola.
Ambas estaban solas y tristes a altas horas de la madrugada y sin poder dormir.
La Sheriff yacía recostada en la enorme cama de una de las tantas habitaciones para invitados de la casa de Jayce Talis. Tanto él, como el consejo y los padres de Caitlyn coincidieron en que la Sheriff no podía volver a casa, pues no era un lugar seguro. La casa de Jayce tampoco lo era, pero los vigilantes la custodiaban con más ahínco día y noche, pues vivían el gobernador y su esposa Mel, la líder del consejo.
Vi se dirigió a la ducha a paso lento y levemente inestable, había entrenado una hora seguida y sus músculos acalambrados le dejaron en claro que ya estaba llegando a su límite. El efecto alucinógeno y embriagante de la absenta ya había calmado y su cabeza comenzaba a doler. No sabía qué hora era exactamente, de seguro el amanecer estaba cercano. Llevaba la camiseta pegada a su cuerpo y empapada de sudor, se la quitó antes de entrar a la ducha y abrió el grifo para dejar que el agua fría corriera. Levantó una pierna, apoyó la rodilla en el grifo y dejó volar su imaginación. Cerró los ojos y por un momento imaginó que Caitlyn estaba atrás de ella susurrando una de sus frases ridículamente cursis y anticuadas, pero que ella extrañaba casi tanto como a la misma Caitlyn. Sus manos pasearon por su cuerpo como si lo estuviera haciendo su chica. No era exactamente igual, pero el ingenio ayudaba. Los azulejos se cubrieron de vapor y ya no vio su reflejo patético en ellos. Un placer puro se apoderó de ella mientras bajaba hacia su mojado centro.
—La odio —exclamó Jinx dejándose caer en el cómodo futón plateado neutro o sillón de terapeuta, como Jinx le llamaba.
Renata rodeó el futón y le ofreció a la jovencita un vaso con té de grosellas a modo de bienvenida. Era un líquido de apariencia aterradora. Negro y denso como una noche sin luna, pero a Jinx le gustaba porque le dejaba los labios y la lengua con una coloración morada oscura y eso la divertía.
—Siempre está pensando en la "señorita correcta" —canturreó, parodiando la postura que siempre mantenía Caitlyn en su trabajo como Sheriff. Luego dio un sorbo largo a su té y lo dejó de vuelta en la taza con las manos temblorosas. —No tengo problemas con ello, pero, de preferencia, quisiera que no desconfiara de mí solo porque Caitlyn se lo dice, digo, somos hermanas y la familia está primero, novias podría tener todas las que quisiera, ella elige desperdiciarse.
Bebió otro sorbo de té mientras Renata se reía suavemente. La mujer se sentó al borde del futón, junto a las piernas de su sobrina y estiró su brazo para tomarle la mano de manera maternal y delicada.
—Entiendo que te lastimó saber que ella no confiaba en ti, después de todo es tu hermana.
—Yo no hice nada —insistió Jinx abultando los labios mientras algunas lágrimas escapaban de sus ojos.
—Oh, claro que no, pero entiéndela, Pow. Solo el amor, con toda su ciencia, nos convierte en unos imbéciles —susurró la mujer con voz calmada. Esta vez su mano subió para acariciar la mejilla de la chica. —Algún día lo vas a experimentar y solo entonces la entenderás.
"Cait... Mi cupcake" jadeó Vi, su cuerpo se balanceó en medio de la excitación mientras el agua que ni siquiera se preocupó en entibiar corría por su espalda.
"Vi... ¿Por qué no estás aquí?" susurró Caitlyn con la voz apagada, escondida bajo las sábanas, con su camisón desarreglado y sin ropa interior. Su mente también había viajado hasta donde estaba Vi, la trajo de vuelta como el amanecer soleado que viene después de una tormenta, la imaginó bajo sus sábanas repitiéndole lo dulce y deliciosa que era. Como un cupcake.
"Te extraño"
Abrieron los ojos al salir del ensueño posterior al orgasmo. Estaban solas en sus cuartos vacíos, necesitándose la una a la otra con todavía más intensidad que antes, cuando no eran nadie, cuando solo eran Caitlyn y Vi, cuando para el resto eran solo una vigilante y una vagabunda, cuando tenían aquello llamado libertad antes de que Piltover y Zaun las convirtieran en prisioneras con cargos ostentosos.
—¡Iug! —exclamó Jinx arrugando la nariz y haciendo reír a Renata, esta vez más ruidosamente. —Nunca me enamoraré. Dicen que uno se vuelve loco, y yo ya estoy lo suficientemente loca. No, gracias.
Nota de la autora
Hola, qué tal están.
Adjunto algunas canciones que inspiraron el capítulo.
✯♠🎼 Monster ; EXO ✯♠🎼
https://youtu.be/yUg5j9RPxfI
✯♠🎼 Right Here ; Chase Atlantic ✯♠🎼
https://youtu.be/yQ7kd7orUlI
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