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Ella Es Mi Príncipe

...For all of my pretty, and all of my ugly too. I'd love to see me from your point of view

Los novios se levantaron y caminaron hasta la pista de baile que había frente al escenario. Jayce deslizó una mano por la espalda de su esposa y la otra se posó en la pequeña y delicada mano de Mel con delicadeza. Los mosaicos del suelo se movieron al ritmo de la música lenta e intercambiaron sus formas y colores hasta combinar con el vestuario dorado y espléndido de los recién casados. El conjunto de todo esto hizo que el vals de los novios se viera como una escena de ensueño. Y eso era lo que Jayce quería dar a su amada Mel, una boda inolvidable, la boda que todo el mundo querría tener. 

—¡Qué vivan los novios! —gritaron Ekko y Vi a viva voz sentados en el taburete junto a la barra.

Chocaron sus copas con un líquido ambarino que bebieron de un solo trago. Fueron el maldito espejo del otro cuando arrugaron las facciones de sus rostros y dejaron abruptamente el vaso vacío estremeciendo el mesón de vidrio, olvidando por completo que esa superficie tan fifí no era la recia barra de madera de The Last Drop. Ya estaban algo pasados de copas. Seraphine en medio de su canto se volteó un momento para ver al par de ruidosos y sonrió. 

— Señor, me has mirado a los ojos~ —comenzó a cantar Ekko— Mierda, ¿qué hago ahora con mis ganas de tatuarme la mirada que Seraphine me acaba de dedicar? 

—Lo siento, me estaba viendo a mí —bromeó Vi. 

—Ustedes —los interrumpió Caitlyn, acercándose a la barra—. Dejen de hacer ruido y únanse al vals. 

"Debes estar bromeando" fue la respuesta que el par le dio, pero Caitlyn fue más astuta y rápida: 

—Seraphine se unirá a la pista de baile y bailará con el galán de la fiesta. 

Ekko se bajó del taburete de un salto y comenzó a arreglar su traje. 

—¿Alguien dijo galán?

Avanzó unos pasos hacia la pista tratando de no tambalearse y luego se devolvió argumentando que no podía bailar solo porque eso no se vería cool. Tal cosa no era no era de galanes ya que en su mente solo los perdedores bailaban solos. Las chicas se rieron y Violet lo tomó de la mano para llevarlo a la pista y unirse a las parejas que bailaban.

—¿Sabes lo que te haría ver como un perdedor?, bailar con Seraphine y pisarle esos piecitos de princesa que seguramente tiene. Anda, practica conmigo.  

—Pero tú no tienes piecitos de princesa.

—Qué bueno que te des cuenta. Sabrás que no debes hacerme enojar o verás mis pies de Troll en tu trasero.

Ekko reprimió un escalofrío. La punta de los zapatos de Vi estaba demasiado pronunciada.

Comenzaron a moverse al compás de la música de manera torpe y descoordinada, sin embargo, nadie pareció notarlo ya que todos estaban sumergidos en su propio ambiente con sus parejas, o con la mirada puesta en los novios, o en Seraphine que acompañaba el vals con una voz grácil que no perdía su toque romántico e inocente. 

Caitlyn se unió al vals de la mano del señor Kiramman para disfrutar de un agradable momento padre e hija, como en los viejos tiempos. El médico lamentaba muy dentro de él que su hija no tuviera un príncipe como Jayce para que bailara con ella y entre sus brazos fuertes ella se moviera grácilmente, sintiéndose protegida. Deseó que ella tuviera una mano a la que aferrarse para sentir que no había lugar en el mundo al que no pudiera llegar, sin embargo, su hija no era como Mel. Mel Medarda necesitaba protección, Caitlyn no. Estaba orgulloso de que su pequeña princesa supiera valerse por sí misma y sirviera a La Ciudad del Progreso arriesgando su vida. Sería inútil intentar cambiarla, ella siempre buscaría la justicia y el orden, aunque eso implicara encontrarse con la violencia y el peligro. Los últimos acontecimientos le habían hecho dudar de que tan segura estaba su hija, sin embargo, esto solo lo llenaba de impotencia. Él jamás podría protegerla de enemigos poderosos y salvajes, nunca podría ayudarla a combatir el mal descontrolado, rogaba a los dioses por alguien que peleara codo a codo con ella y creyera en lo que ella creía, quería a una persona tan poderosa e ingeniosa como su preciada Caitlyn, a alguien que no titubeara al momento de atacar para defender a quien amaba. Su hija le dio un cálido apretón a su mano y le sonrió, él supo lo que le estaba diciendo. 

"Estoy bien así, papá. Todo está bien, créeme"

Seraphine puso en su cabeza un micrófono dorado estilo diadema y acomodó uno de sus delgados extremos sobre su boca. Seguiría cantando, pero, como se lo había prometido a Caitlyn cuando habían charlado, bajaría del escenario para bailar con el chico con rastas cortas y un tatuaje de reloj de arena en su rostro. Ese es el propósito de un idol después de todo, hacer feliz a sus fanáticos. 

El señor Kiramman se separó de su hija cuando Seraphine se unió al baile. Antes de que su mirada de viejo verde se desviara hacia la joven cantante, la señora Kiramman lo tomó de la mano y lo llevó otra vez a la pista para que bailara esta pieza con ella. El médico aceptó bailar con su esposa gustoso, le devolvió a la memoria los viejos tiempos. 

Caitlyn retrocedió unos pasos para volver a las sombras cuando su espalda se estrelló con la de alguien que también estaba escapando de ahí. Se volteó para disculparse y se dio cuenta de quién era:

—Vi —dijo tontamente. 

—Sí, soy yo —le respondió, igual de tonta. 

Apuntó con su pulgar a Ekko que estaba cumpliendo su sueño de fan al bailar con Seraphine y Caitlyn lo entendió. Ella lo había planeado después de todo, ya que había negociado con Seraphine cuando Jayce le preguntó por el artista que traerían a su boda y ella le dio el nombre de la joven cantante. 

La Sheriff se disculpó y se volteó para continuar con su plan de huida de la pista de baile pero la mano cálida de Vi la detuvo y se miraron, los cuerpos de ambas de rozaron y ninguna se movió de su sitio pese a estar rodeadas de personas. Por un momento el resto de la gente solo desapareció y la música comenzó a escucharse lejana. El único murmullo llamativo era el de sus corazones latiendo fuerte. Ambas estaban en una lucha interna desgarradora, una parte de ellas quería la distancia, la zona segura, alejarse de lo prohibido, mantener el secreto. El otro lado solo quería romper la distancia sin importar lo que sucediera. Sus brazos, al igual que como sucedía en la intimidad, se enlazaron siguiendo el compas de la melodía más antigua del mundo: el latido coordinado de dos personas que se aman y quieren estar juntas. 

—Creo que deberíamos separarnos —tartamudeó Caitlyn, sonrojándose. 

—Bailar pegados es bailar creo que alguien dijo una vez. 

—¿Quieres que... bailemos? —preguntó, sorprendida y sonriendo con sus ojos azules iluminados por la emoción. 

Las manos de la sheriff se enlazaron detrás del cuello de Vi, quien deslizó sus palmas por las caderas de su chica por encima del vestido. Apretó para hacerle saber que estaba ahí dispuesta a bailar, y solo quería bailar si era a su lado. Caitlyn suspiró conmovida. Vi era todo lo que el señor Kiramman quería para su hija y más. 

"Ella es mi príncipe, papá"

Vi era ese príncipe que podría pelear codo a codo con su amada hasta en el fin del mundo porque formaba parte de ella, porque eran una sola fuerza, poderosa e inquebrantable, dos corazones siendo uno, tocando su propia balada en medio de la oscuridad a escondidas de todos, sin embargo, no por ello menos impetuosa. "Lo ves papá, todo está bien" pensó Caitlyn, apoyando su mejilla en el hombro de su chica, percibiendo su perfume, mezclado con la hidromiel y con la propia esencia de la jefa de guardia, ignoró que toda su emoción estaba subiendo a sus ojos y su sonrisa jamás se vio más genuina y hermosa. 

¿Hermoso?, no, ante los ojos de Piltover esto no tenía nada de hermoso. 

"¿Piltover prosperará alguna vez si nuestra Sheriff insiste en bailar tan acaramelada con los de abajo?"

"Mientras la delincuencia aumenta, Caitlyn Kiramman baila con esa bravucona"

"Insólito"

"Son mujeres, eso se ve raro"

"Qué asco". 

Ekko no fue capaz de seguir bailando con Seraphine mientras fingía no oír todo esos comentarios repulsivos. Lo único a lo que había aspirado hasta entonces era a conformarse toda su vida con ver a Seraphine en hologramas, jamás olvidaría esos cinco minutos tan gloriosos, sin embargo, su amiga estaba metiéndose en problemas por no controlar sus sentimientos y nada era más importante para él que salvarla. No era culpa de Vi, ni nunca lo sería. Él, que entendía poco de amor, comprendía que no había nada de malo en amar. Esa cosa llamada amor no entendía de razas, géneros ni tampoco de dinero o política. El amor y la muerte jamás se dejarían guiar por barreras tan burdas. Que los dioses lo libraran de ambas cosas. Tomó las delicadas manos de Seraphine entre sus propias manos y se disculpó por dejar el baile hasta ahí. Se alejó como si la puta cenicienta fuera él. 

Jayce y Mel también se dieron cuenta de lo que ambas chicas estaban ocasionando entre los invitados. Los recién casados se miraron y, en lugar de sentir que las muchachas estaban robando la atención que les pertenecía a ellos, hubo un destello de compasión en sus rostros. Jayce apretó su puño lamentando lo injusto de la situación. Ellos podían gritar su amor sin ser juzgados, ¿por qué para ellas tenía que ser tan difícil?, ¿en qué se diferenciaba lo que tenían Cait y Vi de lo que tenían ellos? 

El gobernador entendió lo que le pedían los ojos de Mel. "Ayúdala, Jayce" a ella también le parecía injusto e inmerecido, porque lo era. ¿Cómo podía ser una relación entre dos heroínas un crimen?, tal vez era un tabú, tal vez las sociedades a las que pertenecían eran incompatibles, pero ¿aquello no convertía su amor en algo todavía más fuerte? A veces le costaba aceptar que vivía en una ciudad tan arrogante e implacable, personas inconmovibles y egoístas, como su madre. Jayce besó la sien de su esposa y se acercó a la pareja de chicas que seguía absorta en su vals. 

—¿Me prestas a mi amiga? —dijo, interrumpiéndolas. 

Vi pareció despertar de un sueño y Caitlyn también. La sheriff miró a su alrededor y por fin vio las miradas severas sobre ella. Se alejó avergonzada. Lo último que vio antes de posar su mirada turbada en Jayce fue a su madre caminando hacia ella y el rostro preocupado de su padre a la distancia. 

Vi colocó la mano en Cait en la de Jayce con resignación. La señora Kiramman se había devuelto otra vez hasta su mesa, pero Violet la había visto caminar hacia ellas. En su rostro había vergüenza y le quedó muy claro que no se estaba acercando a ellas para ofrecerles sangría con la cara llena de risa. 

Se alejó del salón rápidamente y Cait deseó correr tras ella, más Jayce, sintiendo odio y repulsión por su propia gente y por él mismo, la sujetó y se lo impidió. Ella lo entendió. Tenía que dejarla ir o este momento que en realidad no tenía nada de complejo les iba a acarrear problemas. Cait quiso llorar y reprocharle a su amigo lo que estaba ocurriendo ¿Qué debía hacer entonces?, ¿tragarse todo lo que decían de ella?, claro, que siguieran creyendo que ella era la tonta amante del gobernador porque eso era menos vergonzoso y más aceptable que estar enamorada de una Zaunita. Vaya mierda.

Ekko acababa de hablar con el DJ y éste dio un vuelco totalmente abrupto a la música, cambió el ritmo por uno más alegre y rápido. La multitud dejó de murmurar y se llenaron de un entusiasmo propio de las fiestas del bajo mundo. Por supuesto, jamás aceptarían que su comportamiento se asemejaba al de los de abajo.

El gobernador consiguió sacar una sonrisa a Caitlyn con sus pasos prohibidos. 

Mel volvió a la pista luego de ocuparse de sus hijos y calmó a Jayce antes de que protagonizara un ridículo que pasaría a la historia. Caitlyn aprovechó ese instante para devolverle a los novios el protagonismo y escabullirse de todo el mundo, les dijo que iría a ver si la seguridad estaba funcionando bien, y tanto Jayce como Mel afirmaron, sabiendo que probablemente les estaba mintiendo y en realidad solo quería un rato a solas para encontrarse con su amante pelirroja entre las sombras, la siguieron con la mirada hasta que Caitlyn desapareció del salón. Mel apoyó su brazo y luego el mentón en el hombro de su esposo. 

—Por favor, prométeme que nuestros hijos no pasarán por algo así.

—Haré lo que esté a mi alcance y más para que algún día las personas sean libres de amar a quienes quieran sin importar su estatus o su género —prometió Jayce. 

Minutos antes...

Su pecho subía y bajaba sin poder controlarlo. Acababa de ver a su jefa bailando muy pegada al cuerpo de la estúpida jefa de guardia de Zaun. No sabía que le pasaba, solo se estaba dando cuenta de que estaba molesta, muy molesta, y lo atribuyó al hecho de que su jefa estuviera relacionándose con tanta soltura con los que eran inferiores a ellos. Los Zaunitas eran poderosos e importantes gracias a Piltover. Viktor había adquirido todo su conocimiento en la academia de Piltover, Violet seguiría peleando en las alcantarillas de no ser por los guanteletes que el gobernador Jayce le había obsequiado.

Aun no reunía pruebas contundentes para comprobarlo, pero podría haber jurado que los que estaban detrás de los asesinatos en Piltover eran Zaunitas y le frustraba no poder abrirle los ojos a la jefa Cait, mientras tanto, tenía que soportar verla idolatrar en secreto a esa zorra de Zaun. Se jaló los cabellos desarmando su peinado en un arrebato de ira. 

—Hey, hey, qué sucede —dijo la voz de uno de los vigilantes, se había alejado del grupo en el que estaba compartiendo con sus otros compañeros de guardia al escuchar los pataleos de Janna. 

—No es de tu incumbencia, déjame sola —respondió Janna de manera tajante mientras volvía a arreglar su peinado. 

—Está bien —dijo el hombre frunciendo el ceño ante la actitud acre de su compañera. Estaba por darle la espalda para dejarla sola como ella se lo había pedido, cuando de pronto sonrió maliciosamente antes de voltear—. No me cuentes si no quieres, pero estamos a punto de probar algo... y creo que te interesará saber qué es.

Janna se puso en alerta en seguida. ¿Sería una especie de droga?, le interesó saber más, ya que pensó que podría serle útil para reunir más pruebas. Eso sin duda pondría contenta a Caitlyn. Cuando el hombre reapareció junto al grupo con Janna a su lado, el resto de los vigilantes pareció enfadarse con él, y Janna se dio cuenta de que estaban ocultando algo; para empezar, estaban a oscuras y solo los iluminaba la tenue luz de una antorcha, lo que hacía todo "tontamente más sospechoso". 

—Se que esconden drogas —dijo, sin pelos en la lengua—. Quiero que me dejen ver o más temprano que tarde el gobernador Talis, el consejo y la jefa Kiramman estarán al tanto de esta reunión secreta. 

Los vigilantes bufaron y la vieron con desdén. Ese papel de soplona solo los irritaba. "¿Es enserio, Janna?". Luego voltearon hacia el imbécil que la había llevado. 

—Cuando lo veas también querrás ir corriendo a contárselos —respondió otro vigilante dirigiéndose a Janna. 

—No si me dicen en dónde lo consiguieron. 

—¡Mejor que eso! —exclamó una de sus compañeras—. ¿Quieres probar?

—Ni muerta. 

—Dicen que esta droga te hace sentir como si tuvieras Hextech corriendo por tus venas...

—¿Tienes acaso...

—Ahá, pegatinas lunares —la interrumpió uno de los sujetos, enseñando una papeleta amarilla con pequeños adhesivos con forma de lunas que en la oscuridad brillaban en un tono rosa neón, casi morado—. Hoy la jefa no estará encima de nosotros, este es el día para probar y ver si todo eso que cuentan es verdad. 

—¿Sabes que esta droga está en investigación porque puede ser mortal?

—La gente que explota es porque sufre sobredosis —explicó otra vigilante, tratando de restarle importancia con la mano, como si el hecho de la gente explotara fuera algo normal—. Eso es lo que me han dicho, es mentira que es mortal, si te moderas, no pasa nada, tengo amigos que la consumen a diario. 

—¿De dónde sacaste eso? 

—Zaun —respondió el vigilante de la papeleta. 

—¡Lo sabía! —exclamó Janna. 

Lo único que quería en ese minuto era encontrar a Caitlyn y contarle lo que acababa de descubrir, sin embargo, la imaginó otra vez bailando con esa sucia perra Zaunita y la ira volvió a apoderarse de ella. Este no era el momento. Fue entonces cuando otra parte de ella quiso saber más. Creyó que mientras más supiera al respecto más complacería a la jefa Kiramman. "Tal vez... Si lo pruebo, estaré más cerca de conocer los efectos y la jefa no necesitará seguir investigando" pensó, aceptando las dos pegatinas que su compañero pegó en el dorso de su guante de cuero. 

—Debes probar una primero, es peligroso tragarse las... 

Tarde. Janna apretó los ojos y deslizó la lengua por su guante para echar a su boca las dos pegatinas y tragó. Primero vino el sabor amargo y nauseabundo, deseó escupir con todas sus fuerzas e incluso vomitar. Su saliva se hizo más espesa y ácida a medida que la sustancia se deslizaba por su garganta. Tragó rápido al igual que sus compañeros y juntos esperaron los resultados. Antes de que alguno de ellos alcanzara a preguntar cuánto tardaría en hacer efecto la droga los ojos de todos ya estaban brillando peligrosamente. Sus iris habían sido reemplazados por círculos de un peligroso brillo rojo neón, como el de la sangre. 

Janna llevó su mano a la garganta sintiendo miedo, su pulso comenzó a acelerarse y escuchó que sus compañeros alcanzaban la fase de euforia. Ella temió que esto fuera como el shimmer y terminaran tranformándose en monstruos, pero nada de eso ocurrió. Comprobó que era cierto, era malditamente cierto, esa droga potenciaba sus poderes, les hacía perder el sentido de la mesura y el control, ellos podían con todo y nadie en ese puto mundo se los iba a impedir. 

Fue entonces cuando uno de ellos dijo: 

—Es hora de ir a aplastar ratas, ¿no creen?

Todos supieron lo que eso significaba: Buscar problemas en Zaun. Janna trató de oponerse a ese plan, pero no pudo, se sorprendió deseando con todas sus fuerzas unirse a la travesura que estaban planeando sus compañeros. Deseó ver a Zaun arder en ausencia de Violet, para que todos se dieran cuenta de lo inepta que era. 

 —Jamás me he sentido en mejor forma que ahora. 

—El gobernador Viktor y la jefa de guardia están en la fiesta del señor Talis, la culpa será de ellos por divertirse con nosotros como si fuéramos amigos.

—¡Ni lo digas!, no somos amigos, jamás seremos amigos de esa gente— comentó Janna, comenzando a reírse de manera burlona, luego agregó con cierta malicia en su voz:—Creo que si hay un momento para reafirmar nuestra autoridad sobre ellos es este. Hay que recordarles por qué es que ellos están abajo en las alcantarillas, y nosotros somos el progreso. 

Nota de la autora

Hola! ¿Qué tal están?, solo paso a saludarlos. Espero estén bien y que este capítulo les haya gustado. 

Gracias por los votos y comentarios ;)

Cuídense mucho. 

Magaa

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