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No Le Quites La Voz

Viktor se dejó caer en el sofá sintiendo como una especie de cinta invisible oprimía su frente, ahora tenía un dolor de cabeza difícil de ignorar. Fue fácil para él identificar los factores que le estaban provocando esa afección y entre ellos estaba el que no hubiera pegado un ojo en toda la noche. Pudo identificar con todavía más facilidad aquello que aliviaría su malestar, y eso era descansar, pero definitivamente no había tiempo para eso.

La culpa y la tristeza lo estaban abrumando. Y el cansancio era lo que menos le preocupaba en ese momento. Sus manos, que reposaban en sus rodillas, se cerraron con impotencia y se levantó del sofá para caminar hacia la ventana.

"Qué debería hacer. Qué voy a hacer contigo. Qué debería hacer"

Por si fuera poco, todavía no tenía noticias de Violet, Orianna y Ekko. Se cuestionó si había hecho bien en dejarlos solos. Pero, dioses, ellos eran tres y la vida de Camille pendía de un hilo, ¿qué otra cosa podía hacer más que confiar en que las cosas ya no podrían ponerse peor? Sintió que su lugar estaba con Camille y Floch. Con los guardias y con los Firelights. Sin embargo, esos tres ya se estaban tardando en regresar de Piltover.

Alguien golpeó la puerta de su despacho, Viktor dirigió su mirada ámbar hasta la puerta y permitió que quien estaba llamando entrara. Era uno de los guardias.

-Señor, disculpe, la señorita Sarah Fortune desea hablar con usted.

La lengua de Viktor chasqueó con frustración.

-Hágala pasar, por favor -pidió.

Sarah había sido testigo del encuentro fatal entre los Firelights y los vigilantes de Piltover, sentía que le debía el derecho a audiencia aunque realmente no tuviera ánimos de recibir a nadie. El joven se retiró y en unos minutos Miss Fortune tocó la puerta forzando a Viktor a voltear otra vez.

-Hola, Viktor -saludó con su hermosa sonrisa por la que sin duda habían caído muchas personas. Esta sonrisa era compasiva. Y comprensiva.

-Buen día, Sarah.

Había pasado las últimas horas tan ocupado y preocupado por el estado de salud de la jefa suplente que había perdido la noción del tiempo.

-He venido a preguntarte por el estado de Camille.

El gobernador dejó escapar el aire. Esperaba que Sarah preguntara por la Sombra de Acero, no obstante, eso no quería decir que él estuviera preparado para hablar de ello. Ella era razón de su estado de ánimo sombrío y colmado de desolación desde que había abandonado la boda de Jayce y vino todo el camino de vuelta con su corazón en la mano. Sí, había deseado que lo sacaran de una celebración en donde no estaba cómodo, pero habría aceptado pasar cien años rodeado de esas personas con tal no ser sacado con una noticia tan horrorosa.

El dolor atravesó la expresión de Viktor y Sarah se dio cuenta.

-¿Qué es lo más fuerte que tienes para beber? -preguntó como si fueran amigos de toda la vida-. ¿No tienes nada?

Viktor se encogió de hombros y negó. Demasiado conmocionado para hablar o siquiera para alarmarse por una petición tan particular hecha a primera hora de la mañana.

-¿Te molesta si bebo un trago? -dijo sacando una petaca dorada que escondía en su busto levantado favorablemente por el corsé de cuero negro.

-No se salvará -sentenció Viktor-. No con ese corazón.

Sarah abrió la petaca y bebió un sorbo de algún tipo de bebida que sin duda le servía para afrontar mejor temas delicados. El gobernador por un momento sopesó seriamente pedirle un trago, pero no lo hizo. Aunque no pudiera hacer mucho con el agotamiento, al menos todo lo que haría y diría, sería estando sobrio.

-¿Qué quieres decir?

-Tiene muerte cerebral y su corazón ya no funciona...

Los únicos órganos de carne y hueso que le quedaban habían quedado inservibles para siempre a raíz de las contusiones que sufrió durante la tortura.

-Eso quiere decir que...

La sola idea le parecía aterradora, y el que Viktor guardara silencio y la mirara con esa oscuridad en sus ojos no ayudó en lo absoluto.

-Sí. Lo que digo es que necesita corazón y cerebros artificiales. Y yo puedo fabricarlos para ella, pero...

-Ya no sería ella.

-Tendría que programarla, ¿lo entiendes?-la sola idea le daba escalofríos-. Ya no sería Camille, sería... una impostora usando su cuerpo... una...

-Máquina -concluyó Sarah.

Ambos se negaban a ver a Camille como una máquina, a pesar de que su cuerpo siempre estuvo hecho de acero, consideraban eso simplemente como un cascarón, una coraza que protegía a una chica que en el fondo era más frágil que el resto. Y así se mantuvo leal, fuerte y entregada por completo a la causa de Zaun.

Viktor creía que debía salvarla o las heridas de su pueblo se abrirían todavía más, y sangrarían, reavivando primitivos rencores.

-Pero tampoco quiero dejarla ir -confesó Viktor, dejándose caer nuevamente en el sofá frente a Sarah. -Me tortura el saber que puedo salvarla, siento que le fallaría si no lo hiciera.

-Viktor, ¿te has preguntado qué querría Camille? -Sarah tomó asiento frente al gobernador y cruzó sus piernas-. Por lo que me acabas de contar... ella está a un paso de marcharse -lamió sus labios rojos haciendo una pausa- Probablemente no quieras asumirlo y está bien, ahora tienes que preguntarte, ¿ella querría que hicieras lo que planeas con su cuerpo?

-Bueno, sé que habría estado feliz de seguir prestándole servicios a Zaun, aun siendo máquina.

-¿Habría estado feliz de prestar servicios a Zaun o feliz de servirte?

Esa era una buena pregunta, una que le hizo cambiar su punto de vista. Aunque Camille siempre había tratado de demostrar lo contrario, se aferraba con todas sus fuerzas al pequeño porcentaje de humanidad que le quedaba.

-Creo que ella no está viva por su parte máquina, Viktor, ella está aún con vida porque su corazón humano probablemente quiere que le digas todo aquello que nunca le dijiste cuando estaba despierta, y que siempre quiso escuchar de tu boca, pero fue, ya sabes, demasiado dura consigo misma para reconocerlo -tomó otro sorbo del líquido que estaba bebiendo, vaya que le había sido de ayuda para hablar sin pelos en la lengua. -La honestidad y la piedad también son actos de amor.

-Me lo dices como si no lo supiera.

-Claro que sé que lo sabes, galán. Es solo que conozco a los hombres, incluso a los que son como tú. Un hombre inteligente y misterioso como tú a veces necesita que le recuerden que debe permitirse sentir.

Viktor tragó saliva, dándose cuenta de que cada vez le costaba más. Tomó consciencia de aquello en lo que se estaba convirtiendo. Vio por un momento a Singed en sí mismo y sintió una punzada de asco.

"En qué me estoy convirtiendo"

Meditó unos segundos en silencio. Buscó en su interior algún indicio de compasión, y ahí estaba, su niño interior estaba tan horrorizado de sí mismo como lo estuvo cuando descubrió a Singed experimentando con Rio, el waverider.

-No -dijo con severidad, pasando sus manos por su rostro fatigado

-¿Sabes? en mis tierras existe un cuento llamado La Sirenita. Ella era una princesa del mar que tuvo la mala suerte de fijarse en un príncipe de la tierra. La sirena aceptó darle su voz a una bruja a cambio de que esta cambiara su cola de pez por piernas; pero, antes, la bruja le advirtió que si el príncipe no correspondía a su amor, ella moriría y se convertiría irremediablemente en espuma que llevarían las olas y nadie la recordaría. Y adivina qué...

Él se encogió de hombros. Conocía la historia, pero prefirió fingir que leer fantasía no era lo suyo y que no entendía hasta donde Miss Fortune quería llegar. Pero ella, debido al poco de alcohol que tenía en su sistema, continuó sin rodeos.

-El príncipe se enamoró de otra y la advertencia se cumplió...

Se puso de pie y pasó por el lado del gobernador dándole golpecitos en el hombro.

-Camille es una leyenda, y lo será así la dejes en este plano o la dejes ir, Viktor. Pero déjame decirte algo, creo que ella estaría dispuesta a aceptar nuevas piernas con tal de permanecer a tu lado, solo no me gustaría que a la termines detestando y se convierta en espuma en tu vida. Te pediría que no le quites la voz a cambio de esas piernas que solo la lastimarán, pero eso es algo que solo tú puedes decidir.

-Gracias -susurró, dejando caer la espalda en el respaldo del sofá.

La puerta se abrió de par en par y Viktor entrecerró los ojos al ver la expresión de urgencia en el rostro de Violet, quien acababa de entrar. Se dio cuenta de que lo peor estaba por venir.

Jayce tomó su lugar en la mesa redonda. La mitad estaba delimitada para el consejo de Piltover y él, mientras que la otra mitad estaba destinada al consejo de Zaun y a Viktor, quien también ocupaba su lugar justo en el lado opuesto, por lo que, pese al diámetro que había entre ellos, podían verse de frente. Habían pasado dos días luego de la tragedia acontecida en la boda de los Talis.

En el centro había un espacio en dónde debían pararse aquellos llevados a juicio, en este caso, Jinx y Floch.

Apenas los jóvenes pusieron un pie en el centro del espacio los paneles del techo comenzaron a cerrarse cubriendo los vitrales de la hermosa cúpula y con ello todo indicio de luz solar. Enseguida fueron iluminados por la cegadora luz artificial que cayó sobre ellos en línea recta para no iluminar a nadie más.

Se leyeron los cargos de Floch y luego los de Jinx, ambos habían cometido actos indefendibles y ambos consejos comenzaron a pasarse de puesto en puesto los archivos con las pruebas de su participación en aquello de lo que se les inculpaba. Los miembros del consejo de Zaun se miraron entre sí con algo de intranquilidad. No había mucho que hacer al respecto, Piltover se encargó de expresar de forma muy clara que lo único que estaba dispuesto a negociar eran los años que pasarían esos jóvenes en prisión.

El murmullo de los asistentes estalló en la sala. Los piltovianos, como era de esperarse, comenzaron a murmurar pestes de ambos jóvenes, mientras que los zaunitas guardaron solemne silencio.

A veces, el círculo dorado se abría para dejar espacio a la defensa o a los testigos. Ahora se había abierto para darle un espacio a Violet, quien estaba de pie y sola en medio de ambos consejos. Trató de que el nerviosismo y la impulsividad no se apoderaran de ella, y aun cegada por el resplandor que bañaba a su hermana y a Floch, buscó a Caitlyn con la mirada más no la encontró, ¿no vendría al juicio?, le parecía ilógico, ya que ella había sido parte importante en la investigación de los asesinatos.

Quiso hablar, pero titubeó. La última vez que habló para el consejo nadie la apoyó, ni siquiera Caitlyn. Viktor parecía estar ausente. Sus facciones todavía permanecían tensionadas debido a la conmoción.

-Se los advertimos -comenzó a decir Shoola, ejerciendo como líder suplente del consejo en ausencia de Mel-. Teníamos un trato y Jinx lo ha roto irremediablemente. No es posible brindarle la libertad, ni siquiera bajo condiciones.

-Ella está enferma, ¿cómo no se dan cuenta? -Vi no pudo soportarlo más y contraatacó-. Conozco a mi hermana, ella no haría esta masacre, ¿y si alguien la usó porque sabía que ustedes la culparían a ella de todo?, pues bien, eso es justo lo que están haciendo. Tú mismo conoces el mecanismo de esas burbujas, Jayce, las burbujas no matan. Los verdaderos asesinos todavía están sueltos, ¿qué es lo que esperan encerrando a Powder? ¿qué las muertes se detengan?, podría apostar a que eso no sucederá.

Jayce dejó caer su puño cerrado suavemente sobre la mesa.

-Tú hermana es un peligro, y me opongo rotundamente a la idea de que tenga libertad, al menos hasta que se demuestre lo contrario, no quiero arriesgar a mi gente a revivir lo que ocurrió en el consejo en el pasado. Tengo una familia, hijos a los que proteger, mi promesa de seguridad es en serio. Jinx es un arma de destrucción masiva, tú misma lo viste -miró a Vi con seriedad, su puño se mantenía cerrado-. De ningún modo, no la dejaré libre; como dije, eso no está en discusión.

-¿Entonces cuál es el motivo por el que estamos aquí? -preguntó un miembro del consejo de Zaun, peludo e intimidante como Warwick, se decía que eran parientes-. ¿Tenemos siquiera voz en este lugar?-algunos gruñidos escapaban entre frases-. O solo vinimos aquí a retrasar más la cadena perpetua que quieren darles a estos pobres muchachos.

-¿Pobres muchachos? -exclamó una miembro del consejo de Piltover, una dama refinada que había tomado el puesto de la madre de Caitlyn, era la madre de Seraphine-. Estas bestias no tienen nada de pobres muchachos.

-No mostraremos misericordia con estos asesinos torturadores -corroboró otro que tenía la mitad de su cuerpo hecho de acero.

-Las pruebas son contundentes -continuó Jayce, dirigiéndose a ambos jóvenes-. Sin embargo -su voz se suavizó un poco- si tienen algo que decir al respecto, adelante.

Hubo un silencio en la sala, algunos miembros del consejo piltoviano mostraron un claro gesto de desaprobación ante esto, pero Jayce sentía que debía concederles al menos ese derecho, ya que vio en ellos al joven imprudente que él alguna vez fue y, aunque esta situación no podía compararse debido a la gravedad, esperaba que al menos hicieran esto más fácil y se disculparan.

-¡Yo no maté a esa gente!, ¡lo juro! -gritó Jinx dando un paso adelante. Pese a que estaba desarmada, todos se pusieron tensos al verla moverse.

No. Zaun jamás haría las cosas más fáciles. En qué estaba pensando. Los labios de Jayce se tensaron en una fina línea y sus nudillos se pusieron blancos.

-Yo me hago responsable por los cuatro vigilantes asesinados en Zaun -Floch alzó su voz y la audiencia estalló en murmullos.

-Tres -corrigió Jayce-. Janna sobrevivió y ahora comenzará su lento proceso de recuperación.

-Es una lástima -murmuró el chico.

-¿Qué dijiste? -le preguntó Shoola, el conjunto de anillos dentados alrededor de su cuello dio un par de giros apresurados.

-Lo que escuchaste, mujer engranaje. Camille ya no está -su voz se quebró-. Esa perra está todavía con vida, pero nuestra querida Camille no contó con la misma suerte.

-Qué muchachito tan irrespetuoso. Cómo te atreves a hablar así de una deidad.

-No es nuestro problema que Janna sea más fuerte que Camille -continuó Shoola.

-Yo vi a esa hija de puta cortando a Camille con una sierra. Janna no habría soportado siquiera perder su brazo, mucho menos habría continuado peleando como Camille lo hizo.

-Floch...

-¡No me hagan callar, mierda!, ya estoy harto. Sí, carajo, yo los maté, yo hice que esa bastarda mordiera el polvo -se golpeó el pecho duramente con el puño cerrado-. Vamos, ¡arréstenme!, no me arrepiento de nada y nunca lo haré, pero sepan, que como Camille y como yo hay muchos que defenderán Zaun con sus vidas. ¡No seré el primero ni el último que tendrán aquí de pie, malditos tiranos!, nos defenderemos, hasta el último se nosotros se resistirá a su humillación. Zaun tiene memoria, Jayce Talis. Esto es por mis padres, por Vander, por Camille, por Claire, y por todos los que ya no están. ¡Zaun es libre!

-Esto es el colmo. Resulta que ahora somos unos dictadores -exclamó el miembro mitad máquina, otros rieron de mala gana.

-¿No es eso lo que son? -comentó con sarcasmo un yoordle llamado Ziggs, perteneciente al consejo zaunita.

-No vamos a desconfiar de una diosa y mucho menos vamos a enviarla a prisión -dijo la líder suplente.

-Es nuestra benefactora -explicó Jayce-. Si su padre, Eolus, se entera de que siquiera se insinuó la idea de culparla de algo, las consecuencias serían catastróficas.

Ya muy duro iba ser convencerlo de que controlara su ira una vez que viera el estado delicado en el que Floch y los firelights la habían dejado. Se prometieron como consejo hacer lo lo posible por enviar al culpable de lastimar a Janna a prisión y eso es lo que estaban decididos a hacer.

Por suerte, Floch les estaba haciendo la tarea más que fácil.

-Entonces nos negamos a aceptar cualquier condena.

Pese al alboroto que se había desatado en el salón, la voz de Viktor se escuchó fuerte y claro. Jayce desvió su mirada hacia él con incredulidad.

Vestía su armadura, sin embargo, su rostro estaba al descubierto. En sus ojos, además de unas grandes ojeras, se reflejaba un dolor agudo. Por Camille y ahora también por Orianna, quien aun no regresaba.

-Esto ha sido duro para ambos, Jayce, y por desgracia nos hemos negado a mantener la sana convivencia. Mi sola opinión no basta, pero debes saber que Floch solo defendió a alguien a quien aprecia, y es algo que hasta tú habrías hecho -lo apuntó-. Me rehúso a que solo Floch pague cuando aquí tanto Zaun como Piltover perdieron vidas valiosas. Porque todas las vidas son valiosas. Los Firelights no buscaron a tus vigilantes, Jayce, ellos llegaron a Zaun y masacraron a nuestros guardias primero, actuamos en legítima defensa. Y Jinx... no puedes enviarla a prisión sin que te pese en la conciencia no haberla ayudado, al menos en la mía sí lo hará, ¡mírala!, sé que tu gente te exige castigar a alguien y sé que te sientes presionado para solucionar esto pronto, pero esta no es la manera...

La boca de Jayce se abrió un par de veces solo para volver a cerrarse. No tenía palabras para describir lo que sentía en ese momento. Solo de algo estaba seguro, la situación se le estaba escapando de las manos y él lo estaba permitiendo. Su ancla no estaba y su mejor amigo se había transformado para defender a su nación como lo hacía antes para defender sus proyectos ante el profesor Heimmerdinger. Jamás imaginó que Viktor sería capaz de hablar en público de la manera en la que acababa de hacerlo. Y por lo visto, nadie se lo esperaba.

-La culpabilidad en los hechos no está en discusión, dadas las pruebas-dijo la líder suplente del consejo, en vista de que Jayce seguía enmudecido- lo que está en juego son los años qué cada uno pasará en prisión. Propongo una condena de cuarenta años para Floch y una cadena perpetua para Jinx.

-¿Oíste lo que dije?

-No puedes estar hablando en serio, lo esperaría de cualquiera, menos de ti.

-Pues te lo repito. Nosotros no vamos a aceptar ninguna condena.

Viktor se puso de pie y el consejo de Zaun lo imitó.

-Nos vamos.

-Yo no haría eso si fuera tú, Viktor -lo amenazó la líder suplente-. Conoces el protocolo.

Sí. Una guerra. Ese era el método por el que se regían muchas regiones de Runaterra cuando el dialogo y la democracia no lograban una solución concreta. A Piltover nunca le había temblado la mano para elegir ese camino cuando las cosas no salían como la Ciudad del Progreso quería, o al menos así era antes del gobierno de Jayce.

Viktor miró hacia sus consejeros, miró a Vi; miró hacia la audiencia, Ekko, Warwick, Sarah, Renata y muchos otros se habían puesto también de pie, y aún en medio de las sombras Viktor vio claramente como asentían en su dirección, apoyándolo.

Si Piltover quería guerra, guerra tendría.

Jayce extendió sus palmas sobre la mesa y también se levantó.

-Viktor... -lo llamó, incrédulo.

"Por favor, no elijas ese camino de nuevo" quiso suplicarle, pero repudió la mera idea de mostrar debilidad. Los miembros de su consejo se voltearon hacia él y se dieron cuenta de lo confundido que estaba. Algunos fruncieron el ceño en desaprobación, pero no podía evitar sentirse decepcionado de una amistad que creía incondicional, el dolor podía más.

La ola de murmuración volvió a desatarse en el gran salón. Viktor, por respeto al lazo fuerte que lo unía a Jayce, esperó. Por supuesto que no quería una guerra. Pero no era primera vez que Piltover y Zaun se enfrentaban y le apenaba saber que desde la última vez que se habían enfrentado las cosas no habían cambiado mucho. Piltover quería imponerse, manteniendo esa soberbia, esa arrogancia que emanaba hasta por los poros de la piel de todos sus habitantes. Se empeñaban en rechazar la alianza por considerarlo una afrenta.

-Tengo algo que les podría interesar, damas y caballeros.

Las puertas del gran salón se abrieron de par en par y Mel entró seguida por Caitlyn. La esposa del gobernador llevaba en sus manos una pequeña tabla que sujetaba un par de hojas. Caminó por el pasillo entre la multitud y no se detuvo hasta quedar de pie frente a Jayce y extenderle la tabla con los documentos. El gobernador la cogió y echó un vistazo.

-Son los resultados de las muestras de sangre tomadas a Jinx y a Janna. En ambas muestras se encontró más o menos los mismos niveles de Sadcris lúnula.

"Pegatinas lunares" los ojos de Jayce se abrieron como platos.

-Según lo que hemos podido recapitular, esta droga le otorga a quienes la consumen habilidades sobrenaturales de primer nivel durante el tiempo que dura su efecto, el cual es de una hora aproximadamente, todo depende de la cantidad consumida. Luego de que el efecto pasa se puede experimentar palpitaciones, sudoración, confusión, histeria y amnesia -recalcó la palabra-. Ocurre una especie de "reseteo" a nivel del hipocampus -explicó Caitlyn. Se había ubicado al lado de Vi, ocupando su lugar como sheriff.

-Y eso qué significa -preguntó el yordle del consejo de Zaun-¿Son culpables e inocentes quienes actuaron bajo los efectos de esta sustancia?

-Yo diría que culpables en el caso de que hayan consumido sadcris lúnula a consciencia. Y entre ellos tenemos a Janna y probablemente a los... otros vigilantes que atacaron el edificio central de Zaun dos noches atrás y también al hombre sospechoso de la muerte de la zaunita Claire.

-¿Y Jinx? -preguntó Jayce.

Mel se volteó hacia ella. Jinx apenas podía sostenerle la mirada, ya que la reconocía como la piadosa mujer que le había dado una oportunidad en el pasado cuando definitivamente no se la merecía.

-Jinx, me temo que tendrás que quedarte con nosotros un tiempo, te ayudaremos en tu proceso de desintoxicación y rehabilitación, sin embargo, debes colaborar con nosotros.

Powder la miró asustada, luego vio hacia su hermana.

"No puedes enviarla a prisión sin que te pese en la conciencia no haberla ayudado, al menos en la mía sí lo hará, ¡mírala!" recordó Jayce. Cuando el consejo de Piltover intentó entrometerse, él alzó su mano para impedírselos.

-¿Rehabilitarla? -opinó la líder suplente- ¿Otra vez?

-Sí -recalcó Mel, su voz ni siquiera titubeó- Otra vez y cuántas veces sea necesario con ella y con todos quienes lo requieran. Debemos frenar el tráfico de luna así como frenamos el contrabando del brillo, esta droga y su mente creadora es nuestro verdadero enemigo. El consumo de esta droga puede convertir en un criminal a cualquiera de nosotros. Por cierto, gracias Caitlyn... hiciste un grandioso trabajo -volteó hacia la sheriff y sonrió.

Vi miró a Caitlyn. Todo el mundo miró a Caitlyn. Ella sintió el peso de ese centenar de ojos puestos en ella. Las murmuraciones continuaron "ya era hora de que cumpliera con su trabajo", "Sheriff incompetente", "apostaría a que lo hizo para salir en defensa de esa salvaje".

No estaba siendo la sheriff que todos esperaban que fuera, pero al carajo con eso. Miró hacia Vi cuando el juicio acabó, pero ésta desvió su mirada en seguida y caminó hasta Jinx que abrazaba a Renata como si no hubiera mañana.

-Todo está bien -comentó su tía correspondiendo al abrazo, Jinx hundió su rostro en el pecho de la mujer-. Yo sabía que Viktor no iba a permitir que te llevaran -sonrió, acariciando las largas trenzas de la chica de un modo maternal.

¿Sería lo correcto hablarle a Vi? Pensó Caitlyn, asumiendo que la chica aún seguía molesta.

Inconscientemente dio un paso hacia ella, Vi estaba de pie, todavía dudando en si abrazar a su hermana o no. Cait quiso llamarla, quería escuchar su voz llamándola con toda clase de apodos cursis, y quería... más. Se sonrojó y comenzó a hacer a un lado sus pensamientos impuros. De todas formas desistió de hablar con Violet, ya que el centro de atención en ese momento era Jinx y esta vez no podía culparla por ello.

La extrañaba. Esos dos días habían sido un calvario, no había conseguido dormir bien y apenas había podido concentrarse mientras gestionaba los análisis de sangre.

De pronto una mujer increíblemente hermosa abrazó a Vi y esta rodeó su cintura sin dudarlo un segundo. Caitlyn la reconoció, era la misma mujer que se encargaba del burdel, la señorita Fortune. Una punzada de celos picó en su interior y terminó por abandonar de manera definitiva la idea de hablarle a Violet y más cuando vio que su brazo no dejaba de rodear la cintura de la Miss sonrisa o como se llamara. Para colmo esa desvergonzada no dejaba de susurrarle cosas al oído.

Gruñendo se marchó a hablar con Jayce y Mel de lo sucedido.

Viktor dio unas palmadas en el hombro de Floch y Ekko le desordenó el cabello al muchacho.

Jinx aceptó recibir la ayuda, no sin primero llorar y reconocer que tenía miedo. Dijo que lo sentía una vez más. Los brazos de Renata por fin fueron reemplazados por los brazos de Vi y finalmente ésta tomó el pequeño rostro de su hermana menor entre sus manos y le acarició las mejillas.

-Lo siento, Vi. Otra vez estoy siendo una carga.

La abrazó fuerte una vez más, no sabía en cuanto tiempo más volvería a abrazarla.

-Recuerda que yo creo en ti -le dijo. Una esquina de sus labios se levantó con una leve sonrisa-. Lo sé, parece una puta locura, pero creo en ti.

Nota de la autora

Hello! perdón, sé que tardé mucho en actualizar. O tal vez no fue tanto, pero yo lo sentí como una eternidad.

Gracias por seguir aquí. Gracias por las lecturas y, por supuesto, los votos.

Por último, adjunto canción que inspiró la primera parte de este capítulo

✯♠🎼 Baby Don't Cry ; EXO ✯♠🎼

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