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-Sí sabes que no te creo nada, ¿No?- los ojos negros observaban impasibles a aquellos divertidos orbes verdes.
-¡Me lastimas, papi!- Severus, por supuesto que no se dejó engañar ante el tonito lastimero de su hijo y la pose bastante dramática.
-Eres un mocoso inteligente Harry- comenzó el hombre de negro con seriedad, la diversión poco a poco comenzaba a desvanecerse del rostro del menor.
-Yo te crié y sé cuando mientes, y tú definitivamente no vas a mentirle a tu padre- declaró con firmeza, como incitándolo a que intentara a realizar lo contrario, un sudor frío comenzó a bajar por la espalda del chico.
-Así que, no me hagas repetir mi pregunta, ¿Qué hiciste con la niña Weasley?- estuvo tentado a hacer un puchero y mentir, por supuesto que sí, pero los ojos negros prometían dolor y sufrimiento si lo hacían.
-Está ayudando a despertar al basilisco- murmuró bajito y comenzó a jugar con sus dedos.
-Le prometí a Tom despertarla y que cuidara el castillo, pero debía ir dándole un poquito de magia cada vez, así despertaría por completo para las vacaciones de Yule- continuó, entonces levantó la mirada frunciendo el ceño.
-Pero esa tonta niña fea comenzó a acosarnos y realmente quise ignorarla papi, pero comenzó a molestar a Cass dentro y fuera de su casa- Severus asintió, tenía conocimiento de éso debido a que el buen y sensato de Cástor había ido a comentarle éso la primera semana de clases, fue él mismo quien le dio la idea al muchacho de que le acompañara entre clases.
-Entonces con los chicos armamos el plan, ella dará toda su magia para despertar al basilisco, muy a mi pesar tiene bastante más que el promedio, quedará apenas y un poco más que una squib cuando termine con ella, en fin, la cosa era emboscarla y llevarla a la cámara, pero ¡Sorpresa! Ella misma fue y se encerró con Cass y otros tres niños de primero allí para golpearla- siguió relatando evitando ver los ojos de su padre, no estaba preparado emocionalmente para el castigo aún, desde su punto de vista hizo lo correcto.
-Y no, no los maté, solo amenacé a esos chicos y se fueron corriendo, entonces bajamos a la cámara, e hice mis cosillas para Tom y dejamos a Cass que saliera por el pasaje que da al bosque prohibido, nadie sabrá que estuvo en la cámara, los chicos y yo salimos de a uno y Cástor fue contigo, fin del asunto- volvió a jugar con sus dedos y se encogió aún más cuando su padre suspiró.
-Ugh, solo queria decir que hay por lo menos sesenta metros de muda de piel de basilisco, por si te interesa- intentó sobornar. Un sonoro suspiro se escuchó en la oficina.
-¿Sí sabes que los de la junta de gobernadores están sobre mí?- ignoró el intento de soborno de su hijo deliberadamente, un pequeño rastro de culpa cruzó por las facciones del niño.
-Lo siento- murmuró muy bajito, otro suspiro.
-Realmente estoy en contra de que el basilisco sea liberado, es peligroso, pero ambos pueden hablar con él y tú siempre estarás en el castillo, por lo que sé que debo resignarme- Severus comenzó a masajearse el puente de la nariz.
-¡Ustedes dos me van a provocar una úlcera! ¡Así no podré sobrevivir al día de mi boda, Harry!- lo brillantes ojos del chico se encontraron con los de su padre completamente ilusionados.
-¡¿Papá te pidió que te enlazaras con él?!- preguntó emocionado, Severus rodó los ojos.
-¡Por favor! Tú padre es demasiado torpe para intentar algo así, se lo pediré yo ésta noche- mencionó algo más cohibido, Harry saltó a abrazar a su padre completamente feliz, durante algunos minutos estuvieron así.
-Me alegra que te guste la idea, pero ésto no te librará de tu castigo, mocoso- murmuró sobre la oreja de su hijo el hombre de negro, Harry dio un salto y un gritito indigno.
-Mierda- murmuró antes de separarse de su padre.
-Irás a la enfermería y le contarás todo a tu tío Lucius, yo veré qué le digo a la junta- un escalofrío recorrió la columna de Harry, todos sabían que no debían meterse con la pequeña de Lucius Malfoy, pero era su castigo, y contaba con que Cass lo salvaría de una muerte lenta y dolorosa. O al menos esperaba que hiciera algo.
-Weasley estará otros cuatro días en la cámara antes de que la soltemos, la dejaremos en el bosque también, después de todo allí es donde llevó a Cass para golpearla- una risita maniática salió de los labios de Harry y Severus rodó los ojos.
-Como sea, arregla ésto Harry, y por Merlín bendito, la próxima vez que secuestres a un estudiante avísame- pidió con cansancio.
-Lo haré papi- dijo Harry obedientemente, el hombre de negro rodó los ojos y lo despachó con un movimiento de manos.
-Ahora largo, ve a que Lucius te de unas buenas nalgadas por casi matarlo de un infarto- con un puchero Harry decidió ir en dirección a la enfermería, solo Morgana sabía lo que le esperaba por parte de Lucius Malfoy por casi haber ''matado'' a su hija.
En el Ministerio de Magia las cosas estaban descontroladas, lechuzas iban y venían en todos los departamentos y memos voladores iban a todas y cada una de las oficinas. ¿La razón? El juicio de Albus Dumbledore que iba retrasándose cada vez más de lo que era políticamente correcto. Lo que nos llevaba a la reunión que se encontraba realizando en su despacho el Ministro de Magia.
-¡No puede retrasarse un día más!- Amelia Bones espetó, debido a que su sobrina era estudiante de Hogwarts no podía dejar que ése hombre permaneciera libre y causando más daño a los niños. Se lo tomó bastante personal.
Cornelius Fudge se veía positivamente verde, sudoroso y bastante en pánico.
-Mi hijastro también estudia allí- comentó el Jefe de Aurores Scrimgeour, frunciendo el ceño.
-Me preocupa lo que ése hombre pueda hacer. Sí, sigue en San Mungo por el ataque que tuvo, pero qué nos dice que no puede escapar y hacer cualquier cosa- comentó escandalizado el nuevo jefe del Departamento de Cooperación Internacional Mágica, Marvolo Gaunt, ninguna alma aparte de sus seguidores y Dumbledore sabía quién era realmente.
-¡Ésto no puede continuar así! No podemos enviar a Aurores que no pasen por veritaserum para que escolten su habitación, tiene contactos en todo el Ministerio y no está dudando en usarlos- Scrimgeour volvió a hablar, más que agitado, realmente furioso de que el viejo hombre tuviera tanto poder.
-Hay que buscar una solución, los ojos de todas las naciones están sobre nosotros y ya comienzan a hablar sobre porqué no reaccionamos- Marvolo Gaunt apenas y podría contener su sonrisa, presionaba y ni siquiera podrían sospechar por que, de hecho, ése era su trabajo.
-Todos aquí tenemos a alguien en aquél colegio que corre peligro- comenzó Madame Bones.
-Mi sobrina Susan, su hijastro Blaise; Jefe Scrimgeour. Tengo entendido que usted es amigo cercano de los Señores Black y Malfoy Jefe Gaunt, todos tenemos a alguien que puede sufrir daño si ése hombre sigue libre-un silencio tenso se instaló en la sala.
-Propongo un juicio de emergencia- la voz de Marvolo resonó en la habitación, los ojos de todos los presentes aterrizaron sobre él.
-¿A qué se refiere?- preguntó Madame Bones, nunca había escuchado algo parecido.
-Un juicio realizado desde las sombras prácticamente, solo aquellos de confiaza recolectarán las evidencias, sólo en el día del juicio se le notificará a los testigos, solo en ése día le avisaremos a Albus Dumbledore que será juzgado por sus delitos- comenzó Marvolo con seriedad.
-Somos el Ministerio de Magia Británico, señores, ningún mago puede pasar sobre nosotros, somos el pueblo, somos la ley, la justicia y brindamos paz a éste hermoso país- Cornelius se veía visiblemente tocado por las palabras del hombre.
-¡Que patriota!- fue el suave murmullo de un Cornelius bastante emocionado, casi al borde de las lágrimas.
-No podemos dejar que un mago, no, un criminal, trate de sobrepasar nuestra soberanía, no podemos permitir que malas decisiones manchen al país, no debe existir otro Sirius Black, condenado sin juicio, no debe haber otro Albus Dumbledore, libre por las calles para hacer el mal- otro tenso silencio los envuelve y son los toques fuertes en la puerta lo que lo corta, un auror entra apresurado y con la cara pálida.
-El señor Dumbledore fue visitado ésta tarde y ahora se encuentra desaparecido- la noticia cayó como una bomba. Y durante algunos segundos no hubo ni siquiera el sonido de las respiraciones, entonces el pandemoniun se desató y el Jefe de Aurores comenzó a dar órdenes a diestra y siniestra y el pecho de Tom se apretó en algo parecido a la preocupación.
-Hogwarts- murmuró, llamando la atención en medio del caos, y todo se detuvo nuevamente.
-Irá al colegio, ¡Debe enviar una tropa de aurores! Jefe Scrimgeour, también esposas con bloqueo de magia, ése hombre podría hacer cualquier cosa- la temperatura de la habitación cayó al menos cinco grados de golpe y un escalofrío recorrió a todos dentro del lugar.
-Ya oyeron al Señor Gaunt, Auror Lewis usted está a cargo de la operación, utilice mi chiminea, los llevará directo a la oficina del Director Snape, atrape a ése criminal, Auror Lewis, yo estaré en breve junto a usted- el auror dio un asentimiento y marchó con rapidez al departamento enviando un patronus a adelantarse y dar las terribles noticias.
-Creo que éste es el empujón que necesitábamos para comenzar con el juicio de Dumbledore- dijo en voz baja Cornelius, ninguno respondió, cada uno preocupado por lo que podría sucederles a sus preciadas personas que habitaban en Hogwarts.
Los jardines del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería parecía en esos instantes un campo de batalla a punto de comenzar una guerra. Aproximadamente treinta aurores bien entrenados estaban bajo el mandato del recientemente ascendido Auror Lewis, frente a ellos, en una ridícula bata de hospital con los colores del arco iris estaba Albus Dumbledore, que si bien, no atacaba aún, su ropa ya era una tortura en sí para los ojos de cualquiera.
-Señor Dumbledore, baje esa varita y acérquese lentamente, usted está bajo la custodia del Ministerio. No tiene permitido estar en los terrenos de Hogwarts- habló fuerte y claro el auror Lewis, el viejo de los caramelos de limón frunció el ceño, parecía confundido o al menos fingió estarlo, para nadie pasó desapercibido la fuerza con la que empuñó su varita. Dumbledore aún no podía hablar, los medimagos dudaban que algún día volviera a hacerlo; Harry se aseguró de ello.
Días y días de una desesperación cocinada a fuego lento en las paredes de San Mungo terminaron por enloquecer aún más al viejo decrépito, sin su voz, sin su poderosa varita, sin su arma contra Voldemort y con el mismo Mago Oscuro pisándole los talones la desesperación lo obligó a escapar de su prisión esterilizada y volver a por su varita, con ella podría hacerle frente a ése mocoso traicionero de Black.
Sucio niño, hechizándolo de ésa manera, ya ni siquiera podría utilizar los recuerdos de la hermosa Hermione durante las solitarias noches en San Mungo, ni si siquiera la exótica belleza de su hermoso peón de batalla; Bill, lo consolaba.
Escuchar de su preciosos labios que mortífagos ahora estaban dando clases en su escuela fue doloroso, más aún al ver la traición en las acciones de Severus. Su Severus que ahora le daba la espalda y lo veía con furia mal disimula y asco en sus ojos; volvió a apretar con fuerza la varita que le había robado a esa tonta enfermera. Cuántas ganas tenía de acercarse a ese hombre y matarlo, utilizaría su cuerpo de las peores formas posibles una vez dejara de respirar y ni siquiera le daría una digna sepultura, no, ése traicionero solo merecía dolor y sufrimiento, pero en su estado no podría hacer mucho y ni siquiera sano podría combatir contra treinta hombres, por lo que a regañadientes soltó su varita, conseguiría su libertad y pronto podría volver a su amada escuela, con sus amados niños y listo para su venganza.
Desde luego no creyó cuando un joven auror le puso unos bloqueadores de magia, lo miró indignado y el otro hombre se atrevió a mirarlo con asco, a él, quien salvó al mundo mágico alguna una vez del señor de la muerte Grindelwald. Apretó los puños y mordió con fuerza el interior de su mejilla, ni siquiera tenía el poder de gritar. Se sentía ultrajado, más aún al ver a todos aquellos que alguna vez creyó sus títeres oponerse a él; más bien, no oponerse lo absoluto a los aurores que se lo llevaban, veía los rostros furiosos de Filius, Pomona y Poppy, la mirada helada de Minerva que le generaba escalofríos aunque intentara negarlo y luego Severus, el nuevo ''director'', su reemplazo; nada bueno, se repitió mentalmente, quería creerlo, frunció el ceño ante su mirada burlona y divertida, había un toque de miedo bajo la burla y Dumbledore supuso que era miedo hacia lo que podría haber hecho, y sin embargo aún así se regodeaba en la humillación que estaba recibiendo.
Le dirigió una mirada helada. Lo molestó mucho más que lo haya ignorado en favor de hablar con otro auror.
Madito seas, Severus Snape; pensó con ira el hombe mayor.
Humillante, ésa claramente era la palabra que describió la situación en la que el gran Albus Dumbledore; ex Jefe de magos del Wizengamot, ex Director de Hogwarts y posiblemente —dentro de poco, solo había que esperar— ex Orden de Merlín, Primera Clase, se encontraba.
Cuando no fue llevado de vuelta al hospital mágico de San Mungo supo que algo había salido mal, realmente no creyó que podrían sacarlo de aquella habitación esterilizada por las órdenes médicas, pero al parecer al Ministerio no le importaba su salud, no cuando lo sacaban de un impoluta habitación para llevarlo a los calabozos en las mazmorras del edificio Ministerial, toda una ofensa a su persona, ser dejado en el mismo lugar que ladrones de pacotilla y asesinos sin clase. Él era Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, había creado al mago oscuro más poderoso de los últimos quinientos años, maldita sea, e iba a eliminarlo quedando como el mayor héroe de toda la historia del mundo, con un demonio. No debía estar en un calabozo de mierda, es más, el Ministerio debía de besar sus malditos pies, ¡Carajo!
Respiró con fuerza mientras era tirado bruscamente sobre una esquina con una mancha viscosa demasiado parecida a la sangre coagulada pero mil veces más maloliente. Casi quiso gritar, pero no podía, por supuesto que no, maldijo mentalmente a Harry Black desde que el mocoso engreído lo había visitado en su habitación del hospital, ahora no podía hablar, no podía pensar, no podía ni siquiera usar su poder.
¡Estaba tan frustrado!
Sin embargo, de repente abrió los ojos como platos.
No se escuchaba nada, ni un maldito sonido, no había respiraciones de otros reclusos, de guardias, ni siquiera insectos o plagas, no se escuchaba absolutamente nada y sintió un escalofrío al darse cuenta de como la temperatura bajaba drásticamente.
Pasos comenzaron a oírse por fin, pasos lentos y seguros hasta detenerse frente a su celda.
La imagen perfecta de Tom Riddle de aproximadamente veintitantos años lo miraba sin una pizca de sentimientos en sus ojos rojos, la respiración de Dumbledore se detuvo, y su corazón se aceleró en el terror.
Tom inclinó su cabeza hacia un lado, recorriendo el cuerpo del mayor con paciencia, tomándose su tiempo.
-Te ves bien, anciano- comenzó a hablar, el sonido de la voz del hombre hizo temblar a Dumbledore.
-Justo como deberías verte- le regaló una sonrisa macabra y sus ojos relampaguearon en poder.
-Pobre Dumbledore, no puedes hablar- dijo con falsa voz de pena.
-No puedes decirle al mundo que he vuelto- continuaba.
-Y si pudieras... no te crearían- otra sonrisa y los fríos dedos del viejo comenzaron a temblar sin control. Tom se acercó un poco más a las rejas del calabozo.
-Eres una pequeña mierda que será condenada al beso del dementor, lástima que no vivirás incluso para recibir tu condena- le susurró con diversión insana y por un momento, solo por un momento, los ojos rojos de Tom le mostraron todo el odio, el asco, la repulsión que sintió y aún sentía por él. El mago oscuro volvió a alejarse.
-Duerme bien, Dumbledore, nunca se sabe si despertarás otra vez- y así como llegó... se fue.
El silencio rodeó por un momento en sofocante agonía al mayor hasta sonidos de respiraciones y pasos lejanos volvieron a oírse. El pánico inundó por completo su ser, el Ministerio dejó de importarle una mierda, ahora tenía algo mucho más vengativo con lo que lidiar.
El temblor en sus manos no desapareció, incluso cuando fue llamado a un juicio en su contra; no paro, se sentía perdido, como aquel hombre sentenciado a la horca que solo espera la muerte.
Estaba aterrorizado.
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