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7

Aquella mañana fue realmente rápida, Harry había despertado gracias a las suaves caricias que recibía en sus alborotados cabellos. El verde y el ónix chocaron y el amor que sentían padre e hijo era palpable en sus magias mismas, Severus nuevamente había ayudado a Harry a bañarse,  había un pequeño conjunto de ropa que era del mayor cuando aún era un niño,  con unos hechizos estuvo como nuevo, eran unos pequeños pantalocillos negros de vestir junto con una camisa verde oscuro,  y una túnica ligera para que no sienta ni frío ni calor. Trato de peinar sus cabellos pero el mayor simplemente suspiro, pues ese cabello era tan indomable como el del bastardo de su padre.


Saludaron al retrato de Eileen y recibieron una sonrisa de parte de ella, para por fin bajar a desayunar,  en un cómodo silencio comían notando el mayor los buenos modales que el chico poseía,  una vez terminaron,  Severus cambió la forma de los lentes del chico, no quería que lo reconocieran en pleno callejón. 


-Bien,  iremos al callejón Diagon,  mocoso,  allí es donde está el banco y de donde compraremos la mayoría de tus cosas, luego iremos al callejón Knockturn, las personas generalmente no van ahí a menos que sean magos oscuros, pero recuerdas lo que siempre te dije- comentó el mayor, Harry simplemente asintió con seriedad. 


-La magia es magia, y no se puede catalogar como buena o mala, blanca y oscura- recitó de memoria las palabras dichas por su padre cuando siempre iba a visitarlo al orfanato y le contaba acerca de la magia.



-Bien, pues entonces vamos... iremos por Flu,  sabes como hacerlo ¿No? Simplemente aguanta la respiración hasta que las llamas verdes, que no queman, desaparezcan- repitió con especial énfasis que no quemaban pues, al parecer el muchacho temía al fuego, debía investigar que causó aquel trauma,  el mocoso pidió que lo cargarán y Severus así lo hizo,  sintiendo como el niño se prendaba de su cuello sin querer soltarse. 


-Si quieres puedes cerrar los ojos, ¿listo?- preguntó observando cómo el chico asentía con los ojos cerrados, tomó un poco de polvos flu susurrando "Caldero Chorreante" apareciendo en el viejo bar lleno de gente, pues al ser viernes la mayoría de los magos decidían tomar una copa.




-Ya puedes abrir los ojos, Harry- dijo, mientras sus verdes ojos del color del Avada analizaban con curiosidad todo el lugar,  pero poco pudo pues Snape lo había llevado por una puerta hasta un callejón cerrado, con un movimiento de varita sobre los ladrillos estos comenzaron a abrirse, dejando extasiados al más pequeño, quien deseaba tener mas ojos para devorarlo todo.





Severus bajó al chiquillo y lo dejó tomarle la mano, mientras iban avanzando hasta un gran edificio blanco,  imponente, había escrita una leyenda en la entrada pero no pudo quedarse a leerla pues su padre caminaba con rapidez, Harry observó a los gobblins, era la primera vez que los veía y le daba curiosidad,  se acercaron a uno y Severus espero pacientemente a que contara los galeones que tenia y los anotara en sus libros contables. 




-Sí- inquirió el duende mirándolos sobre sus gafas, como si no fueran más que escoria.

-Venimos a hablar con el señor Grinphook, necesitamos que sea discreto por favor.- sugirió el hombre de negro, Harry lo miraba en silencio,  era raro que su padre hablase de esa manera, él era muy gruñón, le agradaba que fuera así,  se había acostumbrado, por eso le resultaba extraño,  pero recordó que su padre le había dicho como tratar a las criaturas mágicas,  así que sólo miro impasible a ambos. 


-¿Quien desea verlo? - volvió a preguntar,  ya menos arisco por el trato igualitario que Severus le había dado, Harry simplemente sonrió disimulado.

-El Lord Prince y su futuro heredero- los ojos del duende se abrieron ligeramente un poco más,  y asintió,  mientras bajaba de su silla y se dignaba a ser su guía entre la infinidad de pasillos tras la entrada principal. No se tomaron la molestia de memorizar pues sabían que era imposible,  simplemente se dejaron llevar hasta una hermosa puerta de madera oscura con algunas runas a su alrededor grabadas en oro. El duende que los atendió dio unos suaves toques e ingreso al lugar, cerrando la puerta frente a ellos, pocos segundos después salió abriendo un poco mas la puerta para que ingresaran,  hicieron un leve movimiento de cabeza, tanto Severus como Harry y entraron. 

-Gracias- repestuosamente se despidió del duende Harry recibiendo sólo un asentimiento para después entrar con su padre,  quien ya se había sentado frente a un duende de apariencia mucho más vieja que el anterior,  pues este tenía muchas más canas, había otra silla al lado de su padre pero, sin vergüenza alguna se sentó sobre el hombre de negro, quien ocultó su sonrisa tras el alborotado cabello de su hijo.

-¿A que se debe su visita, Lord Prince? - preguntó con calma el gobblin,  mientras que Severus se tensaba.

-Bueno,  como sabrá,  yo aun no estoy casado, por lo que he adoptado a este chico- comenzó impasible,  mientras acariciaba los cabellos de Harry y este sonreía. 

-Trabajo en Hogwarts aunque no lo necesite por una única razón, poder proteger a Harry Potter, desde el día en que sus padres murieron,  Albus Dumbledore lo envió a la casa de sus parientes muggles con la promesa de que visitaría el lugar cada quince días,  pasaron casi cuatro años en los que el niño fue maltratado día y noche y jamas fue a velar por su seguridad,  por la seguridad de un niño mágico- dijo, atrayendo al mocoso más hacia sí para abrazarlo,  pues se había tensado al oir el nombre del director malo.


El gobblin por otro lado frunció el ceño enojado, por más que ellos odiaran a los magos sabían que no había ser mas lleno de magia completamente pura que los niños mágicos y los de criatura, pues estos no eran expuestos aún a la maldad del mundo. 

-Fue así que una noche estos muggles abandonaron al niño Potter en un orfanato,  siempre lo he vigilado desde las sombras con la maestra Minerva McGonagall,  tratamos de evitar que los maltratos no llegasen tan lejos,  la maestra y yo siempre preguntábamos de Potter a Dumbledore y nos mentía en nuestras narices diciendo que todo estaba perfecto- Harry noto como el gobblin y su padre apretaban los puños intentando tranquilizarse, Harry simplemente le sonrió calmo al gobblin y acarició las manos de su padre.

-Fue entonces que decidí proteger a ese niño de Dumbledore,  usted es mas que consciente que él es el guardián de Potter y que ha malgastado parte de su fortuna,  pero adopté al chico en el mundo muggle y le enseñé acerca del mundo mágico,  ahora está interesado en la adopción mágica y contamos con su discreción para que nos ayude,  desde luego sería fácil ya que el ministerio no controla la adopción sino los propios padres quienes vuelven heredero al niño,  el caso es que este chico es Harry Potter- dijo, el menor se sacó la capucha de su túnica y mostró su cicatriz en la frente, pero el duende sólo asintió,  para después ir hacia un estante y sacar un pergamino viejo y una daga.

-Antes debemos saber cual es la herencia que posee- murmuró mientras colocaba ambos objetos frente a los magos, para luego sacar de uno de sus cajones una poción y dos copas de oro con ciertas runas gravadas e incrustaciones de algunas piedras preciosas.


-No temas,  esta hechizada para que no duela- mencionó el hombre de negro mientras tomaba la daga y una de las manos de Harry,  quien sumisamente dejo que su padre hiciera un pequeño corte en el dedo que no sintió. Dejo caer unas cuantas gotas en el papel y pronto comenzaron a aparecer lo que serían letras extrañas. 

-Vaya, el señor Potter no sólo tiene la cámara de estos como herencia, también tiene la del último Lord Black que está en cautiverio en Azkaban,  la de uno de los hermanos Peverell, el menor y por ascendencia la de Godric Gryffindor,  también hay algunas empresas que le pertenecen que van muy bien,  pero... según lo que dice aquí,  su tutor cada mes sacaba una gran suma de galeones para la manutención del chico, y un muy preciado objeto que desapareció el día que fue enviado con los muggles me temo- dejo de lado el pergamino mientras volvía a sacar otro mas de otro de sus cajones, los completo con una hermosa caligrafía y luego se la paso a ambos. 

-Si lo hacen en contra de su voluntad, el pergamino lo sabrá,  pero si no, la firma de sangre bastará para que tomen la poción y que el niño lo reconozca como su padre- Severus hizo un pequeño corte en su dedo y derramó su sangre en donde su nombre estaba,  por otro lado, Harry hizo lo mismo en el otro extremo del pergamino y ambas gotas de sangre brillaron para después desaparecer.

-Bien,  señor Harry,  tendrá el apellido Snape,  cual de sus apellidos desea tener, ¿Potter o Evans? - dirigió su mirada esta vez al menor el gobblin,  quien vio como este frunció un poco el ceño confundido. 

-¿Puedo tener otro? Peverell por ejemplo- murmuró,  causando gran sorpresa en ambos mayores pues creían que el chico querría conservar al menos uno de sus apellidos originales,  pero lo que no contaban era que Harry supiera que ese apellido era de gran importancia, pues había leído el cuento de los tres hermanos.

-No creo que haya problema, señorito Snape,  ahora les pediré que coloquen un poco de sus cabellos en ambas pociones- había mencionado el duende, fue así como Harry con un poco de dolor logró sacarse seis cabellos, tres para cada copa y apenas tocaron el líquido estos se disolvieron,  lo mismo con los cabellos del Lord Prince, entonces así ambos se bebieron toda la poción,  Harry feliz de por fin poder parecerse a su padre y aceptandolo como tal, Severus feliz de que ese mocoso sea ante la magia su hijo y único heredero. 




Una suave luz comenzó a rodear a Harry,  quien vio sus manos y como la piel de esta y el resto de su cuerpo se hacía tres tonos más claras, casi tan blanco como su padre, sintió también como sus cabellos iban cayendo sobre su rostro y cubría cierta parte de su cara, este se había vuelto más fino y oscuro, también escucho el tronar se sus huesos haciéndolo un poco mas alto, sonrió,  sin duda alguna ya se parecía mucho más a su padre Severus.




-Bien, con el pergamino firmado antes por ambos, ya se decreto que Harry James Snape Peverell es su hijo y único heredero,  hasta ahora,  ¿desean algo más?- preguntó el duende,  a lo que Snape asintió y atrajo más hacia sí a su hijo.

-Me gustaría ver el testamento de los Potter- el gobblin asintió se levantó de su silla, en un archivero,  en uno de los compartimientos había los testamentos de todos los magos quienes poseían una cámara allí,  cuando abrió el folio de los Potter frunció el ceño. 

-No está el original, solo la copia,  esto es inquietante,  primero aquel valioso objeto que desapareció y ahora esto, Dumbledore se esta metiendo donde no debe- gruñó la criatura y se acercó para dar una lectura rápida,  en donde sus ojos se abrieron por sorpresa,  aquello no auguraba nada bueno, se dijo Snape, mientras lo observaba.

-¿Sucede algo?- pregunto con aparente indiferencia pero el asentimiento del duende sólo lo puso aún más nervioso.

-El testamento... El testamento dice que por ningún motivo su hijo fuese llevado con la hermana de la señora Potter,  que se quede únicamente con sus familiares más cercanos, Sirius Black,  Remus Lupin, Narcissa Black o Severus Snape- murmuró lo ultimo,  dejando a ambos magos en un aparente estado de shock, Severus frunció el ceño,  porque sólo ellos.

-Aquí dice,  "en caso de nuestro fallecimiento,  dejamos a Harry a cargo de nuestro querido amigo Canuto,  padrino de nuestro hijo, con total acceso a nuestras bóvedas, caso contrario este no pueda, Remus Lupin ocuparía también el miso lugar que Sirius como guardián de nuestro hijo, en el caso de que ambos no puedan, Narcissa Malfoy Black, quien tiene un hijo de la edad de nuestro pequeño y es prima y pariente de mi, James Potter,  quedara a cargo de nuestro hijo con acceso a la bóveda personal de Harry. La familia lo es ante todo, pero si ninguno de ellos puede, la custodia total de nuestro pequeño Harry se la dejamos a Severus Snape,  mejor amigo de mi esposa Lily Potter,  él sabrá cuidar de él,  pero nuestro último deseo es que jamás se lleven a Harry fuera del mundo mágico con sus parientes muggles,  jamás...- el testamento continuaba pero calló y  decidió  leerlo un poco más,  pues ahí decía algo que ninguno creería que era cierto.

-Aquí dice que el Lord Black no era el guardián del encantamiento Fidelio de los Potter, sino su otro amigo, Peter Pettigrew- Severus contuvo una sonrisa maliciosa,  allí estaba su boleto para tener al chucho de su lado,  más bien del de Harry, pero antes de eso debía hablar con el Lobo.

-Eso es inesperado,  ¿Cada cuanto viene Dumbledore a hacer los retiros?- preguntó Snape antes de hacer cualquier movimiento,  debía saber cuanto tiempo le quedaba. 



-Vino ayer, generalmente saca galeones cada seis meses- "perfecto"  pensó Severus,  mientras acariciaba los ahora largos y sedosos cabellos de Harry.

-Quisiera que no le informaran nada de esto a Dumbledore,  también que se congelen las bóvedas de todos menos la personal de Harry, el viejo ese puede seguir sacando el dinero, pero tomenlo como un préstamo,  lo que saque,  se irá descontando de su propia bóveda,  con altos intereses que serán para ustedes puesto que nos han ayudado mucho, una ultima pregunta, sé que ustedes tienen un pergamino para cada bóveda con sus posibles herederos y que solo muestran a aquellos que están vivos, podría ver la de los Black- más que una pregunta era una afirmación, y el gobblin, al saber que el niño era miembro de los Black,  no tuvo más remedio que mostrarle. 


"Así que es verdad, sabía que estabas vivo enano, cómo es que te atreviste a abandonarme... no, la pregunta más bien sería ¿Quien te separó de mi lado,  Regulus? "





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