
Perra de Acero
—¿Te gustó el té, querida? —preguntó Renata, tomando asiento en el sofá ubicado frente al futón plateado en donde Jinx estaba recostada abrazando un cojín.
—Sabe amargo —comentó Powder. Dejó su té de grosellas en la mesa de centro y subió sus pies al mueble. Renata dejó el libro que estaba hojeando de lado, luciendo preocupada. No pareció molestarse por la actitud grosera de su sobrina. Supo leer entre líneas. El té siempre le sabía como su estado de ánimo.
—Deberías combinarlo con algo dulce —sugirió, apuntando hacia los pastelitos que decoraban la mesa justo frente a ella. Los había puesto Renata para acompañar el té.
Jinx los ignoró con desprecio y abrió bruscamente el pequeño cofre en donde sabía que su tía guardaba golosinas y galletas caras. Encontró sus dulces favoritos: caramelos masticables rellenos de jugo con sabor a frutos silvestres. Esa noche en particular no le apetecía tratar con suavidad nada, rompió el envoltorio con brusquedad y exprimió el caramelo manchando sus dedos de color púrpura.
—¿Estás así por que no te invitaron a la boda? —preguntó Renata, sonriendo—. ¿Qué culpa tiene el pobre caramelo?
—Estoy bien —susurró Jinx terminando de lamer sus dedos—. Entiendo que los Piltis no me quieran ver, puede que les haya ocasionado algunos problemitas.
Renata entendió que su sobrina se refería al atentado terrorista que sufrió el consejo hacía cuatro años. Sabía que Jinx jamás lo olvidaría. Vi tuvo que prestar servicio a Piltover y usar la inestabilidad mental de su hermana y un poco la culpa personal para reducir una condena que pudo ser perpetua. Jinx no lo veía de ese modo, ella solo vivía de quejarse por tener que estar siendo vigilada todo el maldito tiempo. Estaba aprisionada sin estar entre rejas y no sabía que tantas libertades de ciudadano normal tendía. Hasta donde era consciente, ninguna. Renata a veces se compadecía de su sobrina y el destino ruin que había elegido.
La chica metió otro caramelo a su boca y dejó que este se deshiciera en su lengua. No entendía por qué Vi había aceptado asistir a ese circo. Se sintió desplazada. Otra vez. Jayce y Mel Talis habían sido absurdamente intransigentes con ella al momento de juzgarla. Bueno, no era para menos, sin embargo, no podía evitar sentir que Vi la estaba traicionando al haber aceptado la invitación a su boda.
—Nunca he ido a una boda en Piltover, pero de seguro deben ser aburridas. Todo el mundo parece ser muy cuadrado y todos aparentan ser perfectos. Nadie es perfecto —concluyó, poniéndose de pie—. Iré a preparar más té, luego jugaremos una partida de Dudo, ¿te parece bien?
—Seguro —afirmó Jinx. Esperó a que Renata saliera para lamerse el jugo pegajoso de sus dedos y lamer también de paso el envoltorio del caramelo.
Como si jugar a eso no fuera todavía más aburrido que una estúpida boda Pilti.
Viktor y Oriana salieron al balcón tomados del brazo. Ambos necesitaban tomar algo de aire fresco ya que el ambiente fiestero, ruidoso y las personas en general solo eran motivo de estrés, al menos para Viktor. La chica estaba acostumbrada; sus pequeños e ingeniosos estudiantes le habían ayudado sin querer a tolerar una cantidad absurda de decibelios. Ella logró percatarse de la baja tolerancia de Viktor al ruido y le pareció un lindo gesto de su parte que a pesar de todo aceptara venir a la boda de su mejor amigo, aunque eso le significara pasársela al borde de una crisis de pánico por ansiedad social unas tres veces en menos de una hora.
—Eres un gran amigo, Viktor.
—Jayce no tiene la culpa de que yo sea un inadaptado social ridículamente introvertido.
Oriana soltó una risa tonta por enésima vez en esa noche. De pronto, comenzó a jugar con sus dedos de metal aun tomada del brazo de su compañero y preguntó:
—Entonces, cómo lo harás el día... en que... tú.... te... ¿cases?
Se arrepintió de haber formulado una pregunta tan invasiva. Podría haber jurado que en su cabeza no sonaba así hasta que se escuchó diciéndolo. Él pareció guardar silencio, totalmente sumergido en sus pensamientos y Orianna sintió todavía más vergüenza. Abrió la boca para disculparse cuando Viktor respondió.
—Ya no me siento como un ser humano. El amor es algo a lo que renuncié cuando me convertí... En esto.
En sus planes no estaba casarse. Él era muy diferente a Jayce Talis.
Orianna bajó la mirada, entristeciéndose. Era cierto que el gobernador le debía su apariencia actual a la magia y, más específicamente, al Hextech. Él, por dentro, ya era una máquina, su cuerpo que a simple vista parecía musculoso y firme estaba hecho a base de prótesis. Ella se sintió tonta e indigna de tener ideas tan descabelladas como enamorarse y casarse. Si había alguien más máquina que el gobernador, esa sin duda era ella.
Viktor en ese momento pensaba en Sky. Se sorprendió a sí mismo alegrándose de una manera insana el que ella no estuviera para ver aquello en lo que él se había convertido. Su mente inquieta comenzó a reproducir un montón de recuerdos que nunca le pidió. Se torturó pensando en esa época oscura del pasado, en ese periodo de enemistad con Jayce, en su alianza con Singed y en todas las cosas malas que hizo abusando del cuerpo fuerte que el Hextech le había obsequiado. Magia y ciencia se combinaron y él se dejó seducir por ese milagro que deseó durante toda su vida. Fue como nacer de nuevo y esto, como todo, trajo consecuencias que lamentar, como decía el maestro Heimerdinger "La magia es un arma peligrosa en las manos equivocadas". Él había comprobado eso, por desgracia, viviéndolo en carne propia. La magia es muy peligrosa si es usada por alguien cuyos pensamientos son oscuros. Qué equivocado había estado en ese entonces. Él nunca sería como Singed, no era lo suficientemente despiadado; al menos ahora lo sabía.
—Hay muchas cosas que habría hecho de forma distinta y tal vez ni siquiera estaría aquí si hubiese hecho las cosas bien.
—No digas eso —lo corrigió Orianna.
Para ella, Viktor era un héroe. Ahora la chica tenía cuerpo y órganos de metal, pero en su memoria vagaban los recuerdos humanos de Viktor acunándola en sus brazos mientras todo se desmoronaba a su alrededor. Ella siempre sería hija de Singed y simplemente no podía odiarlo, al contrario, llegó a comprender esa imperiosa necesidad de experimentar que tenía su padre y su manera tal vez incomprendida de ver las cosas. Comprendía a Viktor más de lo que este imaginaba. Comprendía incluso a Jinx. Su padre había tratado de experimentar con el cuerpo de su hija al rehusarse a dejarla marchar luego de un fatal accidente por el cual se sentía culpable. El tiempo y su padre le habían enseñado que había maneras de amar muy retorcidas. Luego sus recuerdos volvían a Viktor, salvándola, protegiéndola, curándola, dándole una nueva oportunidad de vivir. Ella se había tardado mucho en despertar, pero siempre había sentido la presencia del gobernador rodeándola, como un guardián, esperando a que ella despertara. Cuando por fin lo hizo, le enseñó el nuevo mundo que pensaba construir, la próspera y diligente Zaun. Y la quería a ella en ese nuevo mundo.
—Nunca he conocido a nadie más amable y noble que tú.
—Hice cosas horribles —Viktor frunció el ceño, Orianna agradeció que no tuvieran un látigo a la vista porque apostó a que el gobernador se habría autoflagelado frente a sus narices por un pasado que no dejaba de atormentarlo.
—Creíste que era lo correcto.
—Sí, bueno, digamos que mi yo del presente sabe que no debe repetir el pasado. Solo me resta... Agradecer, como te aconsejan todos los escritos de autoayuda que nunca ayudan a nadie.
—Agradecer y dejar fluir —agregó Orianna, riendo.
Viktor frunció el ceño. No estaba seguro de estar dejando fluir nada. Una parte de él, la más oscura y oculta, volvería a repetir el pasado si lo considerara realmente necesario, aunque ahora no estaba seguro de qué línea estaba dispuesto a cruzar. Él nunca volvería a ser el Viktor que Jayce conoció, pero ninguno quería decirlo en voz alta y no se había dado la ocasión para tener esa conversación.
—¿Sabes?, contigo no me siento mal por ser una máquina —confesó su compañera de pronto.
Acababa de pensar en voz alta creyendo que Viktor no la escucharía, se dio cuenta de lo equivocada que estaba cuando los ojos dorados del gobernador se posaron en ella repentinamente. Comenzó a balbucear tratando de disculparse y luciendo realmente apenada, más él solo le devolvió una sonrisa comprensiva y volvió a mirar hacia la ciudad del progreso iluminada por farolas. A lo lejos se veía el puente que conectaba Piltover y Zaun. Entrecerró sus ojos retomando el caos que eran sus pensamientos, y de pronto sintió el beso en la mejilla que Orianna le dio. Esta vez si se conmovió inevitablemente, abrió los ojos con sorpresa y, sin saber qué decir, solo la miró intentando balbucear preguntas que en su cerebro de genio inevitablemente tenía que hacer; sin embargo, ese beso había logrado desconectarlo, por fin, de esos fantasmas que lo estaban atormentando. Era la boda de su mejor amigo. Por Jayce, por Orianna y por él mismo tenía que volver a presente, su mente inquieta podía esperar.
La pregunta más importante sin duda era ¿y ahora qué?, ¿cómo se supone que debo responder al beso de una chica? Podía ser más listo que casi todo el mundo, pero para cuestiones sencillas era un completo idiota. Volvió a mirar hacia el frente para que el momento no se volviera incómodo, era su manera de decirle a Orianna que no se avergonzara por algo así, quería decirle que no debía ser tan dura con ella misma solo por no tener un cuerpo de carne y hueso, luego volvió a arrugar el entrecejo, pero esta vez no por preocupación, sino por algo nuevo y particular. Un sentimiento. Ese beso, pese a que lo habían dado unos labios de metal, se sintió realmente cálido. Lo más cálido y humano que había experimentado tal vez nunca.
"Estúpida muñeca de hojalata" pensó Camille girando su cuerpo por enésima vez, cambiando de dirección. Dejó el hall del edificio central para pasearse por el pórtico yendo de derecha a izquierda. Por fin tenía un momento para estar sola. Algunos de sus compañeros habían ido a comer y otros tomaron su descanso de mitad de guardia.
Trató con todas sus fuerzas de no recordar por qué ella estaba ahí y no Violet. Estaba tratando de no pensar en que quien estaba con Viktor era Orianna y no ella. Qué pensamiento más absurdo. Casi nada dentro de ella era humano, no lograba explicarse lo mal que se sentía estar cubriendo a la jefa de guardia. Todo el mundo sabía que nadie ejercía mejor su labor de jefa suplente que ella y eso era algo para sentirse honrada. Estar ahí era un honor, ¿por qué se sentía tan... triste?
—No lo entiendo —susurró —. Podrían dispararme y no caería. Solo soy una máquina, una máquina de matar.
"Viktor, ¿por qué no me elegiste a mí?, me habría encantado acompañarte" sonrió con amargura, sintiéndose muy tonta. No entendía por qué Orianna y no ella. Hasta donde sabía, ambas eran iguales. Mujeres máquina, sin corazón y pasados rotos. Ambas estaban programadas para no inmutarse ante el frío o el calor, para no sangrar, para resistir los niveles más altos en el umbral del dolor, entonces, ¿por qué sentía una especie de dolor que no podía explicar?
Una gota de agua cayó sobre su busto de acero y se deslizó hacia abajo hasta desaparecer, a esa gota la acompañaron unas cuantas más que cayeron de sus mejillas y se perdieron en su cuello. Ignoró sus lágrimas. Estas brotaban sin parar de sus ojos azules brillantes como luces. Se rehusó a reconocer que lo que eran y ni siquiera se molestó en enjugarlas. Lo que en realidad quería ignorar era a ese veinte por ciento de ella que todavía era humano.
Se compuso y volteó para volver a ingresar al edificio central. Supuso que al menos alguno de sus compañeros no tardaría en aparecer. Eran muchos en guardia esa noche. Ante la ausencia de Viktor y Vi habían doblado la cantidad de vigilantes.
Subió el primer escalón, pero se detuvo cuando su ojo capaz de ver en un rango superior al ojo humano percibió movimiento a algunos metros de ella.
Se devolvió y sus piernas se alargaron tomando su forma afilada, el brillo turquesa de sus ojos se acentuó para agudizar su visión nocturna y una de sus cuchillas Hextech apareció en su mano.
Nada. Comenzaba a creer que solo lo había imaginado, pero entonces escuchó una voz femenina llamándola.
—Hey, hey, perra de acero.
La dueña de la voz asomó detrás del pilar a los pies del edificio central y se apoyó en este como si estuvieran teniendo una conversación casual. Llevaba puesto el uniforme especial de la guardia de Piltover, este incluía la máscara de gas y el casco para cubrir rostro y cabello.
Camille comenzó a acercarse a ella sin titubear, y abruptamente se detuvo, conmocionada. En algún momento algunos de sus compañeros habían regresado y esa extraña los había atacado. Ahora estaban en el suelo, noqueados y algunos sangraban profusamente de alguna parte de sus cuerpos.
Qué tonta había sido. Si eran el doble de guardias, absurdo y obviamente sospechoso fue no haber visto al menos a uno en el lapso de uno o dos minutos. Se maldijo por no prestar atención. Temió que ese descuido le costara caro.
Retrocedió un paso y se dio cuenta de que no estaban solas. Se volteó rápidamente para comprobar que había tres vigilantes más acompañando a la vigilante que la había insultado. Todos vestían ese detestable uniforme. Su memoria se saturó de recuerdos de su vida humana, de sus padres y otros familiares pereciendo a manos de desconocidos que destrozaron todo a su paso escudándose debajo de esos uniformes.
"Si me tengo que ir al abismo, ellos se irán conmigo" pensó, empuñando su arma. Estaba segura de que podría con ellos; después de todo, eran simples humanos.
Nota de la autora
Hello! ¿qué tal están? Espero se encuentren todos muy bien y saludables.
¿Se han sentido como Camille alguna vez? duele muchísimo jajaja, yo la entiendo.
Gracias por las lecturas y los votos. Gracias por seguir aquí.
Saludos, cuídense mucho.
Magaa
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